DICCIONARIO DE
i
LAPLANCHE
Jean-Bertrand
PONTALIS
bajo la dirección de
DANIEL LAGACHE
PAIDOS
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DICCIONARIO DE PSICOANÁLISIS
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ÍNDICE DE MATERIAS
Prólogo a la edición española vii Razones e historia de esta obra ix Prólogo de la edición francesa xiii Agradecimientos xvii Referencias y abreviaturas bibliográficas xix Diccionario de Psicoanálisis 1 Bibliografía 477 índice de voces alemanas 525índice alfabético 531
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
Me cabe la doble satisfacción de presentar y haber supervisado esta obra ingente de J. Laplanche y J.-B. Pontalis, que supone un instrumento valiosísimo en la difusión del movimiento psicoanalítico. Digo doble satisfacción ya que, por una parte toda mi formación psicoanalítica ha sido hecha en Francia y en lengua francesa, y por otra el poder contribuir a introducir en el mundo de habla castellana este tratado (actualmente sin igual) que viene a cubrir un amplísimo hueco notado, desde hace largo tiempo, por todos los especi£ilistas.
En el mundo hispánico del psicoanálisis y de la psicología en general, se va a producir una reacción de agradecimiento hacia la EDITORIAL LABORpor haber tenido el acierto de brindarle esta creación de espíritu francés, y que desearíamos fuese más frecuente en el campo de las editoriales españolas. Igualmente desearía dejar constancia del ingente trabajo desarrollado por la redacción de la editorial para hallar la equivalencia de las referencias bibliográficas entre las ediciones inglesa y alemana de las obras completas de Freud y la versión castellana.
Por otra parte hay que resaltar y laudar al máximo la tersa y matizada traducción realizada por el Dr. F. Cervantes. Su mérito es mucho mayor puesto que no solamente se trata de una obra en freincés, sino que al mismo tiempo es un compendio enciclopédico, en seis idiomas, de los términos fundamentales del lenguaje psicoanalítico. Todas las correspondencias no son siempre unívocas, sino que a veces son equívocas y no utilizadas en la misma forma por todos los autores. Términos tales como represión, instinto, pulsión, son a veces utilizados en lengua francesa de modo ditinto a como lo son en español. Pero el Dr. Cervantes ha salvado con claridad y matizadamente estos escollos.
A D. Ramón Meseguer, Doctor en Filosofía y Psicólogo Clínico, hay que agradecerle su colaboración en el cotejo de textos de Freud, que conoce por su dominio de la lengua alemana y por haber vivido la experiencia analítica.
Merece mención especial el incansable trabajo de revisión, párrafo por párrafo, palabra por palabra, llevado a cabo por Dña. Marta Trepat y por la Srta. Margarita Noguera, del Departamento de Psicología del Servicio Psiquiátrico del Hospital de San Juan de Dios de Barcelona. Sin las reuniones periódicas con las personas precitadas, la revisión de esta obra hubiera carecido de vida y dinamismo.
Deseamos, pues, que esta traducción venga a cumplir uno de los votos de Daniel Lagache, que en su prefacio a este libro señala ya la posibilidad de traducción a otros idiomas de este vocabulario para que sea no solamente «un instrumento de trabajo», sino «un documento de trabajo» para todas aquellas personas interesadas, directa o indirectamente, en el movimiento psicoanalítico.
DR. FERNANDO ÁNGULO
RAZONES E HISTORIA DE ESTA OBRA
La aversión al psicoanálisis se expresa en ocasiones con ironías respecto a su lenguaje. En realidad, los psicoanalistas no buscan el empleo abusivo o intempestivo de palabras técnicas que oculten la confusión del pensamiento. Pero, como cualquier otra profesión
- o ciencia, el psicoanálisis precisa disponer de términos propios. Siendo un método de investigación y de tratamiento, una teoría del funcionamiento normal y patológico del aparato psíquico, ¿cómo habría podido formularse la novedad de sus descubrimientos y concepciones sin recurrir a palabras nuevas? Es más, puede decirse que todo descubrimiento científico se forma, no amoldándose al sentido común, sino a pesar o en contra del sentido común; el escándalo provocado por el psicoanálisis se debe menos a la importancia que atribuyó a la sexualidad, que a la introducción de la fantasía inconsciente en la teoría del funcionamiento mental del hombre en sus relaciones con el mundo y consigo mismo; el lenguaje usual carece de palabras para designar las estructuras y movimientos psíquicos que, a la luz del sentido común, no existen: ha sido, pues, necesario inventar palabras (entre doscientas y trescientas) cuyo número varía según el rigor de la lectura de los textos y los criterios acerca del carácter técnico de los términos. Aparte la lectura de los trabajos psicoanalíticos, existen muy pocas fuentes para captar el sentido de tales palabras: algunos vocabularios que figuran al final de obras didácticas, ciertas definiciones en los diccionarios de psicología y de psicopatología publicados hace veinte
- o treinta años, pero, prácticamente, casi no existe un instrumento de trabajo especial y completo; la empresa que más se aproxima a este objetivo ha sido el Handwórterburh der Psychoanalyse, del Dr. Richard F. Sterba, cuya redacción se interrumpió, por determinadas circunstancias, en la letra L, y la impresión, en la palabra Gróssenwáhn. «No sé —me escribió el Dr. Richard F. Sterba— si ésta se refiere a mi megalomanía o a la de Hitler»; el Dr. Sterba tuvo la amabilidad de enviarme los cinco fascículos publicados de
dicha obra, rara o imposible de encontrar (Internationale Psychoanalytische Verlag, 1936-1937); citaré también un libro de concepción totalmente distinta, que constituye una compilación alfabética de textos freudianos, traducidos al inglés y publicada por Fodor y Gaynor, en 1950, con un prólogo de Theodor Reik (Fodor N. y Gaynor F., Freud: Dictionary of Psychoanalysis, prólogo de Theodor Reik, Nueva York, Philosophical Library, 1950, XII + 208 páginas).
La terminología técnica del psicoanálisis es, en su mayor parte, obra de Freud; y se fue enriqueciendo al mismo tiempo que sus descubrimientos y su pensamiento. A diferencia de lo sucedido en la historia de la psicopatología clásica, Freud tomó pocas palabras del latín y del griego; ciertamente, recurrió a la psicología, a la psicopatología y a la neurofisiología de su época; pero sus palabras y fórmulas las extrajo sobre todo del alemán, utilizando los recursos y facilidades que le proporcionaba su propia lengua. Es por ello que una traducción fiel resulta difícil y la terminología analítica produce entonces una impresión insólita, que la lengua de Freud no produce, al no haberse explotado al máximo los recursos que ofrece la lengua del traductor; en otros casos, es la sencillez de la expresión freudiana lo que hace olvidar su carácter técnico. Pero la verdadera dificultad no es ésta; sólo en un plano secundario es de tipo lingüístico. Si bien Freud, como escritor, se mostró inventivo, cuidó poco la perfección de su vocabulario. Sin enumerar los tipos de dificultades que se presentan, baste decir que en la terminología analítica sucede como en muchas lenguas, en las que no faltan la polisemia y las imbricaciones semánticas; distintas palabras no siempre evocan ideas muy diferentes.
Se lucha, pues, con palabras, pero no por las palabras. Tras éstas hace falta encontrar hechos, ideas, es decir, la organización conceptual del psicoanálisis. Esta tarea resulta laboriosa, tanto por la fértil y prolongada evolución del pensamiento de Freud, como por la extensión de una literatura cuyos títulos llenan ya nueve volúmenes de la bibliografía de Grinstein. Además, al igual que las ideas y juntamente con éstas, las palabras no se limitan a nacer, sino que tienen un destino; algunas caen en desuso o se utilizan cada vez menos, cediendo su frecuencia a otras que responden a nuevas orientaciones de la investigación y de la teoría. Con todo, lo esencial de la terminología freudiana ha resistido el paso del tiempo; las innovaciones, por lo demás poco numerosas, se han introducido sin alterar su organización ni su matiz. Por ello, un diccionario no puede limitarse a dar definiciones que distingan los diversos senti
dos que han podido poseer los términos psicoanalíticos; es preciso que un comentario, basado en referencias y citas, justifique las conclusiones a que se llega. Un comentario de este tipo implica una amplia consulta de la literatura, pero, sobre todo, el conocimiento de los textos freudianos, ya que en éstos se encuentran las bases de la conceptualización y de la terminología, y las dimensiones que alcanza la literatura psicoanalítica escapan a las posibilidades de un investigador aislado o de un equipo numeroso. Por consiguiente, un diccionario de esta naturaleza no puede basarse en la mera erudición, sino que exige especialistas familiarizados con la experiencia psicoanalítica. Con todo, una orientación que trascienda las palabras para buscar los hechos y las ideas, no debe inducir a caer en un diccionario de conocimientos. En suma, se trata de hacer un censo de los empleos de las palabras, de explicar unos por los otros y señalar las dificultades, sin pretender resolverlas, introduciendo pocas innovaciones, por ejemplo, para proponer traducciones más fieles. El método más conveniente es el histórico-crítico, utilizado ya en el Vocahulaire technique et critique de la Philosophie, de André Lalande. Tales eran los criterios iniciales hacia los años 1937 a 1939, cuando se inició el proyecto de un diccionario de psicoanálisis. Los datos recogidos se perdieron; las circunstancias, otras tareas y la falta de documentación, condenaron a aquel proyecto al sueño, si no al abandono; sueño incompleto, en el sentido de que las preocupaciones terminológicas no faltaron en diversos trabajos. Hasta 1958 no se produjo el despertar, siempre en el espíritu histórico-crítico del Vocahulaire de la Philosophie, de Lalande, aunque
con diferentes modalidades.
Tras algunos tanteos, las necesidades de la obra y el deseo de llevarla a cabo hallaron respuesta en la colaboración de J. Laplanche y J.-B. Pontalis. La consulta de la literatura psicoanalítica y la reflexión sobre los textos, la redacción de los proyectos de artículos, la revisión de estos proyectos y su definitiva puesta a punto, les exigieron casi ocho años de trabajo; trabajo fecundo, ciertamente, pero también apremiante y, en ocasiones, fastidioso. La mayor parte de los proyectos de artículos fueron leídos y discutidos entre nosotros, y yo conservo un vivo recuerdo de la animación de estos coloquios, durante los cuales la buena armonía no impedía las discrepancias de criterio ni un rigor sin concesiones. Sin el esfuerzo de «pioneros», de Laplanche y de Pontalis, el proyecto concebido veinte años antes no habría llegado a convertirse en este libro.
Durante estos años de labor, sobre todo en los últimos, no ha dejado de producirse un cambio de orientación en la obra, lo cual no es signo de debilidad, sino de vitalidad. Así fue como Laplanche y Pontalis centraron cada vez más sus investigaciones y sus reflexiones en tomo a los escritos freudianos, recurriendo de buen grado a los primeros textos psicoanalíticos y al Proyecto de una psicología científica, de 1895, que acababa de ser publicado. El hecho de que se conceda la máxima importancia al origen de las ideas y de las palabras, no ha disminuido la preocupación por su destino y su alcance. El Diccionario de Psicoanálisis lleva, pues, el sello personal de Laplanche y de Pontalis, sin faltar a los principios que inspiraron el proyecto inicial de una tal obra.
Su finalidad fue y sigue siendo el responder a un deber, a una necesidad sentida por nosotros, reconocida por otros, raramente ignorada. Deseamos que resulte útil, que se convierta en instrumento de trabajo para los investigadores, estudiantes de psicoanálisis y otros especialistas, así como para los aficionados. A pesar de haber sido elaborado con esfuerzo y escrupulosidad, los lectores informados, atentos y exigentes descubrirán, sin duda, lagunas y errores de hecho o de interpretación; si estos lectores nos comunican sus críticas, éstas no serán desatendidas, sino acogidas calurosamente y estudiadas con interés. Por lo demás, el objeto, el contenido y la forma de este Diccionario no parecen impedir su traducción a otros idiomas. Observaciones, críticas y traducciones responderán a una segunda ambición: que el Diccionario de Psicoanálisis no sea tan sólo un «instrumento de trabajo», sino también un «documento de trabajo».
D. L.
PRÓLOGO DE LA EDICIÓN FRANCESA
La presente obra contiene los principales conceptos del psicoanálisis e implica cierto número de opciones:
I.'' En la medida que el psicoanálisis ha renovado la comprensión de la mayoría de los fenómenos psicológicos y psicopatológicos, e incluso del hombre en general, cabría la posibilidad, en un manual alfabético que se propusiera abarcar el conjunto de las aportaciones psicoanalíticas, de tratar, no solamente de la libido y de la transferencia, sino también del amor y del sueño, de la delincuencia o del surrealismo. Pero nuestra intención ha sido del todo distinta: deliberadamente, hemos decidido analizar el aparato conceptual del psicoanálisis, es decir, el conjunto de conceptos que ha ido elaborando para explicar sus descubrimientos específicos. Este Diccionario considera, no todo lo que intenta explicar el psicoanálisis, sino más bien lo que le sirve para explicarlo.
2." El psicoanálisis nació hace casi tres cuartos de siglo. El «movimiento» psicoanalítico conoció una historia larga y tormentosa; se crearon grupos de analistas en muchos países, donde inevitablemente la diversidad de los factores culturales repercutió sobre las propias concepciones. Más que enumerar la multiplicidad, por lo menos aparente, de los empleos a través del tiempo y del espacio, hemos preferido recoger, en su propia originalidad, los conceptos a menudo desvirtuados y oscurecidos, y conceder por ello una importancia primordial al momento de su descubrimiento.
3." Esta decisión nos ha llevado a referirnos esencialmente a la obra fundadora de Sigmund Freud. Una investigación, incluso parcial, efectuada a través de la inmensa literatura psicoanalítica, demuestra hasta qué punto la mayoría de los conceptos utilizados tienen su origen en los escritos freudianos. También en este sentido nuestro Diccionario difiere de una obra realizada con fines enciclopédicos.
Esta misma preocupación por encontrar las aportaciones conceptuales fundamentales, hace que se hayan tomado en consideración otros autores además de Freud. Así, para citar sólo un ejemplo, presentamos cierto número de conceptos introducidos por Melanie Klein.
4.* En el campo de la psicopatología, nuestra elección se ha guiado por tres principios:
a) Definir los términos creados por el psicoanálisis, tanto si su empleo se ha conservado (por ejemplo: neurosis de angustia) como si ha caído en desuso (por ejemplo: histeria de retención).
b) Definir aquellos términos utilizados por el psicoanálisis en una acepción que difiere, o ha podido diferir, de la acepción psiquiátrica generalmente admitida (por ejemplo: paranoia, parafrenia).
c) Definir los términos que, si bien tienen la misma acepción en psicoanálisis que en clínica psiquiátrica, poseen un valor axial en la nosografía analítica (por ejemplo: neurosis, psicosis, perversión). Por lo que hemos intentado proporcionar, al menos, unos puntos de referencia al lector poco familiarizado con la clínica.
Los artículos aparecen en orden alfabético. Para señalar las relaciones existentes entre los diferentes conceptos, hemos recurrido a dos signos convencionales: la expresión véase esta palabra significa que el tema considerado es también abordado o tratado, con frecuencia de un modo más completo, en el artículo al cual se remite al lector; el asterisco * indica simplemente que el término al cual se aplica se encuentra definido en elDiccionario. De este modo desearíamos invitar al lector a establecer, por sí mismo, relaciones significativas entre los conceptos y a orientarse en las redes de asociaciones del lenguaje psicoanalítico. Con ello creemos haber evitado un doble peligro: la arbitrariedad a que podría conducir una clasificación puramente alfabética y el riesgo, más frecuente, del dogmatismo ligado a las exposiciones de tipo hipotético-deductivo. Nuestro deseo es que, así, puedan aparecer series, relaciones internas, «puntos nodales» distintos de aquellos en que se apoyan las descripciones sistemáticas de la doctrina freudiana.
Cada palabra es objeto de una definición y de un comentario. La definición intenta recoger su acepción, deducida de su empleo riguroso en la teoría psicoanalítica. El comentario representa la parte crítica y lo esencial de nuestro estudio. El método que en él seguimos podría definirse con tres términos: historia, estructura y problemática. Historia: sin sujetamos a un orden de presentación rigurosamente cronológico, hemos querido indicar, para cada concepto, sus orígenes y las principales etapas de su evolución. Tal investigación del origen no tiene, a nuestro modo de ver, un interés de simple erudición: sorprende ver cómo los conceptos fundamentales se iluminan, cómo vuelven a aparecer sus aristas vivas, sus contomos, sus articulaciones recíprocas, cuando se confrontan de nuevo con las experiencias que les dieron origen, con los problemas que han jalonado y dirigido su evolución.
Esta investigación histórica, aunque se presenta aisladamente para cada concepto, remite rápidamente a la historia del conjunto del pensamiento psicoanalítico. Por tanto, resulta imprescindible considerar la situación de un determinado elemento en relación con la estructura en que se localiza. A veces, esta función parece fácil de señalar, hallándose explícitamente reconocida en la literatura psicoanalítica. Pero, con frecuencia, las correspondencias, las oposiciones, las relaciones, aun cuando sean indispensables para captar un concepto en su originalidad, tan sólo se hallan implícitas: para citar algunos ejemplos bien elocuentes, la oposición entre «pulsión» e «instinto», necesaria para comprender la teoría psicoanalítica, no se halla formulada en parte alguna de la obra de Freud; la oposición entre «elección objetal anaclítica o de apoyo» y «elección objetal narcisista», si bien es recogida por la mayor parte de los autores, a menudo no la relacionan con lo que la esclarece en Freud: el «apoyo» de las «pulsiones sexuales» en las funciones de «autoconservación»; la articulación entre «narcisismo» y «autoerotismo», indispensable para poder situar estos dos conceptos, perdió rápidamente su original claridad, y esto en el propio Freud. Finalmente, algunos fenómenos estructurales son todavía más desconcertantes: en efecto, en la teoría psicoanalítica no es excepcional que la función de ciertos conceptos o grupos de conceptos se encuentre, en una etapa ulterior, transferida a otros elementos del sistema. Sólo una interpretación permitirá hallar de nuevo, a través de tales permutaciones, determinadas estructuras permanentes del pensamiento y de la experiencia psicoanalíticos.
Nuestro comentario intenta, en relación con los principales conceptos, evitar o, por lo menos, esclarecer las ambigüedades y explicitar eventualmente las contradicciones; es raro que éstas no desemboquen en una problemática que puede volver a encontrarse a nivel de la experiencia misma.
Desde un punto de vista más modesto, esta discusión nos permitió poner en evidencia un cierto número de dificultades específicamente terminológicas y establecer algunas propuestas destinadas a fijar la terminología que, muy a menudo, carece de coherencia en lengua francesa.
Al principio de cada capítulo indicamos las equivalencias en lengua alemana (Al.), francesa (Fr.), inglesa (Ing.), italiana (It.) y portuguesa (P.).
Las notas figuran al final de cada voz, y las referencias y abreviaturas bibliográficas en las primeras páginas del libro. Las llamadas a notas se señalan por medio de letras griegas; las referencias, mediante números entre paréntesis. La bibliografía específica, aparece al final de la obra.
Los pasajes que se citan, así como los títulos de las obras a las que se hace referencia a lo largo del texto, han sido traducidos por los autores.
J. L. y J.-B. P.
AGRADECIMIENTOS
Expresamos nuestro agradecimiento a cuantos han manifestado su interés por esta obra y contribuido a su elaboración.
El Vocabulaire allemand-anglais, reeditado en 1943 por Alix STRACHEY, ha sido para nosotros, a pesar de su pequeño tamaño, uno de los instrumentos de trabajo más útiles. Pero, ¿cómo rendir homenaje a la «Standard Edition des CEuvres Psychologiques Completes de Sigmund Freud»,traducidas y publicadas bajo la dirección del Prof. James STRACHEY, con la colaboración de Anna FREUD, y la ayuda de Alix STRACHEY y AlanTYSON, sino diciendo el gran interés con que ha sido acogido cada uno de sus volúmenes? Las traducciones y los comentarios, el aparato crítico y los índices hacen de esta gran obra una incomparable fuente de referencias para la investigación.
