Buscar este blog

jueves, 9 de enero de 2014

DICCIONARIO DE PSICOANÁLISIS Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis (C-E)

CANIBALÍSTICO
= Al.: kannibalisch. — Fr.: cannibalique. — Ing.: cannibalistic. — It.: cannibalico. — Por.: canibalesco.
Término utilizado para calificar las relaciones de objeto y las fantasías correlativas a la actividad oral, aludiendo al canibalismo practicado por ciertas poblaciones. La palabra expresa, en forma figurada, las distintas dimensiones de la incorporación oral: amor, destrucción, conservación en el interior de sí mismo y apropiación de las cualidades del objeto. En ocasiones se habla de una fase canibalística como equivalente de la fase oral o, más especialmente, como equivalente de la segunda fase oral de Abraham (tase sádico-oral).
Aun cuando en la edición de 1905 de los Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad (Drei Abhandlungen zur Sexiialtheorie) ya se encuentra una alusión al canibalismo, este concepto se desarrolla por vez primera en Tótem y tabú (Totem und Tabu, 1912-1913). Refiriéndose a esta práctica de los «pueblos primitivos», Freud subraya la creencia que ella implica: «[...] al ingerir las partes del cuerpo de una persona en el acto de devorarla, uno se apropia también de las cualidades que habían pertenecido a dicha persona» (la). La concepción freudiana del «asesinato del padre» y de la «comida totémica» confiere a esta idea un gran alcance: «Un día los hermanos [...] se reunieron, mataron al padre y lo devoraron, poniendo fin así a la horda primitiva [...]. En el acto de devorarlo realizaron la identificación con él, apropiándose cada uno de ellos de una parte de su fuerza» (1 b).
Sea cual fuere el valor de los puntos de vista antropológicos de Freud, el término «canibalístico» ha adquirido en la psicología psicoanalítica una significación precisa. En la edición de 1915 de los Tres ensayos, en la que Freud introduce la idea de organización oral, el canibalismo caracteriza esta fase del desarrollo psicosexual. Siguiendo a Freud, se habla a veces de fase canihaUslica para designar la fase oral. Cuando K. Abraham subdivide la etapa oral en dos fases,fase.de succión preambiva
lente y fase de mordedura ambivalente, es esta última la que él califica de canibalística.
El término «canibalístico» subraya algunos caracteres de la relación de objeto oral: unión* de la libido y de la agresividad, incorporación y apropiación del objeto y de sus cualidades. E! concepto de canibalístico connota las íntimas relaciones existentes entre la relación de objeto oral y los primeros modos de identificación(véase: Identificación primaria).
CASO LÍMITE
= Al.: Grenzfall. — Fr.: cas-limite. — Ing. borderline case. — It.: caso limite. — Por.: caso limítrofe.
í.xpresión utilizada generalmente para designar afecciones psicopatológicas situadas en el límite entre ¡a neurosis y la psicosis, especialmente las esquizofrenias latentes que presentan una sintomatología de apariencia neurótica.
El término caso límite no posee una significación nosográfica rigurosa. Sus variaciones reflejan las propias incertidumbres existentes en el campo al que se aplica. Los diferentes autores han englobado bajo este término, según sus concepciones, las personalidades psicopáticas, perversas, delincuentes, así como los casos graves de neurosis del carácter. Al parecer, en su empleo más corriente, el término tiende a reservarse a las esquizofrenias que se presentan bajo una sintomatología de tipo neurótico.
La extensión del psicoanálisis ha contribuido grandemente a poner en evidencia la categoría llamada de los casos límites. En efecto, la investigación psicoanalítica ha logrado poner de manifiesto una estructura psicótica en casos sometidos a tratamiento por trastornos neuróticos. Desde el punto de vista teórico, suele considerarse que, en tales casos, los síntomas neuróticos cumplen una función defensiva frente a la irrupción de la psicosis.
CATEXIS
= .4;.: Besetzung. — Fr.: charge o investissement. — Ing.: cathexis. — It.: carica o investimento. — Por.: carga o investimento.
Concepto económico, la catexis hace que cierta energía psíqidca se halle unida a una representación o grupo de representaciones, una parte del cuerpo, un objeto, etcétera.
En francés se admite la traducción Besetzung por catexis (algunas veces se encuentra: ocupación), En castellano, traduciremos catexis; a este respecto haremos una observación: el verbo alemán hesetzen tiene muchos sentidos, entre ellos el de ocupar (por ejemplo, ocupar un lugar o, militarmente, una ciudad, un país); en francés, investissement evoca especialmente, por una parte, en el lenguaje militar, el hecho de sitiar una plaza (y no de ocuparla), y por otra, en el lenguaje financiero, la colocación de capital en una empresa (sin duda este último sentido es el que prevaJece actualmente para la conciencia lingüística común). Así, pues, los términos alemán y francés no son exactamente superponibles, y el término francés parece inducir de un modo más espontáneo a comparar la «economía» que consideraba Freud a aquella de la que trata la ciencia económica.
El término Besetzung es de empleo constante en la obra freudiana; su extensión, su alcance, han podido variar, pero se halla presente en todas las etapas del pensamiento de Freud.
Aparece en 1895 en los Estudios sobre la histeria (Studien über Hysterie) y en el Proyecto de psicología científica (Entwurf einer Psychologic), pero algunos términos afines, como «suma de excitación» y «valor afectivo», son incluso anteriores (1893, 1894); desde su prólogo a la obra de Bemheim De la sugestión y de sus aplicaciones a la terapéutica (Die Suggestion und ihre Heilwirkung, 1888-1889), Freud habla de desplazamientos de excitabilidad dentro del sistema nervioso (Verschiebungen von Erregbarkeit im Nervensystem). Esta hipótesis tiene un origen a la vez clínico y teórico.
Clínicamente, el tratamiento de los neuróticos, especialmente de los histéricos, impone a Freud la idea de una distinción fundamental entre las «representaciones» y el «quantum de afecto»* con la que aquéllas, se hallan catectizadas. Así, un acontecimiento importante en la historia de! sujeto puede ser evocado con indiferencia, y el carácter displacentero o intolerable de una experiencia puede atribuirse a un acontecimiento anodino en lugar de a aquel que, originalmente, provocó el displacer (desplazamiento, «falsa conexión»). La cura, tal como se describe en los Estudios sobre la histeria, al restablecer la conexión entre las diferentes representaciones que intervienen, restablece la relación entre el recuerdo del acontecimiento traumático y el afecto, favoreciendo asi la descarga de éste (abreacción). Por otra parte, la desaparición de los síntomas somáticos en la histeria es correlativa a la evocación de las experiencias afectivas reprimidas, lo que hace suponer que, inversamente, el síntoma se ha producido por conversión de una energía psíquica en «energía de inervación».
Estos hechos, y especialmente los de la conversión*, parecen basarse en un verdadero principio de conservación de una energía nerviosa, siendo ésta capaz de adoptar distintas formas. Esta concepción se encuentra formulada sistemáticamente en el Proyecto de psicología científica, que describe el funcionamiento del aparato nervioso haciendo intervenir únicamente variaciones de energía dentro de un sistema de neuronas. En este trabajo, la palabra Besetzung designa tanto el acto de catectizar una neurona (o un sistema), es decir, cargarlo de energía, como la cantidad de energía catectizada, en particular una energía aquiescente» (1).
Más tarde, Freud se desprenderá de estos esquemas neurológicos, transponiendo el concepto de energía de catexis al plano de un «aparato psíquico»*. Así, en La interpretación de los sueños {Die Traumdeutung, 1900), muestra cómo la energía de catexis se reparte entre los diversos sistemas. El sistema inconsciente se halla sometido, en su funcionamiento, al principio de la descarga de las cantidades de excitación; el sistema preconsciente intenta inhibir esta descarga inmediata al mismo tiempo que destina pequeñas cantidades de energía a la actividad de pensamiento necesaria para la exploración del mundo exterior: «[...] postulo que, por razón de eficacia, el segundo sistema logra mantener la mayor parte de sus catexis de energía en estado de reposo y emplear solamente una pequeña parte de ella desplazándola» (2 a) {véase: Energía libre — energía ligada).
No obstante, se ohserx'ará que la transposición a que somete Freud las tesis del Proyecto de psicología científica no implica el abandono de toda referencia a la idea de una energía nerviosa. «El que quiera tomar en serio estas ideas —observa Freud— debería investigar sus aiíalogías físicas y abrirse camino para representarse el proceso de movimiento en la excitación de las neuronas» (2 b).
La elaboración del concepto de pulsión aporta una respuesta al problema que había quedado pendiente en la conceptualización económica de La interpretación de los sueños: la energía de catexis es la energía pulsional que proviene de fuentes internas, ejerce un empuje constante e impone al aparato psíquico la tarea de transformarla. Así, una expresión como «catexis libidinal» significa: catexis por la energía de las pulsiones sexuales. En la segunda teoría del aparato psíquico, el ello, polo pulsional de la personalidad, se convierte en el origen de todas las catexis. Las otras instancias toman su energía de esta fuente primaria.
La noción de catexis, como la mayor parte de las nociones económicas, forma parte del aparato conceptual de Freud, pero éste no dio de ella una elaboración teórica rigurosa.
En parte, estos conceptos los recibió el «joven Freud» de los neurofisiólogos que sobre él influyeron (Brücke, Meynert, etc.). Este estado de cosas explica parte de la incertidumbre en que se encuentra el lector de Freud en cuanto a la respuesta que debe darse a cierto número de preguntas:
1) El empleo de la palabra catexis presenta siempre una ambigüedad que no ha sido eliminada por la teoría analítica. La mayoría de las veces es interpretada en sentido metafórico: entonces indica una simple analogía entre las operaciones psíquicas y el funcionamiento de un aparato nervioso concebido según un modelo energético.
Cuando se habla de catexis de una representación, se define una operación psicológica en un lenguaje que se limita a evocar, en forma analógica, un mecanismo fisiológico que podría ser paralelo a la catexis psíquica (por ejemplo, catexis de una neurona, de un engrama). En cambio, cuando se habla de catexis de un objeto,oponiéndola a la catexis de una representación, se pierde e¡ soporte de! concepto de un aparato psíquico como sistema cerrado análogo ai sistema nervioso. De una representación puede decirse que está cargada y que su destino defiende de las variaciones de esta carga, mientras que la catexis de un objeto real, independiente, no puede tener el mismo sentido «realista». Una noción como la de introversión (paso de la catexis de un objeto real a la catexis de un objeto imaginario intrapsíquico) pone de manifiesto esta ambigüedad: resulta difícil concebir la idea de una conservación de la energía cuando se produce esta retirada.
Algunos psicoanalistas creen ver en la palabra «catexis» la garantía objetiva de que su psicología dinámica se halla en relación con la neurofisiología. En efecto, al utilizar expresiones como: catexis de una parte del cuerpo, catexis del aparato perceptivo, etc., se puede tener la impresión de que se emplea un lenguaje neurológico y se establece la transición entre la teoría psicoanalítica y una neurofisiología, pero de hecho ésta no es más que una transposición de aquélla.
2) Otra dificultad se presenta cuando se intenta relacionar la noción de catexis con las concepciones tópicas. Por una parte, se considera que toda energía de catexis tiene su origen en las pulsiones; pero, por otra, se habla de una catexis propia de cada sistema. La dificultad es apreciable en el caso de la catexis llamada inconsciente. En efecto, si se considera que esta catexis es de origen libidinal, se tiende a concebirla como empujando incesantemente a ¡as representaciones catectízadas hacia la conciencia y la motilidad; pero a menudo Freud habla de catexis inconsciente como de una fuerza de cohesión propia del sistema inconsciente y capaz de atraer hacia él las representaciones: esta fuerza desempeñaría un papel fundamental en la represión. Cabe preguntarse entonces si la palabra «catexis» no designa nociones heterogéneas (3).
3) ¿Es posible limitar la noción de catexis a su acepción económica? Ciertamente Freud la asimila a la idea de una carga positiva atribuida a un objeto o a una representación. Pero, en el plano clínico y descriptivo, ¿no adquiere un sentido más amplio? En efecto, en el mundo personal del sujeto, los objetos y las representaciones se hallan afectados de ciertos valores que organizan el campo de la percepción y del comportamiento. Por una parte, estos valores pueden aparecer como cualitativamente heterogéneos, hasta el punto de que es difícil concebir equivalencias y substituciones entre ellos. Por otra parte, se constata que ciertos objetos cuyo valor no está totalmente enunciado para el sujeto, se hallan afectados no de una carga positiva, sino de una carga negativa: así, el objeto fóbico no se halla carente de catexis, sino intensamente «catectizado» como objeto que-debe-ser-evitado.
En vista de ello se puede sentir la tentación de abandonar el lenguaje económico y traducir el concepto freudiano de catexis dentro de una conceptualización inspirada en la fenomenología, en la que prevalecerían las ideas de intencionalidad, objeto-valor, etc. Incluso en el lenguaje de Freud se pueden hallar expresiones que justificarían este modo de ver. Así, en su artículo en francés Quelques considerations pour une étude comparative des paralysies motrices organiques et hystériques, 1893, da como equivalente de Affektbetrag (quantum de afecto) el término «valor afectivo» (4). En otros trabajos, el término de catexis parece connotar menos una carga medible de energía libidinal que fines afectivos cualitativamente diferenciados: así, cuando falta al lactante el objeto materno, se califica de «catectizado de nostalgia» (Sehnsuchtbesetzung) (5).
Cualesquiera que sean las dificultades que plantea la utilización de la noción de catexis, de hecho los psicoanalistas difícilmente pueden prescindir de él para explicar numerosos datos clínicos e incluso para apreciar la evolución de la cura. Ciertas afecciones parecen evidenciar la idea de que el sujeto tiene a su disposición una determinada cantidad de energía, que él repartiría en forma variable en su relación con sus objetos y consigo mismo. Así, en un estado como el de duelo, el manifiesto empobrecimiento de la vida de relación del sujeto halla su explicación en una sobrecatexis del objeto perdido, como si se estableciera un verdadero equilibrio energético entre las diferentes catexis de los objetos exteriores o fantaseados, del propio cuerpo, del yo, etc.
CENSURA
= Ai: Zensur. — Fr.: censure. — Ing.: censorship. — It.: censura. — Por.: censura.
Función que tiende a impedir, a los deseos Inconscientes y a las formaciones que de ellos derivan, el acceso al sistema preconsclente-consclente.
El término «censura» se encuentra principalmente en los textos freudianos que hacen referencia a la «primera tópica». Freud lo cita por vez primera en una carta a Fliess del 22-XI1-1897, para explicar el carácter aparentemente absurdo de ciertos delirios: «¿Has tenido alguna vez ocasión de ver un periódico extranjero censurado por los rusos al atravesar la frontera? Se han tachado palabras, frases o párrafos enteros, de tal forma que lo que queda resulta ininteligible» (1). El concepto de censura se desarrolla en La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), donde su existencia se postula para explicar los diversos mecanismos de deformación* (Entstellung) del sueño.
Según Freud, la censura es una función permanente: constituye una barrera selectiva entre los sistemas inconsciente*, por una parte, y preconsciente*-consciente*, por otra, y se halla, por consiguiente, en el origen de la represión*. Sus efectos se distinguen con mayor claridad cuando se relaja parcialmente, como sucede en el sueño: el estado onírico impide a los contenidos del inconsciente abrirse paso hasta la motilidad, pero, como aquéllos ofrecen el peligro de oponerse al deseo de dormir, la censura continúa funcionando en forma atenuada.
Según Freud, la censura actúa no solamente entre los sistemas inconsciente y preconsciente, sino también entre preconsciente y consciente. «Admitimos que el tránsito de un sistema al siguiente más elevado, y por consiguiente a todo progreso hacia una fase superior de organización psíquica, corresponde una nueva censura» (2 a). De hecho, hace observar Freud, convendría considerar, más que dos censuras, una sola que « se hace avanzar» (2 b).
En el esquema de su segunda teoría del aparato psíquico, Freud se ve inducido, por una parte, a incluir la función de censura en el campo más amplio de la defensa* y, por otra parte, a preguntarse a qué instancia psíquica debe adscribirse.
Con frecuencia se ha señalado que el concepto de censura prefiguraba el de superyó*; el carácter antropomórfico de este último ya se observa en algunas descripciones que da Freud de la censura: entre la «antecámara» donde se apiñan los deseos inconscientes y el «salón» donde reside la conciencia, vela un guardián, más o menos vigilante y perspicaz, el censor (3 a). Al crear el concepto de superyó, Freud lo relaciona con lo que primeramente había descrito como censura: «[...] esta instancia de autoobservación, ya la conocemos: es el censor del yo, la conciencia moral; es la misma que durante la noche ejerce la censura de los sueños, y de ella parten las represiones de deseos inadmisibles» (ib).
En los trabajos ulteriores de Freud, aunque la cuestión no se plantee de un modo explícito, las funciones de la censura, en especial la deformación del sueño, se atribuyen al yo* (4).
Conviene señalar que, cada vez que se emplea este término, se halla presente su acepción literal: eliminación, que se manifiesta, dentro de un razonamiento articulado, por «lagunas» o alteraciones, de pasajes considerados inaceptables.
COARTADO O INHIBIDO EN SU FIN
= AL: Zielgehemmt. — Fr.: inhibé(e) Quant au but. — Ing.: aim-inhibited. — It.: inibito nella meta. — Por.: inibido quanto ao alvo o á meta.
Califíca una pulsión que, por efecto de obstáculos externos o internos, no alcanza su modo directo de satisfacción (o fín) y encuentra una satisfacción atenuada en- actividades o relaciones que pueden considerarse como aproximaciones más o menos lejanas del primer fin.
Freud utiliza la noción de inhibición en su fin, especialmente, para explicar e! origen de los sentimientos de ternura (véase esta palabra) o de los sentimientos sociales. Él mismo indicó ¡a dificultad que encontraba para explicarlos de forma rigurosa desde el punto de vista meta-psicológico (1): ¿Cómo comprender esta inhibición? ¿Supone una represión del primer fin y un retorno de lo reprimido? Por otra parte, ¿qué relaciones guarda con la sublimación? (véase esta palabra).Acerca de este último punto, Freud parece ver en la inhibición como un inicio de sublimación, pero se preocupa por distinguir los dos procesos. «Las pulsiones sociales pertenecen a una clase de mociones pulsionales en las que todavía no es necesario ver pulsiones sublimadas, aunque se hallen próximas a éstas. No han abandonado sus fines sexuales directos, pero resistencias internas les impiden alcanzarlos; se contentan con aproximarse en cierta medida a la satisfacción, y precisamente por esto establecen lazos particularmente sólidos y duraderos entre los hombres. Tales son, en especial, las relaciones de ternura entre padres e hijos, que, en su origen, eran plenamente sexuales, los sentimientos de amistad y los lazos afectivos en el matrimonio, nacidos de la atracción sexual» (2).
COMPLACENCIA SOMÁTICA
= AL: somatische Entgegenkommen, — Fr.: complaisance somatique. — Ing.: somatic compliance. — It.: compiacenza somática. — Por.: complacencia somática.
Expresión introducida por Freud para explicar la «elección de la neurosis» histérica y la elección del órgano o del aparato corporal en el cual tiene lugar la conversión*: el cuerpo (especialmente en el histérico) o un determinado órgano proporcionaría un material privilegiado para la expresión simbólica del conflicto inconsciente.
Freud habla por vez primera de complacencia somática a propósito del Caso Dora; según él, no se trata de elegir entre un origen psíquico
o un origen somático de la histeria: «El síntoma histérico requiere un aporte de ambas vertientes; no puede producirse sin una cierta complacencia somática,proporcionada por un proceso normal o patológico o relativo a un órgano del cuerpo» (1 a). Esta complacencia somática es la que «[...] da a los procesos psíquicos inconscientes una salida hacia el ámbito corporal» {Ib); por ello constituye un factor determinante en la «elección de la neurosis»*.
Si bien es cierto que el concepto de complacencia somática desborda ampliamente el campo de la histeria y conduce a plantear de un modo general el problema del poder expresivo del cuerpo y de su especial aptitud para representar lo reprimido, interesa no confundir desde un principio los diferentes registros en que se plantea el problema. Así, por ejemplo;
  1. Una enfermedad somática puede servir de punto de atracción para la expresión del conflicto inconsciente; así, Freud considera la enfermedad reumática de una de sus pacientes como «[...] la enfermedad orgánica, prototipo de su reproducción histérica ulterior» (2).
  2. La catexis libidinal de una zona erógena puede desplazarse, en el transcurso de la historia sexual del sujeto, hacia una región o aparato corporales que por su función no se hallan predispuestos a volverse erógenos (véase: Zona erógena), siendo únicamente más aptos para representar, en forma disfrazada, un deseo reprimido.
  3. En la medida en que la expresión «complacencia somática» pretende explicar no sólo la elección de un determinado órgano del cuerpo, sino la elección del cuerpo mismo como medio de expresión, nos lleva a considerar las vicisitudes de la catexis narcisista del propio cuerpo.
COMPLEJO
= Al.: Komplex. — Fr.: complexe. — Ing.: complex. — //..• complesso. — Por.: complexo.
Conjunto organizado de representaciones y de recuerdos dotados de intenso valor afectivo, parcial o totalmente inconscientes. Un complejo se forma a partir de las relaciones ínterpersonales de la historia infantil; puede estructurar todos los niveles psicológicos: emociones, actitudes, conductas adaptadas.
La palabra complejo ha hallado una gran difusión en el lenguaje corriente («tener complejos», etc.)- En cambio, los psicoanalistas han ido abandonándola progresivamente, si exceptuamos las expresiones «complejo de Edipo»* y «complejo de castración»*.
Según la mayoría de los autores (incluido Freud), el psicoanálisis debería a la escuela psicoanalítica de Zurich (Bleuler, Jung) el término «complejo». De hecho, lo encontramos a partir de los Estudios sobre la histeria [Studien über Hysteric, 1895), por ejemplo cuando Breuer expone las concepciones de Janet acerca de la histeria (a) o cuando invoca la existencia de representaciones «[...] actuales, activas y, sin embargo, inconscientes»: «Se trata casi siempre de complejos de representaciones, de conjuntos de ideas, de recuerdos referentes a acontecimientos exteriores o a las concatenaciones de pensamientos del propio sujeto. Las representaciones aisladas contenidas en estos complejos de representaciones vuelven a veces conscientemente todas ellas al pensamiento. Solamente esta combinación bien precisa está apartada de la conciencia» (1 a).
Los «experimentos de asociación» de Jung (2) debían proporcionar a la hipótesis del complejo, formulada en relación con los casos de histeria, una base más amplia y al propio tiempo experimental. En su primer comentario de estas experiencias, escribe Freud: «[...] la respuesta a la palabra inductora no puede ser producto del azar, sino que viene forzosamente determinada, en el individuo que responde, por un contenido de representaciones preexistente. Nos hemos habituado a denominar «complejo» a un contenido de representaciones capaz de influir de este modo en la respuesta a la palabra inductora. Esta influencia se manifiesta, tanto porque la palabra inductora evoque directamente el complejo, como porque éste logre entrar en relación con la palabra inductora a través de algunos términos intermediarios» (3).
Pero, si bien Freud reconoce el interés de los experimentos de asociación, muy pronto pone objeciones al empleo del término «complejo». Es ésta «[...] una palabra cómoda y a menudo imprescindible para reunir en forma descriptiva hechos psicológicos. Ninguna otra palabra introducida por el psicoanálisis para sus propias necesidades ha adquirido tan gran popularidad ni ha sido tan mal aplicada, en detrimento de la construcción de conceptos más precisos» (4). Idéntica opinión manifiesta en una carta dirigida a E. Jones: el complejo no es un concepto teórico satisfactorio {5 a); existe una mitología junguiana de los complejos (carta a S. Ferenczi) (5 b).
Así, pues, según Freud, la palabra complejo podría servir, con fines demostrativos o descriptivos, para poner en evidencia, a partir de elementos aparentemente distintos y contingentes, «[•..] ciertos círculos de pensamiento y de intereses dotados de poder afectivo» (6); pero carecería de valor teórico. El hecho es que Freud la utiliza muy poco, a diferencia de numerosos autores que afirman proceder del psicoanálisis (p).
Podríamos hallar varios motivos para esta reserva de Freud. Él se oponía a cierta tipificación psicológica (por ejemplo, complejo de fracaso), que ofrece un doble peligro: el de ocultar la singularidad de cada caso y el de ofrecer como explicación lo que en realidad constituye el problema. Por otra parte, la noción de complejo tiende a confundirse con la de un núcleo puramente patógeno que conviene eliminar (y); de este modo se pierde de vista la función estructurante que, en determinados momentos del desarrollo humano, poseen los complejos, en especial el de Edipo.
El empleo, todavía confuso, de la palabra «complejo» podría simplificarse distinguiendo en ella tres sentidos;
  1. El sentido original, que designa una disposición relativamente fija de cadenas asociativas (véase: Asociación), A este nivel se presupone la existencia del complejo para explicar el modo singular en que derivan las asociaciones,
  2. Un sentido más general, que designa un conjunto más o menos organizado de rasgos personales (incluidos ¡os mejor integrados), haciendo recaer el acento fundamentalmente sobre las reacciones afectivas. A este nivel, la existencia del complejo se reconoce sobre todo porque las situaciones nuevas son desplazadas inconscientemente a situaciones infantiles; la conducta aparece entonces modelada por una estructura latente invariable. Pero esta acepción ofrece el peligro de implicar una generalización abusiva: se tenderá a crear tantos o más complejos como tipos psicológicos se imaginen. A nuestro modo de ver, es esta desviación «psicologizante» la que suscitó los reparos y más tarde el Desinterés de Freud por la palabra complejo.
  3. Un sentido más estricto, que se encuentra en la expresión (sierr!pre consen,'ada por Freud) «complejo de Edipo», y que designa una estructura fundamental de las relaciones inrerpersonales y ia forma en que la persona encuentra en ella su lugar v se la apropia (véase. Complejo de Edipo).
Dentro de este grupo pueden incluirse también algunas expresicmes pertenecientes al lenguaje de Freud, como «complejo de castración^ «complejo paterno»(Vaterkomplex) e incluso términos que se encuentran más raramente, como «complejo materno», «complejo fraterno», «complejo parental». Obsérvese que la aparente diversidad ae ios términos «paterno», «materno»... remite siempre a dimensiones de ia estructura edípica, ya sea porque esa dimensión predomine especialmente en un determinado individuo, ya sea porque Freud intente conferir un particular relieve a aquel momento de su análisis. Así, con ei nombre de complejo paterno, acentúa la relación ambivalente respecto ai padre. El complejo de castración, aun cuando su tema pueda considerarse reía tivamente aislado, se inscribe plenamente en la dialéctica del complejo de Edipo.
(") A propo.sito dei estrechamiento del campo de ia conciencia; «Las impresiones sensoriales no percibidas y las representaciones que, habiéndose presentado, no han entrado en e! consciente, suelen extinguirse sin producir efectos. En ocasiones, sin embargo, se juntan para formar complejos [. .]» (1 b)
(/') En el Dictionnaire de Psychanalyse et Psychotechnique, publicado bajo la dirección de Maryse Chois\ en ia revista Psyche, se encuentran descritos unos cincuenta complejos. Como dice uno de los autores: «Hemos intentado dar ima nomencfatura !o más completa posibfe de los compleios conocidos hasta ahora. Pero cada día se descubren otros nuevos».
(y) Véase la carta a Ferenczi ya citada; «Un hombre no debe luchar para eliminar sus complejos, sino para reconciliarse con ellos: son legítimamente los que dirigen su conducta en el mundo» (5 c).
COMPLEJO DE CASTRACIÓN
:= A!.: Kastrationskomplex. — Fr.: complexe de castration. — Ing.: castration com^ plex. — It.: complesso di castrazione. — Por.: complexo de castragáo.
Complejo centrado en la fantasía de castración, la cual aporta una respuesta al enigma que plantea al niño la diferencia anatómica de los sexos (presencia o ausencia del pene): esta diferencia se atribuye al cercenamiento del pene en la niña.
La estructura y los efectos del complejo de castración son diferentes en el niño y en la niña. El niño teme la castración como realización de unaamenaza paterna en respuesta a sus actividades sexuales: lo cual le provoca una intensa angustia de castración. En la niña, la ausencia de pene es sentida como un perjuicio sufrido, que intenta negar, compensar o reparar.
El complejo de castración guarda íntima relación con e! complejo de Edlpo y, más especialmente, con su función prohibitiva y normativa.
El análisis del pequeño Hans tuvo un papel determinante en el descubrimiento por Freud del complejo de castración (a).
El complejo de castración fue descrito por vez primera en 1908 y relacionado con la «teoría sexual infantil», que, atribuyendo un pene a todo ser humano, sólo puede explicar la diferencia anatómica de los sexos por la castración. La universalidad del complejo no se indica, pero parece hallarse implícitamente admitida. El complejo de castración se atribuye a la primacía del pene en ambos sexos, y su significación narcisista se halla prefigurada: «El pene es ya en la infancia la zona erógena directriz, el objeto sexual autoerótico más importante, y su valorización se refleja lógicamente en la imposibilidad de representarse una persona semejante al yo sin esta parte constitutiva esencial» (1).
A partir de este momento, la fantasía de castración se vuelve a encontrar bajo diversos símbolos: el objeto amenazado puede desplazarse (ceguera de Edipo, extracción de dientes, etc.), el acto puede deformarse, substituirse por otros atentados a la integridad física (accidente, liies, intervención quirúrgica) o psíquica (locura como consecuencia de la miasturbación), el agente paterno puede hallar los más diversos substitutos (animales angustiantes de los fóbicos). El complejo de castración se reconoce también en toda la extensión de sus efectos clínicos; envidia del pene, tabu de la virginidad, sentimiento de inferioridad*, etc.; sus modalidades se descubren en el conjunto de las estructuras psicopalológicas, especialmente en las perversiones (homosexualidad, fetichismo) (3). Pero se tardó bastante tiempo en atribuir al complejo de castración el lugar fundamental que ocupa en la evolución de la sexualidad infantil para ambos sexos, en formular con evidencia su articulación con el compiejo de Edipo y en afirmar plenamente su universalidad. Esta teorización es paralela a la formulación por Freud de una fase fálica*: en este «estadio de la organización genital infantil existe ciertamente lo masculino, pero no lo femenino; la alternativa es; órgano genital masculino ocastrado (2). La unidad del complejo de castración en los dos sexos sólo se concibe por este fundamento común: el objeto de la castración (el falo) reviste idéntica importancia en esta fase para la niña como para el niño; el problema planteado es el mismo: tener o no el falo (véase este término). El complejo de castración se encuentra invariablemente en todo análisis (3).
Una segunda característica teórica del complejo de castración es su punto de impacto en el narcisismo: el falo se considera por el niño como una parte esencial de la imagen del yo; la amenaza que le afecta pone en peligro radical esta imagen; su eficacia procede de la conjunción de los dos elementos siguientes: prevalencia del falo, herida narcisista.
En la génesis empírica del complejo de castración, tal como Freud la describió, intervienen dos hechos: la coristatación por el niño pequeño de la diferencia anatómica de los sexos es indispensable para que aparezca el complejo. Esta constatación viene a actualizar y autentificar una amenaza de castración que pudo ser real o fantaseada. El agente de la castración es, para el niño pequeño, el padre, autoridad a la que atribuye, en última instancia, todas las amenazas formuladas por otras personas. La situación es menos ciara en la niña, la cual quizá se sienta más privada de pene por la madre que efectivamente castrada por el padre.
La situación del complejo de castración en relación con el complejo de Edipo es distinta en los dos sexos: en la niña, abre la búsqueda que le conduce a desear el pene paterno, constituyendo por lo tanto el momento de entrada en el Edipo; en el niño, en cambio, señala la crisis terminal del Edipo, al prohibir al niño el objeto materno; la angustia de castración inaugura en el niño el período de latencia* y precipita la formación del superyó* (4).
El complejo de castración se encuentra constantemente en la experiencia analítica. ¿Cómo explicar su presencia casi invariable en todo ser humano, siendo así que las amenazas reales que lo originarían distan de comprobarse siempre (y más raramente aún van seguidas de ejecución), mientras que es muy evidente que la niña no puede sentirse realmente amenazada de perder lo que no tiene? Tal discrepancia ha conducido a los psicoanalistas a intentar basar el complejo de castración sobre una realidad distinta a la amenaza de castración. Estas elaboraciones teóricas han seguido varias direcciones.
Puede intentarse situar la angustia de castración dentro de una serie de experiencias traumatizantes en las que interviene igualmente un elemento de pérdida, de separación de un objeto: pérdida del pecho en el ritmo de la lactancia, destete, defecación. Tal serie halla su confirmación en las equivalencias simbólicas, descubiertas por el psicoanálisis, entre los diversos objetos parciales* de los cuales el sujeto es asi separado: pene, pecho, heces, e incluso niño en el parto. En 1917 Freud dedicó un trabajo singularmente sugestivo a la equivalencia pene = he ees = niño y a los avatares del deseo que ella permite, a sus relaciones con el complejo de castración y la reivindicación narcisista: «El pene se reconoce como algo separable del cuerpo y entra en analogía con las heces, que fueron el primer fragmento del ser corporal al cual hubo que renunciar» (5).
En la misma línea de investigaciones, A. Stárcke fue el primero en hacer recaer todo el acento en la experiencia del amamantamiento y de la retirada del pecho como prototipo de la castración: «[...] una parte del cuerpo análoga a un pene se toma de otra persona, es dada al niño como si fuera suya (situación a la que se asocian sensaciones placenteras) y luego retirada del niño, causándole displacer» (6 a). Esta castración primaria, repetida a cada tetada para culminar en el momento del destete, sería la única experiencia real capaz de explicar la universalidad del complejo de castración: la retirada del pezón materno es la significación inconsciente última que se encuentra siempre tras los pensamientos, los temores, los deseos que constituyen el complejo de castración.
Dentro de la línea que intenta basar el complejo de castración en una experiencia originaria efectivamente vivida, la tesis de Rank, según la cual la separación de la madre en el trauma del nacimiento y las reacciones físicas frente a esta separación proporcionarían el prototipo de toda angustia ulterior, conduce a considerar la angustia de castración como el eco, a través de una larga serie de experiencias traumatizantes, de la angustia del nacimiento.
La posición de Freud en relación con estas diferentes concepciones es matizada. Incluso reconociendo la existencia de «raíces» del complejo de castración en las experiencias de separación oral y anal, sostiene que el término «complejo de castración» «[...] debería reservarse a las excitaciones y efectos que guardan relación con la pérdida del pene» (3 b). No se trata sólo de una simple preocupación por un rigor terminológico. Durante la larga discusión de las tesis de Rank enInhibición, síntoma y angustia (Hemmung, Sympton und Angst, 1926), Freud muestra su interés por el intento de buscar cada vez más cerca de sus orígenes el fundamento de la angustia de castración y ver intervenir la categoría de separación, de pérdida del objeto valorado narcisísticamente, ¡anto durante toda la primera infancia como en muy diversas experiencias vividas (por ejemplo, angustia moral interpretada como una angustia de separación del superyó). Pero, por otra parte, en cada página de Inhibición, síntoma y angustia, se aprecia la preocupación de Freud por desprenderse de la tesis de Rank, así como su insistencia en \'olver a centrar, en esta obra de síntesis, el conjunto de la clínica psicoanalítica sobre el complejo de castración tomado en su acepción literal.
La reticencia de Freud en introducirse a fondo por tales caminos obedece esencialmente a una exigencia teórica fundamental, atestiguada por varios conceptos. Así, por ejemplo, el de posterioridad*: corrige la tesis que conduce a buscar en una época cada vez más precoz de la vida una experiencia que pueda poseer la plena función de experiencia prototipo. Así también, sobre todo, la categoría de las fantasías*, o fantasías originarias, en la cual Freud sitúa el acto de castración; las dos palabras tienen aquí valor de índice: «fantasías», porque la castración, para producir sus efectos, no necesita ser ejecutada ni tan sólo ser explícitamente formulada por parte de los padres; «originaria» (aun cuando la angustia de castración no aparezca hasta la fase fálica y, por tanto, diste de ser ¡a primera en la serie de experiencias ansiógenas) en tanto que la castración es uno de los aspectos del complejo de relaciones interpersonales en el que se origina, se estructura y se especifica el deseo sexual del ser humano. Por ello, el papel que el psicoanálisis atribuye ai complejo de castración no se comprende sin relacionarlo con la tesis fundamental (y constantemente reafirmada por Freud) del carácter nuclear y estructurante del Edipo.
Limitándonos al caso del niño, podríamos expresar del siguiente modo la paradoja de la teoría freudiana del complejo de castración: el niño no puede superar el Edipo y alcanzar la identificación con el padre si no ha atravesado la crisis de castración, es decir, si le ha sido rehusada la utilización de su pene como instrumento de su deseo hacia la madre. El complejo de castración debe referirse al orden cultural, en el que el derecho a un determinado uso es siempre correlativo a una prohibición. En la «amenaza de castración», que sella la prohibición del incesto, se encama la función de la Ley como instauradora del orden humano, según ilustra, míticamente, en Tótem y tabú {Totem und Tabu, 1912) la «teoría» del padre originario que, bajo la amenaza de castrar a sus hijos, se reservaba el uso sexual exclusivo de las mujeres de la horda.
Precisamente porque el complejo de castración es la condición a priori que regula el intercambio interhumano como intercambio de objetos sexuales, puede presentarse en diversas formas en la experiencia concreta, y ser formulado de modos a la vez distintos y complementarios, como los indicados por Stárcke, en los que se combinan los términos del sujeto y de otra persona, de perder y de recibir:
«1. Yo estoy castrado (sexualmente privado de), yo seré castrado. »2. Yo recibiré (deseo recibir) un pene. »3. Otra persona está castrada, debe ser (será) castrada. »4. Otra persona recibirá un pene (tiene un pene)» (6 fe).
(") En La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), todos los pasajes relativos a la castración (exceptuando una alusión, por lo demás errónea, a Zeus castrando a Cronos) fueron añadidos en 1911 o en ediciones posteriores.
(/3) Bajo esta perspectiva, puede concebirse una nosografía psicoanalítica que tomaría como eje fundamental de referencia las modalidades y avatares del complejo de castración, según atestiguan las indicaciones dadas por Freud, hacia el fin de su obra, sobre las neurosis (7), el fetichismo y las psicosis (véase:Renegación).
COMPLEJO DE EDIPO
= Al.: Odipuskomplex. — Fr.: complexe d'CEdipe. — Ing.: (Edipus complex. — It.: complesso di Edipo. — Por.: complexo de Édipo.
Conjunto organizado de deseos amorosos y hostiles que el niño experimenta respecto a sus padres. En su forma llamada positiva, el complejo se presenta como en la historia de Edipo Rey: deseo de muerte del rival que es el personaje del mismo sexo y deseo sexual hacia el personaje del sexo opuesto. En su forma negativa, se presenta a la inversa: amor hacia el progenitor del mismo sexo y odio y celos hacia el progenitor del sexo opuesto. De hecho, estas dos formas se encuentran, en diferentes grados, en la forma llamada completa del complejo de Edipo.
Según Freud, el complejo de Edipo es vivido en su período de acmé entre los tres y cinco años de edad, durante la fase fálica; su declinación señala la entrada en el período de latencia. Experimenta una reviviscencia durante la pubertad y es superado, con mayor o menor éxito, dentro de un tipo particular de elección de objeto.
El complejo de Edipo desempeña un papel fundamental en la estructuración de la personalidad y en la orientación del deseo humano.
Los psicoanalistas han hecho de este complejo un eje de referencia fundamental de la psicopatoiogía, intentando determinar, para cada tipo patológico, las modalidades de su planteamiento y resolución.
La antropología psicoanalítlca se dedica a buscar la estructura triangular del complejo de Edipo, cuya universalidad afirma, en las más diversas culturas y no sólo en aquellas en que predomina la familia conyugal.
Si bien la expresión «complejo de Edipo» no aparece en los escritos de Freud hasta 1910 (1), lo hace en términos que demuestran que ya había sido admitida en el lenguaje psicoanalitico (a). El descubrimiento del complejo de Edipo, preparado desde hacía mucho tiempo por el análisis de sus pacientes (véase: Seducción), Freud lo realiza durante su autoanálisis, que le conduce a reconocer en sí mismo el amor hacia su madre y, con respecto a su padre, unos celos que se hallan en conflicto con el afecto que le tiene; el 15 de octubre de 1897 escribe a Fliess: «[...] la poderosa influencia de Edipo Rey se vuelve inteligible [...] el mito griego explota una compulsión de cuya existencia todo el mundo reconoce haber sentido en sí mismo los indicios» (2 a).
Observemos que, desde esta primera formulación, Freud alude espontáneamente a un mito que se halla allende la historia y las variaciones de lo vivido individualmente. Desde un principio afirma la universalidad del Edipo, tesis que ulteriormente se irá reforzando: «Todo ser humano tiene impuesta la tarea de dominar el complejo de Edipo...» (3).
No es nuestra intención exponer aquí en sus diversas etapas y en toda su complejidad la progresiva elaboración de este descubrimiento, cuya historia es coextensiva de la del psicoanálisis; por lo demás, se observará que Freud en ningún trabajo dio una exposición sistemática del complejo de Edipo. Por nuestra parte, nos limitaremos a señalar algunos problemas relativos al lugar que ocupa en la evolución del individuo, a sus funciones y a su alcance.
I. El complejo de Edipo se descubrió en su forma llamada simple y positiva (por lo demás, así es como aparece también en el mito), pero, como ya hizo observar Freud, esta forma no es más que una «simpliíicación o esquematización» en relación con la complejidad de la experiencia: «[...] el niño pequeño no experimenta solamente una actitud ambivalente y una elección de objeto amoroso dirigida hacia su madre, sino que al mismo tiempo se comporta como una niña mostrando una actitud femenina y tierna hacia su padre y la correspondiente actitud de celos hostiles hacia la madre» (4). En realidad, entre la forma positiva y la forma negativa se observa toda una serie de casos mixtos en los que coexisten estas dos formas en una relación dialéctica, y en las que el analista se aplica a determinar las distintas posiciones adoptadas por el sujeto en la asunción y resolución de su Edipo.
Desde este punto de vista, como ha subrayado Ruth Mack Bruns
wick, el complejo de Edipo designa la situación del niño en el triángulo (5). La descripción del complejo de Edipo en su forma completa permite a Freud explicar la ambivalencia hacia el padre (en el niño) por la interacción de los componentes heterosexuales y homosexuales y no como el simple resultado de una situación de rivalidad.
1) Las primeras elaboraciones de la teoría se construyeron sobre el modelo del niño. Durante mucho tiempo Freud admitió que el complejo podía ser transpuesto tal cual, mutatis mutandis, a la niña. Pero este postulado ha sido combatido:
a) por ¡a tesis desarrollada en el artículo 1923 sobre «la organización genital infantil de la libido», según la cual, en los dos sexos, durante la fase fálica, es decir, en el momento del acmé de! Edipo, hay un solo órgano que cuenta; el falo* (6);
b) por el valor concedido a la inclinación preedípica hacia la madre. Esta fase preedípica se observa especialmente en la niña, en la medida en que el complejo de Edipo significará para ella un cambio de objeto amoroso, de la madre al padre (7a).