En lo que respecta a la elección de los equivalentes extranjeros, el Diccionario de Psicoanálisis se ha beneficiado de la colaboración del Dr. ÁngelGARMA, del Dr. Fidias R. CESIO y de la Dra. Marie LANGER, para los equivalentes españoles; de la del Dr. Elvio FACHINELLI (Milán), traductor italiano de Freud, a3aidado por Michel DAVID, profesor de francés en la Universidad de Padua, para los equivalentes italianos; de la de la Sra. ElzaRIBEIRO HAWELKA y del Dr. Durval MARCONDES, para los equivalentes portugueses.
Desde el principio al fin, la Sra. Elza RIBEIRO HAWELKA, colaboradora técnica en la Cátedra de Psicología Patológica (Facultad de Letras y Ciencias Humanas, París, Sorbona), ha representado una ayuda adicta, importante por su diligencia, su interés y su experiencia en varios idiomas. La misma dedicación ha mostrado la Srta. Fran^oise LAPLANCHE desde la primavera de 1965 y, a partir de enero de 1966, la Srta. EvelyneCHATELLIER, colaboradora técnica en el Centro Nacional de Investigación Científica, anexo al Laboratorio de Psicología Patológica.
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1905 Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie (Trois essais sur la théorie de la sexualité). París, Gallimard, col. «Idees», 1962.
1905 Der Witz und seine Beziehung zum Unbewussten (Le mot d'esprit et ses rapports avec Vinconscient), París, Gallimard, 1953.
1906 Tatbestandsdiagnostik und Psychoanalyse (La psychanalyse et Vétablissement des faits en matiere judiciare par une méthode diagnostique), en Essais de psychanalyse appliquée, París, Gallimard, 1933, págs. 43-58.
1907 Der Wahn und die Traume in W. Jensens «Gradiva» (Delires et réves dans la üGradiva» de Jensen), París, Gallimard, 1949.
1907 Zwangshandlungen und Religionsübungen (Actes obsédants et exercices religieux), en L'avenir d'une illusion, París, Denoél & Steele, 1932, páginas 157-183. 1908 Der Dichter und das Phantasieren (La creation littéraire et le réve éveillé), en Essais de phychanalyse appliquée, París, Gallimard, 1933, págs, 69-82.
1909 Armlyse der Phobie eines fünfjahrigen Knaben (Analyse d'une phobie d'un petit gargon de cinq ans: Le petit Hans), en Cinq psychanalyses, París, P.U.F., 1954, págs. 93-198.
1909 Bemerkungen über einer Fall von Zwangsneurose (Remarques sur un cas de névrose obsessionnelle: L'homme aux rats), en Cinq psychanalyses,París, P.U.F., 1954, págs. 199-261.
1909 Über Psychoanalyse, reeditado con el título de Cinq legons sur la psychanalyse, a continuación de Psychologic collective et analyse du moi, París, Payot, 1950, págs. 117-177.
1910 Beitrage zur Psychologie des Liebeslebens: I. Über einer besonderen Typus der Objektwahl beim Manne (Contribution a la psychologie de la vie amoureuse: I. D'un type particulier de choix objectal chez I'homme), en R.F.P., 1936, IX, n.° 1, págs, 2-10.
1910 Die zukiinftigen Chancen der psychoanalytischen Therapie (Perspectives d'avenir de la thérapeutique analytique), en De la technique psychanalytique,Pans, P.U.F., 1953, págs. 23-34.
1910 Über «wilde» Psychoanalyse (A propos de la psychanalyse dite «sauvage»), en De la technique psychanalytique, Paris, P.U.F., 1953, págs. 35-42. 1910Eine Kindheitserinnerung des Leonardo da Vinci (Un souvenir d'enfance de Leonard de Vinci), Paris, Gallimard, 1927.
1910 Über den Gegensirm der Urworte (Des sens opposes dans les mots primitifs), en Essais de psychanalyse appliquée, París, Gallimard, 1933, páginas 59-68.
1911 Psychoanalytische Bemerkungen über einen autobiographisch beschriebenen Fall von Paranoia (Dementia paranoides) (Remarques psychanalytiques sur I'autobiographie d'un cas de paranoia [Dementia paranoides^: Le President Ichreber), en Cinq psychanalyses, Paris, P,U.F., 1954, páginas 263-324.
1911 Die Handhabung der Traumdeutung in der Psychoanalyse (Le maniement de Vinterpretation des réves en psychanalyse), en De la technique psychanalytique, París, P.U.F., 1953, págs. 43-49.
1912 Zur Dynamik der Übertragung (La dynamique du transferí), en De la technique psychanalytique, París, P.U.F., 1953, págs. 50-60.
1912 Beitrage zur Psychologie des Liebeslebens: II. Über die allgemeinste Erniedrigung des Liebeslebens (Contribution á la psychologic de la vie amoureuse: II. Considerations sur le plus commun des ravalements de la vie amoureuse), en R.F.P., 1936, IX, n.° 1, págs, 10-21.
1912 Ratschlage für den Arzt bel der psychoanalytischen Behandlung (Conseils aux médecins sur le traitement psychanalytique), en De la technique psychanalytique, París, P.U.F., 1953, págs. 61-71.
1912 Einige Bemerkungen über den Begriff des Unbewussten in der Psychoanalyse (Quelques observations sur le concept d'inconscient en psychanalyse),en Métapsychologie, París, Gallimard, 1940, págs. 9-24.
1912 Totem und Tabu (Totem et tabou), París, Payot, 1947. 1913 Zur Einleitung der Behandlung (Le debut du traitement), en De la technique psychanalytique, París, P.U.F.,, 1953, págs. 80-104.
1913 Die Disposition zur Zwangsneurose (La prédispositno á la névrose obsessionnelle), en R.F.P., 1929, III, n.° 3, págs. 437447.
1914 Zur Geschichte der psychoanalytischen Bewegung (Contribution a l'histoire du mouvement psychanalytique), en Essais de Psychanalyse, París, Payot, 1963 (1." ed.), págs, 266-320.
1914 Erinnem, Wiederholen und Durcharbeiten (Rememoration, repetition et elaboration), en De la technique psychanalytique, París, P.U.F., 1953, páginas 105-115,
1915 Triebe und Triebschicksale (Les pulsions et leurs destins), en Métapsychologie, París, Gallimard, 1952, págs. 26-66.
1915 Mitteilung eines der psychoanalytischen Theorie widersprechenden Falles von Paranoia (Un cas de paranoia qui contredisait la théorie psychanalytique de cette afiection), en R.F.P., 1935, VIII, n.° 1, págs. 2-11.
1915 Die Verdrdngung (Le refoulement), en Métapsychologie, París, Gallimard, 1952, págs. 67-90. 1915 Das Unbewusste (L'inconscient), enMétapsychologie, PSLTÍS, Gallimard, 1952, págs. 91-161.
1915 Bemerkungen über die Übertragungsliebe (Observations sur l'amour de transfert), en De la technique psychanalytique, París, P.U.F., 1953, páginas 116-130.
1915 Zeitgemasses über Krieg und Tod (Considerations actuelles sur la guerre et la mort), en Essais de psychanalyse, París, Payot, 1951, págs. 219-250.
1916 Einige Charaktertypen aus der psychoanalytischen Arbeit (Queíques types de caracteres dégagés par la psychanalyse), en Essais de Psychanalyse,París, Gallimard, págs, 105-136.
1916-1917 Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse (Introduction á la psychanalyse), París, Payot, 1951. 1917 Vber Triebumsetzungen insbesondere der Analerotik (Sur les transformations des pulsions, particuliérement dans Vérotisme anal), en R.F.P., 1928, II, n.° 4, págs. 609-616.
1917 Trauer und Melancholie (Deuil et mélancolie), en Métapsychologie, París, Gallimard, 1952, págs. 189-222.
1917 Metapsychologische Erganzung zur Traumlehre (Complement métapsychologique á la doctrine des réves), en Métapsychologie, París, Gallimard, 1952, págs, 162-188.
1917 Eine Sckwierigkeit der Psychoanalyse (Une difficulté de la psychanalyse), en Essais de psychanalyse appliquée, París, Gallimard, 1933, págs. 137-147.
1917 Beitriige zur Psychologie des Liebeslebens: III. Das Tabu das Virginitat (Contribution á la psychologie de la vie amoureuse: III. Le tabou de la virginité), en R.F.P., 1933, VI, n.° 1, págs. 2-17.
1918 Aus der Geschichte einer infantilen Neurose (Extrait de l'histoire d'une névrose infantile: L'homme aux loups), en Cinq psychanalyses, París, P.U.F., 1954, págs. 325420.
1918 Wege der psychoanalytischen Therapie (Les voies nouvelles de la thérapeutique psychanalytique), en De la technique psychanalytique, París, P.U.F., 1953, págs. 131-141.
1919 «£ín Kind wird geschlagen» («On bat un enfant>'), en R.F.P., 1933, VI, números 34, págs. 274-297. 1919 Das Unheimliche (L'in quietante étrangeté), en Essais de psychanalyse appliquée, París, Gallimard, 1933, págs. 163-211.
1920 Über die Psychogenese einer Falles von weiblicher Homosexualitat (Psychogenése d'un cas d'homosexualité feminine), en R.F.P., 1933, VI, n.° 2, páginas 130-154.
1920 Jenseits des Lustprinzips (Au-delá du principe de plaisir), en Essais de psychanalyse, París, Payot, 1951, págs. 5-75. 1921 Massenpsychologie und Ich-Analyse (Psychologie collective et analyse du moi), en Essais de psychanalyse, París, Payot, págs. 76-162.
1922 Vber einige neurotische Mechanismen bel Éifersucht, Paranoia u.id Homosexualitat (De queíques mécanismes névrotiques dans la jalousie, la paranoia et l'homosexualité), en R.F.P., 1932, V, n.» 3, págs. 391401.
1923 Das Ich und das Es (con el título: Le moi et le sol), en Essais de psychoanalyse, París, Payot, 1951, págs. 163-218.
1923 Eine Teufelsneurose im siebzehnten Jahrhundert (Une névrose démoniaque au XVII' siécle), en Essais de psychanalyse appllquée, París, Gallimard, 1933, págs. 213-254.
1924 Das okonomische Problem des Masochlsmus (Le probléme économigue du masochisme), en R.F.P., 1928, II, n.» 2, págs. 211-223. 1924 Der Intergang des Odipuskomplexes (Le déclin du complexe d'CEdipe), en
R.F.P., 1934, VII, n.» 3, págs. 394-399. 1925 Die Verneinung (La negation), en R.F.P., 1934, VII, n.° 2, págs. 174-177. 1925 Selbstdarstellung (Ma vie et la psychanalyse), París, Gallimard, 1949. 1926 Die frage der Laienanalyse (nueva ed.) (Psychanalyse et médeclne), en
Ma vie et la psychanalyse, París, Gallimard, 1949, págs. 117-239. 1926 Hemmung, Symptom und Angst (Inhibition, symptóme et angoisse), París, P.U.F,, 1%5 (nueva ed.). 1927 Die Zukunft einer Illusion (L'avenir d'une illusion), París, Denoel & Steele, 1932. 1930 Das Vnbehagen in der Kultur (Malaise dans la ctviíisatton), París, Denoél & Steele, 1934. 1932 Neue Folge der Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse (Nouvelles conferences sur la psychanalyse), Paris, Gallimard, 1936. 1937 Die endliche und die unendliche Analyse (Analyse terminée et analyse in
terminable), en R.F.P., 1938-1939, X-XI, n." 1, págs. 3-38. 1938 AbrisS der Psychoanalyse (Abrégé de psychanalyse), París, P.U.F., 1950. 1939 Der Mann Moses und die monotheistische Religion (Mo'ise et le monothéisme), Paris, Gallimard, 1948.
II. OTROS AUTORES
Karl ABRAHAM. En castellano han aparecido Estudios sobre psiquiatría y psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós; y Psicoanálisis clínico, Buenos Aires, Paidós. A falta de una edición española de obras completas, remitimos a la edición francesa Oeuvres Completes, 2 vols., París, Payot, 1965-1966.
Joseph BREUER. En los Studien líber Hysterie (Estudios sobre la histeria), 1895, publicados con S. FREUD, J. BREUER es autor de dos capítulos: «Fráulein Anna O.» (La señorita Ana O.) y «Theoretisches» (Consideraciones teoréticas).
Por lo que hace referencia a estos textos, Al. remite a la edición original de Studien libef Hysterie, Leipzig und Wien, Deuticke, 1895; S. E. remite a la Standard Edition; Fr. remite a Etudes sur Vhystérie, París, P.U.F., 1956.
Sandor FERENCZI. Remitimos a los tres volúmenes en inglés, Londres, Hogarth Press: First Contr.: First Contributions to psycho-analysis, 1952 (existe una traducción castellana de esta obra publicada por Paidós de Buenos Aires bajo el título de Primeras contribuciones al psicoanálisis). Further Contr.: Further contributions to the theory and technique of psycho-analysis, 1950; Final Contr.: Final contributions to the problems and methods of psycho-analysis, 1955. De estas dos últimas obras existe también una traducción castellana publicada por Paidós de Buenos Aires, bajo los títulos de Teoría y técnica del psicoanálisis, 1967, y Problemas y métodos del psicoanálisis, 1966, respectivamente.
Melanie KLEIN. Contributions: Contributions to Psycho-analysis, Londres, Hogarth Press, 1950. Contribuciones al psicoanálisis, versión castellana de esta obra, ha sido editada por Paidós de Buenos Aires.
KLEIN (M.), HEIMANN (P.), ISAACS (J.), RIVIERE (J.), Developments: Developments in Psycho-analysis, Londres, Hogarth Press, 1952. La versión castellana, Desarrollos en psicoanálisis, ha sido editada por Paidós de Buenos Aires.
III. REVISTAS Y RECOPILACIONES
Bul. Psycho,: Bulletin de Psychologie, publicado por el grupo de estudios de Psicología de la Universidad de París.I.J.P.: International Journal of Psycho-analysis. Psa. Read.: The psycho-analytic reader, editado por Robert FLIESS, Londres, Hogarth
Press, 1950. Psycho-analytic Study of the child, Nueva York, I.U.P. R.F.P.: Revue franeaise de Psychoanalyse.

ABREACCIÓN
= Al.: Abreagieren. — Fr.: abréaction. — Ing.: abreaction. — It.: abreazione. — Por.: ab-reagáo.
Descarga emocional, por medio de la cual un Individuo se libera del afecto* ligado al recuerdo de un acontecimiento traumático, lo que evita que éste se convierta en patógeno o siga siéndolo. La abreacción puede ser provocada en el curso de la psicoterapia, especialmente bajo hipnosis, dando lugar a una catarsis; pero también puede producirse de forma espontánea, separada del trauma Inicial por un intervalo más o menos prolongado.
El concepto de abreacción sólo puede comprenderse recurriendo a la teoría de Freud acerca de la génesis del síntoma histérico, tal como la expuso enEl mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos (Über den psychischen Mechanismus hysterischer Phanomene, 1893) (1 a) (a). La persistencia del afecto ligado a un recuerdo depende de varios factores: el más importante de ellos es la forma como el sujeto reacciona frente a un determinado acontecimiento. Esta reacción puede consistir en reflejos voluntarios o involuntarios, y abarcar desde el llanto hasta la venganza. Si tal reacción es lo suficientemente intensa, gran parte del afecto ligado al acontecimiento desaparece. Si esta reacción es reprimida (unterdrückt), el afecto persiste ligado al recuerdo.
Así, pues, la abreacción constituye el mecanismo normal que permite al individuo reaccionar frente a un acontecimiento y evitar que éste conserve unquantum de afecto* demasiado importante. Con todo, para que esta reacción posea un efecto catártico, es preciso que sea «adecuada».
La abreacción puede ser espontánea, es decir, seguir al acontecimiento con un intervalo lo bastante breve como para impedir que su recuerdo se halle cargado de un afecto lo suficientemente intenso para convertirse en patógeno. Pero también puede ser secundaria, provocada por la psicoterapia catártica, que permite al enfermo recordar y objetivar verbalmente el acontecimiento traumático y liberarlo así del quatttum de afecto que lo convertía en patógeno. En efecto, Freud señaló ya en 1895: «El hombre encuentra en el lenguaje un substitutivo de la acción, mediante el cual el afecto puede serderivado por abreaccion casi en idéntica forma» (Ib).
Pero la abreaccion masiva no es la única forma en que un individuo puede liberarse del recuerdo de un hecho traumático: el recuerdo puede ser también integrado en una serie asociativa que permita la corrección del acontecimiento, su reinstalación en el lugar correspondiente. Desde los Estudios sobre la histeria (Studien über Hysterie), Freud describe a veces como proceso de abreaccion una auténtica labor de rememoración y elaboración psíquica, mediante la cual el mismo afecto es reavivado de modo paralelo al recuerdo de los diferentes acontecimientos que lo suscitaron (1 c).
La falta de abreaccion determina que ciertos grupos de representaciones, que se hallan en el origen de los síntomas neuróticos, subsistan en estado inconsciente y aislados del curso normal del pensamiento: «Las representaciones que se han vuelto patógenas conservan su actividad por el hecho de no hallarse sometidas al desgaste normal por la abreaccion, y por la imposibilidad de su reproducción en los estados asociativos libres» (1 d).
Breuer y Freud distinguieron las diversas clases de condiciones que impiden al individuo abreaccionar. Algunas de ellas dependerían, no de la naturaleza del acontecimiento en sí, sino del estado psíquico en que se hallaba el sujeto en el momento de producirse aquél: susto, autohipnosis, estado hipnoide*; otras van ligadas a circunstancias, generalmente de tipo social, que obligan al individuo a contener sus reacciones. Finalmente, puede tratarse de un acontecimiento que «[...] el enfermo quiso olvidar y que hechazó, inhibió, suprimió intencionadamente, alejándose de su pensamiento consciente» (1 e). Estas tres clases de condiciones definen los tres tipos de histeria: hipnoide*, de retención* y de defensa*. Como es sabido, Freud, después de la publicación de los Estudios sobre la histeria, sólo conservó esta última forma.
El acento puesto exclusivamente en la abreaccion para la eficacia de la psicoterapia caracteriza el período denominado del método catártico. Con todo, este concepto sigue estando presente en la teoría de la cura psicoanalítica, por razones de hecho (presencia en toda cura, en diversos grados según los tipos de pacientes, de manifestaciones de descarga emocional) y de fondo, en la medida en que toda teoría de la cura toma en consideración no sólo elrecuerdo sino también la repetición. Conceptos tales como los de transferencia*, trabajo elaborativo*, actuar*, implican una referencia a la teoría de la abreaccion, al tiempo que conducen a concepciones de la cura más complejas que las de la pura y simple liquidación del afecto traumatizante.
(a) Al parecer, el neologismo abreagieren fue creado por Breuer y Freud a partir del verbo reagieren, utilizado en su forma transitiva, y el prefijo ab,que posee diversas significaciones, en especial distancia en el tiempo, separación, disminución, supresión, etc.
ABSTINENCIA (REGLA DE LA—,PRINCIPIO DE LA—)
= Al.: Abstinenz (Grundsatz der). — Fr.: abstinence (regle d'). — Ing.: abstinence (rule of). — It.: astinenza (regola di). — Por.: abstinencia (regra de).
Principio según el cual la cura analitica debe ser dirigida de tal forma que el paciente encuentre el mínimo posible de satisfacciones substitutivas de sus síntomas. Para el analista, ello implica la norma de no satisfacer las demandas del paciente ni desempeñar los papeles que éste tiende a imponerle. El principio de la abstinencia puede, en algunos casos y en ciertos momentos de la cura, concretarse en consignas relativas a los comportamientos repetitivos del paciente que entorpecen la labor de rememoración y elaboración.
La justificación de este principio es de tipo fundamentalmente económico. El analista debe evitar que las cantidades de libido liberadas por la cura se recatecticen de modo inmediato sobre objetos extemos; en lo posible deben ser transferidas a la situación analítica. La energía libidinal se encuentra ligada por la transferencia, y se rechaza toda posibilidad de descarga distinta a la expresión verbal.
Desde el punto de vista dinámico, el poder de la cura se basa en la existencia de un sufrimiento por frustración; pero este último tiende a disminuir a medida que los síntomas ceden su puesto a comportamientos substitutivos más satisfactorios. Por consiguiente, resulta importante mantener o restablecer la frustración para evitar la paralización de la cura.