Siguiendo estas dos direcciones, los psicoanalistas han trabajado para poner de manifiesto la especificidad del Edipo femenino, 2) La edad en que se sitúa el complejo de Edipo permaneció al principio relativamente indeterminada para Freud. Así, por ejemplo, en los
Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad (Dreí Abhandlungen z.ur Sexualtheorie, 1905), se sostiene la tesis de que la elección de objeto no tiene lugar de modo pleno hasta la pubertad, siendo la sexualidad infantil fundamentalmente autoerótica. Desde este punto de vista, el complejo de Edipo, aunque esbozado durante la infancia, sólo se manifestaría claramente en el momento de la pubertad, para ser en seguida superado. Esta incertidumbre se encuentra toaavía en 1916-1917 (Lecciones de introducción al psicoanálisis [Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse]), aun cuando en esta fecha Freud reconoce ya la existencia de una elección de objeto infantil muy próxima a la elección adulta (8).
En el enfoque final de Freud, una vez afirmada la existencia de una organización genital infantil o fase fálica, el Edipo se relaciona con esla fase, o sea esquemáticamente con el período de los tres a ios cinco años de edad.
3) Como puede apreciarse, Freud admitió siempre que en la vida del individuo existía un período anterior al Edipo. Cuando se efectúa una distinción, o incluso una oposición, entre !o preedípica y el Edipo, se intenta ir más allá del reconocimiento de este simple hecho: se subraya la existencia y los efectos de una relacióncompleja, del tipo dual, entre la madre y el niño, y se procura hallar las fijaciones a una tal relación en las más diversas estructuras psicopatológicas. Desde este punto de vista, ¿puede considerarse todavía válida ia célebre fórmula que hace del Edipo e! «complejo nuclear de las neurosis»?
Numerosos autores sostienen que, con anterioridad a la estructura triangular del Edipo, existe una relación puramente dual, y que los conflictos relativos a este período pueden analizarse sin hacer intervenir la rivalidad hacia un tercero.
La escuela kleiniana, que, como es sabido, concede una importancia primordial a las épocas más precoces de la infancia, no designa ninguna fase como propiamente preedípica. Hace remontarse el complejo de Edipo a la posición llamada depresiva*, en ia que se inicia la relación con personas totales (9).
Acerca dei problema de una estructura preedípica, la posición de Freud seguirá siendo matizada: declara haber tardado en reconocer todo e! alcance de la unión primitiva a la madre y haber quedado sorprendido por lo que, especialmente las psicoanalistas femeninas, han puesto en evidencia sobre la fase preedípica en la niña (7 b). Pero también piensa que, para explicar estos hechos, no es necesario recurrir a otro eje de referencia que el Edipo (véase: Preedípico).
il. La preponderancia dei complejo de Edipo, que siempre sostuvo Freud (rehusando situar en e! mismo plano, desde el punto de vista estructural y etioiógico, ias relaciones edípicas y ias preedípicas) queda atestiguado por las funciones fundamentales que le atribuye:
a) elección dei objeto de amor, en el sentido de que éste, después de ía pubertad, viene condicionado a la vez por las catexis de objeto y las identiñcaciones inherentes al complejo de Edipo y por la prohibición de realizar el incesto;
h) acceso a la genitalidad, por cuanto ésta no queda en modo alguno garantizada por ¡a sola maduración biológica. La organización genital presupone ia instauración de la primacía dei falo, y esia difícilmente se puede considerar establecida sin que se resuelva la crisis edípica por ei camino de la identificación;
f/j efectos soore la estructuración de ia personalidad, sobre ia constitución de ias diferentes instancias, en especial ei superyó y el ideal dei vo,
Lste papel estructurante en la génesis de la tópica intrapersonai Freud lo relaciona con la declinación del complejo de Edipo y la entrada en ei período de latencia*. Según Freud, el proceso descriíc^ e.s más que una represión: «[...] en el caso ideal, equivale a una destrucción, una supresión del complejo [..]. Cuando el yo no ha logrado más que una represión del complejo, éste permanece en el ello en estado inconsciente; más tarde manifestará su acción patógena» (10 a). En el articulo oue aquí citamos, Freud discute los diferentes factores que provocan esta declinación. En el niño, la «amenaza de castración» por ei padre posee un valor determinante en esta renuncia ai objeto incestuoso, V ei complejo de Edipo termina de forma relativamente abrupta. En la niña la relación entre el complejo de Edipo y el complejo de castración* es muy distinta; «...mientras que el complejo de Edipo del niño se halla minado por el complejo de castración, el de la niña se hace posible V es introducido por el complejo de castración» (11), En ella «[...] la renuncia al pene sólo se realiza después de una tentativa de obtener una reparación. La niña se desliza (podríamos decir a lo largo de una equivalencia simbólica) desde el pene al niño, y su complejo de Edipo culmina en el deseo, largo tiempo sentido, de obtener del padre, como regalo, un niño, de darle al padre un hijo» (10 b). De ello resulta que en este caso es más difícil señalar con claridad el momento de la declinación del complejo.
III. La descripción que antecede no explica suficientemente el carácter fundador que, para Freud, posee el complejo de Edipo, como se desprende de la hipótesis, anticipada en Tótem y tabú (Totem und Tabu, 1912-1913), del asesinato del padre primitivo considerado como el momento de origen de la humanidad. Esta hipótesis, discutible desde el punto de vista histórico, debe interpretarse sobre todo como un mito que traduce la exigencia que se plantea a todo ser humano de ser un «vastago de Edipo» {2 b). El complejo de Edipo no puede reducirse a una situación real, a la influencia ejercida efectivamente sobre el niño por la pareja parental. Su eficacia proviene de que hace intervenir una instancia prohibitiva (prohibición del incesto) que cierra la puerta a la satisfacción naturalmente buscada y une de modo inseparable el deseo y la ley (punto sobre el que ha puesto el acento J. Lacan). Esto disminuye el alcance de la objeción iniciada por Malinowski y recogida por la escuela llamada culturalista, según la cual, en ciertas civilizaciones en las que el padre carece de toda función represora, no existiría el complejo de Edipo, sino un complejo nuclear característico de aquella estructura social: de hecho, en tales civilizaciones, los psicoanalistas intentan descubrir qué personajes reales, o incluso qué instituciones, encarnan la instancia prohibitiva, en qué modalidades sociales se especifica la estructura triangular constituida por el niño, su objeto natural y el representante de la ley.
Esta concepción estructural del Edipo concuerda con la tesis del autor de Las estructuras elementales del parentesco, que considera la prohibición del incesto la ley universal y mínima para que una «cultura» se diferencie de la «naturaleza» (12).
Otro concepto freudiano habla en favor de la interpretación que hace que el Edipo trascienda lo vivido individual en el que se encarna: el de las fantasías originarias*, «filogenéticamente transmitidas», esquemas que estructuran la vida imaginaria del sujeto y que constituyen otras tantas variantes de la situación triangular (seducción, escena originaria, castración, etc.).
Señalemos finalmente que, al dirigir nuestro interés hacia la relación triangular misma, nos vemos inducidos a atribuir un papel esencial, en la constitución de un determinado complejo de Edipo, no sólo al sujeto y sus pulsiones, sino también a los otros focos de la relación (deseo inconsciente de cada uno de los padres, seducción*, relaciones entre los padres).
Lo que será interiorizado y sobrevivirá en la estructuración de la personalidad es, por lo menos, tanto como determinadas imágenes pa
réntales, los distintos tipos de relaciones existentes entre los diferentes
vértices del triángulo.
(") También en Freud se encuentra la expresión Kemkomplex (complejo nuclear). Generalmente utilizada como equivalente de complejo de Edipo, esta expresión fue introducida en Las teorías sexuales infantiles (Vber infantile Sexualtheorien, 1908), se observará que, como hace notar Daniel Lagache, lo que se considera en este texto es el conflicto entre la investigación sexual y la demanda de información de los niños, por una parte, y la respuesta engañosa de los adultos, por otra.
COMPLEJO DE ELECTRA
= Al.: Elektrakomplex. — Fr.: complexe d'Électre. — Ing.: Electra complex. —It.: complesso di Elettra. — Por.: complexo de Electra.
Término utilizado por Jung como sinónimo del complejo de Edipo femenino, a fin de Indicar la existencia de una simetría en los dos sexos, mutatis mutandis, de la actitud con respecto a los padres.
En su Ensayo de exposición de la teoría p sic o analítica (Versuch einer Darsíellung der psychoanalytischen Theorie, 1913) Jung introduce la expresión «complejo de Electra» (1). A este respecto Freud manifestó, en principio, que no veía el interés de tal denominación (2); en su artículo sobre la sexualidad femenina se mostró atan más categórico: el Edipo femenino no es simétrico del del niño. «Solamente en el niño se establece esta relación, que marca su destino, entre el amor hacia uno de sus progenitores y, simultáneamente, el odio hacia el otro come rival» (3).
Lo que Freud mostró acerca de los distintos efectos del complejo de castración en cada sexo, de la importancia que para la niña tiene la inclinación preedípica hacia la madre, de la preponderancia del falo en los dos sexos, justifica su rechazo del término «complejo de Electra», que presupone una analogía entre la posición de la niña y la del niño con respecto a sus padres.
COMPLEJO DE LVFERIORIDAD
= Al: Minderuertigkeitskomplex. — Fr.: complexe d'infériorité. — !ng.: complex of inferiority. --It.: complesso d'inferioritá. — Por.: co.mplexo de inferioridade.
Término que tiene su origen en la psicología adleriana; designa, de un modo muy general, el conjunto de actitudes, representaciones y conductas que constituyen expresiones, más o menos disimuladas, de un sentimiento de inferioridad o de las reacciones frente a éste.
Vf'íise. Sentimiento de inferioridad.
COMPLEJO PATERNO
= .AL: VaterkompíCK. —Fr.: complexe paternel —íng.: father complex. —It.: complesso pate¡-n¡). — Por.: i;onipiexo paterno
Término utilizado por Freud para designar una de las principales dimensiones del complejo de Edipo: la relación ambivalente hacia el padre.
COMPONENTE PULSIONAL
Al.: Triebkomponente. — Fr.: composante pulsionelle. — /?ig.; instinctual component. — It.: componente di pulsione. — Por.: componente impuisor(a) o pulsionai.
Véase: Pulsión parcial.
COMPULSIÓN, COMPUI-SIONAL
= Al.: Zwang, Zwangs-. — Fr.: compulsion, compulsionne!. — Ing.: compulsion, compulsive. — Jr.: coazione, coattivo. — Por.: compulsáo. compulsivo.
Clínicamente, tipo de conductas que el sujeto .se ve impelido a ejecutar por ima coacción interna. Un pensamiento (obsesión), un acto, una operación defensiva, c incluso una compleja secuencia de comportamientos, se califican de compulsivos cuando su no realización se siente como desencadenante de cierto grado de angustia
1. En el vocabulario freudiano, Zwang se utiliza para designar una fuerza interna que coacciona. Casi siempre se emplea en el ámbito de la neurosis obsesi\'a e implica entonces que el sujeto se siente impelido por esta fuerza a actuar o pensar de determinada forma, y lucha contra ella.
En ocasiones, aparte de la neurosis obsesiva, no se halla presente esta implicación: el sujeto no se siente conscientemente en desacuerdo con los actos que realiza, sin embargo, conforme a prototipos inconscientes. Tal es especialmente el caso de lo que Freud denomina Wiederholungszwang (compulsion a la repetición*) ySchicksaiszwang (compulsión de destmoi (vea.se,- Neurosis de destino).
Para Freud, de un modo genera!, Zwang, tomado en un sentido más ampiio V fundamicntal del que posee en la clínica de la neurosis obsesiva, delata lo que hay de más radical en la pulsión: «En el inconsciente psíquico puede reconocerse la supremacía de una compulsión a la repetición proveniente de las mociones pulsionales y que probablemente Uepende de la naturaleza más íntima de las pulsiones, lo bastante poderosa para situarse por encima del principio de! placer y que conñere a ciertos aspectos de la vida psíquica su carácter demoníaco [. i» (1)
Esta significación fundamenta! del Zwang, que lo asemeja a una especie de fatum, se encuentra también cuando Freud habla del mito de Edipo, llegando a designar asi ,1a palabra del oráculo, como lo atestigua en el Esquema del psicoafiálisis {Abriss der Psychoanalyse, 1938) «[..] el Zwang del oráculo, que debe o debiera absolver a! héroe, constituye un reconocimiento de lo implacable del destino que condena a todos los hijos a pasar por el complejo de Edipo» (2) (a).
2. En francés y en español, la palabra compulsión tiene el mismo origen latino (compellere) que compulsivo: es decir, que impele, que coacciona. Estas palabras se eligieron como equivalentes del alemán Zwang. Pero, por otra parte, la clínica utilizaba el término «obsesión» para designar los pensamientos que el sujeto se ve coaccionado a tener, por los cuales se siente literalmente asediado. Por ello, en algunos casos.
el término Zwang se traduce por obsesión: así, Zwangsneurose se traduce por neurosis obsesiva; Zwangsvortellung, por representación obsesiva u obsesión de... En cambio, cuando se trata de comportamientos, se habla de compulsión, de acto compulsivo (Zwangshandlung), de compulsión a la repetición, etc.
Observemos finalmente que, por su raíz, la palabra compulsión entra a formar parte de una serie en la que figuran pulsión* e impulso. El parentesco etimológico entre compulsión y pulsión corresponde perfectamente al concepto freudiano Zwang. Entre compulsión e impulso existen claras diferencias establecidas por el uso. Impulso designa la súbita aparición, sentida como urgente, de una tendencia a realizar un determinado acto, el cual se efectúa sin control y generalmente bajo el dominio de la emoción; no se encuentra aquí ni la lucha ni la complejidad dfc la compulsión obsesiva, ni el carácter que ofrece la compulsión a la repetición de ordenarse según un cierto guión fantaseado.
(o) Compárese con este pasaje de una carta a W. Fliess, del 15-X-97: «La leyenda griega interpreta un Zwang que todo el mundo reconoce, por haberse dado cuenta de su existencia en sí mismo» (3).
COMPULSION A LA REPETICIÓN
= Al.: Wiederholungszwang. — Fr.: compulsion de repetition. — Ing.: compulsion to repeat o repetition compulsion. — It.: coazione a ripetere. — Por.:compulsáo á repetigáo.
A) A nivel de la psicopatologfa concreta, proceso incoercible y de origen inconsciente, en virtud del cual el sujeto se sitúa activamente en situaciones penosas, repitiendo así experiencias antiguas, sin recordar el prototipo de ellas, sino al contrario, con la impresión muy viva de que se trata de algo plenamente motivado en lo actual.
B) En la elaboración teórica que Freud da de ella, la compulsión a la repetición se considera como un factor autónomo, irreductible, en último análisis, a una dinámica conflictual en la que sólo intervendría la interacción del principio del placer y el principio de realidad. Se atribuye fundamentalmente a la característica más general de las pulsiones: su carácter conservador.
La noción de compulsión a la repetición ocupa un lugar central en el ensayo Más allá del principio del placer (Jenseits des Lustprinzips, 1920), en el que Freud somete a discusión los conceptos fundamentales de su teoría. Por ello resulta difícil delimitar, no sólo su acepción estricta, sino también su problemática propia, por cuanto participa de la investigación especulativa realizada por Freud en este momento decisivo, con sus dudas, sus «callejones sin salida» e incluso sus contradicciones. Ésta es una de las razones por las cuales, en la literatura psicoanalítica, la discusión de este concepto es confusa y se renueva con frecuencia: obliga a definirse acerca de los conceptos cruciales de la obra freudiana, tales como el de principio de placer*, pulsión*, pulsión de muerte*, ligazón*.
Resulta evidente que el psicoanálisis se vio confrontado desde sus orígenes a los fenómenos de repetición. En especial si se consideran los
síntomas, se observa que, por una parte, algunos de ellos son manifiestamente repetitivos (por ejemplo, los ceremoniales obsesivos) y, por otra, lo que define el síntoma en psicoanálisis es precisamente el hecho de que reproduce, en forma más o menos disfrazada, ciertos elementos de un conflicto pasado (en este sentido Freud, al comienzo de su obra, califica el síntoma histérico de símbolo mnémico). De un modo general, lo reprimido intenta «retornar» al presente, en forma de sueños, síntomas, actuar*: «[...] lo que ha permanecido incomprendido retorna; como alma en pena, no descansa hasta encontrar solución y liberación» (1).
En la cura, los fenómenos de transferencia atestiguan esta exigencia del conflicto reprimido de actualizarse en la relación con el analista. Por lo demás, la consideración creciente de estos fenómenos y de los problemas técnicos que plantean condujo a Freud a completar el modelo teórico de la cura estableciendo, junto al recuerdo, la repetición transferencia! y el trabajo elaborativo*, como etapas fundamentales del proceso terapéutico {véase: Transferencia). Al situar en primer plano, en Más allá del principio del placer, el concepto de compulsión a la repetición invocado desde Recuerdo, repetición y trabajo elaborativo {Erinnern, Wiederholen und Durcharbeiten, 1914), Freud reagrupa cierto número de hechos repetitivos ya señalados, y separa otros en los que la repetición figura en el primer plano del cuadro clínico (neurosis de destino* y neurosis traumática*, por ejemplo). En su opinión, estos hechos exigen un nuevo análisis teórico. En efecto, lo que se repite son experiencias manifiestamente displacenteras, y resulta difícil comprender, en un primer análisis, qué instancia del sujeto podría hallar satisfacción en ellas; aunque se trate de comportamientos en apariencia incoercibles, caracterizados por esta compulsión que es propia de todo lo que emana del inconsciente, resulta difícil poner de manifiesto en ellos, ni siquiera en la forma de una transacción o compromiso, la realización de un deseo reprimido.
El curso seguido por las reflexiones freudianas en los primeros capítulos de Más allá del principio del placer no conducen a rechazar la hipótesis fundamental de que, bajo el sufrimiento aparente, como por ejemplo el del síntoma, se busque la realización de un deseo. Por el contrario, en este trabajo se adelanta la conocida tesis según la cual lo que es displacer para un sistema del aparato psíquico, es placer para otro. Pero estas tentativas de explicación dejan, según Freud, un residuo. El problema planteado podría resumirse así, recurriendo a términos introducidos por D. Lagache: ¿es necesario postular la existencia, junto a la repetición de las necesidades, de una necesidad de repetición radicalmente distinta y más fundamental? Freud, aunque reconoce que la compulsión a la repetición no puede detectarse en estado puro, sino que aparece siempre reforzada por motivos que obedecen al principio de placer*, concederá cada vez mayor importancia, hasta el final de su obra, al citado concepto (2, 3). En Inhibición, síntoma y angustia (Hemmung, Symptom und Angst, 1926), Freud ve en la compulsión a la repetición el tipo mismo de resistencia* propio del inconsciente, «[...] la atracción de los prototipos inconscientes sobre el proceso pulsionaí reprimido» (4).
Así como la repetición compulsiva de lo displacentero, o incluso de lo doloroso, se reconoce como un dato incontestable de la experiencia analítica, los autores divergen en cuanto a la explicación teórica de este hecho. Esquemáticamente podría decirse que la discusión se centra en tomo a las dos cuestiones siguientes:
l.^* ¿Al servicio de qué actúa la tendencia a la repetición? ¿Se trata, corno indicarían sobre todo los sueños repetitivos consecutivos a traumas psíquicos, de intentos efectuados por el yo para controlar y luego derivar por abreaccion, fraccionadamente, las tensiones excesivas? ¿O bien es preciso admitir que la repetición debe relacionarse, en último análisis, con !o que existe de más «pulsionaí», de «demoníaco», en toda pulsión, la tendencia a la descarga absoluta que ilustra el concepto de pulsión de muerte*?
2.» ¿La compulsión a la repetición pone verdaderamente en tela de juicio, como sostuvo Freud, el predominio del principio de placer? La contradicción entre las formulaciones que se encuentran en Freud, la diversidad de respuestas que han intentado aportar los psicoanalistas a este problema, se esclarecerían, a nuestro modo de ver, mediante una discusión previa de las ambigüedades inherentes a los términos «principio de placer»*, «principio de constancia»*, «ligazón»*, etc. Para citar un ejemplo, es evidente que si consideramos que el principio del placer se halla «directamente al servicio de las pulsiones de muerte» (5), la compulsión a la repetición, incluso tomada en el sentido más radical en que la acepta Freud, no puede quedar situada «más allá del principio de placer».
Por lo demás, estas dos cuestiones son estrechamente solidarias: si se da una determinada respuesta a una de ellas, no es posible dar una respuesta cuaiquiera a ía otra. Se han propuesto toda una gama de respuestas, desde la tesis que ve en la compulsión a la repetición un factor absolutamente original, hasta los intentos de reducirla a mecanismos y funciones ya conocido--.
La concepción de Edward Bibring representaría una solución intermedia. Este autor propone distinguir entre una tendencia repetitiva, que caracteriza el ello, y una tendencia restitutiva, que es una función del yo. íyA primera pueüe decirse que se siiua «más allá del principio de píHcer», en la medida en que las experiencias repetidas son tanto dolorosas como agradables, pero no constituye un principio opuesto al principio de placer. La tendencia restitutiva constituye una función que intenta, por diversos medios, restablece! la situación anterior al trauma; utiliza los fenómenos repetitivos en beneficio del yo. Desde este punto de vista, Bibring ha propuesto distinguir los mecanismos de defensa en ios que el yo permanece bajo el dominio de la compulsión a la repetición, sin que se resuelva la tensión interna, los procesos de abreaccion*.
que de un modo inmediato o diferido descargan la excitación, y finalmente los llamados mecanismos de desprendimiento*, cuya «[...] función consiste en disolver progresivamente la tensión modificando las condiciones internas que le dan origen» (6).
CONCIENCIA (PSICOLÓGICA)
= A) Al.: Bewusstheit. — Fr.: étre conscient. — Ing.: the attribute (o the fact) of
being conscious, being conscious. — It.: consapevolezza. — Por.: o estar cons
ciente.
= B) AL: Bewusstsein. — Fr.: conscience psychologique. — Ing.: consciousness, —
It.: coscienza. — Por.: consciéncia psicológica.