La noción de abstinencia se halla implícitamente ligada al principio mismo del método analítico, en tanto que éste convierte en acto fundamental la interpretación, en lugar de satisfacer las exigencias libidinales del paciente. Por ello, no debe sorprender que sea a propósito de una demanda particularmente imperiosa, la inherente al amor de transferencia, que Freud aborda con claridad, en 1915, la cuestión de la abstinencia: «Debo establecer el principio de que es preciso, en los enfermos, mantener las necesidades y aspiraciones como fuerzas que impulsan al trabajo y al cambio, y evitar que sean acalladas por substitutivos» (1).
Con Ferenczi, los problemas técnicos planteados por la observancia del principio de la abstinencia pasaron al primer plano de las discusiones analíticas. Ferenczi preconizaba en ciertos casos medidas encaminadas a hostigar las satisfacciones substitutivas halladas por el paciente en la cura o aparte de ésta. Freud, en su alocución final al Congreso de Budapest (1918) aprobó, en principio, estas medidas y dio una justificación teórica de las mismas: «Por cruel que ello pueda parecer, hemos de procurar que el sufrimiento del paciente no desaparezca prematuramente en forma marcada. Cuando, por haberse disipado y perdido su valor los síntomas, se ha atenuado este sufrimiento estamos obligados a recrearlo en otro punto en forma de una privación penosa» (2).
Para esclarecer la discusión, siempre actual, en torno al concepto de abstinencia, parece interesante distinguir claramente entre, por una parte, la abstinencia como principio y regla del analista (simple consecuencia de su neutralidad) y, por otra, las medidas activas por medio de las cuales se pide al paciente que él mismo se mantenga en un cierto estado de abstinencia. Tales medidas abarcan desde las interpretaciones cuyo carácter insistente puede equivaler a una orden, hasta las prohibiciones formales. Éstas, si bien no se dirigen a prohibir al paciente toda relación sexual, afectan por lo general a ciertas actividades sexuales (perversiones) o a ciertas actuaciones de carácter repetitivo que parecen paralizar la labor analítica. Pero la mayor parte de los analistas se muestran muy reservados en cuanto a recurrir a tales medidas activas, subrayando especialmente el hecho de que el analista corre entonces el peligro de justificar su asimilación a una autoridad represora.
ACCIÓN ESPECIFICA
= Al.: Spezifische Aktion. — Fr.: action spécifique. — Ing.: specific action. — ¡t.: azione specifica. — Por.: a^áo específica.
Término utilizado por Freud en algunos de sus primeros trabajos, para designar el conjunto del proceso necesario para la resolución de la tensión interna creada por la necesidad: intervención extema adecuada y conjunto de reacciones preformadas del organismo que permiten la consumación del acto.
Freud utiliza el concepto de acción específica, sobre todo en su Proyecto de psicología científica {Entwurf einer Psychologie, 189.5): el principio de inercia*, del cual Freud postula que regula el funcionamiento del aparato neuronal, se complica desde el momento en que intervienen las excitaciones endógenas. En efecto, el organismo no puede escapar a ellas. Puede descargarlas de dos modos:
a) de un modo inmediato, por medio de reacciones inespecíficas (manifestaciones emocionales, gritos, etc.), que constituyen una respuesta inadecuada, y las excitaciones continúan afluyendo;
b) de forma específica, que es la única que permite una resolución duradera de la tensión. Freud proporcionó el esquema de este proceso, haciendo intervenir especialmente la noción de umbral, en Sobre la justificación de separar de la neurastenia cierto complejo de síntomas denominado «neurosis de angustia» (Über die Berechtingung, von der Neurasthenie einen bestimmten Symptomenkomplex ais «Angstneurosc abzutrennen, 1895) (1 a).
Para que se realice la acción específica o adecuada, es indispensable la presencia de un objeto específico y de una serie de condiciones externas (aporte de alimento en el caso del hambre). Para el lactante, debido a su desamparo original (véase: Desamparo), la ayuda exterior se convierte en la condición previa indispensable para la satisfacción de la necesidad. Con el nombre de acción específica, Freud (5) designa tanto el conjunto de los actos reflejos mediante los cuales se consuma el acto, como la intervención exterior, e incluso los dos tiempos.
Esta acción específica se presupone en el caso de la experiencia de satisfacción.
La concepción freudiana de la acción específica podría interpretarse como un esbozo de una teoría del instinto* (a). ¿Cómo armonizarla con la concepción de la pulsión sexual, tal como se deduce de la obra de Freud? El planteamiento del problema evolucionó en el propio Freud durante los años 1895 a 1905:
1) En el Proyecto de psicología científica, la sexualidad se clasifica entre las «grandes necesidades» (2); exige, al igual que el hambre, una acción específica {véase: Pulsiones de autoconservación).
2) Se observará que en 1895 Freud no había descubierto todavía la sexualidad infantil. En esta época de la utilización del término «acción específica» se deduce una analogía entre el acto sexual del adulto y la satisfacción del hambre.
3) En el artículo anteriormente citado, contemporáneo del Proyecto, la acción específica necesaria para la satisfacción sexual se describe refiriéndose al adulto. Ahora bien, junto a los elementos de comportamiento que constituyen un tipo de dispositivo orgánico, Freud introduce condiciones «psíquicas» de origen histórico, subordinadas a lo que llama elaboración de la libido psíquica (Ib).
4) La perspectiva cambia con el descubrimiento de la sexualidad infantil {véase: Sexualidad): Freud critica en lo sucesivo la concepción que define la sexualidad humana por el acto sexual adulto, comportamiento que sería invariable en su desarrollo, su objeto y su fin. «La opinión popular tiene ideas fijas sobre la naturaleza y características de la pulsión sexual. Ésta no existiría durante la infancia, aparecería durante la pubertad, en estrecha relación con el proceso de maduración, se manifestaría en forma de una atracción irresistible ejercida por un sexo sobre el otro, y su fin sería la unión sexual, o por lo menos los actos conducentes a dicho fin» (3).
En los Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad {Drei Abhandlungen zur Sexualtheoríe, 1905) Freud pone de manifiesto cómo, en el funcionamiento de la sexualidad del niño, las condiciones orgánicas capaces de proporcionar un placer sexual son poco específicas. Si puede decirse que se especifican rápidamente, es debido a factores de tipo histórico. En definitiva, en el adulto, las condiciones de la satisfacción sexual pueden estar muy determinadas para un individuo en particular, como si el hombre alcanzase, a través de su historia, un comportamiento que puede asemejarse a un dispositivo instintivo. Esta apariencia se halla en la base de la «opinión popular» que Freud citaba anteriormente.
(a) Desde este punto de vista, podría establecerse una aproximación entre la teoría freudiana de la acción especifica y el análisis del proceso instintivo efectuado por la psicología animal contemporánea (escuela etológica). LAPLANCHE intercalados y notas
ACTING OUT
Término utilizado en psicoanálisis para designar acciones que presentan casi siempre un carácter impulsivo relativamente aislable en el curso de sus actividades,
en contraste relativo con los sistemas de motivación habituales del individuo, y que adoptan a menudo una forma auto-o heteroagresiva. En el surgimiento del acting out el psicoanalista ve la señal de la emergencia de lo reprimido. Cuando aparece en el curso de un análisis (ya sea durante la sesión o fuera de ella), el acting out debe comprenderse en su conexión con la transferencia y, a menudo, como una tentativa de desconocer radicalmente ésta.
El término inglés acting out ha sido adoptado por los psicoanalistas de otras lenguas, lo que plantea inmediatamente algunos problemas terminológicos:
1.° Dado que lo que Freud denomina agieren se traduce en inglés por to act out (forma substantiva: acting out) este término incluye toda la ambigüedad de lo que Freud designa de este modo (véase: Actuar). Así, el artículo acting out del Diccionario general de términos psicológicos y psicoanalíticos de English y English da la siguiente definición: «Manifestación, en una situación nueva, de un comportamiento intencional apropiado a una situación más antigua, representando la primera simbólicamente a la segunda. Cf. Transfert, que es una forma de acting out».
2° La anterior definición se halla en contradicción con la acepción generalmente admitida del acting out, que diferencia e incluso contrapone el terreno de la transferencia y el recurso al acting out, viendo en este último un intento de ruptura de la relación analítica.
3." Haremos algunas observaciones acerca del verbo inglés to act out:
a) To act, utilizado en su forma transitiva, está impregnado de significaciones pertenecientes al ámbito teatral: to act a play = representar una obra; to act a part — representar un papel, etc. Lo mismo puede decirse del verbo transitivo to act out.
b) La palabra out situada detrás del verbo contiene dos matices: exteriorizar, mostrar fuera lo que se supone que se tiene dentro de sí; y, también, realizar rápidamente, hasta la terminación de la acción (matiz que se encuentra en expresiones tales como to carry out = llevar a cabo; to sell out —vender todas las existencias, etc.).
c) El sentido original, sólo espacial, de la palabra out ha podido inducir a algunos psicoanalistas, erróneamente, a entender acting out como un acto realizado fuera de la sesión analítica y a contraponerlo a un acting in, que tendría lugar en el curso de la sesión. Para expresar esta oposición conviene hablar de acting out outside of psychoanalysis y de acting out inside of psychoanalysis, o in the analytic situation.
4.° En francés y en español, parece difícil hallar una expresión que proporcione todos los matices señalados (se han propuesto actuar, actuación). El término «paso al acto», que es el equivalente más a menudo conservado, tiene, entre otros, el inconveniente de haber entrado ya en la clínica psiquiátrica, donde se tiende a reservarlo en forma exclusiva para designar actos impulsivos violentos, agresivos, delictivos (crimen, suicidio, atentado sexual, etc.); el sujeto pasa de una representación, de una tendencia, al acto propiamente dicho. Por otra parte, en su utilización clínica, este término no hace referencia a una situación transferencia!.
Desde el punto de vista descriptivo, la diversidad de actos que de ordinario se clasifican bajo el título de acting out es muy amplia, incluyendo lo que la clínica psiquiátrica denomina «paso al acto» (véase más arriba), pero también formas mucho más discretas, a condición de que en ellas se encuentre también este carácter impulsivo, mal motivado a los propios ojos del sujeto, en contraste con su comportamiento habitual, incluso aunque la acción en cuestión sea secundariamente racionalizada; estos caracteres señalan para el psicoanalista el retorno de lo reprimido. También pueden considerarse como acting out algunos accidentes ocurridos al individuo, sintiéndose éste ajeno a su producción. Tal ampliación de sentido plantea evidentemente el problema de la delimitación del concepto de acting out, relativamente impreciso y variable según los autores, relacionándolo con otros conceptos creados por Freud, en especial el de acto fallido y los llamados fenómenos de repetición (a). El acto fallido es también concretp, aislado, si bien, al menos en sus formas más típicas, resulta patente su carácter de transacción; por el contrario, en los fenómenos de repetición vivida (por ejemplo, «compulsión de destino»), los contenidos reprimidos retoman, a menudo con gran fidelidad, en un guión del cual el sujeto no se reconoce como el autor.
Una de las aportaciones del psicoanálisis ha consistido en relacionar la aparición de un determinado acto impulsivo con la dinámica de la cura y la transferencia. Es ésta una vía claramente indicada por Freud, quien subrayó la tendencia de algunos pacientes a «llevar a la acción» (agieren) fuera del análisis las mociones pulsionales develadas por éste. Pero, dado que, como es sabido, Freud describe también la transferencia sobre la persona del analista como una forma de «llevar a la acción», de ello se deduce que no diferenció claramente ni articuló unos con otros los fenómenos de repetición en la transferencia y los del acting out. La distinción que introdujo parece responder a preocupaciones primordialmente técnicas, en el sentido de que el individuo que lleva a la acción los conflictos fuera de la cura sería menos accesible a la toma de conciencia de su carácter repetitivo, y capaz, fuera de todo control y de toda interpretación del analista, de satisfacer hasta el final, hasta el acto completo, sus pulsiones reprimidas; «En modo alguno es deseable que el paciente, fuera de la transferencia, lleve a la acción (agiertj en lugar de recordar; lo ideal, para nuestra finalidad, sería que se comportase lo más normalmente posible fuera del tratamiento y que sólo manifestase sus reacciones anormales dentro de la transferencia» (1).
Una de las tareas del psicoanálisis sería la de intentar basar la distinción entre transferencia y acting out en criterios diferentes a los puramente técnicos o meramente espaciales (lo que ocurre en el despacho del analista o fuera del mismo); esto supondría, sobre todo, una nueva reflexión sobre los conceptos de acción, de actualización y sobre lo que define los diferentes modos de comunicación.
Sólo después de haber esclarecido en forma teórica las relaciones entre el acting out y la transferencia analítica, se podría investigar si las estructuras descubiertas son extrapolables fuera de toda referencia
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está constituido por la pulsión de apoderamiento, la cual está ligada a la musculatura; el órgano cuyo fin sexual es pasivo será representado por la mucosa intestinal erógena» (2). Esto no implica que, en la fase oral, no coexistan actividad y pasividad, sino que éstas todavía no se han erigido en términos antagonistas.
Ruth Mack Brunswick, describiendo La fase preedípica de ¡a evolución de la libido (The Preoedipal Phase of the Libido Development, 1940), dice: «A lo largo de todo el período de desarrollo de la libido existen tres grandes pares antitéticos, mezclándose, imbricándose, combinándose sin jamás coincidir totalmente, para finalmente substituirse el uno al otro; la vida del lactante y del niño pequeño se caracteriza por los dos primeros, y la del adolescente por el tercero» (3a). La autora muestra cómo el niño empieza siendo totalmente pasivo en su relación con una madre que satisface sus necesidades y cómo, progresivamente, «[...] cada fragmento de actividad se basa en cierta medida en una identificación con la madre activa» (3 b).
ACTO FALLIDO
= Al.: Fehlleistung. — Fr.: acte manqué. — Ing.: parapraxis. — It.: atto máncalo.— Por.: ato falho o perturbado.
Acto en el cual no se obtiene el resultado explícitamente perseguido, sino que se encuentra reemplazado por otro. Se habla de actos fallidos no para designar el conjunto de los errores de la palabra, de la memoria y de la acción, sino aludiendo a aquellas conductas que el individuo habitualmente es capaz de realizar con éxito, y cuyo fracaso tiende a atribuir a la falta de atención o al azar. Freud demostró que los actos fallidos son, como los síntomas, formaciones de compromiso* entre la intención consciente del sujeto y lo reprimido.
Acerca de la teoría del acto fallido, remitimos al lector a la Psicopatologia de la vida cotidiana, de Freud {Zur Psychopathologie des Alltagslebens, 1901), de la cual se deduce que el acto llamado fallido es, en otro plano, un acto ejecutado con éxito: el deseo inconsciente se ha realizado en una forma a menudo muy manifiesta.
El término «acto fallido» traduce la palabra alemana Fehlleistung que para Freud comprende no solamente acciones stricto sensu, sino también toda clase de errores y lapsus de la palabra y del funcionamiento psíquico.
La lengua alemana, mediante el prefijo ver, pone en evidencia lo que hay de común en todos estos yerros, como por ejemplo das Vergessen (olvido),das Versprechen (lapsus linguae), das Verlesen (error de lectura), das Verschreiben (error de escritura), das Vergreifen (error de la acción), das Vertieren(el extraviar).
Obsérvese que, antes de Freud, este conjunto de fenómenos marginales de la vida cotidiana no había sido agrupado ni designado por un mismo concepto; éste ha surgido en virtud de la teoría de Freud. Los editores de la Standard Edition señalan que, para designar este concepto, ha sido preciso crear en inglés un término: el de parapraxis. Los traductores al español y al francés de la Psicopatologia de la vida cotidiana utilizan el término «acto fallido» (acte manqué), el cual ha adquirido derecho de ciudadanía, pero, al parecer, en el uso psicoanalítico corriente, designa más bien una parte del campo que abarca el término alemán Fehlleistung, a saber, los fallos en la acción stricto sensu.
ACTUAR
= Al.: Agieren. — Fr.: mise en acte. — Ing.: acting out. — It.: agiré. — Por.: agir.
Según Freud, hecho en virtud del cual el sujeto, dominado por sus deseos y fantasias inconscientes, los vive en el presente con un sentimiento de actualidad, tanto más vivo cuanto que desconoce su origen y su carácter repetitivo.
Al introducir la expresión «actuar» intentamos únicamente proponer una traducción del término agieren o Agieren, que se encuentra repetidas veces en Freud como verbo o como substantivo. Agieren, término de origen latino, no es corriente en lengua alemana. Para hablar de acción, de actuar, el alemán utiliza de preferencia palabras como die Tat, tun, die Wirkung, etc. Freud utiliza agieren en sentido transitivo, al igual que el término de idéntica raíz Abreagieren (véase: Abreacción): se trata de «llevar a la acción» pulsiones, fantasías, deseos, etc.
Agieren se asocia casi siempre a erinnern (recordar), oponiéndose ambos términos como dos formas de hacer retornar el pasado en el presente.
Esta oposición se le puso de manifiesto a Freud sobre todo en la cura, de tal forma que lo que Freud designa casi siempre como «actuar» es la repetición en la transferencia: el paciente «[...] por así decirlo, actúa (agiert) ante nosotros en lugar de informamos [...]» (1), pero el «actuar» se extiende más allá de la transferencia propiamente dicha: «Debemos esperar a que el analizado se abandone a la compulsión de repetición, que entonces reemplaza el impulso a recordar, y no sólo en sus relaciones personales con el médico, sino también en todas las restantes actividades y relaciones de su vida presente, por ejemplo efectuando, durante la cura, la elección de un objeto amoroso, encargándose de una tarea, ocupándose en una empresa» (2).
El término Agieren, como también el de «actuar», implica un equívoco, que es el del propio pensamiento de Freud: éste confunde lo que, en la transferencia, es actualización con el hecho de recurrir a la acción motriz, el cual no se halla necesariamente implicado por la transferencia (véase:Transferencia, Acting out). Así, pues, resulta difícil comprender cómo pudo Freud, para explicar la repetición en la transferencia, atenerse constantemente al modelo metapsicológico de la motilidad propuesto a partir de La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900): «[...] el hecho de la transferencia, al igual que las psicosis, nos enseña que [los deseos inconscientes] aspiran, pasando por el sistema preconsciente, a llegar a !a conciencia y al control de la motilidad» (3).
AFANISIS
= Al.: Aphanisis. — Fr.: aphanisis. — Ing.: aphanisis. — //..• afanisi. — Por.: afánise.
Palabra introducida por E. Jones: desaparición del deseo sexual. Según este autor, la afánlsls serla, en ambos sexos, objeto de un miedo aún más fundamental que el miedo a la castración.
Jones introdujo la palabra griega áípáviaL:; (acto de hacer desaparecer, desaparición) en relación con el problema del complejo de castración (1 a). Según él, incluso en el hombre, la abolición de la sexualidad y la castración no son conceptos superponibles (por ejemplo, «[...] muchos hombres desean ser castrados por razones, entre otras, de tipo erótico, de tal forma que su sexualidad no desaparece ciertamente con la pérdida del pene») (ib);si ambos conceptos parecen confundirse, ello es debido a que el miedo a la castración es la forma en que se presenta concretamente (junto con las ideas de muerte) la idea más general de la afánisis.
En la mujer, el miedo a la afánisis puede detectarse en el miedo a la separación del objeto amado.
Jones introdujo el concepto de afánisis en el marco de sus investigaciones acerca de la sexualidad femenina. Así como Freud centraba la evolución sexual de la niña, al igual que la del niño, sobre el complejo de castración y la primacía del falo. Jones intenta describir la evolución de la niña en forma más específica, haciendo recaer el acento en una sexualidad que, desde un principio, tiene sus metas y su actividad propias.
El común denominador de la sexualidad de la niña y del niño debería buscarse más acá del complejo de castración, en la afánisis.
AFECTO
Al.: Affekt. — Ing.: affect. — It.: affetto. — Por.: afeto.
Palabra tomada por el psicoanálisis de la terminología psicológica alemana y que designa todo estado afectivo, penoso o agradable, vago o preciso, ya se presente en forma de una descarga masiva, ya como una tonalidad general. Según Freud, toda pulsión se manifiesta en los dos registros del afecto y de la representación. El afecto es la expresión cualitativa de la cantidad de energía pulsional y de sus variaciones.