A) En sentido descriptivo: cualidad momentánea que caracteriza las percepciones extemas e internas dentro del conjunto de los fenómenos psíquicos. B) Según !a teoría metapsicológica de Freud, la conciencia sería la función de un sistema, el sistema percepción-conciencia (Pc-Cs).
Desde el punto de vista tópico, el sistema percepción-conciencia se sitúa en la periferia del aparato psíquico, recibiendo a la vez las informaciones del mundo exterior y las provenientes del interior, a saber, las sensaciones pertenecientes a la serie placer-displacer y las reviviscencias mnémicas. Con frecuencia Freud relaciona la función percepción-conciencia con el sistema preconsciente, que entonces recibe el nombre de sistema preconsclente-consclente (Pcs-Cs).
Desde el punto de vista funcional, el sistema percepción-conciencia se opone a los sistemas de huellas mnémicas que son el inconsciente y el preconsciente: en aquél no se Inscribe ninguna huella duradera de las excitaciones. Desde el punto de vista económico, se caracteriza por disponer de una energía libremente móvil, susceptible de sobrecatectizar tal o cual elemento (mecanismo de la atención).
La conciencia desempeña un papel importante en la dinámica del conflicto (evitación consciente de lo desagradable, regulación más discrimlnativa del principio del placer) y de la cura (función y límite de la toma de conciencia), pero no puede definirse como uno de los polos que entran en juego en el conflicto defensivo («).
Aun cuando la teoría psicoanalítica se constituyó rehusando definir el campo del psiquismo por la conciencia, no por ello ha considerado la conciencia como un fenómeno no esencial. En este sentido, Freud ridiculizó la pretensión de ciertas tendencias psicológicas: «Una tendencia extrema, como por ejemplo la del conductismo, nacida en América, cree poder establecer una psicología que no tiene en cuenta este hecho fundamental» (1 a).
Freud considera la conciencia como un dato de la experiencia individual, que se ofrece a la intuición inmediata, y no intenta dar una nueva descripción de la misma. Se trata de «[...] un hecho que no tiene equivalente y que no puede explicarse ni describirse [ .]. Sin embargo, cuando se habla de conciencia, todo el mundo sabe inmediatamente, por experiencia, de qué se trata» (1 h).
Esta doble tesis (la conciencia sólo nos da una visión lacunar de
nuestros procesos psíquicos, que en su mayor parte son inconscientes,
y: no es en modo alguno indiferente que un fenómeno sea consciente
o no) exige una teoría de la conciencia que determine su función y el puesto que ocupa.
Desde que Freud crea su primer modelo metapsicológico, nos presenta dos afirmaciones fundamentales: por una parte, asimila la con
ciencia a la percepción, cuya esencia sería la capacidad de recibir las cualidades sensibles. Por otra parte, atribuye esta función de percepción-conciencia a un sistema (el sistema a> o W), autónomo respecto al conjunto del psiquismo, cuyos principios de funcionamiento son puramente cuantitativos: «La conciencia sólo nos da lo que llamamos cualidades, sensaciones muy variadas de diferencia, y en las cuales la diferencia depende de las relaciones con el mundo exterior. En esta diferencia se encuentran series, similitudes, etc., pero nada encontramos que sea propiamente cuantitativo» (2 a).
La primera de estas tesis la mantendrá Freud a lo largo de toda su obra: «La conciencia es, a nuestro modo de ver, la cara subjetiva de una parte de los procesos físicos que se producen en el sistema neuronal, especialmente los procesos perceptivos [...]» (2b). Esta tesis concede una prioridad, dentro del fenómeno de la conciencia, a la percepción, principalmente a la percepción del mundo exterior: «El acceso a la conciencia va unido ante todo a las percepciones que nuestros órganos sensoriales reciben del mundo exterior» (le). En la teoría de la prueba de realidad* se constata una sinonimia significativa entre los términos: «índice de cualidad», «índice de percepción» e «índice de realidad» (2 c). Inicialmente existe una «ecuación: percepción-realidad (mundo exterior)» (id). También la conciencia de los fenómenos psíquicos es inseparable de la percepción de cualidades: la conciencia no es más que un «[. •] órgano sensorial para la percepción de las cualidades psíquicas» (3 a). Percibe los estados de tensión pulsional y las descargas de excitación, en forma de cualidades de displacer-placer. Pero el problema más difícil lo plantea la conciencia de lo que Freud denomina «procesos de pensamiento», entendiendo por tales tanto la reviviscencia de recuerdos como el razonamiento y, de un modo general, todos los procesos en los que intervienen «representaciones»*. A lo largo de su obra, Freud sostuvo una teoría que hace depender la toma de conciencia de los procesos de pensamiento de su asociación con «restos verbales» (Wortreste) {véase: Representación de cosa y de palabra). Éstos (debido al carácter de nueva percepción inherente a su reactivación: las palabras rememoradas son, al menos en esbozo, re-pronunciadas) {2d) permiten a la conciencia encontrar una especie de punto de refuerzo a partir del cual puede irradiar su energía de sobrecatexis*: «Para conferir una cualidad (a los procesos de pensamiento), éstos se asocian, en el hombre, a los recuerdos verbales, cuyos restos cualitativos son suficientes para atraer sobre ellos la atención de la conciencia, después de lo cual una nueva catexis móvil se dirige sobre el pensamiento» (3 b).
Esta unión de la conciencia a la percepción induce a Freud a reunirías casi siempre en un solo sistema, que denomina sistema w en el Proyecto de psicología científica (Entwurf einer Psychologic, 1895), y que a partir de los trabajos metapsicológicos de 1915 llamará «percepción-conciencia*» (Pc-Cs). La separación entre este sistema y todos aquellos que constituyen el lugar de inscripción de las huellas mnémicas* (Pes e les) se basa, por una especie de deducción lógica, en una idea ya desarrollada por Breuer en las Consideraciones teóricas (Theoretisches, 1895): «[...] un solo y mismo órgano no puede cumplir estas dos condiciones contradictorias»: restablecer lo más rápidamente posible el statu quo ante, a fin de poder recibir nuevas percepciones, y almacenar las impresiones a ñn de poderlas reproducir (4). Más tarde, Freud completará esta idea mediante una fórmula que intenta explicar la aparición «inexplicable» de la conciencia: «[...] ella aparece en el sistema perceptivo en el lugar de las huellas duraderas» (5 a).
La situación tópica* de la conciencia plantea un problema no exento de dificultad: si bien, en el Proyecto, se la sitúa «en los niveles superiores» del sistema, pronto su íntima conexión con la percepción hará que Freud la sitúe en la periferia entre el mundo exterior y los sistemas mnémicos: «El aparato perceptivo psíquico comporta dos capas: una extema, el protector contra las excitaciones, destinado a reducir la magnitud de las excitaciones procedentes del exterior; la otra, situada tras la anterior, es la superficie receptora de las excitaciones, el sistema Pc-Cs» (5 6) (véase: Protector contra las excitaciones). Esta situación periférica viene a representar la misma que se asigna al yo; en El yo y el ello (Das Ich und das Es, 1923), Freud considera el sistema Pc-Cs como el «núcleo del yo» (6a): «[...] el yo es la parte del ello que resulta modificada por la influencia directa del mundo exterior a través de Pc-Cs; en cierto modo es vma continuación de la diferenciación superficial» (6 b) (véase: Yo).
Desde el punto de vista económico*, la conciencia plantea a Freud un especial problema. En efecto, la conciencia es un fenómeno cualitativo, despertado por la percepción de las cualidades sensoriales; los fenómenos cuantitativos de tensión y distensión sólo se vuelven conscientes en forma cualitativa. Pero, por otra parte, una función eminentemente ligada a la conciencia, como la de la atención, con lo que parece implicar de más y menos intensidad, o un proceso como el acceso a la conciencia (Bewusstwerden), que tan importante papel desempeña en la cura, exigen ciertamente una interpretación en términos económicos. Freud establece la hipótesis de que la energía de la atención que, por ejemplo, «sobrecatectiza» una percepción, es una energía que procede del yo (Entwurf) o del sistema Pe (Traumdeutung) y se halla orientada por los índices cualitativos proporcionados por la conciencia: «La regla biológica de la atención se enuncia así por el yo: cuando aparece una señal de realidad, la catexis de una percepción que se halla simultáneamente presente debe ser sobrecatectizada» (2e).
Asimismo la atención que se dedica a los procesos de pensamiento permite una regulación más fina de éstos que la que proporciona únicamente por principio de placer: «Vemos que la percepción a través de nuestros órganos sensoriales da por resultado el dirigir una catexis de la atención a las vías sobre las que se despliega la excitación sensorial aferente; la excitación cualitativa del sistema Pe sirve de regulador del flujo de la cantidad móvil dentro del aparato psíquico. Podemos considerar que de la misma forma funciona este órgano superior de los sentidos que es el sistema Cs. Al percibir nuevas cualidades, contribuye aún más a orientar y repartir en forma apropiada las cantidades de catexis móvil» (3 c) (véase: Energía libre-Energía ligada; Sobrecatexis).
Finalmente, desde el punto de vista dinámico*, se observa cierta evolución en cuanto a la importancia atribuida por Freud al factor conciencia, tanto en el proceso defensivo como en la eficacia de la cura. Sin pretender describir aquí esta evolución, 'cabe señalar algunos elementos de la misma:
1.° Un mecanismo como el de la represión se concibe, al principio del psicoanálisis, como un rechazo intencional, aún próximo al mecanismo de la atención: «La escisión de la conciencia en estos casos de histeria adquirida es [...] una escisión querida, intencional, o al menos se inicia a menudo por un acto de libre voluntad [...]» (7).
Como es sabido, es la acentuación cada vez mayor del carácter inconsciente, por lo menos parcialmente, de las defensas y de la resistencia que se traducen en la cura, lo que condujo a Freud a la nueva elaboración del concepto de yo y a su segunda teoría del aparato psíquico.
2.° Una etapa importante de esta evolución viene marcada por los escritos metapsicológicos de 1915, en los que Freud enuncia que «[...] el hecho de ser consciente, único carácter de los procesos psíquicos que nos viene dado de forma inmediata, no es en modo alguno capaz de proporcionar un criterio de distinción entre sistemas» (8 a). Freud no pretende renunciar a la idea de que la conciencia debe atribuirse a un sistema, a un verdadero «órgano» especializado; pero indica que la capacidad de acceder a la conciencia no basta para definir la posición tópica de un determinado contenido en el sistema preconsciente o en el sistema inconsciente: «En la medida en que pretendemos abrir un camino hacia una concepción metapsicológica de la vida psíquica, hemos de aprender a emanciparnos de la importancia atribuida al síntoma "ser consciente"» (8 b) (¡3).
3.° Dentro de la teoría de la cura, un tema fundamental de reflexión continúa siendo la problemática de la toma de conciencia y de su eficacia. Conviene apreciar aquí la importancia relativa y el juego de los diferentes factores que intervienen en la cura: recuerdo y construcción, repetición en la transferencia y trabajo elaborativo, y finalmente interpretación, cuyo impacto no se limita a una comunicación consciente, en la medida en que da lugar a modificaciones estructurales. «La cura psicoanalítica se ha construido basándose sobre la influencia del Cs sobre el les, y en todo caso nos muestra que esta tarea, por difícil que sea, no es imposible» (8 c). Pero, por otra parte, Freud hizo siempre hincapié en el hecho de que no basta comunicar al paciente la interpretación, aunque ésta sea adecuada, de una determinada fantasía* inconsciente para producir modificaciones estructurales: «Si se le comunica a un paciente una representación que él ya ha reprimido, pero que el analista ha adivinado, esto no cambia de momento nada en su estado psíquico. Especialmente esto no levanta la represión ni anula sus efectos [...]» (8d).
El paso a la conciencia no implica por sí solo una verdadera integración de lo reprimido en el sistema preconsciente; debe completarse con toda una labor capaz de levantar las resistencias que impiden la comunicación entre los sistemas inconsciente y preconsciente y capaz de establecer una ligazón cada vez más estrecha entre las huellas mnémicas inconscientes y su verbalización. Solamente al final de esta tarea pueden unirse «[...] el hecho de haber entendido y el de haber vivido [que] son de naturaleza psicológica absolutamente distinta, incluso aunque su contenido sea el mismo» (8 e). El tiempo del trabajo elaborativo* sería el que permitiría esta integración progresiva en el preconsciente.
(«) El adjetivo bewusst significa consciente en el doble sentido activo (consciente de) y pasivo (cualidad de lo que es objeto de conciencia). El idioma alemán dispone de varios substantivos formados a partir de bewusst. Bewusstheit = la cualidad de ser objeto de conciencia, que proponemos traducir por el «hecho de ser consciente». Bewusstsein = la conciencia como realidad psicológica y designando más bien la actividad, la función (la conciencia moral se designa con un término completamente distinto: das Gewissen). Das Bewusste = el consciente, designa más bien un tipo de contenidos, diferenciándolos de los contenidos preconscientes e inconscientes. Das Bewusstwerden = el «volverse consciente» de una determinada representación, lo que traducimos por «acceso a la conciencia». Das Bewusstmachen = el hecho de hacer consciente un determinado contenido.
(/5) Observemos a este respecto que la designación de los sistemas en la primera teoría del aparato psíquico gira en torno de la referencia a la conciencia:inconsciente, preconsciente, consciente.
CONCORDE CON EL YO
= Al.: Ichgerecht. — Fr.: conforme au moi. — Ing.: egosyntonic. — It.: corrispondente all'io, o egosintonico. — Por.: egossintónico.
Término que sirve para caliñcar las pulsiones o las representaciones aceptables por el yo, es decir, compatibles con su integridad y sus exigencias.
Este término se encuentra ocasionalmente en los escritos de Freud (consiiltese, por ejemplo, 1,2). Indica que el conflicto no opone el yo in abstracto a todas las pulsiones, sino que existen dos gnapos de pulsiones, unas compatibles con el yo (pulsiones del yo*) y otras opuestas al yo (ichwidrig) o no concordes (nicht ichgerecht) y, por consiguiente, reprimidas. Dentro de la primera teoría de las pulsiones, si, por definición, las pulsiones del yo son concordes con el yo, las pulsiones sexuales están destinadas a ser reprimidas cuando se muestran inconciliables con el yo.
La expresión «concorde con el yo» implica un concepto del yo* como totalidad, integridad, ideal, tai como se define, por ejemplo, en la Introducción al narcisismo {Zur Einführung des Narzissmus, 1914) {véase: Yo). Tal implicación se encuentra también en el empleo que efecttia
E. Jones de esta expresión: opone tendencias ego-syntonic y ego-dyslonic, según estén o no «en armonía, sean compatibles y coherentes con las normas de sí mismo (self)» (3).
CONDENSACIOM
= AL: Verdichtung. — Fr.: condensation. — /ng.; condensation. — It.: condensazione. — Por.: condensagáo.
Uno de los modos esenciales de funcionamiento de los procesos inconscientes:
una representación única representa por si sola varias cadenas asociativas, en la
intersección de las cuales se encuentra. Desde el punto de vista económico, «e en
cuentra catectizada de energías que, unidas a estas diferentes cadenas, se suman
sobre ella.
Se aprecia la intervención de la condensación en el síntoma y, de un modo ge
neral, en las diversas formaciones del inconsciente. Donde mejor se ha puesto en
evidencia ha sido en los sueños.
Se traduce por el hecho de que el relato manifiesto resulta lacónico en compa
ración con el contenido latente: constituye una traducción abreviada de éste. Sin
embargo, la condensación no debe considerarse sinónimo de un resumen: asi como
cada elemento manifiesto viene determinado por varias significaciones latentes, tam
bién sucede a la inversa, es decir, que cada una de éstas puede encontrarse en
varios elementos; por otra parte, el elemento manifiesto no representa bajo una
misma relación cada una de las significaciones de que deriva, de forma que no las
engloba como lo haría un concepto.
La condensación fue por vez primera descrita por Freud en La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), como uno de los mecanismos fundamentales mediante los cuales se efectúa el «trabajo del sueño*». Puede producirse de diversas formas: un elemento (tema, persona, etc.) se conserva sólo por estar presente varias veces en distintos pensamientos del sueño («punto nodal»); diversos elementos pueden reunirse en una unidad disarmónica (por ejemplo, personaje compuesto); o también la condensación de varias imágenes puede hacer que se esfumen los rasgos que no coinciden, manteniéndose o reforzándose el rasgo o los rasgos comunes (1).
Aunque fue analizado sobre los sueños, el mecanismo de la condensación no es específico de éstos. En la Psicopatología de la vida cotidiana {Zur Psychopathologie des AUtagslebens, 1901) y en El chiste y su relación con lo inconsciente (Der Witz und seine Beziehung zum Unbewussten, 1905), Freud establece que la condensación constituye uno de los elementos esenciales de la técnica del chiste, del lapsus linguae, del olvido de palabras, etc.; en La interpretación de los sueños señala que el proceso de condensación es singularmente patente cuando afecta a las palabras (neologismos).
¿Cómo explicar la condensación? Cabe ver en ella un efecto de la censura y una forma de escapar a la misma. Si bien, como hizo observar Freud, no se tiene la impresión de que sea un efecto de la censura, no obstante «en el hecho de la condensación la censura ve realizados sus propósitos» (2); en efecto, la condensación dificulta la lectura del relato manifiesto.
Pero, si el sueño actúa por condensación, no es sólo para eludir la censura; la condensación es una característica del pensamiento inconsciente. En el proceso primario, se cumplen las condiciones que permiten y favorecen la condensación (energía libre*, no ligada; tendencia a la identidad de percepción*). El deseo inconsciente quedará, por lo tanto, sometido desde un principio a la condensación, mientras que los pensamientos preconscientes, «atraídos hacia el inconsciente», lo serán secundariamente a la acción de la censura. ¿Es posible establecer en qué fase se produce la condensación? «Probablemente se debe considerar la condensación como un proceso que se extiende sobre el conjunto del recorrido hasta llegar a la región de las percepciones, pero en general nos contentaremos con suponer que resulta de una acción simultánea de todas las fuerzas que intervienen en la formación del sueño» (3).
Al igual que el desplazamiento*, la condensación, para Freud es un proceso que tiene su fundamento en la hipótesis económica; sobre la representación-encrucijada vienen a sumarse las energías que han sido desplazadas a lo largo de las distintas cadenas asociativas. Si ciertas imágenes, especialmente en el sueño, adquieren una singular vivacidad, ello sucede en la medida en que, siendo producto de la condensación, se hallan fuertemente catectizadas.
CONFLICTO PSÍQUICO
= Al.: psychischer Konflikt. — Fr.: conflit psychique. — Ing.: psychical conflict. — It.: conflitto psichico. — Por.: conñito psíquico.
En psicoanálisis se habla de conflicto cuando, en el sujeto, se oponen exigencias internas contrarias. El conflicto puede ser manifíesto (por ejemplo, entre un deseo y una exigencia moral, o entre dos sentimientos contradictorios) o latente, pudiendo expresarse este último de un modo deformado en el conflicto manifíesto y traducirse especialmente por la formación de síntomas, trastornos de la conducta, perturbaciones del carácter, etc. El psicoanálisis considera el conflicto como constitutivo del ser humano y desde diversos puntos de vista: conflicto entre el deseo y la defensa, conflicto entre los diferentes sistemas o instancias, conflictos entre las pulsiones, conflicto edípico, en el que no solamente se enfrentan deseos contrarios, sino que éstos se enfrentan con lo prohibido.
Desde sus comienzos, el psicoanálisis descubrió el conflicto psíquico y rápidamente hizo de éste el concepto central de la teoría de las neurosis. Los Estudios sobre la histeria (Studien líber Hysterle, 1895) describen cómo, en el curso de la cura, Freud encuentra, a medida que se aproxima a los recuerdos patógenos, una resistencia creciente {véase: Resistencia); esta resistencia no es más que la expresión actual de una defensa intrasubjetiva contra las representaciones que Freud califica de incompatibles (unvertrdglich). A partir de 1895-1896, esta actividad defensiva se reconoce como el principal mecanismo en la etiología de la histeria (véase: Histeria de defensa) y se generaliza a las restantes «psiconeurosis», que entonces reciben el nombre de «psiconeurosis de defensa». El síntoma neurótico se define como el resultado de una transacción
o compromiso entre dos grupos de representaciones que actúan como dos fuerzas de sentido contrario, y ambas de forma igualmente actual e imperiosa: «[...] el proceso aquí descrito: conflicto, represión, substitución bajo la forma de formación de compromiso o transaccional, se repite en todos los síntomas psiconeuróticos» (1). De un modo todavía más general, este proceso se observa también en fenómenos como el sueño, el acto fallido, el recuerdo encubridor, etc.
Si bien el conflicto constituye sin discusión un dato fundamental de la experiencia psicoanalítica y resulta relativamente fácil de describir en sus modalidades clínicas, más difícil es dar del mismo una teoría metapsicológica. A lo largo de la obra freudiana, el problema del fundamento último del conflicto ha recibido distintas soluciones. Ante todo conviene señalar que es posible intentar explicar el conflicto a dos niveles relativamente distintos: a nivel tópico*, como conflicto entre sistemas o instancias, y a nivel económico-dinámico, como conflicto entre pulsiones. Para Freud, este segundo tipo de explicación es el más radical, pero con frecuencia resulta difícil establecer la articulación entre ambos niveles, por cuanto una determinada instancia que toma parte en el conflicto no corresponde necesariamente a un tipo específico de pulsiones.
Dentro de la primera teoría metapsicológica, el conflicto puede referirse esquemáticamente, desde el punto de vista tópico, a la oposición entre los sistemas les, por una parte, y Pcs/Cs, por otra, separados por la censura*; esta oposición corresponde también a la dualidad del principio de placer y principio de realidad, de los cuales el último intenta asegurar su superioridad sobre el primero. Puede decirse que las dos fuerzas que se hallan en conflicto son entonces para Freud la sexualidad* y una instancia represora que incluye especialmente las aspiraciones éticas y estéticas de la personalidad, siendo el motivo de la represión los caracteres específicos de las representaciones sexuales, que las harían incompatibles para el «yo*» y generadoras de displacer para éste.
Sólo más tarde Freud buscó un soporte pulsional a la instancia represora. Entonces considera que el substrato del conflicto psíquico lo constituye el dualismo entre las pulsiones sexuales* y las pulsiones de autoconservación* (definidas como «pulsiones del yo»). «[...] el pensamiento psicoanalítico debe admitir que [ciertas] representaciones han entrado en oposición con otras, más fuertes que aquéllas, para designarlas utilizamos el concepto global de "yo", que tiene una distinta composición según los casos; ello hace que se repriman las primeras representaciones. Pero ¿de dónde puede provenir esta oposición, causa de la represión, entre el yo y ciertos grupos de representaciones? [...] Ha llamado nuestra atención la importancia de las pulsiones para la vida representativa; hemos reconocido que cada pulsión procura imponerse animando las representaciones adecuadas a sus metas. Estas pulsiones no siempre se armonizan; a menudo llegan a un conflicto de intereses; las oposiciones entre las representaciones no son más que la expresión de los combates entre las diferentes pulsiones...» (2). Sin embargo, es evidente que, incluso en esta etapa del pensamiento freudiano en que existe una coincidencia entre la instancia defensiva del yo y un determinado tipo de pulsiones, la oposición última «hambre-amor» sólo se expresa en las modalidades concretas del conflicto a través de una serie de mediaciones muy difíciles de establecer.
En una etapa ulterior, la segunda tópica proporciona un modelo de la personalidad más diversificado y más próximo a estas modalidades concretas: conflictos entre instancias, conflictos internos de una misma instancia, por ejemplo entre los polos de identificación paterno y matero, que pueden encontrarse en el superyó.
El nuevo dualismo pulsional invocado por Freud, el de las pulsiones de vida* y pulsiones de muerte* aparentemente debería proporcionar, en virtud de la oposición radical que propugna, un fundamento a la teoría del conflicto. Pero, de hecho, se está lejos de constatar esta superposición entre el plano de los principios últimos, Eros y pulsión de muerte, y la dinámica concreta del conflicto (véase, acerca de este punto: Pulsión de muerte). No obstante, el concepto de conflicto se renueva:
1) Se ve cada vez mejor cómo las fuerzas pulsionales animan las diferentes instancias (así, por ejemplo, Freud describe el superyó como sádico), aun cuando ninguna de ellas resulte afectada por un solo tipo de pulsión.
2) Las pulsiones de vida parecen abarcar la mayor parte de las oposiciones conflictivas previamente descubiertas por Freud a partir de la clínica: «[...] la oposición entre pulsiones de autoconservación y pulsiones de conservación de la especie, al igual que la otra oposición entre amor al yo y amor objetal, quedan incluidas en la esfera del Eros» (3 a).
3) Más que como un polo de conflicto, la pulsión de muerte es interpretada a \eces por Freud como un principio mismo de lucha, como el vcixo:; (odio) que Empédocles oponía ya al amor (/^pOloi)
De este modo viene a especificar una «tendencia al conflicto», factor variable cuya intervención haría que la bisexualidad propia del ser humano se convierta en ciertos casos en un conflicto entre exigencias rigurosamente incompatibles, m.ientras que, en ausencia de este factor, nada impediría que las tendencias homosexuales y heterosexuales se realizaran en una solución equilibrada.
En esta misma línea de pensamiento cabe interpretar el papel que Freud atribuye al concepto de unión de las pulsiones. Ésta no designa únicamente una mezcla en proporción variable de sexualidad y de agresividad: la pulsión de muerte introduce por sí misma la desunión {véase: Unión-desunión de las pulsiones).
Si dirigimos una mirada de conjunto a la evolución de las concepciones que Freud nos ha dado del conflicto, sorprende, por una parte, el hecho de que siempre busca referirlo a un dualismo irreductible que, en un último análisis, sólo podría basarse en una oposición casi mítica entre dos grandes fuerzas contrarias; por otra parte, el hecho de que uno de ios polos del conflicto es siempre la sexualidad*, mientras que el otro se busca en realidades cambiantes («yo», «pulsiones del yo», «pulsiones de muerte»). Desde el principio de su obra {véase: Seducción), y todavía en el Esquema del psicoanálisis {Abriss der Psychoanalyse, 1938), Freud insiste en la intrínseca ligazón que debe existir entre la sexualidad y el conflicto. Es posible dar de éste un modelo teórico abstracto susceptible de aplicarse a «cualquier exigencia pulsional», «pero la observación nos muestra regularmente que, hasta donde alcanzan nuestros conocimientos, las excitaciones patógenas provienen de las pulsiones parciales de la vida sexual» (3 b). ¿Cuál es la justificación teórica última de este privilegio atribuido a la sexualidad en el conflicto? El problema quedó sin resolver por Freud, quien indicó en varios momentos de su obra que las características temporales particulares de la sexualidad humana hacen que «el punto débil de la organización del yo se encuentre en su relación con la función sexual» (3 c).
Para el psicoanalista, la profundización en el problema del conflicto psíquico debe desembocar forzosamente en lo que para el sujeto humano es el conílicío nuclear: el complejo de Edipo*. En éste, el conflicto, antes de ser conflicto defensivo, se halla ya inscrito de forma presubjetiva como conjunción dialéctica y originaría del deseo y de la prohibición.
El complejo de Edipo, por constituir la idea fundamental e inevitable que orienta el campo interpsicológico del niño, podría encontrarse tras las más diversas modalidades del conflicto defensivo (por ejemplo, en la relación entre el yo y el superyó). De un modo más radical, si se considera el Edipo como una estructura en la que el sujeto ha de encontrar su lugar, el conflicto aparece ya presente, previamente al juego de las pulsiones y de las defensas, juego que constituirá el conflicto psíquico propio de cada individuo.
CONSTRUCCIÓN
= Al.: Konstruktion. ~ Fr.: construction. — Ing.: construction. — //.; costruzione. — Por.: construeáo.
Término propuesto por Freud para designar una elaboración del analista más extensa y más distante del material que la interpretación, y destinada esencialmente a reconstituir en sus aspectos tanto reales como fantaseados una parte de la historia infantil del sujeto.
Resulta difícil, y quizá poco conveniente, conservar para el término de construcción el sentido relativamente restringido que Freud le asigna en Las construcciones en el análisis {Konstruktionen in der Analyse, 1937). En este artículo, Freud se propone ante todo subrayar la dificultad que plantea el objetivo ideal de la cura, es decir, la rememoración completa con supresión de la amnesia infantil*: el analista se ve inducido a elaborar verdaderas «construcciones» y a proponerlas al paciente, lo que, por lo demás, en los casos favorables (cuando la construcción es precisa y es comunicada al paciente en el momento en que éste se halla preparado para recibirla) puede hacer resurgir el recuerdo o los fragmentos de recuerdos reprimidos (1). Incluso cuando este efecto no se produce, la construcción posee, según Freud, una eficacia terapéutica: «Con cierta frecuencia no logramos que el paciente recuerde lo reprimido. Pero en lugar de esto obtenemos de él, si hemos llevado correctamente el análisis, una firme convicción de la verdad de la construcción, que posee el mismo efecto terapéutico que un recuerdo hallado» (2).
La idea singularmente interesante que implica el término «construcción» no puede reducirse al empleo casi técnico que Freud hace de él en su artículo de 1937. Por lo demás, en su obra se encuentran numerosas indicaciones que demuestran que el tema de la construcción, de la organización del material, se halla presente desde un principio y bajo varios aspectos. En la misma época en que Freud descubre el inconsciente, lo describe como una organización que debe ser reconstitutida en virtud de la cura. En efecto, en el discurso del paciente, «[...] el conjunto de la masa, espacialmente extendida, del material patógeno aparece como estirado a través de una estrecha hendidura y, en consecuencia, llega a la conciencia dividido en fragmentos o cintas. Es misión del psicoterapeuta reconstruir a partir de este material la supuesta organización. Podríamos compararlo con el juego de naipes llamado "solitario"» (3).
En Pegan a un niño (Ein Kind wird geschlagen, 1919), Freud se dedica a reconstruir toda la evolución de una fantasía; algunas etapas de esta evolución son esencialmente inaccesibles al recuerdo, pero una auténtica lógica interna obliga a suponer su existencia y a reconstruirlas.
De un modo más general, no puede hablarse solamente de construcción por el analista o a lo largo de la cura: la concepción freudiana de la fantasía supone que ésta es, por sí misma, un modo de elaboración por el sujeto, una construcción que se apoya parcialmente en lo real, como indica la existencia de las «teorías» sexuales infantiles. Finalmente, la palabra construcción plantea todo el problema de las estructuras inconscientes y de la estructuración por la cura.
CONTENIDO LATENTE
= Al: latenter Inhalt. — Fr.: contenu latent. — Ing.: latent content. — It.: contenuto latente. — Por.: conteúdo latente.
Conjunto de significaciones a las que conduce el análisis de una producción del inconsciente, especialmente el sueño. Una vez descifrado, el sueño no aparece ya como una narración formada por imágenes, sino como una organización de pensamientos, un discurso, expresando uno o varios deseos.
La expresión «contenido latente» puede entenderse en un sentido am
plio, como el conjunto de lo que el análisis devela sucesivamente (aso
ciaciones del analizado, interpretaciones del analista); el contenido la
tente de un sueño estaría constituido entonces por restos diurnos, re
cuerdos de la infancia, impresiones corporales, alusiones a la situación
transferencial, etc.
En un sentido más estricto, el contenido latente designaría, en con
traposición con el contenido manifiesto (lacunar y engañoso), la traduc
ción íntegra y verídica de la palabra del que sueña, la expresión adecua
da de su deseo. El contenido manifiesto (que a menudo Freud designa
con la sola palabra de contenido) es la versión truncada; el contenido
latente (también llamado «pensamientos» o «pensamientos latentes» del
sueño), descubierto por el analista, es la versión correcta: «[...] se nos
aparecen como dos presentaciones del mismo contenido en dos lenguas
distintas o, mejor dicho, el contenido del sueño se nos aparece como la transferencia de las ideas del sueño a otro modo de expresión, cuyos signos y leyes de composición hemos de aprender a conocer, mediante la comparación entre el original y la traducción. Los pensamientos del sueño se nos vuelven inmediatamente comprensibles desde el momento en que adquirimos conocimiento de los mismos» (la).
Según Freud, el contenido latente es anterior al contenido manifiesto; el trabajo del sueño es el que transforma el uno en otro y, en este sentido, no es «nunca creador» (2). Esto no significa que el analista pueda redescubrirlo todo («En los sueños mejor interpretados se ve con frecuencia obligado a dejar en la sombra un punto [...]. Allí se encuentra el ombligo del sueño» [Ib] ) ni que pueda, por consiguiente, tener una interpretación definitiva de un sueño (véase:Sobreinterpretación).
CONTENIDO MANIFIESTO
= Al.: nianilester Inhalt. — Fr.: contenu manifesté. — Ing.: manifest content. — It.: contenuto manifesto. — Por.: conteúdo manifesto o patente.
Con esta expresión se designa el sueño antes de haber sido sometido a la investigación analítica, tal como se presenta al sujeto soñador que efectúa la narración del mismo. Por extensión se habla del contenido manifiesto de toda producción verbalizada (desde la fantasía a la obra literaria) que se intenta interpretar por el método analítico.
La expresión «contenido manifiesto» fue introducida por Freud en La interpretación de los sueños (Die Traiundeiitung, 1900) paralelamente a la de «contenido latente». Con frecuencia el término «contenido», sin calificativo, se emplea en el mismo sentido y se opone al de «pensamientos (o pensamientos latentes) del sueño». Para Freud, el contenido manifiesto es el producto del trabajo del sueño, y el contenido latente el resultado del trabajo inverso, el de la interpretación.
Esta concepción ha sido criticada desde el punto de vista fenómeno-lógico: según Politzer, el sueño no poseería, en sentido estricto, más que un solo contenido. Lo que Freud denomina contenido manifiesto constituiría la narración descriptiva que el individuo efectúa de su sueño en un momento en el que no dispone de todas las significaciones que su sueño expresa (1).
CONTRACATEXIS
= Al.: Gegenbesetzung. — Fr.: contre-investissement. — Ing.: anticathexis. — //.; controcarica o controinvestimento. — Por.: contra-carga o contra-investimento.
Proceso económico postulado por Freud como soporte de numerosas actividades defensivas del yo. Consiste en la catexis por el yo de representaciones, actitudes, etc., susceptibles de obstaculizar el acceso de las representaciones y deseos inconscientes a la conciencia y a la motilidad.
El término puede designar también el resultado, más o menos permanente, de tal proceso.
El concepto de contracatexis es citado por Freud sobre todo dentro de su teoría económica de la represión. Las representaciones a reprimir, en la medida en que se hallan catectizadas constantemente por la pulsión y tienden sin cesar a irrumpir en la conciencia, sólo pueden mantenerse en el inconsciente si actiia en sentido contrario una fuerza del mismo modo costante. Así, pues, en general la represión supone dos procesos económicos que se implican mutuamente:
1) retirada, por el sistema Pes, de la catexis hasta entonces ligada a una determinada representación displacentera (ausencia de catexis); 2) contracatexis, utilizando la energía que ha quedado disponible por la operación anterior.
Aquí Se plantea el problema de lo que se elige como objeto de la contracatexis. Conviene señalar que la contracatexis da por resultado el mantenimiento de una representación dentro del sistema de donde proviene la energía pulsional. Es, por consiguiente, la catexis de un elemento del sistema preconsciente-consciente que impide que surja, en su lugar, la representación reprimida. El elemento contracatectizado puede ser de distintas naturalezas: un simple derivado* de la representación inconsciente (formación substitutiva, como ejemplo un animal fóbico, que es objeto de especial vigilancia y sirve para mantener reprimidos el deseo inconsciente y las fantasías con él relacionadas), o un elemento que se opone directamente a aquella representación (por ejemplo, formación reactiva: solicitud exagerada de una madre por sus hijos, que oculta deseos agresivos; afán de limpieza destinado a Juchar contra tendencias anales).
Por otra parte, las contracatexis pueden ser, no sólo una representación, sino también una situación, un comportamiento, un rasgo de carácter, etc., si bien el objetivo sigue siendo siempre el mantener de forma lo más constante posible la represión. De acuerdo con lo dicho, la noción de contracatexis designa el aspecto económico del concepto dinámico de defensa de] yo; explica la estabilidad del síntoma, que, según expresión de Freud, se halla «mantenido desde dos lados a la vez». Al carácter indestructible del deseo inconsciente se opone la relativa rigidez de las estructuras defensivas del yo, que exige un gasto permanente de energía.
La noción de contracatexis no es aplicable únicamente a lo relativo a la frontera entre los sistemas inconsciente, por una parte, y preconsciente, por otra. Citado por Freud en un principio dentro de la teoría de la represión* (1), la contracatexis se encuentra también en numerosas operaciones defensivas: aislamiento, anulación retroactiva, defensa por la realidad, etc. En tales operaciones defensivas, e incluso en el mecanismo de la atención y del pensamiento discriminativo, la contracatexis interviene también en el propio interior del sistema preconscienteconsciente.
Finalmente Freud recurre ai concepto de contracatexis al considerar la relación del organismo con su ambiente, para explicar las reacciones de defensa frente a una irrupción de energía extema que hace efracción sobre el protector contra las excitaciones (dolor, traumatismo). El organismo moviliza entonces energía interna a expensas de sus actividades, que se encuentran empobrecidas, a fin de crear una especie de barrera que evite o disminuya la afluencia de excitaciones externas (2).
CONTRATRANSFERENCIA
= Al: Gegenübertragung. — Fr.: contre-transfert. — Ing.: counter-transference. — It.: controtransfert. — Por.: contratransferéncia.
Conjunto de las reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y, especialmente, frente a la transferencia de éste.
En muy pocos pasajes alude Freud a lo que él llamó la contratransferencia. En ésta Freud ve el resultado de «la influencia del enfermo sobre los sentimientos inconscientes del médico» (1 a) y subraya que «ningún analista va más allá de lo que le permiten sus propios complejos y resistencias internas» (1 b), lo cual tiene como corolario la necesidad del analista de someterse él mismo a un análisis personal.
A partir de Freud, la contratransferencia ha merecido una atención creciente por parte de los psicoanalistas, especialmente en la medida en que la cura se ha ido interpretando y describiendo cada vez más como una relación, y también por la extensión del psicoanálisis a nuevos campos (análisis de los niños y de los psicóticos), en los que las reacciones inconscientes del analista pueden ser más estimuladas. Nos limitaremos a recordar dos puntos;
1.° Desde el punto de vista de la delimitación del concepto, encontramos grandes diferencias: algunos autores designan como contratransferencia todo aquello que, por parte de la personalidad del analista, puede intervenir en la cura; otros, en cambio, limitan la contratransferencia a los procesos inconscientes que la transferencia del analizado provoca en el analista.
Daniel Lagache admite esta última delimitación y la precisa subrayando que la contratransferencia, entendida en este sentido (reacción frente a la transferencia del otro), no se da solamente en el analista, sino también en el analizado. Entonces la transferencia y la contratransferencia no coincidirían, respectivamente, con los procesos propios del analizado y los del analista. Considerando el conjunto del campo analítico, convendría distinguir, en cada una de las dos personas presentes, lo que es transferencia y lo que es contratransferencia (2).
2." Desde el punto de vista técnico, cabe distinguir esquemáticamente tres orientaciones:
a) reducir todo lo posible las manifestaciones contratransferenciales mediante el análisis personal, de tal forma que la situación analítica quede finalmente estructurada, como una superficie proyectiva, sólo por la transferencia del paciente;
b) utilizar, aunque controlándolas, las manifestaciones de contratransferencia en el trabajo analítico, siguiendo la indicación de Freud, según la cual: «[...] cada uno posee en su propio inconsciente un instrumento con el cual puede interpretar las expresiones del inconsciente en los demás» (3) {véase: Atención flotante);
c) guiarse, para la interpretación misma, por las propias reacciones contratransferenciales, que desde este punto de vista se asimilan con frecuencia a las emociones experimentadas. Tal actitud postula que la resonancia «de inconsciente a inconsciente» constituye la única comunicación auténticamente psicoanalítica.
CONVERSIÓN
= At.: Konversion. — Fr.: conversion. — Ing.: conversion. — /f.; conversione. — Por.: conversáo.
Mecanismo de formacióii de síntomas que Interviene en la histeria y, más específicamente, en la histeria de conversión (véase este término).
Consiste en una transposición de un conflicto psíquico y una tentativa de resolución del mismo en síntomas somáticos, motores (por ejemplo, parálisis) o sensitivos (por ejemplo, anestesias o dolores localizados).
La palabra conversión corresponde en Freud a una concepción económica: la libido desligada de la representación reprimida se transforma en energía de inervación. Pero lo que caracteriza ios síntomas de conversión es su significación simbólica: tales síntomas expresan, a través del cuerpo, representaciones reprimidas.
El término «conversión» fue introducido por Freud en psicopatología para designar este «salto de lo psíquico a la inervación somática», que él mismo consideraba difícil de concebir (1). Esta idea, nueva a finales del siglo XIX, adquirió, como es sabido, una gran difusión, especialmente con el desarrollo de las investigaciones psicosomáticas. Por ello es necesario delimitar, en este campo actualmente tan extenso, lo que puede adscribirse más específicamente a la conversión; por lo demás, hagamos observar que tal preocupación ya la sintió Freud, sobre todo en la distinción entre síntomas histéricos y síntomas somáticos de las neurosis actuales.
La noción de conversión surgió con motivo de las primeras investigaciones de Freud sobre la histeria: donde primeramente se encuentra es en el caso de Frau Emmy von N... de los Estudios sobre la histeria (Studien über Hysteric, 1895) y en Las psiconeurosis de defensa (Die Abwehr-Neuropsy chosen, 1894). Su sentido primario es económico: se trata de una energía libidinal que se transforma, se convierte, en inervación somática. La conversión es correlativa al desprendimiento de la libido de la representación, en el proceso de la represión; la energía libidinal desprendida es entonces «[...] transpuesta a lo corporal» (2a).
Esta interpretación económica de la conversión es inseparable, en Freud, de una concepción simbólica; en los síntomas corporales, «hablan» las representaciones reprimidas (3), deformadas por los mecanismos de la condensación y del desplazamiento. Freud señala que la relación simbólica que une el síntoma a la significación es tal que un mismo síntoma no solamente expresa varias significaciones a la vez, sino tambien sucesivamente: «Con los años puede cambiar una de las significaciones o la significación dominante de un determinado síntoma [...]. La producción de un síntoma de este tipo es tan difícil, la transformación de una excitación puramente psíquica al ámbito corporal (proceso que he llamado conversión) depende de la concurrencia de tantas condiciones favorables, la complacencia somática necesaria para la conversión es tan trabajosamente obtenida que el impulso a la descarga de la excitación proveniente del inconsciente conduce a contentarse, en lo posible, con la vía de descarga que ya se ha vuelto practicable» (4).
Respecto a los motivos que hace que se produzcan predominantemente síntomas de conversión en lugar de síntomas de otro tipo (por ejemplo, fóbicos u obsesivos), Freud invoca ante todo la existencia de una «capacidad de conversión» (2 b), idea que recogerá de nuevo en la expresión «complacencia somática»*, factor constitucional o adquirido que predispondría, de un modo general, a un determinado individuo a la conversión o, más específicamente, a un determinado órgano o aparato a ser utilizado para este proceso. Este problema se relaciona, pues, con el de la «elección de la neurosis»* y el de la especificidad de las estructuras neuróticas.
¿Cómo debe situarse la conversión, desde el punto de vista nosográfico?