El concepto de afecto adquiere gran importancia desde los primeros trabajos de Breuer y Freud {Estudios sobre la histeria [Studien über Hysterie, 1895]) acerca de la psicoterapia de la histeria y el descubrimiento del valor terapéutico de la abreacción. El origen del síntoma histérico se busca en un acontecimiento traumático que no ha encontrado una descarga adecuada (afecto arrinconado).
La rememoración sólo resulta terapéuticamente eficaz si el recuerdo del acontecimiento implica la reviviscencia del afecto que estuvo ligado a aquél en su origen.
Del estudio de la histeria se deduce, por consiguiente, según Freud, que el afecto no se halla necesariamente ligado a la representación; su
separación (afecto sin representación, representación sin afecto) permite que cada uno de ellos siga un diferente destino. Freud señala distintas posibilidades de transformación del afecto: «Conozco tres mecanismos: 1.°, el de la conversión de los afectos (histeria de conversión); 2°, el del desplazamiento del afecto (obsesiones), y 3.°, el de la transformación del afecto (neurosis de angustia, melancolía)» (1).
A partir de este período, el concepto de afecto se utiliza desde dos puntos de vista: puede tener un valor puramente descriptivo, designando la resonancia emocional de una experiencia por lo general intensa. Pero, con mayor frecuencia, tal concepto implica una teoría cuantitativa de las catexis, que es la única capaz de explicar la autonomía del afecto en relación con sus diversas manifestaciones.
El problema fue sistemáticamente tratado por Freud en sus trabajos metapsicológicos (La represión [Die Verdrdngung, 1915]; El inconsciente {Das Unbewusste, 1915]). En ellos, el afecto se define como la traducción subjetiva de la cantidad de energía pulsional. Freud distingue aquí claramente el aspecto subjetivo del afecto y los procesos energéticos que lo condicionan. Se observará que, junto al término «afecto», utiliza el de «quantum de afecto» (Affektbetrg), queriendo designar por él el aspecto propiamente económico: el quantum de afecto «[...] corresponde a la pulsión en la medida en que éste se ha desprendido de la representación y encuentra una expresión adecuada a su cantidad en procesos que percibimos como afectos» (2 a) (a).
Resulta difícil comprender que la palabra afecto tenga sentido sin una referencia a la conciencia de sí mismo; Freud plantea la pregunta: ¿Es lícito hablar de afecto inconsciente? (3 a). Rehusa establecer un paralelismo entre el afecto llamado «inconsciente» (sentimiento de culpa inconsciente, por ejemplo) y las representaciones inconscientes. Entre la representación inconsciente y el sentimiento inconsciente existe una notable diferencia: «La representación inconsciente, una vez reprimida, permanece en el sistema les como una formación real, mientras que el afecto inconsciente sólo corresponde allí a un rudimento que no ha podido llegar a desarrollarse» (3 b) (véase: Represión, Supresión).
Señalemos, en fin, que Freud formuló una hipótesis genética destinada a explicar el aspecto vivido del afecto. Los afectos serían «reproducciones de acontecimientos antiguos de importancia vital y eventualmente preindividuales», comparables a los «[...] ataques histéricos, universales, típicos e innatos».
(n) En otros pasajes, la distinción no se tiene en cuenta, puesto que Freud, a propósito de la histeria de conversión, no habla de una conversión del quantum de afecto que condicionaría la desaparición del afecto subjetivo, sino simplemente de «desaparición total del quantum de afecto» (2 b).
AGRESIVIDAD
= Al.: Aggression, Aggressivitát. — Fr.: agressivité. — Ing.: aggressivity, aggressiveness. — //.; aggressivitá. — Por.: agressividade.
Tendencia o conjunto de tendencias que se actualizan en conductas reales o fantasmáticas, dirigidas a dañar a otro, a destruirlo, a contrariarlo, a humillarlo, etc. La agresión puede adoptar modalidades distintas de la acción motriz violenta y destructiva; no hay conducta, tanto negativa (rechazo de ayuda, por ejemplo) como positiva, tanto simbólica (por ejemplo, ironía) como efectivamente realizada, que no pueda funcionar como agresión. El psicoanálisis ha concedido una importancia cada vez mayor a la agresividad, señalando que actúa precozmente en el desarrollo del sujeto y subrayando el complejo juego de su unión y desunión con la sexualidad. Esta evolución de las ideas ha culminado en el intento de buscar para la agresividad un substrato pulsional único y fundamental en el concepto de pulsión de muerte.
Es corriente la opinión de que Freud reconoció con lentitud la importancia de la agresividad. No fue él mismo quien autorizó tal creencia: «¿Por qué —pregunta— hemos necesitado tanto tiempo para decidirnos a reconocer la existencia de una pulsión agresiva? ¿Por qué dudábamos en utilizar, para la teoría, hechos que resultaban evidentes y familiares a todo individuo?» (la). De hecho, las dos preguntas planteadas por Freud deben considerarse por separado, puesto que, si bien es perfectamente cierto que la hipótesis de una «pulsión agresiva» autónoma, emitida por Adler en 1908, fue durante mucho tiempo rechazada por Freud, sería, por el contrario, inexacto afirmar que la teoría psicoanalítica, antes de la «vuelta de 1920», rehusara considerar las conductas agresivas.
Fácilmente se puede demostrar esto a varios niveles. En primer lugar, en la cura, en la que Freud constata muy pronto la resistencia con su matiz agresi\o: «[.,.] el paciente, hasta entonces tan bueno y tan leal, se vuelve grosero, falso o rebelde, simulador, hasta el momento en que yo se lo digo y logro así doblegar su carácter» (2). Es más, Freud, a partir del Caso Dora {Fragmento de un análisis de histeria [Bruchstück ciner Hysterie-Analyse,1905]), considera la intervención de la agresividad como un rasgo particular del tratamiento psicoanalítico: «[...] el enfermo, en el curso de otros tratamientos, evoca sólo transferencias afectuosas y amicales en favor de su curación [...]. Por el contrario, en el psicoanálisis [...] es preciso develar y utilizar para el análisis, volviéndolas conscientes, todas las nociones, incluidas las hostiles» (3). -Al principio, la transferencia se le presentó a Freud como resistencia; esta es en gran parte debida a lo que él llamará transferencia negativa (véase; Transferencia).
La clínica le impone la idea de que las tendencias hostiles son de singular importancia en determinadas afecciones (neurosis obsesiva, paranoia). El concepto ambivalencia* connota la coexistencia, en un mismo plano, de amor y odio, si no al nivel metapsicológico más fundamental, por lo menos en la experiencia. Mencionemos además el análisis que efectúa Freud del chiste, según el cual éste, «[...] cuando no tiene un
.fin en sí mismo, como es el caso del chiste inocente, sólo puede estar al serv'icio de dos tendencias [...]; o bien se trata de un chiste hostil (al servicio de la agresión, la sátira, la defensa), o bien de un chiste obsceno [...]» (4).
A este respecto Freud habla en varias ocasiones de «pulsión hostil»,
•¡tendencia hostil». Finalmente, el complejo de Edipo fue descubierto en un principio como una conjunción de deseos amorosos y hostiles (siendo presentado por vez primera en La interpretación de los sueños [Die Traumdeutung, 1900] bajo el título «Sueños de muerte de personas queridas»); su elaboración progresiva condujo a hacer intervenir cada vez más estos dos tipos de deseo en las diferentes constelaciones posibles.
La variedad, extensión e importancia de estos fenómenos reclamaban una explicación a nivel de la primera teoría de las pulsiones. Esquemáticamente puede decirse que la respuesta de Freud se escalona en varios planos:
1.° Si rehusa hipostasiar, tras estas tendencias y conductas agresivas, de ima pulsión específica, es porque le parece que una tal concepción conduciría a atribuir a una sola pulsión lo que, según él, caracteriza esencialmente a la pulsión, es decir, el ser un empuje del cual no se puede huir, que exige del aparato psíquico un cierto trabajo y que pone en movimiento la motilidad. En este sentido, para realizar sus fines, incluso aunque éstos sean «pasivos» (ser amado, ser visto, etc.), la pulsión exige una actividad que puede tener que vencer obstáculos: «toda pulsión es un fragmento de actividad» (5 a).
2." Ya es sabido que, en la primera teoría de las pulsiones, se oponían a las pulsiones sexuales las pulsiones de autoconservación. De un modo general la función de estas últimas es el mantenimiento y la afirmación de la existencia individual. Dentro de este marco teórico se intenta explicar, mediante un complicado interjuego de estos dos grandes tipos de pulsiones, las conductas o sentimientos tan manifiestamente agresivos como el sadismo o el odio. La lectura de Las pulsiones y sus destinos (Triebe und Triebschicksale, 1915) pone de manifiesto que Freud ya disponía de una teoría metapsicológica de la agresividad. La transformación aparente del amor en odio no es más que una ilusión; el odio no es un amor negativo; tiene su propio origen, cuya complejidad señala Freud, siendo su tesis central que «los verdaderos prototipos de la relación de odio no provienen de la vida sexual, sino de la lucha del yo por su conservación y su afirmación» (5 b).
3.° Finalmente, en la esfera de las pulsiones de autoconservación, Freud especifica, ya como una función, ya incluso como una pulsión independiente, la actividad de asegurar su dominio sobre el objeto (Bemachtingungstrieb) (véase: Pulsión de apoderamiento). Con este concepto, parece querer significar una especie de campo intermedio entre la simple actividad inherente a toda función y una tendencia a la destrucción por la destrucción. La pulsión de apoderamiento constituye una pulsión independiente, ligada a un aparato especial (la musculatura) y a una fase precisa de la evolución (fase sádico-anal). Pero, por otra parte, «[...] dañar el objeto o aniquilarlo le es indiferente» (5 c), por cuanto la consideración del otro y de su sufrimiento sólo aparecen en la vuelta masoquista, tiempo en el cual la pulsión de apoderamiento se vuelve indiscernible de la excitación sexual que provoca (véase:Sadismo-masoquismo).
Con la última teoría de las pulsiones, la agresividad pasa a desempeñar un papel más importante y a ocupar un lugar distinto en la teoría.
La teoría explícita de Freud referente a la agresividad puede resumirse como sigue: «Una parte [de la pulsión de muerte] se pone directamente al servicio de la pulsión sexual, donde su función es importante. Hallamos aquí el sadismo propiamente dicho. Otra parte no acompaña esta desviación hacia el exterior, sino que permanece en el organismo, donde queda ligada libidinalmente con la ayuda de la excitación sexual que la acompaña [...]; aquí reconocemos el masoquismo originario, erógeno» (6).
El término «pulsión agresiva»* (Aggressionstrieb) lo reserva Freud casi siempre para designar la parte de la pulsión de muerte dirigida hacia el exterior con la ayuda especial de la musculatura. Se observará que esta pulsión agresiva, y quizá también la tendencia a la autodestrucción, solamente puede ser captado, segiin Freud, en su unión con la sexualidad {véase: Unión-desunión).
El dualismo pulsiones de vida-pulsiones de muerte es asimilado a menudo por los psicoanalistas al de sexualidad y agresividad, y el propio Freud se manifestó en ocasiones en este sentido (1 b). Pero tal asimilación precisa varias observaciones:
1." Los hechos invocados por Freud en Más allá del principio del placer {Jenseits des Lustprinzips, 1920) para justificar la introducción del concepto de pulsión de muerte, constituyen fenómenos en los cuales se afirma la compulsión a la repetición*, y ésta no se halla en relación electiva con conductas agresivas.
2.^ Si, en el campo de la agresividad, algunos fenómenos adquieren cada vez mayor importancia para Freud, son precisamente todos aquellos que indican una autoagresión: clínica del duelo y de la melancolía, «sentimiento de culpabilidad inconsciente», «reacción terapéutica negativa», etc., fenómenos que le conducen a hablar de las «misteriosas tendencias masoquistas del yo» (7).
3." Desde el punto de vista de los conceptos que aquí intervienen, las pulsiones de vida o Eros distan de ser simplemente un nuevo nombre para designar lo que antes se denominaba sexualidad. En efecto, con el término «Eros»* Freud designa el conjunto de pulsiones que crean o conservan unidades, de forma que en ellas se incluyen no sólo las pulsiones sexuales, en tanto que tienden a conservar la especie, sino también las pulsiones de autoconservación, dirigidas a conservar y a afirmar la existencia individual.
4.^ Al mismo tiempo, el concepto de pulsión de muerte no es simplemente un concepto genérico que abarque sin distinción todo lo que con anterioridad se describía como manifestaciones agresivas y solamente esto. En efecto, parte de lo que podría llamarse lucha por la vida pertenece ciertamente al Eros; y a la inversa, la pulsión de muerte recoge a su vez, y con certeza de un modo más definido, lo que Freud había reconocido, en la sexualidad humana, como específico del deseo inconsciente: su irreductibilidad, su insistencia, su carácter arreal y, desde el punto de vista económico, su tendencia a la reducción absoluta de las tensiones.
Cabe preguntarse en qué aspectos se modifica el concepto de agresividad a partir de 1920. Podría responderse que:
]." Se amplía el campo de fenómenos en los que se reconoce Ja intervención de la agresividad. Por una parte, la concepción de una pulsión destructiva susceptible de desviarse hacia fuera o de retomar hacia dentro, conduce a hacer de los avatares del sadomasoquismo una realidad sumamente compleja, capaz de explicar numerosas modalidades de la vida psíquica. Por otra parte, la agresividad no se aplica tan sólo a las relaciones objétales o consigo mismo, sino también a las relaciones entre las diferentes instancias psíquicas (conflicto entre el superyó y el yo).
2° Al localizar Ja pulsión de muerte, en su origen, en Ja propia persona y al hacer de la autoagresión el principio mismo de la agresividad, Freud destruye la noción de agresividad clásicamente descrita como un modo de relación con otro, como una violencia ejercida sobre otro. Aquí quizá convendría oponer a ciertas declaraciones de Freud sobre la malignidad natural del hombre (8) la originalidad de su propia teoría.
3." Finalmente, ¿permite la última teoría de las pulsiones definir mejor la agresividad en relación con el concepto de actividad? Como ha hecho observar Daniel Lagache, «a primera vista, la actividad aparece como un concepto mucho más amplio que el de agresividad; todos los procesos biológicos o psicológicos constituyen formas de actividad. Por consiguiente, la agresividad, en principio, no significaría otra cosa que ciertas formas de actividad» (9). Ahora bien, en la medida en que Freud tiende a situar en el lado del Eros todo lo perteneciente a los comportamientos vitales, invita a preguntarse qué es lo que define el comportamiento agresivo; un elemento de respuesta puede proporcionarlo el concepto unión-desunión. Éste significa no sólo la existencia de uniones pulsionales en diversas proporciones, sino que comporta, además, la idea de que la desunión es, en el fondo, el triunfo de la pulsión de destrucción, en cuanto éste se dirige a destruir los conjuntos que, a la inversa, el Eros tiende a crear y a mantener. Desde este punto de vista, la agresividad sería una fuerza radicalmente desorganizadora y fragmentadora. Estas características han sido asimismo subrayadas por los autores que, como Melanie Klein, insisten en el papel predominante desempeñado por las pulsiones agresivas desde la primera infancia.
Como puede verse, tal concepción está en relación directa con la evolución que ha experimentado en psicología el sentido de los términos creados con la raíz de agresión. Especialmente en el idioma inglés, English y English, en su Diccionario general de términos psicológicos y psicoanaliíicos, hacen observar que el sentido de la palabra aggresiveness se ha ido debilitando cada vez más, hasta perder toda connotación de hostilidad y convertirse en sinónimo de «espíritu emprendedor», «energía», «actividad»; en cambio. la palabra aggresivity habría experimentado una menor modificación de sentido, pudiendo inscribirse mejor en la serie «aggression», «to aggress» (a).
(o) Desde un punto de vista terminológico, señalemos que, en el idioma de Freud, encontramos una sola palabra (Aggression) para designar tanto las agresiones como la agresividad.
AISLAMIENTO
= Al.: Isolieren o Isolierung. — Fr.: isolation. — Ing.: isolation. — íí.; isolamento. — Por.: isolamento.
Mecanismo de defensa, típico sobre todo de la neurosis obsesiva, y que consiste en aislar un pensamiento o un comportamiento de tal forma que se rompan sus conexiones con otros pensamientos o con el resto de la existencia del sujeto. Entre los procedimientos de aislamiento podemos citar las pausas en el curso del pensamiento, fórmulas, rituales y, de un modo general, todas las medidas que permiten establecer un hiato en la sucesión temporal de pensamientos o de actos.
• El texto más explícito de Freud sobre el aislamiento se encuentra en Inhibición, síntoma y angustia {Hemniung, Symptom und Angst, 1926) {\a), donde se describe como una técnica especial de la neurosis obsesiva.
Algunos pacientes se defienden contra una idea, una impresión, una acción, aislándolas del contexto por una pausa durante la cual «[...] ya nada tiene derecho a producirse, nada se percibe, ninguna acción se realiza» (1 b). Esta técnica activa, «motriz», la califica Freud de mágica; la relaciona con el procedimiento normal de concentración en el sujeto que se esfuerza en impedir que su pensamiento se desvíe de su objeto actual.
El aislamiento se manifiesta en diversos síntomas obsesivos; se ve actuar especialmente en la cura, donde se pone en evidencia por la consigna de la libre asociación, que se opone a aquél (sujetos que separan radicalmente su análisis de su vida, una determinada sucesión de ideas del conjunto de la sesión, cierta representación de su contexto ideo-afectivo).
En último análisis, Freud refiere la tendencia al aislamiento a un modo arcaico de defensa contra la pulsión: la prohibición de tocar, «[...] siendo el contacto corporal la meta inmediata de la catexis de objeto, tanto agresiva como amorosa» (1 c).
Bajo esta perspectiva, el aislamiento aparece como «[...] una eliminación de la posibilidad de contacto, un medio de substraer una cosa al tacto; de igual modo cuando el neurótico aisla una impresión o una actividad por medio de una pausa, nos da a entender simbólicamente que no permitirá que los pensamientos relativos a ellas entren en contacto asociativo con otros pensamientos» (1 d).
Conviene hacer observar que, en este pasaje de Inhibición, síntoma y angustia, el aislamiento no se reduce a un tipo determinado de síntomas, sino que adquiere un alcance más general. Se establece su paralelismo con la represión en el histérico: si la experiencia traumática no ha sido reprimida en el inconsciente, ha sido «[..] privada de su afecto, y sus relaciones asociativas se han reprimido [unterdrückt} o roto, de forma que persiste como si estuviera aislada y no es reproducida en el curso de la actividad de pensamiento» (la). Los procedimientos de aislamiento que se observan en los síntomas de la neurosis obsesiva no hacen más que repetir y reforzar esta especie de escisión previa.
Tomado en este sentido amplio, el concepto de aislamiento está presente en el pensamiento de Freud desde sus primeras reflexiones acerca de la actividad defensiva en general. Así, en Las psiconeurosis de defensa (Die Abwehr-Neuropsychosen, 1894), la defensa, tanto en la histeria como en el grupo de las fobias y obsesiones, se concibe como un aislamiento: «[...] la defensa se produce por separación de la representación intolerable y de su afecto; la representación, aunque debilitada y aislada, permanece en la conciencia» (2).
El término «aislamiento» se utiliza a veces en el lenguaje psicoanalítico de una forma algo imprecisa, que exige algunas reservas.
A menudo se confunde el aislamiento con procesos que se combinan con él o de los cuales puede ser el resultado," como el desplazamiento, la neutralización del afecto e incluso la disociación psicótica.
También se habla en ocasiones de aislamiento del síntoma en el caso de sujetos que experimentan y presentan sus síntomas como fuera de todo contexto y ajenos a sí mismos. Se trata aquí de un modo de ser que no implica necesariamente que el proceso subyacente sea el mecanismo obsesivo de aislamiento. Por último, se observará que una característica muy general del síntoma es la de localizar el conflicto; en consecuencia, todo síntoma puede aparecer como aislado en relación con el conjunto de la existencia del sujeto.
De hecho, creemos que sería interesante reservar el término «aislamiento» para designar un proceso especíñco de defensa que se extiende desde la compulsión hasta una actitud sistemática y concertada, consistente en una ruptura de las conexiones asociativas de un pensamiento
o de un acto, en especial con los que le preceden y le siguen en el tiempo.