1." En el ámbito de la histeria: primeramente la conversión fue considerada por Freud como un mecanismo que, en diversos grados, intervendría siempre en los casos de histeria. Más tarde, al profundizar en la estructura histérica, Freud se vio inducido a relacionar con ésta una forma de neurosis que no comporta síntomas de conversión, sino esencialmente un síndrome fóbico que aisló como histeria de angustia, lo que a su vez permite delimitar una histeria de conversión.
Esta tendencia a no considerar como coextensivas la histeria y la conversión todavía se encuentra hoy cuando se habla de histeria, de estructura histérica, sin que existan síntomas de conversión.
 En el ámbito más general de las neurosis* en otras neurosis distintas de la histeria se encuentran síntomas corporales que muestran una relación simbólica con las fantasías inconscientes del sujeto (por ejemplo, los trastornos intestinales del caso de Historia de una neurosis infantil). ¿Debe concebirse entonces la conversión como un mecanismo tan fundamental en la formación de síntomas que podría encontrarse, en grados diversos, en diferentes tipos de neurosis? ¿O bien se debe seguir considerándola como específica de la histeria y, cuando se encuentra en otras afecciones, pensar en la existencia de un «núcleo histérico»
o hablar incluso de «neurosis mixta»? Se trata de un problema que no es meramente terminológico, por cuanto conduce a diferenciar las neurosis desde un punto de vista de las estructuras y no solamente de los síntomas.
3.° En el campo actualmente llamado psicosomático, sin pretender zanjar una discusión que todavía continúa, parece que hoy se tiende a diferenciar la conversión histérica de otros procesos de formación de síntomas, para los cuales se ha propuesto, por ejemplo, el nombre de somatización: el síntoma de conversión histérica guardaría una relación simbólica más precisa con la historia del sujeto, sería más difícil de aislar en una entidad nosográfica somática (ejemplo: ulcus gástrico, hipertensión), menos estable, etc. Ahora bien, aun cuando en muchos casos la distinción clínica se impone, la distinción teórica sigue resultando difícil de elaborar.
CUMPLIMIENTO (O REALIZACIÓN) DE DESEO
= Al: Wunscherfüllung. — Fr.: accomplissement de désir. — Ing.: wishfulfilment. — It.: appagamento di desiderio. — Por.: realizagáo de desejo.
Formación psicológica en la cual el deseo se presenta imaginariamente como cumplido. Las producciones del inconsciente (sueüo, síntoma y, por excelencia, la fantasía) constituyen cumplimientos de deseo en los que éste se expresa en una forma más o menos disfrazada.
No es éste el lugar adecuado para exponer la teoría psicoanalítica del sueño, cuya proposición fundamental (el sueño constituye un cumplimiento de deseo)pareció representar para Freud, como es sabido, el signo inaugural de su descubrimiento (a). En La interpretación de los sueños {Die Traumdeutung, 1900), Freud se dedicó a demostrar la validez universal de esta afirmación y a comprobarla en todos los casos que aparentemente la desmentían (sueños de angustia, punitivos, etc.). Recordemos que en su obra Más allá del principio del placer (Jenseits des Lustprinzips, 1920), el problema de la repetición de los sueños de accidentes en la neurosis traumática condujo a Freud a poner en tela de juicio la función del sueño como cumplimiento de deseo y a buscar, para el sueño, una función más primaria (1) {véase: Compulsión a la repetición; Ligazón).
Desde un principio resultó evidente para Freud la analogía entre sueño y síntoma; la señaló ya en 1895 {2 a), y comprendió todo su alcance a partir de La interpretación de los sueños. Mencionemos, por ejemplo, estas líneas dirigidas a W. Fliess: «Mi última generalización perdura y parece querer progresar hasta el infinito. No solamente el sueño es un cumplimiento de deseo, sino también el ataque histérico. Esto es exacto para el síntoma histérico y sin duda también para todos los fenómenos neuróticos, como ya reconocí ((3) en el delirio agudo» (2 b).
Obsérvese que la idea según la cual el sueño cumple un deseo es presentada por Freud en forma de una locución substantiva; así el lector encuentra fórmulas como: dos cumplimientos de deseo se hallan en el contenido latente de tal sueño, etc. El término «cumplimiento de deseo» adquiere por ello un valor autónomo, como si designara no sólo una función del sueño, sino también una estructura interna de éste, susceptible de entrar en combinación con otra. En este sentido se convierte prácticamente en sinónimo de fantasía*.
Esta observación subraya el hecho de que ninguna producción del inconsciente puede decirse que cumpla un deseo: cada una de ellas aparece como el resultado de un conflicto y de un compromiso: «Un sintoma histérico sólo se produce allí donde dos cumplimientos de deseos opuestos, cada uno de los cuales encuentra su origen en un sistema psíquico distinto, concurren en una expresión única» (3).
La expresión anglosajona «wishful thinking», que corresponde a la locución francesa usual: «confundir los deseos con realidades», hace referencia a la concepción psicoanalítica del cumplimiento de deseo. Sin embargo, sería erróneo confundirlas pura y simplemente. En efecto, cuando se habla de wishful thinking, el acento recae en lo real que el sujeto desconoce, ya sea porque olvide las condiciones que le permitirían cumplir su deseo, ya sea porque deforme su aprehensión de lo real, etc. En cambio, cuando se habla de cumplimiento de deseo, el acento recae en el deseo y en su escenificación fantaseada; generalmente aquí no se desconoce la dimensión de lo real, puesto que no se halla presente (sueño). Por otra parte, wishful thinking se emplea más bien cuando se trata de anhelos, proyectos, deseos a propósito de los cuales no es esencial la referencia al inconsciente.
(a) Cf., por ejemplo, la carta a Fliess del 12-VI-1900: «¿Crees de veras que algún día, sobre esta casa habrá una placa de mármol en la que podrá leerse: "En esta casa el día 24 de julio de 1895, se le reveló al Dr. Sigmund Freud el misterio del sueño"?».
(/5) Freud alude aquí a una concepción sostenida en Las psiconeurosis de defensa (Die Abwehr-Neuropsychosen, 1894).
D
DEFENSA
= Al: Abwehr. — Fr.: defense. — Ing.: defence. — It.: difesa. — Por.: defesa.
Conjunto de operaciones cuya finalidad consiste en reducir o suprimir toda modiGcación susceptible de poner en peligro la integridad y la constancia del individuo biopsicológico. En la medida en que el yo se constituye como la instancia que encama esta constancia y que busca mantenerla, puede ser descrito como «lo que está en juego» y el agente de estas operaciones.
La defensa, de un modo general, afecta a la excitación interna (pulsión) y electivamente a las representaciones (recuerdos, fantasías) que aquélla comporta, en una determinada situación capaz de desencadenar esta excitación en la medida en que es incompatible con dicho equilibrio y, por lo tanto, displacentero para el yo. Los afectos dlsplacenteros, motivos o señales de la defensa, pueden ser también el objeto de ésta.
El proceso defensivo se especifica en mecanismos de defensa más o menos integrados al yo.
La defensa, marcada e infiltrada por aquello sobre lo que en definitiva actúa (la pulsión), adquiere a menudo im carácter compulsivo y actúa, al menos parcialmente, en forma Inconsciente.
Al situar en primer piano la noción de defensa en la histeria, y muy pronto también en otras psiconeurosis, Freud estableció su propia concepción de la vida psíquica, en oposición a los puntos de vista de sus contemporáneos (véase: Histeria de defensa). Los Estudios sobre la histeria (Studien über Hysteria, 1895) muestran toda la complejidad de las relaciones existentes entre la defensa y el yo, al cual se atribuye aquéll?. En efecto, el yo es aquella región de la personalidad, aquel «espacio» que se intenta proteger de toda perturbación (por ejemplo, conflictos entre deseos opuestos). Es también un «grupo de representaciones» que se halla en desacuerdo con una representación «incompatible» con él, siendo la señal de esta incompatibilidad un afecto displacentero; finalmente, es agente de la operación defensiva {véase: Yo). En los trabajos de Freud donde se elabora el concepto de psiconeurosis de defensa, se realiza siempre la idea de incompatibilidad de una representación con el yo; los diferentes tipos de defensa consisten en las diversas formas de tratar esta representación actuando en especial sobre la separación de ésta del afecto que originalmente estaba ligado a ella. Por otra parte, sabemos que Freud muy pronto opuso a las psiconeurosis de defensa las neurosis actuales*, grupo de neurosis en las cuales un aumento intolerable de la tensión interna, debido a una excitación sexual no descargada, encuentra su salida en diversos síntomas somáticos; resulta significativo el hecho de que, en este último caso, Freud rehusa hablar de defensa, a pesar de que también aquí hay una forma de proteger el organismo y buscar la restauración de cierto equilibrio. La defensa, ya en el mismo momento de su descubrimiento, es implícitamente diferenciada de las medidas que adopta un organismo para reducir cualquier aumento de tensión.
En la misma época en que Freud intenta especificar las diversas modalidades del proceso defensivo según las enfermedades, y cuando la experiencia de la cura le permite reconstruir mejor, en los Estudios sobre la histeria, el desenvolvimiento de este proceso (resurgimiento de los afectos displacenteros que han motivado la defensa, escalonamiento de las resistencias, estratificación del material patógeno, etc.), intenta dar un modelo metapsicológico de la defensa. En un principio esta teoría se refiere, como sucederá constantemente después, a una oposición entre las excitaciones externas, de las que se puede huir o contra las cuales existe un dispositivo de barrera mecánica que permite filtrarlas (véase: Protector contra las excitaciones), y las excitaciones internas, de las que no es posible huir. Contra esta agresión desde dentro, que es la pulsión, se constituyen los diferentes procedimientos defensivos. El Proyecto de psicología científica (Entwurf einer Psychologie, 1895) aborda de dos maneras el problema de la defensa:
1) Freud busca el origen de lo que llama «defensa primaria» en una «experiencia de dolor», de igual modo que encontró el modelo del deseo y de su inhibición por el yo en una «experiencia de satisfacción». Con todo, esta concepción no puede aprehenderse, en el Proyecto, con tanta claridad como la de la experiencias de satisfacción (a).
2) Freud intenta distinguir una defensa normal y una defensa patológica. La primera actúa en el caso de una reviviscencia de una experiencia penosa; es preciso que el yo haya podido ya, durante la experiencia inicial, empezar a inhibir el displacer por medio de «catexis laterales»: «Cuando se repite la catexis de la huella mnémica, se repite también el displacer, pero ¡as facilitaciones del yo ya están establecidas; la experiencia muestra que, la segunda vez, la liberación (de displacer) es menos importante, y finalmente, tras varias repeticiones, se reduce a la intensidad, conveniente al yo, de una señal» (1 a).
Tal defensa evita al yo el peligro de verse sumergido e infiltrado por el proceso primario, como ocurre en la defensa patológica. Ya es sabido que Freud encuentra la condición para esta última en una escena sexual que cuando se produjo no suscitó defensa, pero cuyo recuerdo reactivado desencadena, desde dentro, una magnitud de excitación. «La atención se halla dirigida hacia las percepciones que habitualmente dan lugar a la liberación de displacer. [Ahora bien] aquí no se trata de una percepción, sino de una huella mnémica que, de forma inesperada, libera displacer, y el yo es informado de ello demasiado tarde» (1 b). Esto explica que «[...] en un proceso del yo se produzcan consecuencias que habitualmente sólo se observan en los procesos primarios» (le).
Así, la condición de la defensa patológica consiste en el desencadenamiento de una excitación de origen interno, que provoca displacer y contra la cual no se ha establecido ningún aprendizaje defensivo. Por consiguiente, no es la intensidad del afecto en sí lo que motiva la puesta en marcha de la defensa patológica, sino condiciones muy específicas que no pueden englobarse en una percepción desagradable ni tampoco en el recuerdo de una percepción penosa. Según Freud, estas condiciones sólo se cumplirían en la esfera de la sexualidad {véase: Posterioridad; Seducción).
Cualesquiera que sean las modalidades del proceso defensivo en la histeria, la neurosis obsesiva, la paranoia, etc. (véase: Mecanismos de defensa), los dos polos del conflicto son siempre el yo y la pulsión. El yo intenta protegerse frente a una amenaza interna. Esta concepción, si bien resulta confirmada constantemente por la clínica, no deja de plantear un problema teórico que Freud siempre tuvo presente: ¿cómo la descarga pulsional, que por definición está destinada a producir placer, puede ser percibida como displacer o como una amenaza de displacer hasta el punto de poner en marcha una defensa? La diferenciación tópica del aparato psíquico permite enunciar que aquello que constituye placer para un sistema, representa displacer para otro (el yo), pero este reparto de papeles obliga a explicar lo que hace que determinadas exigencias pulsionales sean contrarias al yo. Una solución teórica que Freud rechazó es aquella según la cual la defensa entraría en acción «[...] cuando la tensión aumenta en forma intolerable porque una moción pulsional se halla insatisfecha» (2). Así, el hambre insatisfecha no es reprimida; cualesquiera que sean los «medios de defensa» de que dispone el organismo para enfrentarse a una amenaza de este tipo, no se trata aquí de la defensa en sentido psicoanalítico. Para explicar ésta no es condición suficiente la homeostasis del organismo.
¿Cuál es el móvil último de la defensa del yo? ¿Por qué percibe éste como displacer una determinada moción pulsional? Esta pregunta, fundamental en psicoanálisis, puede encontrar diversas respuestas, que, por lo demás, no se excluyen necesariamente entre sí. Con frecuencia se admite una primera distinción referente al origen último del peligro inmanente a la satisfacción pulsional: puede considerarse la propia pulsión como peligrosa para el yo, como una agresión interna; también puede adscribirse, en último análisis, todo peligro a la relación del individuo con el mundo exterior, entonces la pulsión es peligrosa por los daños reales a que podría conducir su satisfacción. Así, la tesis admitida por Freud en Inhibición, síntoma y angustia (Hemmung, Symptom und Angst, 1926), y sobre todo su reinterpretación de la fobia, le lleva a conceder un papel primordial a «la angustia ante un peligro real»* (Realangst) y, en último término, a considerar como derivada de ésta la angustia neurótica o angustia ante la pulsión.
Si abordamos el mismo problema desde el punto de vista de la concepción del yo, las soluciones variarán evidentemente según se haga recaer el acento en su función de agente de la realidad y representante del principio de realidad, o se insista en su «compulsión a la síntesis»,
o se le describa, ante todo, como una forma, especie de duplicado intrasubjetivo del organismo, regulado, como éste, por un principio de homeostasis. Finalmente, desde el punto de vista dinámico, puede intentarse explicar el problema planteado por el displacer de origen pulsional por la existencia de un antagonismo que no sería sólo el de las pulsiones y la instancia del yo, sino el de dos clases de pulsiones con objetivos opuestos. Este último camino es el seguido por Freud en los años 1910-1915, al oponer a las pulsiones sexuales, las pulsiones de auto-conservación o pulsiones del yo. Como es sabido, este par pulsional será substitutido, en la última teoría de Freud, por el antagonismo entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte, y esta nueva oposición ya no coincide directamente con el juego de fuerzas presentes en la dinámica del conflicto*.
La misma palabra defensa, sobre todo cuando se utiliza de un modo absoluto, es fuente de equívocos y exige algunas distinciones conceptuales. Dicha palabra designa tanto la acción de defender (tomar la defensa) como la de defenderse. Por otra parte, en francés se añade el concepto de «defense de», es decir, de prohibición. En consecuencia, sería útil distinguir diversos parámetros de la defensa, incluso aunque éstos coincidan más o menos unos con otros: lo que está en juego: el «lugar psíquico» amenazado; su agente: el soporte de la acción defensiva; su finalidad: por ejemplo, la tendencia a mantener y restablecer la integridad y la constancia del yo y evitar toda perturbación que se traduciría subjetivamente por displacer; sus motivos: lo que enuncia la amenaza y pone en marcha el proceso defensivo (afectos reducidos a la función de señales, señal de angustia*); y, finalmente, 5M5 mecanismos.
Para terminar, la distinción entre la defensa, en el sentido casi estratégico que ha adquirido en psicoanálisis, y lo prohibido, especialmente en la forma que se presenta en el complejo de Edipo, al tiempo que subraya la heterogeneidad de dos niveles, el de la estructuración del aparato psíquico y el de la estructura del deseo y de las fantasías más fundamentales, deja sin resolver el problema de su articulación en la teoría y en la práctica de la cura.
(o) La tesis de una «experiencia de dolor» que sería simétrica de la experiencia de satisfacción aparece desde un principio como paradójica: ¿por qué el aparato neuronal habría de repetir hasta alucinarlo un dolor que se caracteriza por un aumento de la carga, si la función del aparato consiste en evitar todo aumento de tensión? Esta paradoja podría explicarse considerando los numerosos pasajes de la obra de Freud en que éste se pregunta sobre el problema económico del dolor; entonces se aprecia, a nuestro modo de ver, que el dolor físico, como efracción del límite corporal, debería considerarse más bien como un modelo de esta agresión interna que representa la pulsión para el yo. Más que una repetición alucinatoria de un dolor efectivamente vivido, la «experiencia de dolor» debería comprenderse como el surgimiento, con motivo de la reviviscencia de una experiencia que en si no pudo ser dolorosa, de este «dolor» que es, para el yo, la angustia.
DEFORMACIÓN
= Al.: Entstellung. — Fr.: deformation. — Ing.: distortion. — It.: deformazione. — Por.: deformagao.
Efecto global del trabajo del sueño: los pensamientos latentes se transforman en un producto maniflesto difícil de reconocer.
Remitimos al lector a los artículos Trabajo del sueño, Contenido manifiesto, Contenido latente.
La edición francesa de L'interpréíation du réve (La interpretación de los sueños [Die Traumdeutung, 1900]) traduce Entstellung por transposition(transposición). Esta palabra nos parece demasiado pobre. Las ideas latentes no sólo se expresan en otro registro (como si se tratara de la transposición de una melodía), sino que son desfiguradas de tal forma que únicamente es posible restituirlas mediante una labor de interpretación. El término «alteración» ha sido descartado por su matiz peyorativo. Por esto proponemos el de deformación.
DEPRESIÓN ANACLÍTICA
= Al.: Anlehnungsdepression. — Fr.: depression anaclitique. — Ing.: anaclitic depression. — It.: depressione anaclitica. — Por.: depressáo anaclítica.
Término creado por Rene Spitz (1): trastornos que recuerdan clínicamente a los de la depresión en el adulto y que sobrevienen de modo progresivo en el niño privado de su madre después de haber tenido con ella una relación normal, por lo menos, durante los seis primeros meses de la vida.
Remitimos al lector al artículo Anaclítico, donde encontrará las observaciones terminológicas acerca de este adjetivo. El cuadro clínico de la depresión anaclítica lo describe R. Spitz (2 a) del siguiente modo: «Primer mes. Los niños se vuelven llorones, exigentes y se aferran al observador que entra en contacto con ellos.
»Segundo mes. Rechazo del contacto. Posición patognomónica (los niños permanecen la mayor parte del tiempo acostados en su cama boca abajo). Insomnio. Continúa la pérdida de peso. Tendencia a contraer enfermedades intercurrentes. Retardo motor generalizado. Rigidez de la expresión facial.
«Después del tercer mes. Se ha establecido la rigidez del rostro. Cesa el llanto, que es substituido por raros gemidos. Se acentúa el retardo y aparece un aletargamiento.
»Si, antes de que haya transcurrido un período crítico, que se sitúa entre el final del 3." mes y el final del 5.°, la madre vuelve con su hijo,
o se consigue encontrar un substituto materno aceptable para el niño, el trastorno desaparece con sorprendente rapidez.»
Spitz considera «la estructura dinámica de la depresión anaclítica como fundamentalmente distinta de la depresión en el adulto» (2 b).
DERIVADO DEL INCONSCIENTE
= Al.: Abkdmmling des Unbewussten. — Fr.: rejeton de l'inconsdent. — Ing.: derívate of the unconscious. — 7/..' derivato deU'inconscio. — Por.: derivado o ramificagáo do inconsciente.
Término utilizado a menudo por Freud dentro de su concepción dinámica del inconsciente; éste tiende a liacer resurgir en la conciencia y en la acción producciones que se hallan en conexión más o menos lejana con aquél. Estos derivados de lo reprimido son, a su vez, objeto de nuevas medidas de defensa.
Esta expresión se encuentra sobre todo en los textos metapsicológicos de 1915. No designa de un modo especial una determinada producción del inconsciente, sino que engloba, por ejemplo, los síntomas, las asociaciones que se producen durante la sesión {la), las fantasías (2).
El téiTnino «derivado del representante reprimido» (1 b) o «de lo reprimido» (le) se halla en relación con la teoría de los dos tiempos de la represión. Lo que ha sido reprimido en el primer tiempo (represión originaria*) tiende a irrumpir de nuevo en la conciencia en forma de derivados, siendo sometido entonces a una segunda represión (represión con posterioridad).
El término «derivado» pone en evidencia una característica esencial del inconsciente: permanece siempre activo, ejerce un empuje en dirección a la conciencia. El término francés rejeton, tomado de la botánica, acentúa esta idea mediante la imagen de algo que rebrota después de haber intentado suprimirlo.
DESAMPARO (ESTADO DE)
= Al.: Hiiflosigkeit, — Fr.: état de détresse. — Ing.: helplessness. — It.: l'essere senza aiuto. — Por.: desamparo o desarvoramento.
Palabra del lenguaje corriente que adquiere un sentido específico en la teoría freudiana: estado del lactante que, dependiendo totalmente de otra persona para la satisfacción de sus necesidades (sed, hambre), se halla impotente para realizar la acción específica adecuada para poner fin a la tensión interna.
Para el adulto, el estado de desamparo constituye el prototipo de la situación traumática generadora de angustia.
La palabra Hiiflosigkeit, que para Freud constituye una referencia constante, merece ser destacada y ser traducida por un término único. Proponemos estado de desamparo, en vez de desamparo, pues se trata de un dato esencialmente objetivo: la impotencia del recién nacido humano, que es incapaz de emprender una acción coordinada y eficaz (véase: Acción específica); esto es lo que Freud designó como motorische Hiiflosigkeit (1 a). Desde el punto de vista económico, tal situación con
duce al incremento de la tensión de necesidad, que el aparato psíquico es todavía incapaz de dominar: ésta es la psychische Hilflosigkeit. La idea de un estado de desamparo inicial se encuentra en el origen de varios tipos de consideraciones.
I.'' En el plano genético (2), a partir de ella pueden comprenderse el valor princeps de la experiencia de satisfacción, su reproducción alucinatoria y la diferenciación entre procesos primario y secundario*.
2^ El estado de desamparo, inherente a la dependencia total del pequeño ser con respecto a su madre, implica la omnipotencia de ésta. Influye así en forma decisiva en la estructuración del psiquismo, destinado a constituirse enteramente en la relación con el otro.
3.^ Dentro de una teoría de la angustia, el estado de desamparo se convierte en el prototipo de la situación traumática. Así, en Inhibición, síntoma y angustia {Hemmung, Symptom und Angst, 1926), Freud reconoce a los «peligros internos» una característica común: pérdida o separación, que implica un aumento progresivo de la tensión, hasta el punto de que, al final, el sujeto se ve incapaz de dominar las excitaciones y es desbordado por éstas: lo que define el estado generador del sentimiento de desamparo.
4.'» Observemos finalmente que Freud relaciona explícitamente el estado de desamparo con la prematuridad del ser humano: su «[...] existencia intrauterina parece relativamente corta en comparación con la de la mayoría de los animales; se halla más incompleto que éstos cuando viene al mundo. Ello hace que la influencia del mundo exterior sea más intensa, es necesaria la diferenciación precoz del yo con respecto al ello, aumenta la importancia de los peligros del mundo exterior, y se incrementa enormemente el valor del único objeto capaz de proteger contra estos peligros y de reemplazar la vida intrauterina. Este factor biológico crea, pues, las primeras situaciones de peligro y la necesidad de ser amado, que ya nunca abandonará al hombre» (1 b).
DESARROLLO DE ANGUSTIA
= Al: Angstentwicklung. — Fr.: développement d'angoisse. — Ing.: generating (o generation of) anxiety. — It.: sviluppo d'angoscia. — Por.: desenvolvimento de angustia.
Término creado por Freud: la angustia considerada en su desarrollo temporal, su incremento en el individuo.
Incluimos aquí este término, que se encuentra en varios lugares de los escritos de Freud, especialmente en las Lecciones de introducción al psicoanálisis {Vorlestmgen zur Einführuug in die Psychoanalyse, 1915-1917) y en hihibición, síntoma y angustia (Hanmung, Symptom und Angst, 1926), porque merece ser traducido por un equivalente único, lo que no ocurre en todas las traducciones.
Este término descriptivo adquiere su sentido especial en el marco de una teoría de la angustia que distingue una situación traumática, en la que la angustia no puede ser controlada (angustia automática), y una señal de angustia destinada a evitar que ésta surja. El «desarrollo de angustia» indica el proceso que hace pasar de una a la otra, si la señal de angustia no ha resultado eficaz.
DESCARGA
= Al.: Abtuhr. — Fr.: décharge. — Ing.: discharge. — It.: scarica o deflusso. — Por.: descarga.
Término «económico» utilizado por Freud dentro de los modelos físicos que da del aparato psíquico: evacuación hacia el exterior de la energía aportada al aparato psíquico por las excitaciones, ya sean éstas de origen interno o extemo. Esta descarga puede ser total o parcial.
Remitimos al lector, por una parte, a los artículos sobre los diferentes principios que regulan el funcionamiento económico del aparato psíquico (Principio de constancia. Principio de inercia. Principio de placer) y, por otra, en lo referente al papel patógeno de los trastornos de la descarga, a los artículos: Neurosis actual y Estancamiento de la libido.
DESEO
= AL: Wunsch (a veces Begierde o Lust). — Fr.; désir. — Ing.: wish. — It.: desiderio. — Por.: desejo.
En la concepción dinámica freudiana, uno de los polos del conflicto defensivo: el deseo inconsciente tiende a realizarse restableciendo, según las leyes del proceso primario, los signos ligados a las primeras experiencias de satisfacción. El psicoanálisis ha mostrado, basándose en el modelo del sueño, cómo el deseo se encuentra también en los síntomas en forma de una transacción.
En toda concepción del hombre existen algunas nociones que son demasiado fimdamentales para poder ser bien delimitadas; tal es indiscutiblemente el caso del deseo en la doctrina freudiana. Nos limitaremos aquí a efectuar algunas observaciones relativas a la terminología.
1.° Ante todo señalemos que la palabra deseo no corresponde exactamente al término alemán Wunsch o al término inglés wish. Wunsch designa más bien el anhelo, el voto formulado, mientras que la palabra deseo evoca más bien un movimiento de concupiscencia o de codicia que en alemán se expresa por Begierde o incluso por Lust.
2.° En la teoría de los sueños se aprecia, con la máxima claridad, lo que entiende Freud por Wunsch, permitiendo diferenciarlo de algunos conceptos afines.
La definición más elaborada es la que se refiere a la experiencia de satisfacción, a continuación de la cual «[...] la imagen mnémica de una determinada percepción permanece asociada a la huella mnémica de la excitación resultante de la necesidad. Al presentarse de nuevo esta necesidad, se producirá, en virtud de la ligazón establecida, una moción psíquica dirigida a recargar la imagen mnémica de dicha percepción e incluso a evocar ésta, es decir, a restablecer la situación de la primera satisfacción: tal moción es la que nosotros llamamos deseo; la reaparición de la percepción es el «cumplimiento de deseo» (1 a). Esta definición obliga a efectuar las siguientes observaciones:
a) Freud no identifica necesidad con deseo: la necesidad, nacida de un estado de tensión interna, encuentra su satisfacción (Befriedigung) por la acción específica* que procura el objeto adecuado (por ejemplo, alimento); el deseo se halla indisolublemente ligado a «huellas mnémicas» y encuentra su realización (Erfüllung) en la reproducción alucinatoria de las percepciones que se han convertido en signos de esta satisfacción (véase: Identidad de percepción). Con todo, esta diferencia no siempre se halla tan claramente afirmada en la terminología de Freud: en algunos trabajos de encuentra la palabra compuesta Wunschbefriedigung.
h) La búsqueda del objeto en la realidad se halla totalmente orientada por esta relación con signos. La disposición de estos signos constituye la fantasía*, correlato del deseo.
c) La concepción freudiana del deseo se refiere fundamentalmente al deseo inconsciente, ligado a signos infantiles indestructibles. Observemos, sin embargo, que el uso hecho por Freud de la palabra deseo no siempre fue tan riguroso como el que se desprende de la definición anteriormente citada; así, habla de deseo de dormir, de deseo preconsciente e incluso, en ocasiones, formula el resultado del conflicto como el compromiso entre «[,..] dos cumplimientos de deseos opuestos, cada uno de los cuales tiene su fuente en un sistema psíquico distinto» (Ib).
J. Lacan se ha dedicado a centrar de nuevo los descubrimientos freudianos en torno a la noción de deseo y a volver a colocar este concepto en el primer plano de la teoría analítica. Dentro de esta perspectiva, se ha visto inducido a diferenciarlo de conceptos tales como el de necesidad y el de demanda, con los que a menudo se confunde.
La necesidad se dirige a un objeto específico, con el cual se satisface. La demanda es formulada y se dirige a otro; aunque todavía se refiere a un objeto, esto es para ella inesencial por cuanto la demanda articulada es, en el fondo, demanda de amor.
El deseo nace de la separación entre necesidad y demanda; es irreductible a la necesidad, puesto que en su origen no es relación con un objeto real, independiente del sujeto, sino con la fantasía; es irreductible a la demanda, por cuanto intenta imponerse sin tener en cuenta el lenguaje y el inconsciente del otro, y exige ser reconocido absolutamente por él (2).
DESPLAZAMIENTO
= AL: Verschiebung. — Fr.: déplacement. — Ing.: displacement. — It.: spostamento. —• Por.: deslocamento.
Consiste en que el acento, el interés, la intensidad de una representación puede desprenderse de ésta para pasar a otras representaciones originalmente poco intensas, aunque ligadas a la primera por una cadena asociativa.
Este fenómeno, que se observa especialmente en el análisis de los sueños, se encuentra también en la formación de los síntomas psiconeuróticos y, de un modo general, en toda formación del inconsciente.
La teoría psicoanalítica del desplazamiento recurre a la hipótesis económica de una energía de catexis susceptible de desligarse de las representaciones y deslizarse a lo largo de las vías asociativas.
El «Ubre» desplazamiento de esta energía constituye una de las principales características del proceso primario, que rige el funcionamiento del sistema inconsciente.
El concepto de desplazamiento aparece ya en los comienzos de la teoría freudiana de las neurosis (1); va unido a la comprobación clínica de una independencia relativa entre el afecto y la representación, y a la hipótesis económica que intenta explicarla: la de una energía de catexis «[...] que puede aumentarse, disminuirse, desplazarse, descargarse» (2 a) (véase: Económico; Quantum o suma de afecto).
Esta hipótesis fue plenamente desarrollada en el modelo que dio Freud del funcionamiento del «aparato neuronal» en su Proyecto de psicología científica (Entwurf einer Psychologic, 1895): la «cantidad» se desplaza a lo largo de las vías que forman las neuronas, las cuales, según el «principio de inercia neuronal», tienden a descargarse totalmente. El proceso «total o primario» se caracteriza por un desplazamiento de la totalidad de la energía de una representación a otra. Así, en la formación de un síntoma, de un «símbolo mnémico» de tipo histérico: «[...] lo único que se modifica es la distribución [de la cantidad]. Algo se ha añadido a [la representación] A, que ha sido retirado de B. El proceso patológico constituye un desplazamiento, similar al que hemos reconocido en el sueño, es decir, un proceso primario» (3a).
En el proceso secundario* encontramos también el desplazamiento, pero limitado en su recorrido y afectando únicamente a pequeñas cantidades de energía (3 b).
Desde el punto de vista psicológico, se obser\'a en Freud una aparente oscilación en cuanto a la extensión que debe concederse a la noción de desplazamiento. Unas veces contrapone el desplazamiento, fenómeno que se produce entre representaciones y caracteriza especialmente ia neurosis obsesiva (formación de un substitutivo por desplazamiento; Verschiebungsersatz), a la conversión, en la cual el afecto queda eliminado y la energía de catexis cambia de registro, pasando del ámbito de las representaciones al ámbito somático (2 b). Otras veces el desplazamiento parece ser característico de toda formación de síntomas, en la que la satisfacción puede quedar «[...] limitada, por un desplazamiento extremo, a un pequeño detalle de todo el complejo libidinal» (4 a). En este sentido, la propia conversión implica también un desplazamiento, por ejemplo, el desplazamiento del placer genital a otra zona corporal (4 b).
 El desplazamiento fue puesto especialmente en evidencia por Freud en el sueño. En efecto, la comparación entre el contenido manifiesto y los pensamientos latentes del sueño pone de manifiesto una diferencia de centralización: los elementos más importantes del contenido latente se representan por detalles mínimos, que pueden ser, ora hechos recientes y a menudo indiferentes, ora hechos antiguos sobre los cuales ya se había producido un desplazamiento durante la infancia. Dentro de este enfoque descriptivo, Freud se vio inducido a distinguir sueños que comportan un desplazamiento y sueños que no lo comportan (5 a). En estos últimos, «[...] los diversos elementos pueden mantenerse, durante el trabajo del sueño, aproximadamente en el mismo lugar que ocupan en los pensamientos del sueño» (5 b). Tal distinción sorprende si se quiere mantener, con Freud, la afirmación de que el libre desplazamiento constituye un modo de funcionamiento específico de los procesos inconscientes. Freud no niega que puedan producirse desplazamientos en cada uno de los elementos del sueño; pero en La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), utiliza casi siempre el término «transferencia» para designar, de un modo general, el paso de la energía psíquica de una representación a otra, mientras que denomina desplazamiento más bien un fenómeno sorprendente desde el punto de vista descriptivo, más acentuado en unos sueños que en otros, y que puede conducir a un descentramiento de toda la explicación del sueño: la «transmutación de los valores psíquicos» (6).
En el análisis de los sueños, e¡ desplazamiento se halla estrechamente ligado a los restantes mecanismos del trabajo del sueño: en efecto, favorece la condensación* en la medida en que el desplazamiento a lo largo de dos cadenas asociativas conduce a representaciones o a expresiones verbales que constituyen puntos de entrecruzamiento. La consideración a la representabilidad* resulta facilitada cuando, en virtud del desplazamiento, se pasa de una idea abstracta a un equivalente susceptible de ser visualizado; el interés psíquico se traduce entonces en intensidad sensorial. Finalmente, la elaboración secundaria* continúa el trabajo del desplazamiento, subordinándolo a su propia finalidad.
En las diversas formaciones en que el analista descubre el desplazamiento, éste posee una función defensiva evidente: así, por ejemplo, en una fobia, el desplazamiento sobre el objeto fóbico permite objetivar, localizar y circunscribir la angustia. En el sueño, su relación con la censura es tal que puede aparecer como un efecto de ésta: «Is fecit, cui prodest. Podemos admitir que el desplazamiento del sueño se produce por la influencia de [la] censura, de la defensa endopsíquica» (5 c). Pero, en esencia, el desplazamiento, en tanto puede concebirse como ejerciéndose libremente, constituye el indicador más seguro del proceso primario: «[En el inconsciente] reina una movilidad mucho mayor de las intensidades de catexis. Por el proceso del desplazamiento, una representación puede ceder a otra todo el quantum de su catexis [...]» (7). Estas dos tesis no son contradictorias: la censura sólo provoca el desplazamiento en la medida en que reprime ciertas representaciones precons
cientes, las cuales, atraídas al inconsciente, se hallan regidas entonces
por las leyes del proceso primario. La censura utiliza el mecanismo del
desplazamiento al conceder notable importancia a representaciones indi
ferentes, actuales o susceptibles de integrarse en contextos asociativos
muy alejados del conflicto defensivo.
El término «desplazamiento» no implica, en Freud, el privilegio por
un determinado tipo de ligazón asociativa, a lo largo de la que se efec
túa aquél: asociación por contigüidad o por semejanza. El lingüista
Roman Jakobson relacionó los mecanismos inconscientes descritos por
Freud con los procedimientos retóricos de la metáfora y la metonimia,
que considera como los dos polos fui^damentales de todo lenguaje; así,
relaciona el desplazamiento con la metonimia, en la que interviene la
ligazón por contigüidad, mientras que el simbolismo correspondería a
la dimensión metafórica, en la que impera la asociación por seme
janza (8). J. Lacan, recogiendo y desarrollando estas indicaciones, asi
mila el desplazamiento a la metonimia y la condensación a la metá
fora (9); el deseo humano se halla fundamentalmente estructurado por
las leyes del inconsciente y constituido como metonimia.
DINÁMICO (adj.)
= Al.: dynamisch. — Fr.: dynamique. — Ing.: dynamic. — It.: dinámico. — Por.: dinámico.
Califica un punto de vista que considera los fenómenos psíquicos como resultantes del conflicto y de la composición de fuerzas que ejercen un determinado empuje siendo éstas, en último término, de origen pulslonal.
Frecuentemente se ha subrayado que el psicoanálisis había reemplazado la concepción llamada estática del inconsciente por una concepción dinámica. El propio Freud hizo observar que la diferencia entre su concepción y la de Janet podía expresarse del siguiente modo: «Nosotros no atribuimos la escisión del psiquismo a una incapacidad innata del aparato psíquico para la síntesis, sino que la explicamos dinámicamente por el conflicto de fuerzas psíquicas opuestas, reconociendo en ella el resultado de una lucha activa entre dos grupos psíquicos entre sí» (1). La «escisión» que aquí se trata es la existente entre el consciente-preconsciente y el inconsciente, pero, como puede verse, esta distinción «tópica», en lugar de explicar el trastorno, presupone la existencia de un conflicto psíquico. La originalidad de la concepción freudiana se ilustra en el ejemplo de la neurosis obsesiva: los síntomas del tipo de la inhibición, de la duda, de la abulia, los relaciona Janet directamente con una insuficiencia de la síntesis mental, con una astenia psíquica o «psicastenia», mientras que, para Freud, son únicamente el resultado de una interacción de fuerzas opuestas. La orientación dinámica no sólo implica la consideración del concepto de fuerza (cosa que ya hizo Janet), sino también la idea de que, dentro del psiquismo, las fuerzas entran necesariamente en conflicto unas con otras, siendo el origen de este conflicto psíquico (véase esta palabra), en último análisis, un dualismo pulsional.
En los textos de Freud, el adjetivo «dinámico» sirve para calificar especialmente el inconsciente, por cuanto éste ejerce una acción permanente, que obliga a que una fuerza contraria, asimismo permanente, le impida el acceso a la conciencia. Clínicamente este carácter dinámico se comprueba tanto por la resistencia* hallada para acceder en el inconsciente como por la producción repetida de derivados* de lo reprimido.
El carácter dinámico viene ilustrado también por la noción de formaciones transaccionales*, cuyo análisis muestra que deben su consistencia al hecho de que «son mantenidas simultáneamente desde dos lados».
Es por esto que Freud distingue dos acepciones del concepto de inconsciente*: en sentido «descriptivo», inconsciente designa lo que se halla fuera del campo de la conciencia y, por tanto, engloba también lo que Freud llama preconsciente*; en sentido «dinámico» «[...] no designa las ideas latentes en general, sino de un modo especial aquellas ideas que poseen cierto carácter dinámico y que permanecen apartadas de la conciencia a pesar de su intensidad y actividad» (2).
E
ECONÓMICO (adj.)
= Al.: okonomisch. — Fr.: économique. — Ing.: economic. — It.: económico. — Por.: económico.
Califica todo lo relacionado con la hipótesis segtín la cual los procesos psíquicos consisten en la circulación y distribución de una energía cuantíficable (energía pulsional), es decir, susceptible de aumento, de disminución y de equivalencias.
1) De modo general, se habla en psicoanálisis de «punto de vista económico». Así, Freud define la metapsicología* por la síntesis de tres puntos de vista: dinámica, tópica y económica, entendiendo por esta última «[...] la tentativa de conocer el destino de las cantidades de excitación y de lograr al menos cierta estimación relativa de su magnitud» (1). El enfoque económico consiste en considerar las catexis* en su movilidad, sus cambios de intensidad, las oposiciones que se establecen entre ellas (concepto de contracatexis), etc. A lo largo de toda la obra de Freud se encuentran consideraciones económicas; para él no sería posible una descripción completa de un proceso psíquico sin apreciar la economía de las catexis.
Esta exigencia del pensamiento freudiano se debe, por una parte, a un espíritu científico y un aparato conceptual impregnados de nociones energéticas, y, por otra parte, a la experiencia clínica, que impone a Freud desde un principio cierto número de hechos que cree poder explicar únicamente utilizando un lenguaje económico. Por ejemplo: carácter irrepresible del síntoma neurótico (que a menudo se traduce en el lenguaje del paciente por expresiones como: «es más fuerte que yo»), desencadenamiento de trastornos de tipo neurótico consecutivos a perturbaciones de la descarga sexual (neurosis actuales*); y, a la inversa, alivio y desaparición de los trastornos cuando el sujeto logra, durante la cura, liberarse (catarsis*) de los afectos «arrinconados» en él (abreacción*); separación, efectivamente comprobada en el síntoma y en el curso del tratamiento, de la representación y del afecto que en principió se hallaba ligado a ésta (conversión*, represión*, etc.); descubrimiento de cadenas de asociaciones entre una determinada representación, que provoca muy escasa o nula reacción afectiva, y otra aparentemente anodina, pero que provoca dicha reacción: este último hecho sugiere la hipótesis de una verdadera carga afectiva que se desplaza de un elemento a otro, a lo largo de una vía de conducción.
Tales hechos se encuentran en el origen de los primeros modelos elaborados por Breuer en sus Consideraciones teóricas (Estudios sobre la histeria [Studien über Hysteric'], 1895) y por Freud {Proyecto de psicología científica [Entwurf einer Psychologic], 1895), construido enteramente sobre el concepto de una cantidad de excitación que se desplazaría a lo largo de cadenas neuronaJes; capítulo VII de La interpretación de los sueños {Die Traunideutung, 1900).
Más tarde, toda otra serie de comprobaciones clínicas y terapéuticas vinieron a reforzar la hipótesis económica, como por ejemplo:
á) el estudio de estados, como el duelo o las neurosis narcisistas*, que imponen la idea de un verdadero equilibrio energético entre las diferentes catexis del sujeto, de tal forma que existe una correlación entre el desapego hacia el mundo exterior y el aumento de la catexis asociada a las formaciones intrapsíquicas{véase: Narcisismo; Libido del yo—libido objetal; Trabajo del duelo);
b) el interés concedido a las neurosis de guerra y, en general, a las neurosis traumáticas*, en las que los trastornos parecen provocados por un choque demasiado intenso, una afluencia de excitación excesiva con respecto a la tolerancia del sujeto;
c) los límites de eficacia de la interpretación y, de un modo más general, de la acción terapéutica en determinados casos rebeldes, que obligan a pensar en la fuerza respectiva de las instancias* que intervienen, y en especial la fuerza, constitucional o actual, de las pulsiones.
2) La hipótesis económica se halla constantemente presente en la teoría freudiana, traduciéndose por un conjunto de conceptos: la idea «princeps» parece ser la de un aparato (al principio calificado de neuronal, y más tarde definitivamente de psíquico), cuya función consistiría en mantener a un nivel lo más bajo posible la energía que por él circula {véase: Principio de constancia; Principio de placer). Este aparato realiza cierto trabajo, descrito por Freud de diversas formas; transformación de la energía libre en energía ligada*, aplazamiento de la descarga, elaboración psíquica de las excitaciones, etc. Esta elaboración supone la distinción entre representación y quantum de afecto* o suma de excitación, pudiendo ésta circular a lo largo de cadenas asociativas, cargar una determinada representación o complejo representativo, etc. De donde el aspecto económico que desde un principio poseyeron los conceptos de desplazamiento* y decondensación*.