ALOEROTISMO
= Al.: AUoerotismus. — Fr.: allo-érotisme. — Ing.: allo-erotism. — It.: alloerotismo. — Por.: alo-erotismo.
Término utilizado algunas veces, en oposición a autoerotismo: actividad sexual que encuentra su satisfacción gracias a un objeto exterior.
Cuando Freud emplea por vez primera, en 1899, la palabra «autoerotismo» (véase este término), la contrapone a la de aloerotismo, que a su vez se subdivide en homoerotismo (satisfacción hallada gracias a un objeto del mismo sexo: homosexualidad) y heteroerotismo (satisfacción hallada gracias a un objeto del otro sexo: heterosexualidad) (1). Esta palabra, poco utilizada, ha sido recogida especialmente por E. Jones.
ALTERACIÓN DEL YO
= AL: Ichveránderung. — Fr.: alteration du moi. — Ing.: alteration of ttie ego. — It.: modificazizone dell'io. — Por.: alteragáo do ego.
Conjunto de limitaciones y actitudes anacrónicas adquiridas por el yo durante las etapas del conflicto defensivo, y que repercuten desfavorablemente sobre sus posibilidades de adaptación.
El término «alteración del yo» se encuentra al principio y al final de la obra de Freud, en dos contextos bastante distintos.
En las Nuevas observaciones sobre las psiconeurosis de defensa {Weitere Bemerkungen über die Abwehr-Neuropsychosen, 1896), Freud, a propósito de la paranoia, distingue del delirio como retomo de lo reprimido, un delirio secundario, el delirio de interpretación, llamado también delirio «combinatorio» y delirio «de asimilación». Éste sería el signo de una adaptación del yo a la idea delirante: el paranoico terminaría convirtiéndose en un ser falso, en su intento de atenuar las contradicciones entre la idea delirante primaria y el funcionamiento lógico del pesamiento.
En Análisis terminable e interminable {Die endliche und die unendliche Analyse, 1937) Freud trata, en forma relativamente sistemática, de «[...] lo que de un modo tan impreciso se designa con el término "alteración del yo"» (la). Continuando en cierto modo la obra, a la sazón recién publicada, de Anna Freud sobre los mecanismos de defensa (1936), muestra cómo éstos, originariamente constituidos para hacer frente a peligros internos determinados, pueden terminar por «fijarse en el yo», constituir «[...] pautas reaccionales regulares del carácter» que el individuo va repitiendo a lo largo de toda su vida, utilizándolas como instituciones anacrónicas cuando ya la primera amenaza ha desaparecido (1 b). El arraigo de tales hábitos defensivos conduce a «distorsiones» (Verrenkungen) y «limitaciones» (Einschrankungen). Se ponen de manifiesto especialmente durante la labor terapéutica, durante la cual una verdadera resistencia se opone a que sean desveladas las resistencias mismas.
La alteración del yo debería relacionarse más bien con un dispositivo de comportamiento que, como ha mostrado la escuela etológica basándose en los comportamientos instintivos, puede funcionar «en vacío», es decir, crear artificialmente situaciones motivantes: el yo «[...] se ve impulsado a buscar en la realidad las situaciones capaces de reemplazar aproximadamente el peligro originario» (le). Lo que Freud considera aquí es algo distinto de la repercusión directa del conflicto defensivo sobre el yo (el síntoma mismo puede considerarse como una modificación del yo, un cuerpo extraño dentro de éste; así, la formación reactiva modifica también el yo).
Estos dos textos, en los que Freud habla de las alteraciones del yo, tienen varios puntos comunes. En ambos casos la alteración del yo se concibe como secundaria, a distancia del conflicto y de lo que lleva la marca del inconsciente. En este sentido, ofrecería una especial dificultad para la curación, por cuanto el esclarecimiento del conflicto tendría escaso efecto sobre las modificaciones inscritas en el yo en forma irreversible, hasta el punto de que se han llegado a comparar a los «trastornos lesiónales del organismo» (2). Por otra parte, la alusión a la psicosis, que ocupa un lugar central en el primer trabajo, se halla también presente en el segundo: el yo de todo ser humano «[..] se asemeja al del psicótico en alguna de sus partes, en mayor o menor proporción» (Id).
AMBIVALENCIA
= AL: Ambivalenz. — Fr.: ambivalence. — Ing.: ambivalence. — It.: ambivalenza. —
Por.: ambivalencia.
Presencia simultánea, en la relación con un mismo objeto, de tendencias, actitudes y sentimientos opuestos, especialmente amor y odio.
La palabra «ambivalencia» fue tomada por Freud de Bleuler, que fue quien la creó (1). Bleuler consideró la ambivalencia en tres terrenos. Volitivo(Ambitendenz): por ejemplo, el individuo quiere al mismo tiempo comer y no comer. Intelectual: el individuo enuncia simultáneamente una proposición y su contraria. Afectivo: ama y odia en un mismo movimiento a la misma persona.
Bleuler considera la ambivalencia como uno de los síntomas cardinales de la esquizofrenia (2), pero reconoce la existencia de una ambivalencia normal.
La originalidad del concepto de ambivalencia, en relación con lo descrito hasta entonces como complejidad de sentimientos o fluctuaciones de actitudes, estriba, por una parte, en el mantenimiento de una oposición del tipo sí-no, en que la afirmación y la negación son simultáneas e inseparables; y por otra, en el hecho de que esta oposición fundamental puede encontrarse en distintos sectores de la vida psíquica. Bleuler termina por privilegiar a la ambivalencia afectiva, y en este sentido se orienta el empleo freudiano del término.
Esta palabra aparece por vez primera en Freud en La dinámica de la transferencia (Zur Dynamik der Übertragung, 1912), para explicar el fenómeno de la transferencia negativa: «[...] se la descubre a menudo juntamente con la transferencia positiva, al mismo tiempo y teniendo por objeto una sola y misma persona [...] es la ambivalencia de las tendencias afectivas [Gefühlsrichtungen] la que nos permite comprender mejor la aptitud de los neuróticos para poner su transferencia al servicio de la resistencia» (3). Pero ya antes se encuentra la idea de una conjunción del amor y el odio, por ejemplo en el análisis del Pequeño Hans (4) y de Un caso de neurosis obsesiva: «Una batalla se libraba, en el interior de nuestro enamorado, entre el amor y el odio dirigidos hacia la misma persona» (5).
En Las pulsiones y sus destinos (Triebe und Triebschickscde, 1915), Freud habla de ambivalencia refiriéndose al par antitético actividad-pasividad*: «[...] la moción pulsional activa coexiste con la moción pulsional pasiva» (6). Esta utilización tan amplia del término «ambivalencia» es rara. En este mismo texto, donde se aprecia con más nitidez la ambivalencia es en la oposición «material» amor-odio, que se dirige a un mismo y único objeto.
La ambivalencia se descubre, sobre todo, en determinadas enfermedades (psicosis, neurosis obsesiva), así como en ciertos estados (celos, duelo); y caracteriza algunas fases de la evolución de la libido, en las que coexisten amor y destrucción del objeto (fases sádico-oral y sádico-anal).
En este sentido, la ambivalencia se convierte para Abraham en una categoría genética, que permite definir la relación de objeto propia de cada fase. La fase oral primaria se califica de preambivalente: «[La succión] es ciertamente una incorporación, pero que no pone fin a la existencia del objeto» (7). Para este autor, la ambivalencia sólo aparece con la oralidad sádica, canibalística-, que implica una hostilidad hacia el objeto; luego el individuo aprende a manejar su objeto, a preservarlo de la destrucción. Finalmente, la ambivalencia puede superarse en la fase genital (postambivalente). En las obras de Melanie Klein, que guardan una relación de filiación con las de Abraham, la noción de ambivalencia es esencial. Para ella, la pulsión es desde un principio ambivalente: «el amor» por el objeto no puede separarse de su destrucción; la ambivalencia se convierte entonces en una cualidad del propio objeto, contra la cual lucha el sujeto escindiéndolo en objeto* «bueno» y «malo»; sería intolerable un objeto ambivalente, que fuera a la vez idealmente bienhechor y profundamente destructor.
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Con frecuencia la palabra ambivalencia se utiliza en psicoanálisis con una acepción muy amplia. En efecto, puede emplearse para designar los actos y sentimientos que resultan de un conflicto defensivo en el que intervienen moti\aciones incompatibles; dado que lo que resulta placentero para un sistema es displacentero para otro, podría calificarse de ambivalente toda «formación de compromiso». Pero entonces existe el peligro de que el término «ambivalencia» sirva, de un modo vago, para designar toda clase de actitudes conflictivas. Para que conserve el valor descriptivo, o incluso sintomatológico, que originalmente tenía, convendría utilizarla en el análisis de conflictos específicos, en los que el componente positi\-o y el componente negativo de la actitud afectiva se hallen simultáneamente presentes, sean indisolubles, y constituyan una oposición no dialéctica, insuperable para el sujeto que dice a la vez sí y no.
¿Haría falta, para explicar la ambivalencia en último análisis, postular, como admite la teoría freudiana de las pulsiones, la existencia de un dualismo fundamental? Es así como la ambivalencia del amor y del odio se explicaría por su evolución específica: el odio originándose en las pulsiones de autoconservación («su prototipo se encuentra en las luchas del yo para mantenerse y afirmarse» [6 b}); el amor originándose en las pulsiones sexuales. La oposición entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte en la segunda concepción de Freud situaría aún más claramente las raíces de la ambivalencia en un dualismo pulsional {véase: Unión-desunión).
Se observará que Freud, al fin de su obra, tiende a conceder a la ambivalencia una importancia creciente en la clínica y la teoría del conflicto. El conflicto edípico, en sus raíces pulsionales, se concibe como un conflicto de ambivalencia (Ambivalenz Konflikt), siendo una de sus principales dimensiones la oposición entre «[...] un amor bien fundado y un odio no menos justificado, dirigidos ambos hacia la misma persona» (8). Desde este punto de vista, la formación de los síntomas neuróticos se concibe como el intento de aportar una solución a tal conflicto: así, la fobia desplaza uno de los componentes, el odio, hacia un objeto substitutivo; la neurosis obsesiva intenta reprimir la moción hostil reforzando la moción libidinal bajo la forma de una formación reactiva*. Esta diferencia de enfoque que en la concepción freudiana del conflicto es interesante en cuanto sitúa las raíces del conflicto defensivo en la dinámica pulsional, y también porque induce a buscar, tras el conflicto defensivo (en la medida en que éste pone en juego las instancias del aparato psíquico), las contradicciones inherentes a la vida pulsional.
AMBIVALENTE, PREAMBIVALENTE, POSTAMBIVALENTE
= Al.: Ambivalent, prá-ambivalent, post-ambivalent. — Fr.: ambivalent, préambivalent, postambivalent. — Ing.: ambivalent, prae-ambivalent, post-ambivalent. — It.: ambivalente, preambivalente, postambivalente. — Por.: ambivalente, pré-ambivalente, pós-ambivalente.
Términos introducidos por K. Abraham: sirven para calificar, desde el punto de vista de la relación de objeto, la evolución de las fases libidinales. La fase oral en su primera etapa (succión) sería preambivalente; la ambivalencia aparecería en la segunda fase (mordisco), para culminar en la fase anal, continuando en la fase fálica y desapareciendo únicamente después del periodo de latencia, al instaurarse el amor de objeto genital.
Remitimos al lector al artículo de K. Abraham: Bosquejo de una historia de la evolución de la libido, basada en el psicoanálisis de los trastornos psíquicos {Versuch einer Entwicklungsgeschichte der Libido auf Grund der Psychoanalyse seelischer Stórungen, 1924).
Citaremos también el cuadro ontogenético establecido por R. Fliess (1). (Véase: Ambivalencia; Fase; y los artículos dedicados a las diferentes fases de la libido.)
AMNESIA INFANTIL
= Al.: Infantile Amnesie. — Fr.: amnésie infantile. — Ing.: infantile amnesia. — Ii.: amnesia infantile. — Por.: amnesia infantil.
Amnesia que abarca generalmente los hechos ocurridos durante los primeros años de la vida. En ella ve Freud algo distinto al efecto de una incapacidad funcional que tendría el niño pequeño para registrar sus impresiones; aquí es el resultado de la represión que afecta a la sexualidad infantil y se extiende a la casi totalidad de los acontecimientos de la infancia. El campo cubierto por la amnesia infantil tendría su límite temporal en la declinación del complejo de Edipo y la entrada en el período de latencia.
L-a amnesia infantil no es un descubrimiento del psicoanálisis. Pero Freud, ante la evidencia aparente del fenómeno, no se contentó con una explicación basada en la inmadurez funcional, sino que dio de ella una interpretación específica. De igual modo que la amnesia histérica, la amnesia infantil puede ser levantada: no constituye una abolición o una falta de fijación de los recuerdos, sino el efecto de una represión (1). Por lo demás, Freud ve en la amnesia infantil la condición para las represiones ulteriores y, especialmente, para la amnesia histérica. (Sobre el tema de la amnesia infantil, véase, básicamente, la referencia [1].)
ANACLÍTICO (adj.)
= Al.: Anlehnungs-, — Fr.: anaclitique. — Ing.: anaclitic, attachrnent. — //.• anaclitico o per appoggio. — Por.: anaclítico.
Véase: Apoyo y Elección objetal anaclitica o por apoyo.
1) El adjetivo anaclítico (del griego ava7¡X[vco, acostarse sobre, apoyarse en) fue introducido en la literatura psicoanalítica de lengua inglesa y recogido por los tradiictores franceses y españoles para traducir el genitivo Anlehnungs- en expresiones tales como Anlehnungstypus der Objektwahl(traducido generalmente por «tipo anaclítico de elección objetal»). Pero lo que forzosamente escapa al lector de las obras de Freud en sus traducciones es el hecho de que el concepto Anlehnung constituye una pieza fundamental de la primera teoría freudiana de las pulsiones; Freud se refiere a eUa en muchas otras ocasiones, aparte de aquellas en que trata de la elección objetal «anaclitica»: con gran frecuencia se encuentra, ya la forma substantivaAnlehnung, ya formas verbales como sich an (etwas) anlehnen. Pero estas formas se han traducido de diversos modos (a), por lo cual el conceptoAnlehnung no ha podido ser captado con claridad por los lectores de Freud.
Actualmente se plantea, pues, un problema terminológico. La palabra «anaclítico» forma parte ya del vocabulario internacional del psicoanálisis y no es posible suprimirla. Pero el substantivo anacusis, que traduciría Anlehnung, no se acepta (¡3). Por lo demás, las palabras «anacusis» y «anaclítico» presentan el inconveniente de ser palabras cultas, creadas artificialmente, mientras que Anlehnung forma parte del lenguaje corriente. Por ello proponemos como equivalente la palabra apoyo (étayage), que ya ha sido utilizada por algunos traductores (especialmente por B. Reverchon-Jouve en su traducción de Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad {Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905]), que tiene la ventaja de encontrarse también, como Anlehnung, en su forma verbal: apoyarse en. Incluso la expresión ya consagrada por el uso de «elección objetal de tipo anaclítico» debería substituirse por «elección objetal por apoyo».
2) La palabra «anaclítico» se utiliza en ocasiones en un sentido más laxo, que no guarda relación directa con la utilización de este concepto en la teoría freudiana, por ejemplo en la expresión «depresión anaclitica»" (anaclitic depression).
(n) Por ejemplo, en su forma verbal: estar unido a, estar basado sobre, tomar apoyo en, etc.
(/?) En contraposición, no existe en alemán un adjetivo formado a partir de Anlehnung y que corresponda a anaclítico.
ANÁLISIS DE CONTROL O SUPERVISADO
= Al.: KontroUanalyse. — Fr.: psychanalyse controlée o sous controle. — Ing.: control o supervisory o supervised analysis. — //..• analisi di controUo o sotto control-lo. — Por.: análise sob controle, o supervisáo.
Psicoanálisis llevado a cabo por un analista en periodo de formación y del cual da cuenta, periódicamente, a un analista experimentado que le guía en la comprensión y la dirección de la cura y le ayuda a tomar conciencia de su contratransferencia. Este tipo de formación está especialmente destinado a permitir al alumno captar en qué consiste la intervención propiamente psicoanalítica, en comparación con otras formas de actuación psicoterápica (sugestión, consejos, orientaciones, esclarecimientos, apoyo, etc.).
La práctica del análisis de control se instauró alrededor de 1920 (1), para convertirse progresivamente en un elemento fundamental de la formación técnica del psicoanalista y condición previa de su fiabilitación para la práctica. Hoy en día, en las diversas Sociedades de Psicoanálisis, se admite que el candidato no puede ser autorizado a emprender un análisis de control (generalmente se prevé la práctica de, por lo menos, dos) fiasta que su propio análisis didáctico* se fialle suficientemente avanzado (a).
(") Señalemos que se ha propuesto diferenciar mediante dos términos (KontroUanalyse y Analysenkontrolle) los dos aspectos principales del control: el primer término designaría el análisis de la contratransferencia del candidato frente a su paciente, y el segundo la supervisión del análisis del paciente.
ANÁLISIS DIDÁCTICO
= Al: Lehranalyse, didaktiscfie Analyse. — Fr.: analyse didactique. — Ing.: training analysis. — /(.; analisi didattica. — Por.: análise didática.
Psicoanálisis a que se somete el que quiere dedicarse al ejercicio de la profesión de psicoanalista y que constituye la pieza fundamental de su formación.
El descubrimiento del psicoanálisis se halla íntimamente mezclado con la exploración personal que Freud hizo de sí mismo (véase: Autoanálisis). Desde un principio comprendió que sólo podía llegarse a la práctica del análisis mediante el conocimiento de su propio inconsciente. En el Congreso de Nuremberg, en 1910, Freud consideró un Selbstanalyse (literalmente: análisis de sí mismo) como condición a exigir para que «[...] el médico pueda reconocer en sí y dominar la contratransferencia» (1). ¿Alude Freud aquí al autoanálisis o a un psicoanálisis dirigido por un tercero? El términoSelbstanalyse no permite aclararlo. Según el contexto, puede pensarse que se trata más bien de un autoanálisis, pero juzgando por la reseña que hizo Otto Rank del Con
graso (2), Freud tenía presente también la institución del análisis didáctico. Sea como fuere, parece que, en su opinión, por aquellas fechas todavía no estaba firmemente establecido el valor insubstituible del análisis didáctico en comparación con el autoanálisis.
El valor formative del análisis personal se reconoce más claramente en los Consejos al médico en el tratamiento analítico {Ratschldge für den Arzt bei der psychoanalytischen Behandlung, 1912); aquél se relaciona con la teoría según la cual el analista «[...] debe volver hacia el inconsciente del enfermo, emisor, su propio inconsciente como órgano receptor» (3 a). Para hacerlo, el analista debe ser capaz de comunicar
•más libremente con su propio inconsciente {véase: Atención flotante), y esto es precisamente lo que ha de conseguir, en principio, mediante el análisis didáctico; Freud elogia a la escuela de Zurich por haber «[...] exigido que todo aquel que desee practicar análisis en otros, ha de someterse, previamente, a un análisis por alguien experimentado» (3 b).
En 1922, en el Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional, dos años después de la fundación del Instituto de Psicoanálisis de Berlín, se establece la exigencia del análisis didáctico para todo candidato a analista.
Al parecer fue Ferenczi quien más contribuyó a subrayar el valor del análisis didáctico, que considera como la «segunda regla fundamental del psicoanálisis» (4 a). En opinión de Ferenczi, el análisis didáctico no es menos completo ni menos profundo que el análisis terapéutico: «Para mantenerse firme frente a este ataque general por parte del paciente, es preciso que el propio analista haya sido plena y totalmente analizado. Insisto en ello, porque con frecuencia se considera suficiente que un candidato pase, por ejemplo, un año familiarizándose con los principales mecanismos en lo que se llama su análisis didáctico. Se confía que los progresos ulteriores los adquirirá en el curso de su propia experiencia. Ya he dicho repetidamente, en ocasiones anteriores, que, en principio, no puedo admitir diferencia alguna entre un análisis terapéutico y un análisis didáctico, a lo cual deseo añadir todavía lo siguiente: así como con fines terapéuticos no se precisa llegar siempre a la profundidad de que hablamos al referirnos a un análisis completamente terminado, el analista, del cual depende la suerte de tantas otras personas, debe conocer y controlar hasta las más íntimas debilidades de su carácter; y esto es imposible sin un análisis plenamente acabado» (5).
Los requisitos establecidos por Ferenczi se hallan hoy en día generalmente admitidos (a); tienden a hacer del análisis personal del individuo que aspira a ser analista una empresa en la que pierde importancia la adquisición de conocimientos mediante la experiencia, aspecto que el calificativo de didáctico sitúa indebidamente en primer plano.
El problema, tanto teórico como práctico, inherente al concepto mismo y a la institucionalización del análisis didáctico (es decir, ¿cómo un análisis puede dirigirse, de entrada, a una finalidad particular, a una «representación-fin» tan destacada como es la de obtener de una institución, en la que la apreciación del analista didáctico desempeña un importante papel, como es la habilitación para el ejercicio de una
profesión?) ha sido objeto de discusiones, que todavía siguen, dentro del movimiento psicoanalítico (3).
(a) Por su parte, Freud siempre se mostró bastante reservado acerca de las posibilidades que ofrece el análisis didáctico; en Análisis terminable e interminable (Die endliche und die unendliche Analyse, 1937) sostiene todavía que el análisis didáctico, «[ ..] por razones prácticas, debe ser corto e incompleto; su objetivo principal consiste en permitir al analista docente juzgar si el aspirante es apto para continuar sus estudios. Su función se ha cumplido cuando ha permitido al alumno el convencerse de un modo cierto de la existencia del inconsciente, y el adquirir, gracias a la emergencia de /oreprimido, ideas sobre sí mismo que, sin el análisis, le hubieran parecido increíbles, y le ha proporcionado una primera muestra de la única técnica que ha dado validez a la actividad psicoanalítica» (6).
(¡i) Acerca de los problemas planteados por la formación analítica y su historia dentro del movimiento psicoanalítico, véase especialmente Balint:Sobre el sistema de formación psicoanalítica (On the psycho-analytic training system) (7).
ANÁLISIS DIRECTO
= Al.: Direkte Analyse. — Fr.: analyse directe. — Ing.: direct analysis. — It.: analisi diretta. — Par.: análise direta.
Método de psicoterapia analítica de las psicosis preconizado por J. N. Rosen. Su nombre proviene de la utilización de «interpretaciones directas» dadas a los pacientes, y que pueden definirse del siguiente modo:
a) se refieren a contenidos inconscientes que el sujeto expresa, verbalmente o no (mímica, postura, gestos, conducta);
b) no exigen un análisis de las resistencias;
c) no utilizan necesariamente la mediación de las cadenas asociativas.
Este método implica además una serie de procedimientos técnicos destinados a establecer una relación afectiva estrecha, de «inconsciente a inconsciente», en la cual el terapeuta «debe convertirse para el paciente en la figura materna que no cesa de dar y de proteger» (la).
Este método fue expuesto y enriquecido por J. N. Rosen a partir de 1946. El calificativo «directo» sirve para definir especialmente un tipo de interpretaciones. Éstas se basan en la teoría según la que, en las psicosis, y especialmente en la esquizofrenia, el inconsciente del individuo, desbordando las defensas, se expresa abiertamente en sus palabras y sus comportamientos. La interpretación directa no haría sino explicitar con mayor claridad lo que el paciente ya sabe. Su eficacia no depende, por consiguiente, de un aumento del insight, sino del establecimiento y consolidación de una transferencia positiva: el paciente se siente comprendido por un terapeuta, al cual atribuye la comprensión omnipotente de una madre ideal; se siente tranquilizado por las palabras que aluden al contenido infantil de su angustia y le demuestran la falta de fundamento de ésta. Además de las interpretaciones, el análisis «directo», en el sentido amplio del término, implica cierto número de procedimientos activos, que distan mucho de la neutralidad que es preceptiva en el análisis de las neurosis y que, en conjunto, tienen por finalidad hacer penetrar al terapeuta en el universo cerrado del psicótico. De este modo el terapeuta llegaría a desempeñar la función de una madre amante y protectora, reparando progresivamente las graves frustraciones que el paciente habría sufrido en su infancia, a consecuencia de una madre con un instinto maternal pervertido (1 b).
(Véase también: Interpretación; Maternalización).
ANGUSTIA AUTOMÁTICA
= AL: automatische Angst. — Fr.: angoisse automatique. — Ing.: automatic anxiety. — It.: angoscia automática. — Por.: angustia automática.
Reacción del individuo cada vez que se encuentra en una situación traumática, es decir, sometido a una afluencia de excitaciones, de origen extemo o interno, que es incapaz de controlar. La angustia automática se opone, en la opinión de Freud, a la señal de angustia*.
La expresión «angustia automática» fue introducida por Freud al
reformar su teoría de la anr^ustia en Inhibición, sintonía y angustia
{Hemmung, Symptom unci Angst, 1926); se comprende comparándola
con el concepto de señal de angustia.
En ambos casos, «[...] como fenómeno automático y como señal de
alarma, la angustia debe considerarse como producto del estado de de
samparo psíquico del lactante, que evidentemente constituye la contra
partida de su estado de desamparo biológico» (1). La angustia automá
tica es una respuesta espontánea del organismo frente a esta situación
traumática o a su reproducción.
Por «situación traumática» debe entenderse un aflujo no controla
ble de excitaciones demasiado numerosas e intensas: esta idea es muy
antigua en Freud; la encontramos en sus primeros escritos acerca de la
angustia, en los que la define como el resultado de una tensión libidinal
acumulada y no descargada.
El término «angustia automática» se refiere a un tipo de reacción; no
prejuzga el origen interno o externo de las excitaciones traumatizantes.
ANGUSTIA ANTE UN PELIGRO REAL
= Al.: Realangst. — Fr.: angoisse devant un danger reel. — Iiig.: realistic anxiety. — It.: angoscia (di fronte a una situazione) reale. — Par.: angustia real.
Término (Realangst) utilizado por Freud en el marco de su segunda teoría de la angustia: angustia ante un peligro exterior que constituye para el individuo una amenaza real.
La palabra alemana Realangst fue introducida en Inhibición, síntoma y angustia (Hemmung, Sympton und Angst, 1926). Puede prestarse a algunos equívocos, que nuestra traducción intenta evitar.
1." En Realangst, Real es un substantivo; no califica la angustia, sino lo que la motiva. La angustia ante un peligro real se opone a la angustia ante la pulsión. Para algunos autores, en especial para Anna Freud,
la pulsión sólo sería ansiógena en la medida en que ofrece el riesgo de suscitar un peligro real; pero la mayoría de los psicoanalistas sostienen la existencia de una amenaza pulsional generadora de angustia.
2." La traducción por «angustia ante lo real» tendría el inconveniente de dar a entender que es la realidad, como tal, la que motiva la angustia, cuando se trata de ciertas situaciones. Es por ello que proponemos «angustia ante un peligro real».
Sin entrar en detalles acerca de la teoría freudiana de la angustia, hemos de señalar que la palabra Angst, en alemán y en su utilización freudiana, no coincide exactamente con el término «angustia». Expresiones corrientes como ich habe Angst vor... se traducen por: tengo miedo de... La oposición frecuentemente admitida, entre el miedo que produciría un objeto determinado, y la angustia, que se define por la ausencia de objeto, no concuerda totalmente con las distinciones freudianas.
ANULACIÓN RETROACTIVA
= Ai: Ungeschehenmachen. — Fr.: annulation retroactive. — Ing.: undoing (what has been done). — It.: rendere non accaduto o annullamento retroattivo. — Por.: anulagáo retroativa.
Mecanismo psicológico mediante el cual el sujeto se esfuerza en hacer como si pensamientos, palabras, gestos o actos pasados no hubieran ocurrido; para ello utiliza un pensamiento o un comportamiento, dotados de una significación opuesta.
Se trata de una compulsión de tipo «mágico» particularmente característica de la neurosis obsesiva.
La anulación fue brevemente descrita por Freud en Análisis de un caso de neurosis obsesiva; en donde analiza los «[...] actos compulsivos en dos tiempos, el primero de los cuales es anulado por el segundo [...]. Su verdadera significación estriba en que representan el conflicto de dos movimientos opuestos y de intensidad casi igual, lo cual es siempre, según mi experiencia, la oposición entre el amor y el odio» (1 a).
En Inhibición, sintonía y angustia (Hemniung, Sympton und Angst, 1926), este proceso es descrito por Freud con el término Ungeschehenmachen(literalmente: hacer que algo no haya sucedido); en este mecanismo, junto con el del aislamiento, ve una forma de defensa característica de la neurosis obsesiva y lo califica de procedimiento mágico; muestra su especial intervención en los ceremoniales obsesivos (2 a).
Anna Freud menciona la anulación retroactiva en su inventario de los mecanismos de defensa del yo (3); y generalmente, en la literatura psicoanalítica, se la define como un mecanismo de defensa del yo (4 a).
Observemos que la anulación retroactiva se presenta bajo modalidades bastante diversas. Unas veces un comportamiento es anulado por el comportamiento directamente opuesto (así, el paciente de Análisis de un caso de neurosis obsesiva vuelve a colocar en un camino una piedra que, en un primer tiempo, había retirado para que el vehículo de su amiga no chocase con ella); otras veces, se repite el mismo acto, pero con significaciones, conscientes o inconscientes, opuestas; por último, puede ocurrir que el acto de anulación resulte contaminado por el acto que tiende a borrar. Fenichel da un ejemplo (4 b) que ilustra estas dos últimas modalidades: un individuo se reprocha a sí mismo el haber malgastado el dinero comprando un periódico; querría anular este gasto pidiendo la devolución del dinero, pero, no osando hacerlo, piensa que si compra otro periódico se sentirá más tranquilo. Pero el quiosco ya está cerrado; entonces el individuo tira al suelo una moneda de igual valor al del periódico. Para designar tales secuencias de actos, Freud habla de síntomas «difásicos»: «A una acción que pone en ejecución cierta orden, sigue inmediatamente otra que detiene o anula la primera, aunque no llegue a poner en ejecución su contraria» (2 b).
Clasificar la anulación retroactiva entre los mecanismos de defensa del yo, exige aún otra observación: ¿desde considerarse el «segundo tiempo» como un simple producto de la defensa? La multiplicidad de ejemplos clínicos conduce a matizar la respuesta. En efecto, la mayoría de las veces se observa que las motivaciones pulsionales intervienen en los dos tiempos, especialmente en forma de la ambivalencia* amor-odio; en ocasiones, incluso, es el segundo tiempo el que mejor pone de manifiesto el triunfo de la pulsión. En un ejemplo como el de Fenichel, ciertamente es el conjunto de la conducta lo que constituye una totalidad sintomática.
Por lo demás se observará, desde este punto de vista, que Freud, en una época en la que todavía no se había hecho recaer el acento sobre los mecanismos de defensa del yo, al parecer sólo hace intervenir la acción defensiva en una racionalización que disfraza secundariamente el conjunto de actos de que se trata (\ b).
Finalmente, se podrían distinguir aquí dos cencepciones, que, por lo demás, sólo se contraponen como dos niveles de interpretación o dos niveles del conflicto psíquico*: una, que pone el acento en el conflicto interpulsional, en el cual, en un último análisis, se encuentra la ambivalencia del amor y del odio; y otra que sitúa el conflicto entre las pulsiones y el yo, pudiendo encontrar éste un aliado en una pulsión que se opone a aquel del cual el yo se protege.
Cabe preguntarse si no seria conveniente relacionar el mecanismo de la anulación retroactiva con un comportamiento normal muy extendido: retractarse de una afirmación, reparar un daño, rehabilitar a un condenado, atenuar el alcance de un pensamiento, de una palabra o de un acto mediante una negación que incluso puede anticiparse (ejemplo: «no vaya a creer que...»), etc.
Señalemos, sin embargo, que en todos estos casos se trata de atenuar o de anular la significación, el valor o las consecuencias de un comportamiento. La anulación retroactiva (en sentido patológico) se dirige a la realidad misma del acto que intentaría suprimir radicalmente, como si el tiempo no fuera irreversible.
Es indudable que tal distinción puede parecer esquemática: ¿no es precisamente haciendo intervenir significaciones opuestas como el indi
viduo intenta anular incluso el propio acto? Sin embargo, el análisis clínico muestra que el obsesivo no queda satisfecho con una labor de retiro de la catexis* o de contracatexis*. Su objetivo es la imposible anulación del acontecimiento (Geschehen) pasado como tal.
APARATO PSÍQUICO
= Al.: psychischer o seelischer Apparat. — Fr.: appareil psychique. — Ing.: psychic
o mental apparatus. — It.: apparato psichico o mentale.— Por.: aparélho psíquico o mental.
Término que subraya ciertos caracteres que la teoria freudiana atribuye al psiquismo: su capacidad de transmitir y transformar una energía determinada y su diferenciación en sistemas o instancias.
En La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), Freud define el aparato psíquico comparándolo con los aparatos ópticos; de esta forma intenta, según sus propias palabras, «[..•] hacer inteligible la complicación del funcionamiento psíquico, dividiendo este fvmcionamiento y atribuyendo cada función particular a una parte constitutiva del aparato» (1 a).
El citado texto requiere algunas precisiones:
1) Al hablar de aparato psíquico, Freud sugiere la idea de una cierta disposición u organización interna, pero hace algo más que atribuir diferentes funciones a «lugares psíquicos» específicos; asigna a éstos un orden prefijado que implica una determinada sucesión temporal. La coexistencia de los distintos sistemas que forman el aparato psíquico no debe interpretarse en el sentido anatómico que le conferiría una teoría de las localizaciones cerebrales. Implica únicamente que las excitaciones deben seguir un orden fijado por el lugar que ocupan los diversos sistemas (2).
2) La palabra «aparato» sugiere la idea de una tarea, de un trabajo. El esquema que aquí prevalece fue tomado por Freud de una determinada concepción del arco reflejo, según la cual éste transmitiría íntegramente la energía recibida: «El aparato psíquico debe concebirse como un aparato reflejo. El proceso reflejo sigue siendo el modelo (Vorbild) de todo funcionamiento psíquico» (Ib).
La función del aparato psíquico consiste, en un último análisis, en mantener a un nivel lo más bajo posible la energía interna de un organismo (véase:Principio de constancia). Su diferenciación en subestructuras ayuda a concebir las transformaciones de la energía (del estado libre al de energía ligada)(véase: Elaboración psíquica) y el juego de las catexis, contracatexis y sobrecatexis.
3) Estas breves observaciones indican que el aparato psíquico, para Freud, tiene un valor de modelo o, como él mismo dijo, de «ficción» (1 c). Este modelo, como en el primer texto citado más 'aiIba, o también en el primer capítulo de Compendio de psicoanálisis (Abr'ss der Psychoanalyse, 1938), puede ser físico; en otro lugar pueJe ser biológico («la vesícula protoplasmática» del capítulo IV de Más allá del principio del
placer [Jenseits des Lustprinzips, 1920]). El comentario del término «aparato psíquico» remite a una apreciación de conjunto de la meta-psicología freudiana y de las metáforas que utiliza.
APOYO
= A¡.: Anlehnung. — Fr.: étayage. — Ing.: anacusis. — II.: appoggio o anaclisi. — Por.: anaclísia o apoio.
Término introducido por Freud para designar la relación primitiva de las pulsiones sexuales con las pulsiones de autoconservación: las pulsiones sexuales, que sólo secundariamente se vuelven independientes, se apoyan sobre las funciones vitales que les proporcionan una fuente orgánica, una dirección y im objeto. En consecuencia, se tiablará también de apoyo para designar el hecho de que el sujeto se apoya sobre el objeto de las pulsiones de autoconservación en su elección de im objeto amoroso; esto es lo que denominó Freud el tipo de elección de objeto por apoyo.
Acerca de la traducción de la palabra alemana Anlehnung por apoyo, remitimos al lector al artículo Anaclítico, donde encontrará consideraciones terminológicas.
La idea de apoyo constituye una pieza maestra de la concepción freudiana de la sexualidad. Presentada en la primera edición de los Tres ensayos sobre la teoría sexual {Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905), este concepto se afirma cada vez más durante los años que siguieron.
En 1905, en su primera elaboración teórica del concepto de pulsión, Freud describe la íntima relación existente entre la pulsión sexual y ciertas funciones corporales básicas. Esta relación es particularmente evidente en la actividad oral del lactante: en el placer producido por la succión del pecho, «[...] la satisfacción de la zona erógena se hallaba al principio íntimamente asociada a la satisfacción de la necesidad de alimento» (la). La función corporal proporciona a la sexualidad su fuente o zona erógena; le señala desde un principio un objeto, el pecho; finalmente, procura un placer que no es reductible a la mera satisfacción del hambre, sino que es una especie de suplemento de placer: «[...] pronto la necesidad de repetir la satisfacción sexual se separará de la necesidad nutritiva» (Ib). Así, pues, la sexualidad sólo secundariamente se vuelve autónoma y, una vez abandonado el objeto exterior, funciona en forma autoerótica (véase: Autoerotismo).
El apoyo se aplica también a las restantes pulsiones parciales: «La zona anal, al igual que la labial, es apropiada, por su situación, para permitir un apoyo de la sexualidad sobre otras funciones corporales» (1 c).
Finalmente, a partir de 1905, a lo largo del capítulo sobre el «des
cubrimiento del objeto», la génesis de la elección de objeto tal como la
describe Freud, es la misma que más tarde calificará de «tipo de elec
ción objetal anaclítica» (1 d).
Durante los años 1910-1912, en los textos en que Freud establece la gran oposición entre pulsiones sexuales y pulsiones de autoconservación*, se halla constantemente presente la noción de apoyo: designa la relación original de los dos grandes tipos de pulsiones: «[...] las pul
siones sexuales encuentran sus primeros objetos en apoyo sobre los valores reconocidos por las pulsiones del yo, de igual modo que las primeras satisfacciones sexuales se experimentan en apoyo sobre las funciones corporales necesarias para la conservación de la vida» (2).
La oposición introducida por Freud en 1914 entre dos tipos de elección de objeto no aporta modificación del concepto de apoyo; únicamente limita la extensión de la elección objetal anaclítica, a la cual se opone otro tipo de elección objetal, la narcisista*.
Por último, en 1915, en la tercera edición de los Tres ensayos, Freud hace resaltar mejor, mediante algunas adiciones, el término Anlehnung y el alcance que le atribuye. Así, considera como una de las tres características fundamentales de la sexualidad infantil el «apoyo sobre una de las funciones corporales de importancia vital» (1 e).
A nuestro juicio, hasta ahora no se ha destacado plenamente en la obra de Freud el concepto de apoyo. La mayoría de las veces sólo se tiene en cuenta en la concepción de la elección objetal, que, en lugar de definirlo totalmente, lo supone ya situado en el centro de una teoría de las pulsiones.
Su principal sentido estriba, en efecto, en establecer una relación y una oposición entre las pulsiones sexuales y las pulsiones de auto-conservación.
1.° La idea de que originalmente las pulsiones sexuales toman sus fuentes y sus objetos de las pulsiones de autoconservación ya implica que existe una diferencia en la naturaleza de los dos tipos de pulsiones; todo el funcionamiento de las segundas se halla predeterminado por su aparato somático, y su objeto está fijado desde un principio; por el contrario, las primeras se caracterizan ante todo por un cierto modo de satisfacción que al principio no es más que un beneficio marginal (Lustnebengewinn) del funcionamiento de las segundas. Esta diferencia esencial se confirma en Freud por el empleo repetido, refiriéndose a las pulsiones de autoconservación, de términos como función y necesidad. Siguiendo esta línea de pensamiento, cabe preguntarse si, dentro de una terminología más rigurosa, no convendría denominar necesidades a lo que Freud llama «pulsiones de autoconservación», diferenciándolas así mejor de las pulsiones sexuales.
2° El concepto de apoyo, al tiempo que ayuda a comprender la génesis de la sexualidad, permite precisar el puesto que ésta ocupa en la teoría de Freud. A menudo se ha reprochado de pansexualismo a Freud, que se defendió de esta acusación recordando la constancia de su dualismo pulsional; la concepción del apoyo permitiría una respuesta más matizada. En cierto sentido la sexualidad puede encontrarse en todo, originándose en el funcionamiento mismo de las actividades corporales y también, como indica Freud en los Tres ensayos, en toda otra clase de actividades, por ejemplo, intelectuales; pero, por otra parte, sólo se separa secundariamente, y rara vez se encuentra como una función absolutamente autónoma.
3.° Un problema discutido con frecuencia en psicoanálisis (¿debe su
ponerse la existencia de un «amor objetal primario» o admitir que el niño se encuentra al principio en un estado de autoerotismo o de narcisismo*?) recibe en Freud una solución más compleja de lo que generalmente se sostiene. Las pulsiones sexuales se satisfacen en forma auto-erótica antes de recorrer la evolución que los conduce a la elección objetal. Pero, en contrapartida, las pulsiones de autoconservación se hallan desde un principio en relación con el objeto; así, mientras la sexualidad funciona en apoyo sobre aquéllas, existe igualmente para las pulsiones sexuales una relación objetal; sólo cuando se separan, la sexualidad se vuelve autoerótica. «Cuando, en un principio, la satisfacción sexual se hallaba ligada todavía a la ingestión de alimento, la pulsión sexual tenía un objeto sexual fuera del propio cuerpo: el pecho materno. Sólo más tarde lo pierde [...]. La pulsión sexual se vuelve entonces, por regla general, autoerótica [.,.]. Encontrar el objeto es, en el fondo, volverlo a encontrar» (1/).
ASOCIACIÓN
= Al.: Assoziation. — Fr.: association. — Ing.: association. — It.: associazione. — Por.: associagáo.
Palabra tomada del asoclacionismo para designar toda ligazón entre dos o más elementos psíquicos, cuya serie constituye una cadena asociativa.
En ocasiones el término se utiliza para designar los elementos así asociados. Refiriéndose a la cura, se alude a esta última acepción, al hablar, por ejemplo, de las «asociaciones de tal sueño», para designar lo que, en las manifestaciones del Individuo, se halla en conexión asociativa con el sueño en cuestión. Finalmente, el término «asociaciones» designa el conjunto del material verballzado en el curso de la sesión psicoanalítica.
Un comentario exhaustivo del término asociación exigiría efectuar una investigación histórico-crítica que describiera la difusión de la doctrina asociacionista en Alemania en el siglo xix, su influencia en el pensamiento del «joven Freud» y, sobre todo, mostraría cómo fue integrada y transformada por el descubrimiento freudiano de las leyes del inconsciente. í>
Nos limitaremos a efectuar las siguientes observaciones acerca de este último punto:
1. No es posible comprender el sentido y el alcance del concepto de asociación en psicoanálisis sin referirse a la experiencia clínica, en la cual se elaboró el método de las asociaciones libres. Los Estudios sobre la histeria {Stiidieii über Hysterie, 1895) muestran cómo Freud se vio inducido a seguir, cada vez más, a sus pacientes en la vía de las asociaciones libres que éstas le indicaban. {Véase nuestro comentario acerca de «Asociación libre».) Desde el punto de vista de la teoría de las asociaciones, lo que se desprende de la experiencia de Freud en aquellos años del descubrimiento del psicoanálisis puede resumirse esquemáticamente del siguiente modo:
a) Una «idea que se le ocurre» (Einfall) al individuo, al parecer en forma aislada, constituye siempre un elemento que remite en realidad, consciente o inconscientemente, a otros elementos. Se descubren así series asociativas que Freud designa con distintos términos figurados: «línea» (Linie), «hilo»(Faden), «encadenamiento» (Verkettung), «tren» (Zug), etc. Estas líneas se entrelazan formando verdaderas redes, en las que se encuentran «puntos nodales» (Knotenpunkte) donde se juntan varias de ellas.
b) Las asociaciones, tal como se encadenan en el discurso del individuo, corresponden, según Freud, a una organización compleja de la memoria. Ésta fue comparada por Freud a una especie de archivos ordenados según distintos criterios de clasificación y que podrían ser consultados por diferentes vías (orden cronológico, orden por materias, etcétera) (1 a). Tal organización implica que la representación* {Vorstellung), o la huella mnémica*(Erinnerungsspur) de un mismo acontecimiento puede encontrarse en el interior de varios conjuntos (lo que Freud denomina también «sistemas mnémicos»).
c) Esta organización en sistemas se ve confirmada por la experiencia clínica: existen verdaderos «grupos psíquicos separados» (1 b), es decir, complejos de representaciones escindidas del curso asociativo: «Las representaciones aisladas contenidas en estos complejos ideativos pueden conscientemente volver al pensamiento, como observó Breuer. Sólo su combinación en una forma bien determinada permanece alejada de la conciencia» (1 c). Freud, a diferencia de Breuer, no cree que el estado hipnoide* constituya la explicación última de este hecho, pero sigue afirmando la existencia de una escisión*(Spaltiing) dentro del psiquismo. El grupo de asociaciones separado se halla en el origen de la noción tópica de inconsciente.
d) Dentro de un complejo asociativo, la «fuerza» de un elemento no permanece siempre unida al mismo en forma inmutable. El juego de las asociaciones depende de factores económicos: la energía de catexia se desplaza de un elemento a otro, se condensa en los puntos nodales, etcétera (independencia del afecto* en relación con la representación).
e) En definitiva, el discurso asociativo no se halla regido pasivamente por leyes generales como las que estableció el asociacionismo: el individuo no es un «polipero de imágenes». La agrupación de las asociaciones, su eventual aislamiento, sus «falsas conexiones», su posibilidad de acceso a la conciencia, forman parte de la dinámica del conflicto defensivo propio de cada sujeto.
2. El Proyecto de psicología científica {Entwurf einer Psychologic, 1895) aclara el uso que hace Freud del concepto de asociación y muestra, desde un punto de vista especulativo, cómo el descubrimiento psicoanalítico del inconsciente confiere un nuevo sentido a los supuestos asociacionistas en los que se apoya Freud:
a) El funcionamiento de las asociaciones es concebido como una circulación de energía en el interior de un «aparato neuronal» de estructura compleja, dispuesto en forma de bifurcaciones sucesivas. Cada excitación, al llegar a una encrucijada, sigue una determinada vía con preferencia a otra, en función de las «facilitaciones» dejadas por las excitaciones anteriores. La noción de facilitación* no debe entenderse como un paso más fácil de una imagen a otra, sino como un proceso de oposición diferencial: una determinada vía sólo es facilitada en función de la no facilitación de la vía opuesta.
b) En las hipótesis iniciales que establece Freud, no se trata de imágenes en el sentido de una impresión psíquica o neuronal similar al objeto real. Al principio todo es «neurona» y «cantidad» (2).
Es fácil relacionar esta concepción, que puede parecer muy distante de la experiencia por su carácter mecanicista y su terminología neurofisiológica, con la oposición constante, en la teoría psicológica de Freud, entre la representación y el quantum de afecto*. Como la neurona, la representación es el elemento discreto, discontinuo, de una cadena. Como aquélla, su significación depende del complejo que forme con otros elementos. Desde este punto de vista, se podría comparar el funcionamiento del «aparato neuronal» al del lenguaje, tal como lo estudia la lingüística estructural: formado por unidades discontinuas ordenadas en forma de oposiciones binarias.
ASOCIACIÓN LIBRE (MÉTODO O REGLA DE)
= Ai.: freie Assoziation. — Fr.: méthode o regle de libre association. — !ng.: free association. — It.: libera associazione, — Por.: associa?ao livre.
Método que consiste en expresar sin discriminación todos los pensamientos que vienen a la mente, ya sea a partir de un elemento dado (palabra, número, imagen de un sueño, representación cualquiera), ya sea de forma espontánea.
El método de la asociación libre es un constitutivo de la técnica psicoanalítica. No es posible establecer con precisión la fecha de su descubrimiento, que tuvo lugar progresivamente entre 1892 y 1898 y por varios caminos.
1.° Como muestran los Estudios sobre la histeria {Studien über Hysteria, 1895), la asociación libre surge a partir de métodos preanalíticos de investigación del inconsciente que recurrían a la sugestión y a la concentración mental del paciente sobre una representación dada; la búsqueda insistente del elemento patógeno cede su puesto a la expresión espontánea del paciente. Los Estudios sobre la histeria ponen en evidencia el papel desempeñado por los pacientes en esta evolución (a).
2.° Paralelamente, Freud utiliza el método de la asociación libre en su autoanálisis y en especial en el análisis de sus sueños. Aquí un elemento del sueño es el que sirve de punto de partida para el descubrimiento de las cadenas asociativas que conducirán a los pensamientos del sueño.
3." Las experiencias de la escuela de Zurich (1) recogen, bajo una perspectiva psicoanalítica, las experiencias antiguas de la escuela de Wundt, consistentes en el estudio de las reacciones y de los tiempos de reacción (variables según el estado subjetivo) frente a palabras inductoras. Jung pone en evidencia que las asociaciones que así se producen vienen determinadas por «[...] la totalidad de las ideas relacionadas con un acontecimiento particular dotado de un tinte emocional» (2), totalidad a la que da el nombre de complejo*.
Freud, en Historia del movimiento psicoanalítico (Zur Geschichte der psychoanalytischen Bewegung, 1914), admite el interés de estas experiencias «para lograr una confirmación experimental rápida de las observaciones psicoanalíticas y mostrar directamente al estudiante determinadas conexiones que el analista sólo puede relatar» (3).
4." Quizá convenga citar, además, una fuente que el propio Freud indicó en una nota Sobre prehistoria de la técnica analítica (Zur Vorgeschichte der analytischen Technik, 1920): el escritor Ludwig Borne, que Freud leyó durante su juventud, recomendaba, para «convertirse en un escritor original en tres días», escribir todo lo que viene a la mente, y denunciaba los efectos de la autocensura sobre las producciones intelectuales (4).
El término «libre», en la fórmula «asociación libre», reclama las siguientes observaciones:
1.^ Incluso en el caso en que el punto de partida lo proporciona una palabra inductora (experiencias de Zurich) o un elemento del sueño (método de Freud en La interpretación de los sueños [Die Traumdeutung, 1900]), el desarrollo de las asociaciones puede considerarse «libre» en la medida en que no está orientado y controlado por una intención selectiva.
2.=" Esta «libertad» se acentúa cuando no se proporciona ningún punto de partida. En este sentido se habla de regla de la asociación libre como sinónimo de regla fundamental.
3." De hecho, la palabra «libertad» no debe tomarse en el sentido de una indeterminación: la regla de la asociación libre tiende ante todo a suprimir la selección voluntaria de los pensamientos, es decir, en la terminología de la primera tópica freudiana, a eliminar la intervención de la segunda censura(situada entre el consciente y el preconsciente). De este modo se ponen de manifiesto las defensas inconscientes, es decir, la acción de la primera censura (situada entre el preconsciente y el inconsciente).
Finalmente, el método de las asociaciones libres tiene por objeto poner en evidencia un determinado orden del inconsciente: «Cuando se abandonan las representaciones-fin" [Zielvorstellungen] conscientes, el curso de las represetaciones pasa a ser gobernado por representacionesñn ocultas» (5).
(") Véase sobre todo lo que relata Freud acerca de su paciente Emmy von N...; ante su insistencia buscando el origen de un síntoma, responde ella «[...] que no debe preguntarle siempre de dónde proviene tal o cual cosa, sino dejarle contar lo que ella tiene que decir» (6 a). A propósito de esta misma enferma, observa Freud que parece «[...] haberse apropiado su método»: «Las palabras que me murmura [...]
no son tan inintencionales como podría suponerse por su apariencia; más bien reproducen con bastante fidelidad los recuerdos y las impresiones nuevas que han actuado sobre ella desde nuestra última entrevista y con frecuencia emanan, de forma totalmente inesperacfa, de reminiscencias patógenas, de las que se descarga espontáneamente por medio de la palabra» (6 b).
ATENCIÓN (PAREJAMENTE) FLOTANTE
= Al: Gleichschwebende Aufmerksamkeit. — Fr.: attention (également) flottante. — Ing-' (evenly) suspended (o [evenly] poised) attention. — It.:attenzione (ugualmente) fluttuante. — Por.: atengáo equiflutuante.
Manera como, según Freud, el analista debe escuchar al analizado: no debe, a priori, conceder un privilegio a ningún elemento del discurso de éste, lo cual implica que el analista deje funcionar lo más libremente posible su propia actividad inconsciente y suspenda las motivaciones que habitualmente dirigen la atención. Esta recomendación técnica constituye la contrapartida de la regla de la libre asociación que se propone al analizado.
Esta recomendación esencial, que caracteriza la actitud subjetiva del psicoanalista cuando escucha a su paciente, fue enunciada y comentada por Freud en sus Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico (Ratschlcige für den Arzt bei der psychoanalytischen Behandlung,
1912). Consiste en una suspensión, tan completa como sea posible, de todo lo que habitualmente focaliza la atención: inclinaciones personales, prejuicios, supuestos teóricos, incluso los mejor fundados. «Al igual que el paciente debe decir todo lo que pase por su mente, eliminando toda objeción lógica y afectiva que le induciría a seleccionar, también el médico debe estar en condiciones de interpretar todo lo que escucha, a fin de descubrir en ello todo lo que el inconsciente oculta, sin que su propia censura venga a reemplazar la elección a la que ha renunciado el paciente» (la).
A partir de Freud, esta regla permite al analista descubrir las conexiones inconscientes en el discurso del paciente. Mediante ella el analista puede conservar en su memoria multitud de elementos aparentemente insignificantes, cuyas correlaciones sólo más tarde se pondrán de manifiesto.
La atención flotante plantea problemas teóricos y prácticos, que el propio término ya indica en su aparente contradicción.
1-° El fundamento teórico del concepto es evidente, si se considera la cuestión en relación con el analizado: las estructuras inconscientes, tal como las describió Freud, salen a la luz a través de múltiples deformaciones, como por ejemplo esa «transmutación de todos los valores psíquicos» (2 a) que hace que, tras los elementos más insignificantes, en apariencia, se oculten a menudo los más importantes pensamientos inconscientes. Así, la atención flotante constituye la tínica actitud objetiva, por cuanto se adapta a un objeto esencialmente deformado. Por lo demás, se observará que Freud, sin utilizar todavía el término «atención flotante», ya había descrito, a partir de La interpretación de los sueños \Die Traumdeutung, 1900), una actitud mental análoga, que consideraba
como condición indispensable para el autoanálisis de los sueños (2 b). 2° Como contrapartida, la teoría de la atención parejamente flotante plantea, por parte del analista, difíciles problemas.
Puede concebirse que el analista, al igual que el analizado, intente suprimir la influencia que podrían ejercer sobre su atención sus prejuicios conscientes, e incluso sus defensas inconscientes. Para eliminarlas en lo posible, Freud aconseja el análisis didáctico, puesto que «[...] toda represión no liquidada constituye lo que Stekel denominó acertadamente punctum caecum en sus facultades de percepción analítica» (1 b).
Pero Freud exige más: el ñn a conseguir sería una verdadera comunicación de inconsciente a inconsciente (a): «El inconsciente del analista debe comportarse, con respecto al inconsciente que emerge del paciente, como el auricular telefónico con respecto al micrófono» (le). Esto es lo que más tarde Theodor Reik llamó metafóricamente «escuchar con el tercer oído» (3).
Ahora bien, como indicó el propio Freud a propósito de la asociación libre*, la suspensión de las «representaciones-fin» conscientes sólo puede conducir a su substitución por «representaciones-ñn» inconscientes (2 c). Ello plantearía una especial dificultad al analista cuando se sitúa en la actitud de atención flotante: ¿cómo puede su atención no estar orientada por sus propias motivaciones inconscientes? La respuesta a esta pregunta sería indudablemente que la ecuación personal del psicoanalista no solamente es reducida (por su análisis didáctico), sino que además debe ser apreciada y controlada por el autoanálisis de la contratransferencia.
De un modo general, es preciso comprender la regla de la atención flotante como una regla ideal, que, en la práctica, tropieza con exigencias contrarias: ¿cómo concebir, por ejemplo, el paso a la interpretación y a la construcción* sin que, en un momento dado, el analista conceda una importancia privilegiada a un determinado material, lo compare, lo esquematice, etc.?
En el movimiento psicoanalítico contemporáneo pueden distinguirse varias orientaciones sobre el problema de la atención flotante, que no fue reformulado por Freud en el marco de la segunda tópica.
a) Algunos autores, siguiendo a Th. Reik (loe. cit.) tienden a desviar la escucha de inconsciente a inconsciente en el sentido de una empatia(Einfühlung), que esencialmente tendría lugar a un nivel infraverbal. La contratransferencia, lejos de oponerse a la comunicación, que se describe entonces como una percepción, testificaría el carácter profundo de ésta.
b) Para otros, la regla técnica de la atención flotante exige una relajación de las funciones inhibidoras y selectivas del yo; no implica valoración alguna de lo sentido, sino simplemente una «apertura» del analista a las incitaciones de su propio aparato psíquico, apertura destinada
a evitar la interferencia de sus compulsiones defensivas. Pero lo fundamental del diálogo psicoanalítico tiene lugar de yo a yo.
c) Finalmente, desde un punto de vista teórico que hace recaer el acento en la analogía existente entre los mecanismos del inconsciente y los del lenguaje (Lacan), es esta similitud estructural entre todos los fenómenos inconscientes lo que se trataría de hacer funcionar, lo más libremente posible, en la actitud de escucha psicoanalítica.
(a) Citemos, en relación con este problema, dos pasajes de Freud: «... cada uno posee en su propio inconsciente un instrumento con el que puede interpretar las expresiones del inconsciente en los demás» (4). «El les de un individuo puede responder directamente al de otro sin que haya paso por elCs. Esto requiere una in\Testigación más minuciosa, sobre todo para decidir si aquí interviene o no la actividad preconsciente. Pero, en principio, el hecho es incontestable» (5).
AUTOANÁLISIS
= AL: Selbstanalyse. — Fr.: auto-analyse. — Ing.: self-analysis. — It.: auto-analisi.— Por.: auto-análise.
Investigación de uno por si mismo, llevada a cabo de forma más o menos sistemática recurriendo a ciertos procedimientos del método psicoanalitico: asociaciones libres, análisis de los sueños, interpretaciones del comportamiento, etc.
Freud no dedicó escrito alguno al tema del autoanálisis, si bien aludió al mismo en varias ocasiones, especialmente al referirse a su propia experiencia. «Mi autoanálisis, cuya necesidad se me apareció pronto con toda claridad, lo realicé con la ayuda de una serie de mis propios sueños que me condujeron a través de todos los acontecimientos de mi infancia; y todavía hoy creo que este tipo de análisis puede ser suficiente para todo aquel que tenga muchos sueños y no sea demasiado anormal» (1). Tal método lo considera Freud como un buen fundamento: «Cuando alguien me pregunta cómo puede hacerse psicoanalista, le respondo: mediante el estudio de sus propios sueños» (2).
Pero, en otros varios lugares, Freud se muestra muy reservado respecto al verdadero alcance de un autoanálisis. Ya durante su propia experiencia escribió a Fliess: «Mi autoanálisis ha quedado interrumpido. Ahora comprendo el porqué: sólo puedo analizarme a mí mismo valiéndome de conocimientos objetivamente adquiridos (como un extraño). Un auténtico autoanálisis es imposible; de no ser así, no existiría enfermedad» (3). Más tarde, el autoanálisis incluso parece subestimado en comparación con un análisis propiamente dicho: «En principio se aprende el psicoanálisis sobre sí mismo, mediante el estudio de su propia personalidad [...] los progresos por este camino chocan con limites definidos. Se llega mucho más lejos haciéndose analizar por un psicoanalista competente» (4).
Las reservas efectuadas por Freud se refieren al autoanálisis como eventual substitutivo de un psicoanálisis. En general, se considera el autoanálisis como una forma especial de resistencia al psicoanálisis, qae halaga al narcisismo y elimina el móvil esencial de la cura, a saber, la transferencia (5). Inclusive en autores que, como K. Horney, recomiendan su empleo, el autoanálisis aparece como complemento del tratamiento, preparándolo o continuándolo. En cuanto al autoanálisis de Freud, fue muy singular, ya que formó parte del origen del descubrimiento del psicoanálisis y no la aplicación de un saber.
Por lo que respecta a los analistas, es muy aconsejable la continua investigación de su propia dinámica inconsciente. Freud lo hizo notar a partir de 1910 a propósito de la contratransferencia*: «[...] ningún psicoanalista puede ir más allá de lo que le permiten sus propios complejos y resistencias interiores. Por ello exigimos que inicie su actividad por un autoanálisis (a) y siga profundizándolo mientras aprende, con la práctica, en sus pacientes. Quien no efectúe semejante autoanálisis hará bien en renunciar, sin vacilación, a tratar a los enfermos analíticamente» (6). La institución del análisis didáctico* no suprime la necesidad de un autoanálisis: éste prolonga «indefinidamente» el proceso iniciado por aquél (P).
(a) Y no, como escribe Anne Berman en su traducción francesa: «sometiéndose a un análisis».
(/?) Para una exposición sistemática del tema, véase Anzieu (D.), L'auto-analyse, Presses Universitaires de France, París, 1959.
AUTOEROTISMO
= Al.: Autoerotismus. — Fr.: auto-érotisme. — Ing.: auto-erotism. — /(.; auto-erotismo. — Por.: auto-erotismo.
A) En sentido amplio, cualidad de un comportamiento sexual en el cual el sujeto obtiene satisfacción recurriendo únicamente a su propio cuerpo, sin objeto exterior: en este sentido se habla de la masturbación como de un comportamiento autoerótico.
B) Más específicamente, cualidad de im comportamiento sexual infantil precoz mediante el cual una pulsión parcial, ligada al funcionamiento de un órgano o a la excitación de una zona erógena, encuentra su satisfacción en el mismo lugar, es decir:
1.° sin recurrir a un objeto exterior; 2.° sin referencia a una imagen unificada del cuerpo, a un primer esbozo del yo, como el que caracteriza el narcisismo.
Havelock Ellis introdujo la palabra «autoerotismo» (a) en un sentido amplio, similar al definido en A: «Designo por autoerotismo los fenómenos de emoción sexual espontánea producidos en ausencia de todo estímulo externo, tanto directo como indirecto» (la).
Debe hacerse notar, sin embargo, que Havelock Ellis distinguía ya en el autoerotismo su «forma extrema», el narcisismo, «tendencia que en ocasiones presenta la emoción sexual [...] a absorberse más o menos completamente en la admiración de sí mismo» (1 b).
En los Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad {Drei Abhandzur Sexualtheorie, 1905), Freud recoge este término, principalmente para definir la sexualidad infantil. Considera la acepción dada por H. Ellis demasiado amplia (2 a) y define el autoerotismo basándose en la relación de la pulsión con su objeto: «La pulsión no se dirige a otras perso
ñas; se satisface en el propio cuerpo» (2 b). Esta definición se comprende teniendo en cuenta la distinción que establece Freud entre los distintos elementos de la pulsión: empuje*, fuente*, fin*, objeto*. En el autoerotismo «[...] el objeto [de la pulsión] cede su lugar al órgano, que es la fuente de aquél, y coincide por lo general con éste» (3 a).
1.° La teoría del autoerotismo va ligada a la siguiente tesis, fundamental de los Tres ensayos: la contingencia del objeto de la pulsión sexual. Mostrar que, al principio de la vida sexual, puede obtenerse la satisfacción sin recurrir a un objeto, equivale a mostrar que no existe ninguna vía preformada que encamine al sujeto hacia un determinado objeto.
Esta teoría no implica la afirmación de un estado primitivo «no objetal». En efecto, el chupeteo que Freud considera como modelo del autoerotismo, sigue a una primera etapa en que la pulsión sexual se satisface en apoyo* sobre la pulsión de autoconservación (el hambre) y merced a un objeto: el pecho materno (2 c). Al separarse del hambre, la pulsión sexual oral pierde su objeto y se convierte al mismo tiempo en autoerótica.
Por consiguiente, si puede decirse que el autoerotismo carece de objeto, no es porque aparezca antes de toda relación con un objeto, ni tampoco porque, con su aparición, deja de estar presente todo objeto en la búsqueda de la satisfacción, sino únicamente porque el modo natural de aprehensión del objeto se encuentra escindido: la pulsión sexual se separa de las funciones no sexuales (por ejemplo, alimentación), en las que se apoyaba y que le indicaban su fin y su objeto.
El «origen» del autoerotismo se hallaría en el momento, siempre renovado más que localizable en una determinada época de la evolución, en que la sexualidad se desliga del objeto natural, se ve entregada a la fantasía y por esto mismo se crea como sexualidad.
2." Por otra parte, el concepto de autoerotismo implica, desde su primera utilización por Freud, otro marco de referencia distinto al de la relación con el objeto: la referencia a un estado del organismo en el que las pulsiones se satisfacen cada una por su cuenta, sin que exista una organización de conjunto. A partir de los Tres ensayos, el autoerotismo se define siempre como la actividad de los distintos «componentes parciales»; debe concebirse como una excitación sexual que nace y se satisface en el mismo lugar, a nivel de cada zona erógena tomada aisladamente (placer de órgano*). Sin duda la actividad autoerótica necesita casi siempre del contacto de la zona erógena con otra parte del cuerpo (succión del pulgar, masturbación, etc.), pero su modelo ideal es e! representado por los labios besándose a sí mismos (2d).
La introducción del concepto de narcisismo* viene con posterioridad a aclarar el de autoerotismo: en el narcisismo es el yo, como imagen imiñcada del cuerpo, el objeto de la libido narcisista, y el autoerotismo se define, en contraposición, como el estado anárquico que precede a esta convergencia de las pulsiones parciales sobre un objeto común: «Es preciso admitir que no existe en el individuo, desde un principio, una unidad comparable al yo; el yo debe experimentar un desarrollo.
Pero las pulsiones autoeróticas existen desde el origen; por consiguiente, algo, una nueva acción psíquica, debe añadirse al autoerotismo para producir el narcisismo» (4).
En numerosos trabajos, Freud conserva claramente esta idea: en el paso del autoerotismo al narcisismo, «[...] las pulsiones sexuales, hasta entonces aisladas, se han juntado en una unidad, y al mismo tiempo han encontrado un objeto»; este objeto es el yo (5 a). Más tarde, esta distinción se irá borrando, de manera especial en algunos textos en los que Freud admite la existencia, desde el origen, incluso durante la vida intrauterina, de un estado de «narcisismo primario*». El autoerotismo sólo se define entonces como «[...] la actividad sexual de la fase narcisista de la organización libidinal» (6-3 b).
En conclusión, la noción que se intenta designar con el término «autoerotismo» puede definirse con cierta coherencia a partir del concepto de un estado originario de fragmentación de la pulsión sexual. Una tal fragmentación implica evidentemente, en cuanto a la relación con el objeto, la ausencia de un objeto total (yo o persona extraña), pero en modo alguno la ausencia de un objeto parcial fantasmático.
¿Es el autoerotismo un concepto genético? ¿Puede hablarse de una fase libidinal autoerótica?
La opinión de Freud varió a este respecto: en 1905 tendía a incluir el conjunto de la sexualidad infantil bajo el epígrafe del autoerotismo, para contraponerlo a la actividad adulta que implica una elección de objeto. Más tarde atenuó esta afirmación señalando: «[...] me he dado cuenta de un error en lo que expuse anteriormente, cuando describí la distinción conceptual de las dos fases de autoerotismo y de amor objeta!, por razones de claridad, como una separación temporal» (2 e).
Ciertamente Freud no abandona la idea de una transición genética del autoerotismo al amor objetal, y cuando más tarde introducirá el narcisismo, lo intercalará en esta sucesión temporal (5 b). Pero ésta no debe concebirse en forma demasiado rigurosa, y sobre todo se acompaña de una distinción estructural: el autoerotismo no constituye el patrimonio de una determinada actividad pulsional (oral, anal, etc.), sino que se encuentra en cada una de estas actividades, a la vez como fase precoz y, en la evolución ulterior, como componente: el placer de órgano.
La tendencia a hacer del autoerotismo una fase claramente delimitada en el tiempo ha sido extremadamente impulsada por Abraham, quien hizo coincidir la fase autoerótica con una de las fases de la organización libidinal: la fase oral* precoz de succión.
(") La palabra autoerotismo fue utilizada por vez primera por H. Ellis en un artículo publicado en 1898: Auto-erotism; A psychological study, Alien. Neurol., 19,
260. Freud la utiliza por vez primera en la carta a Fliess del 9-XII-1899.
-AUTOPLASTICO— ALOPLÁSTICO
= Al: Autoplastisch - alloplastisch. — Fr.: autoplastique - alloplastique. — Ing.: autoplastic - allopiastic. — //..• autoplasíico- alloplasíico. — Por..' autoplastico-aloplástico.
Términos que edifican dos tipos de reacción o de adaptación, el primero de los cuales consiste en una modificación del organismo solo, y el segundo en una modificación del medio ambiente.
Los términos «auto-» y «aloplástico» se emplean a veces en psicoanálisis, en el marco de una teoría del campo psicológico definido por la interacción del organismo y su ambiente, con el fin de distinguir dos tipos de operaciones, una dirigida hacia el propio sujeto y comportando modificaciones internas, y la otra hacia el exterior. Daniel Lagache (1) se refiere a estos conceptos en su elaboración de la noción de conducta (a).
S. Ferenczi habla de adaptación autoplástica en un sentido más específicamente genético. Según este autor, se trata de un método de adaptación muy primitivo, correspondiente a una fase onto- y filogenética del desarrollo (fase de la «protopsique»), en la cual el organismo no tiene influencia más que sobre sí mismo, pudiendo realizar sólo cambios corporales. Ferenczi relaciona con este fenómeno la conversión* histérica y, de un modo más preciso, lo que llama «fenómenos de materialización»: su «[...] esencia consiste en la realización, como por arte de magia, de un deseo a partir del material corporal que tiene a su disposición y, aunque de forma primitiva, por medio de una representación plástica» (2). Se trataría de una regresión más profunda que la que tiene lugar en el sueño, puesto que el deseo inconsciente se encarna, no en una imagen visual, sino en estados o actos del cuerpo.
En contraposición, Ferenczi habla en ocasiones de adaptación aloplástica para calificar el conjunto de acciones dirigidas hacia el exterior que permiten al yo mantener su equilibrio (3).
(") Como en el sigmente cuadro, de doble entrada:
OPERACIONES
Amoplásticas Aloplásticas
Concretas Fisiológicas Acciones materiales
Simbólicas Actividad menta!, consciente Comunicaciones, lenguajes e inconsciente
B
BENEFICIO PRIMARIO Y SECUNDARIO DE LA ENFERMEDAD
= Al.: primárer und sekundárer Krankheitsgewinn. — Fr.: benefice primaire et secondaire de la maladie. — Ing.: primary and secondary gain from illness. — It.:utile primario a secondario della malattia. — Por.: lucro primario e secundario da doen?a.
Beneficio de la enfermedad designa, de un modo general, toda satisfacción directa o indirecta que un sujeto obtiene de su enfermedad.
El beneficio primario es el que entra en consideración en la motivación misma de una neurosis: satisfacción hallada en el síntoma, huida en la enfermedad, modificación favorable de las relaciones con el ambiente.
El beneficio secundario podría distinguirse del anterior por:
- —
- su aparición con posterioridad, como ganancia suplementaria o utilización por el sujeto de una enfermedad ya constitulda;
- —
- su carácter extrínseco en relación con el determinismo inicial de la enfermedad y con el sentido de los síntomas;
- —
- el hecho de que se trata de satisfacciones narcisistas o ligadas a la autoconservación más que de satisfacciones directamente libidinales.
Desde sus comienzos, la teoría freudiana de la neurosis es inseparable de la idea de que la enfermedad se desencadena y se mantiene en virtud de la satisfacción que aporta al individuo. El proceso neurótico responde al principio del placer y tiende a obtener un beneficio económico, una disminución de la tensión. Este beneficio se evidencia por la resistencia del sujeto a la cura, resistencia que se opone al deseo consciente de curarse.
Pero sólo más tarde, y siempre en forma bastante aproximada, establece Freud la distinción entre beneficio primario y beneficio secundario. Así, en el estudio delCaso Dora, Freud parecía sostener inicialmente la idea de que los motivos de la enfermedad son siempre secundarios con relación a la formación de los síntomas. Éstos no tendrían al principio una función económica y podrían ser efímeros si no resultasen fijados en un segundo tiempo: «Cierta corriente psíquica puede encon
trar cómodo servirse del síntoma, y éste adquiere así una función secundaria, quedando como anclado en el psiquismo» (la).
El tema vuelve a ser examinado por Freud en las Lecciones de introducción al psicoanálisis {Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse, 1916-1917) (2 a) y en una nota de rectificación añadida en 1923 al estudio del Caso Dora (Ib):
El «beneficio primario» va ligado al propio determinismo de los síntomas. En él distingue Freud dos partes: la «parte interna del beneficio primario» consiste en la reducción de tensión que procura el síntoma; éste, por doloroso que sea, tiene por finalidad evitar al sujeto conflictos a veces más penosos; es el mecanismo llamado de la «huida en la enfermedad». La «parte externa del beneficio primario» estaría ligada a las modificaciones que el síntoma aporta en las relaciones interpersonales del sujeto. Así, una mujer «oprimida por su marido» puede conseguir, gracias a la neurosis, mayor ternura y atención, al mismo tiempo que se venga de los malos tratos recibidos.
Pero si bien Freud designa este último aspecto del beneficio con los términos de «externo o accidental», la frontera que lo separa del beneficio secundario resulta difícil de trazar.
Para describir este último, Freud alude al caso de la neurosis traumática o de una enfermedad física a consecuencia de un accidente. El beneficio secundario se materializa en este caso por la indemnización percibida por el enfermo, motivo poderoso que se opone a una readaptación: «Al librarlo de su enfermedad, le privaríais ante todo de sus medios de subsistencia, puesto que entonces tendría que preguntarse si todavía es capaz de reemprender su antiguo trabajo» (2 b).
Sobre la base de este claro ejemplo, es fácil descubrir las tres características que definen el beneficio secundario. Pero además se debe precisar que, incluso en un caso de este tipo, haría falta preguntarse por las motivaciones inconscientes del accidente, como han subrayado las investigaciones modernas. Tratándose de neurosis y a fortiori de neurosis no traumática, ¿no son las distinciones todavía menos netas? En efecto, un beneficio sobrevenido secundariamente en el tiempo, y aparentemente extrínseco, ha podido ser previsto y considerado en el desencadenamiento del síntoma. En cuanto al aspecto objetivo del beneficio secundario, oculta con frecuencia su carácter profundamente libidinal; el subsidio pagado al enfermo (para seguir con el mismo ejemplo) puede, por ejemplo, simbolizar una dependencia del tipo niño-madre.
El punto de vista tópico es probablemente el que permite comprender mejor lo que se quiere indicar con el término «beneficio secundario», en la medida en que se toma en consideración la instancia del yo en su tendencia, o incluso «compulsión», a la síntesis (véase: Yo). Freud aborda este problema en el capítulo III deInhibición, síntoma y angusiia (Hemmung, Symptom und Angst, 1926), en el cual el concepto de beneficio secundario se aclara al compararlo con el «combate defensivo secundario» emprendido por el yo, no directamente contra el deseo, sino contra un síntoma ya constituido. Defensa secundaria y beneficio secundario aparecen como dos modalidades de respuesta del yo a este «cuerpo extraño» que es ante todo el síntoma: «[...] el yo se comporta como guiado por la idea de que el síntoma persistirá en lo sucesivo y no podrá ser eliminado: no queda otro remedio que transigir con esta situación y obtener de ella la mayor ventaja posible» (3). En este beneficio secundario de la enfermedad, que constituye una verdadera incorporación del síntoma ai yo, distingue Freud, por una parte, las ventajas obtenidas del síntoma en el terreno de la autoconservación, y por otra parte las satisfacciones propiamente narcisistas.
En conclusión, se observará que la denominación «beneficio secundario» no debe ser obstáculo para la investigación de motivaciones ligadas más directamente a la dinámica de la neurosis. La misma observación podría aplicarse a aquellos tratamientos psicoanalíticos en los cuales se recurre al concepto de beneficio secundario para explicar el hecho de que el paciente parece hallar más satisfacción en el mantenimiento de una situación transferencia! que en la curación.
BISEXUALIDAD
= AL: Bisexualitat. — Fr.: bisexualité. — Ing.: bisexuality. — It.: bisessualitá. — Por.: bissexualidade.
Concepto introducido por Freud en psicoanálisis bajo la influencia de Wilhelm Fliess: todo ser humano tendría constitucionalmente disposiciones sexuales tanto masculinas como femeninas, que se manifestarían en los conflictos que experimenta el sujeto para asumir su propio sexo.
En la historia del movimiento psicoanalítico, la aparición del concepto de bisexualidad se debe sin duda alguna a la influencia de Wilhelm Fliess. Tal concepto existía en la literatura filosófica y psiquiátrica de los años 1890 (la), pero fue Fliess quien lo defendió ante Freud, como lo atestigua su correspondencia (2).
La teoría de la bisexualidad se basa ante todo en los datos de la anatomía y de la embriología (a): «Cierto grado de hermafroditismo anatómico es normal. En todo individuo, sea varón o hembra, se encuentran vestigios del aparato genital del sexo opuesto [...]. De estos hechos anatómicos, conocidos desde hace ya mucho tiempo, se desprende el concepto de un organismo originariamente bisexual, el cual, en el curso de su evolución, se orienta hacia la monosexualidad, aunque conservando algunos restos del sexo atrofiado» (1 b).
W. Fliess atribuyó considerable importancia a los hechos indicadores de una bisexualidad biológica: la bisexualidad es un fenómeno humano universal y que no se limita, por ejemplo, al caso patológico de la homosexualidad; por el contrario, comporta consecuencias psicológicas fundamentales. Así, Fliess interpreta la teoría freudiana de la represión invocando el conflicto que existe, en todo individuo, entre las tendencias masculinas y femeninas; Freud resume la interpretación de Fliess con estas palabras: «El sexo [...] dominante en la persona habría reprimido en el inconsciente la representación psíquica del sexo vencido» (3 a).
Freud no definió claramente su postura respecto al problema de la bisexualidad, y en 1930 reconoce que «[...] la teoría de la bisexualidad comporta todavía numerosos puntos oscuros, y debemos sentirnos incómodos en psicoanálisis por no haber podido enlazarla con la teoría de las pulsiones» (4). Freud sostuvo siempre la importancia psicológica de la bisexualidad, pero su opinión implica reservas y dudas que pueden agruparse del siguiente modo:
1." El concepto de bisexualidad supondría una aprehensión clara del par masculinidad-feminidad; pero, como hizo notar Freud, se trata de conceptos que poseen distinta significación según que se consideren a nivel biológico, psicológico o sociológico; a menudo estas significaciones se hallan mezcladas y no permiten establecer equivalencias, término a término, entre cada uno de estos niveles (1 c).
2.° Freud reprocha a la concepción de Fliess el sexualizar el mecanismo psicológico de la represión, entendiendo por «sexualiz «[•••] fundar el origen del mismo sobre bases biológicas» (5 a). En efecto, tal concepción conduce a determinar a priori la modalidad del conflicto defensivo, procediendo la fuerza represora del sexo biológico manifiesto, y siendo lo reprimido el sexo opuesto. A lo que Freud objeta «[...] que existen en los individuos de ambos sexos mociones pulsionales tanto masculinas como femeninas, pudiendo unas y otras volverse inconscientes por la represión» (3 b).
Si bien Freud, en Análisis terminable e interminable (Die endliche und die unendliche Analyse, 1937), parece acercarse, a pesar de todo, a la concepción de Fliess, admitiendo que «[...] lo que experimenta la represión es lo que \'a en contra del sexo del individuo» (5 b) (envidia del pene en la mujer, actitud femenina en el hombre), en el mismo texto se insiste en la importancia del complejo de castración*, que no puede explicarse mediante sólo los datos biológicos.
3.° Se comprende que Freud encuentre una gran dificultad en armonizar la idea de bisexualidad biológica con la idea, que se va afirmando cada vez con mayor claridad en su obra, de la prevalencia del falo* para uno y otro sexo.
{") Freud, en la edición de 1920 de ios Tres ensayos sobre la teoría de la sexuaiidad (Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie), alude además a las experiencias fisio-is^cas sobre la determinación hormonal de los caracteres sexuales.