El aparato psíquico recibe excitaciones de origen externo o interno; estas últimas (pulsiones) ejercen un empuje constante, que constituye una «exigencia de trabajo». De un modo general, todo el funcionamiento del aparato puede describirse en términos económicos como un juego de catexis, retiro de la catexis, contracatexis y sobrecatexis.
La hipótesis económica se halla en estrecha relación con los otros puntos de vista metapsicológicos: tópica* y dinámica*. En efecto, Freud define cada una de las instancias del aparato por una modalidad específica de circulación de la energía: así, dentro de su primera teoría del aparato psíquico, establece la existencia de una energía libre del sistema les, una energía ligada del sistema Pes, y una energía móvil de sobrecatexis para la conciencia.
Asimismo el concepto dinámico de conflicto psíquico implica, según Freud, el tomar en consideración las relaciones entre las fuerzas presentes (fuerza de las pulsiones, del yo, del superyó). La importancia del «factor cuantitativo», tanto en la etiología de la enfermedad como en el resultado terapéutico, queda subrayado con especial claridad en
Análisis terminable e interminable (Die endliche und die unendliche Analyse, 1937).
El punto de vista económico se considera a menudo como el aspecto más hipotético de la metapsicología freudiana: ¿qué es esta energía constantemente invocada por los psicoanalistas? Sobre este punto haremos algunas observaciones:
1) Las ciencias físicas tampoco se pronuncian sobre la naturaleza última de las magnitudes cuyas variaciones, transformaciones y equivalencias estudian. Se contentan con definirlas por sus efectos (por ejemplo, la fuerza es lo que produce un determinado trabajo), y compararlas entre sí (una fuerza se mide por medio de otra, o más bien se comparan entre sí sus efectos). A este respecto, la posición de Freud no constituye una excepción; define el empuje de la pulsión como «[..] la cantidad de exigencia de trabajo que impone al psiquismo» (2) y reconoce de buen grado «[...] que nada sabemos acerca de la naturaleza del proceso de excitación en los elementos de los sistemas psíquicos y no nos creemos autorizados a establecer ninguna hipótesis a este respecto. Siempre operamos, pues, con una gran X, que trasladamos a cada nueva fórmula» (3).
2) Asimismo Freud sólo recurre a la hipótesis de una energía como substrato de las transformaciones que parecen deducirse de numerosos hechos de experiencia. La libido o energía de las pulsiones sexuales le interesa en la medida en que puede explicar los cambios del deseo sexual en cuanto al objeto, al fin, a la fuente de la excitación. Asi, un síntoma moviliza cierta cantidad de energía, lo que tiene como contrapartida un empobrecimiento a nivel de otras actividades; el narcisismo
o catexis libidinal del yo se refuerza a expensas de la catexis de los objetos, etc. Freud llegó incluso a pensar que esta magnitud cuantitativa podría, en rigor, ser objeto de medición y que quizá lo fuera en el futuro.
3) Si se intenta precisar el tipo de hechos que pretende explicar el punto de vista económico, se puede pensar que lo que Freud interpreta con el lenguaje de la Física es lo que, desde una perspectiva menos alejada de la experiencia, podría describirse como el mundo de los «valores». D. Lagache insiste en la idea, de inspiración fundamentalmente fenomenológica, según la cual el organismo estructura su ambiente e incluso su percepción de los objetos, en función de sus intereses vitales, valorizando dentro de su medio un determinado objeto, campo o diferencia perceptiva (concepto de Umwelt); en todo organismo se halla presente la dimensión axiológica, a condición de no limitar el concepto de valor al terreno moral, estético o lógico, en que los valores se definen por su irreductibilidad al orden de los hechos, su universalidad de derecho, su exigencia categórica de realización, etc. Es así como el objeto catectizado por la pulsión oral se considera como debiendo-serabsorbido, como un valor-alimento. El objeto fóbico no es solamente rehuido, sino que es un «debiendo-ser-evitado» en torno al cual se organiza una determinada estructura espacio-temporal.
Conviene señalar, no obstante, que tal enfoque sólo podría recoger todo el contenido de la hipótesis económica a condición de concebir los «valores» en juego como susceptibles de intercambiarse por otros, de desplazarse, de equipararse dentro de un sistema en el que la «cantidad de valor» a disposición del sujeto sería limitada. Se observará que Freud considera menos el aspecto económico en el ámbito de las pulsiones de autoconservación (en el que los intereses, los apetitos, los objetos-valores son, en cambio, manifiestos) que en el de las pulsiones sexuales, capaces de encontrar su satisfacción en objetos muy alejados del objeto natural. Lo que Freud designa por economía libidinal es precisamente la circulación de valor que tiene lugar en el interior del aparato psíquico, casi siempre con un desconocimiento que impide al sujeto percibir la satisfacción sexual en el sufrimiento del síntoma.
EGOÍSMO
= Al.: Egoismus. — Fr.: égoisme. — Ing.: egoism. — It.: egoísmo. — Por.: egoísmo.
Interés del yo por sí mismo.
En un principio el término «egoísmo» sirvió a Freud para caracterizar los sueños; éstos son calificados de «egoístas» en el sentido de que «[...] el querido yo aparece en todos ellos» (1 a). Esto no significa que en un sueño no puedan aparecer los sentimientos más «desinteresados», sino que el yo del que sueña se halla siempre presente en persona o por identificación (Ib).
La introducción del narcisismo* conduce a Freud a diferenciarlo conceptualmente del egoísmo: el narcisismo es «[...] el complemento libidinal del egoísmo» (2). Se confunden con frecuencia, aunque no necesariamente. Esta distinción se basa en la existente entre pulsiones sexuales y pulsiones del yo*: el egoísmo o «interés por el yo» (Ichinteresse) {véase: Interés) se define como una catexis por las pulsiones del yo, y el narcisismo como catexis del yo por las pulsiones sexuales.
ELABORACIÓN PSÍQUICA
= AL: psychische Verarbeitung (o Bearbeitung, o Ausarbeitung, o Aufarbeitung). — Fr.: elaboration psychique. — Ing.: psychical working over, o out. — It.:elaborazione psichica. — Por.: elaborafáo psíquica.
A) Término utilizado por Freud para designar, en diversos contextos, el trabajo realizado por el aparato psíquico con vistas a controlar las excitaciones que le llegan y cuya acumulación ofrece el peligro de resultar patógena. Este trabajo consiste en integrar las excitaciones en el pslquismo y establecer entre ellas conexiones asociativas.
B) La palabra elaboración se utiliza a menudo por los traductores convo equivalente del alemán Durcharbeiten o del Inglés working through. En esta acepción preferimos el término trabajo elaborativo.
La misma palabra Arbeit (trabajo) se encuentra en varias expresiones de Freud, como Traumarbeit (trabajo del sueño), Trauerarbeit (trabajo del duelo),Durcharbeiten (trabajo elaborativo), y en diferentes términos como Verarbeitung, Bearbeitung, Ausarbeitung, Aufarbeitung, traducidos por elaboración. Hay aquí una utilización original de la noción de trabajo, aplicado a operaciones intrapsíquicas. Éste se comprende si se relaciona con la concepción freudiana de un aparato psíquico* que transforma y transmite la energía que recibe, definiéndose la pulsión, desde este punto de vista, como «cantidad de trabajo exigido al psiquismo» (1).
En sentido muy amplio, elaboración psíquica podría designar el conjunto de las operaciones de este aparato; pero el uso que hace Freud de esta expresión parece más específico: la elaboración psíquica consiste en una transformación de la cantidad de energía, que permite controlarla, derivándola o ligándola.
Freud y Breuer encontraron este término en Charcot, quien, refiriéndose al paciente histérico, hablaba de un período de elaboración psíquica entre el traumatismo y la aparición de los síntomas (2). Pero, al recoger este término en su teoría de la histeria, desde el punto de vista de la etiología y de la cura, Breuer y Freud lo hacen desde otra perspectiva. Normalmente el efecto traumático de un acontecimiento se liquida, bien por abreacción*, bien por integración «en el gran complejo de las asociaciones» (3), que ejerce así una acción correctora. En el histérico, diversas condiciones (véase: Histeria hipnoide; Histeria de defensa) impiden tal liquidación; no existe elaboración asociativa (Verarbeitung): el recuerdo del trauma persiste en estado de «grupo psíquico separado». La eficacia de la cura proviene del establecimiento de conexiones asociativas que permiten la liquidación progresiva del trauma (véase: Catarsis).
Igualmente se utiliza el término «elaboración» en la teoría de las neurosis actuales: la ausencia de elaboración psíquica de la tensión sexual somática conduce a la derivación directa de ésta en síntomas. El mecanismo se asemeja al de la histeria (4), pero el defecto de elaboración es más radical: «[...] la tensión sexual se transforma en angustia en todos aquellos casos en que, a pesar de producirse con intensidad, no experimenta la elaboración psíquica que la transformaría en afecto» (5).
En Introducción al narcisismo {Zur Einführung des Narzissmus, 1914) Freud prosigue y desarrolla la idea de que la ausencia o las insuficiencias de elaboración psíquicas son las que, provocando un estancamiento* de la libido, se hallan, según diversas modalidades, en el origen de la neurosis y de la psicosis.
Relacionando los empleos que hace Freud del concepto de elabora
ción psíquica en la teoría de la histeria y en la de las neurosis actuales,
podríamos distinguir dos aspectos: 1.°, la transformación de la cantidad
física en cualidad psíquica; 2°, el establecimiento de vías asociativas que
supone como condición previa esta transformación.
Tal distinción es sugerida también en Introducción al narcisismo,
donde Freud sitúa en la raíz de toda psiconeurosis una neurosis actual,
admitiendo, por consiguiente, dos estadios sucesivos del estancamiento
de la libido y de la elaboración psíquica.
Así, pues, la noción de elaboración permitiría articular el registro
económico con el registro simbólico del freudismo. Para la discusión de
este problema, remitimos al lector a nuestro comentario del artículo:
Ligazón (Bindung).
Hagamos observar, finalmente, que se impone un paralelismo entre elaboración y trabajo elaborativo: existe una analogía entre el trabajo de la cura y el modo de funcionamiento espontáneo del aparato psíquico.
ELABORACIÓN SECUNDARIA
= Al.: sekundáre Bearbeitung. — Fr.: elaboration secondaire. — Ing.: secondary revision (o elaboration). — It.: elaborazione secondaria. — Por.: elaboragáo secundaria.
Recomposición del sueño destinada a presentarlo en forma de un guión relativamente coherente y comprensible.
Substraer al sueño su apariencia de absurdidad e incoherencia, cubrir las lagunas, efectuar una recomposición parcial o total de sus elementos, mediante selección y añadiduras, intentar crear algo parecido a un sueño diurno (Tagtraum), en esto consiste esencialmente lo que Freud llamó elaboración secundaria o también «consideración de la representabilidad>> (Rücksicht auf Verstandlichkeit).
Constituye, como su nombre (Bearbeitung) indica, un segundo tiempo del trabajo (Arbeit) del sueño; actúa, por consiguiente, sobre los productos ya elaborados por los restantes mecanismos (condensación, desplazamie'ito, representabilidad). Con todo, Freud considera que esta elaboración secundaria no se ejerce sobre formaciones que recompondría con posterioridad; por el contrario «[...] ejerce desde el principio [...] una influencia inductora y selectiva sobre la materia de los pensamientos del sueño» (1). Esto hace que el trabajo del sueño utilice de preferencia ensueños ya construidos (véase: Fantasía).
Siendo la elaboración secundaria un efecto de la censura (de la cual dice Freud a este respecto que no tiene sólo una función negativa, sino que puede producir añadiduras), actuará sobre todo cuando el sujeto
durmiente se aproxima al estado de vigilia y a fortiori cuando narra su
sueño. Pero, de hecho, coexiste en cada momento del sueño.
En Tótem y tabú {Totem und Tabu, 1912), Freud relaciona la elaboración secundaria con la formación de ciertos sistemas de pensamiento. «Es inherente al ser humano una función intelectual que exige, de todos los materiales que se presentan a nuestra percepción o a nuestro pensamiento, unificación, coherencia e inteligibilidad; y no teme establecer relaciones inexactas cuando, por ciertas circunstancias, es incapaz de captar las relaciones correctas. Conocemos algunos sistemas característicos, no solamente del sueño, sino también de las fobias, el pensamiento obsesivo y las diferentes formas del delirio. En las enfermedades delirantes (la paranoia), el sistema es lo más manifiesto, domina el cuadro morboso, pero no debe ser pasado por alto en las restantes formas de psiconeurosis. En todos estos casos, puede mostrarse que se ha efectuado una recomposición del material psíquico en función de un nuevo fin, recomposición que a menudo es básicamente forzada, pero que resulta comprensible si nos situamos en el punto de vista del sistema» (2). En este sentido la elaboración secundaria puede relacionarse con la racionalización*.
ELECCIÓN DE LA NEUROSIS
= AL: Neurosenwahl. — Fr.: choix de la névrose. — Ing.: choice of neurosis. — It.: scelta della nevrosi. — Por.: escolha da neurose.
Conjunto de procesos mediante los cuales un sujeto se ve inducido a la formación de un determinado tipo de psiconeurosis en lugar de otro tipo.
El problema planteado por la expresión «elección de la neurosis» se halla en el propio fundamento de una psicopatología analítica: ¿cómo y por qué procesos generales que explican la formación de la neurosis (por ejemplo, el conflicto defensivo) se especifican en organizaciones neuróticas lo bastante diferenciadas para que pueda establecerse una nosografía?
Este problema preocupó a Freud a todo lo largo de su obra, y es inseparable del esclarecimiento profundo de la estructura neurótica. La respuesta de Freud a esta cuestión ha variado; escaparía a los límites de la presente obra el intentar exponer aquí la historia de esta evolución, que implica la de los conceptos de trauma, fijación, predisposición, desigualdad de evolución entre la libido y el yo, etc.
Limitándonos al aspecto terminológico del problema, cabe preguntarse por qué Freud utilizó y conservó el término «elección» (1). Evidentemente esta palabra no hace referencia a una concepción intelectualista, que supondría que, entre diferentes posibilidades igualmente presentes, se elige una de ellas; por lo demás, lo mismo puede decirse de la elección de objeto (Objektwahl). Con todo, no es indiferente el hecho de que, en una concepción que reivindica un determinismo absoluto, aparezca este término que sugiere que es necesario un acto del
sujeto para que los diferentes factores históricos y constitucionales evidenciados por el psicoanálisis adquieran su sentido y su valor motivante.
ELECCIÓN DE OBJETO U OBJETAL
= Al.: Objektwahl. — Fr.: choix d'objet (o choix objectal). — Ing.: object-choice. — It.: scelta d'oggetto. — Por.: escolha de objeto n objetal.
Acto de elegir a una persona o un tipo de persona como objeto de amor. Se distingue una elección de objeto infantil y una elección de objeto puberal; la primera marca el camino para la segunda.
Según Freud, la elección de objeto se efectúa según dos modalidades principales: el tipo de elección de objeto por apoyo y el tipo de elección de objeto narcisista.
Freud introdujo la expresión «elección» de objeto en los Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad {Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905); ha seguido siendo de uso corriente en psicoanálisis.
Objeto (véase esta palabra) debe tomarse aquí en el sentido de objeto de amor.
En cuanto a la palabra «elección», no debe tomarse en un sentido intelectualista (elección entre diversas posibilidades igualmente presentes), como tampoco en la expresión «elección de la neurosis»*. Evoca lo que puede existir de irreversible y determinante en la elección por el sujeto, en un momento decisivo de su historia, de su tipo de objeto amoroso. En los Tres ensayos Freud habla también de Objektfindung (descubrimiento o hallazgo del objeto).
Observemos que la expresión «elección de objeto» se emplea para designar, ora la elección de una persona determinada (ejemplo: «su elección de objeto recae sobre su padre»), ora la elección de cierto tipo de objeto (ejemplo: «elección de objeto homosexual»).
Es sabido que la evolución de las concepciones de Freud acerca de las relaciones entre la sexualidad infantil y la sexualidad postpuberal le condujo a aproximarlas cada vez más, hasta admitir la existencia de una «plena elección de objeto» desde la infancia (a).
En Introducción al narcisismo {Zur Einführung des Narzissmus, 1914), Freud refirió la diversidad de elecciones de objeto a dos grandes tipos: por apoyo y narcisista (véanse estos términos).
(«) Véase el resumen efectuado por Freud de esta evolución al principio de La organización genital infantil {Die infantile Genital-organisation, 1923) (1), asícomo nuestros artículos: Fase genital, Organización, Fase fálica.
ELECCIÓN OBJETAL POR APOYO O ANACLÍTICA
= AL: Anlehnungstypus der Objektwahl. — Fr.: choix d'objet par étayage. — Ing.: anaclitic type of object-choice. — It.: tipo anaclitico (o per appoggio) di scelta d'oggetto. — Por.: escolha anaclitica de objeto.
Tipo de elección de objeto en el que el objeto de amor se elige sobre el modelo de las figuras parentales, en tanto que éstas aseguran al niño alimento, cuida
dos y protección. Tiene su fundamento en el hecho de que originariamente las pulsiones sexuales se apoyan en las pulsiones de autoconservación.
Con respecto a la traducción de Anlehnungstypus der Objektwahl por elección objetal por apoyo o anaclítica, remitimos al lector al artículo «Anaclítico», donde hallará algunas consideraciones terminológicas.
En Introducción al narcisismo (Zur Einführung des Narzissmus, 1914), Freud habla de un «tipo de elección objetal por apoyo», oponiéndolo al tipo de elección objetal narcisista*.
En este texto Freud aporta esencialmente la idea de la existencia de dos tipos fundamentales de elección de objeto amoroso, y la descripción de la elección objetal narcisista. Pero la descripción del otro tipo de elección objetal ya había sido efectuada en los Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad (Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905), en relación con la teoría general del apoyo* que aquélla presupone. Freud mostraba cómo, originariamente, las primeras satisfacciones sexuales aparecían con ocasión del funcionamiento de los aparatos que sirven para la conservación de la vida, y cómo, de este apoyo original, resulta que las funciones de autoconservación señalan un primer objeto a la sexualidad: el pecho materno. Más tarde «[...] el niño aprende a amar a otras personas que le ayudan en su estado de desamparo y que satisfacen sus necesidades; y este amor se forma sobre el modelo y como prolongación de las relaciones con la madre nodriza durante el período de la lactancia» (1). Es esto lo que orienta la elección de objeto postpuberal, la cual se produce siempre, según Freud, apoyándose más o menos estrechamente sobre las imágenes de figuras parentales. Como dirá Freud en Introducción al narcisismo, «se ama [...] según el tipo de elección objetal por apoyo:a) a la mujer que alimenta; b) al hombre que protege, y a las series de personas substitutivas que de ellos parten» (2 a).
Como puede verse, el concepto de elección objetal por apoyo implica a la vez, a nivel de las pulsiones, el apoyo de las pulsiones sexuales* sobre las pulsiones de autoconservación* y, a nivel de los objetos, una elección amorosa en la cual «[...] las personas encargadas de la alimentación, los cuidados, la protección del niño» (2 b) proporcionan el prototipo del objeto que satisface sexualmente.
ELECCIÓN OBJETAL NARCISISTA
= AL; narzisstische Objektwahl. — Fr.: choLx d'objet narcissique. — Ing.: narcissistic object-choice. — It.: scelta d'oggetto narcisistica. — Por.: escolha narcisica de objeto.
Tipo de elección de objeto que se efectúa sobre el modelo de la relación del sujeto con su propia persona, y en la cual el objeto representa a la propia persona en alguno de sus aspectos.
El descubrimiento de que ciertos sujetos, especialmente los homosexuales, «[...] eligen su objeto amoroso [...] sobre el modelo de su propia persona» representa para Freud «el principal motivo que nos obliga a admitir la existencia del narcisismo» (la). La elección objetal narcisista se opone a la elección de objeto por apoyo* en que la primera no constituye la reproducción de una relación de objeto preexistente, sino la formación de una relación de objeto sobre el modelo de la relación del sujeto consigo mismo. En sus primeras elaboraciones del concepto de narcisismo, Freud considera la elección narcisista homosexual como una etapa conducente al sujeto desde el narcisismo a la heterosexualidad: el niño elegiría primeramente un objeto cuyos órganos genitales fueran similares a los suyos (2).
Pero ya en el caso de la homosexualidad, el concepto de elección narcisista no es simple: el objeto se elige sobre el modelo del niño pequeño
o del adolescente que el sujeto ha sido, y el sujeto se identifica con la madre que en otro tiempo le cuidaba (3).
En Introducción al narcisismo (Zur Einführung des Narzissmus, 1914), Freud amplía el concepto de elección narcisista y da de ella el siguiente cuadro:
«Se ama: »[...] según el tipo narcisista: »a) lo que uno es (sí mismo); »b} lo que uno ha sido; »c) lo que uno quisiera ser; »d) a la persona que ha sido una parte de la propia persona» (1 b).
Estos apartados comprenden fenómenos muy diferentes. En los tres primeros casos, se trata de la elección de un objeto parecido a la propia persona del sujeto, pero conviene subrayar, por una parte, que lo que sirve de modelo para la elección es una imagen o un ideal, y, por otra parte, que la semejanza entre el objeto elegido y el modelo puede ser meramente parcial, reducida a algunos signos privilegiados. En el apartado d), Freud alude al amor narcisista que la madre siente por su hijo, el cual en otro tiempo ha sido parte de su propia persona. Aquí el caso es muy distinto, por cuanto el objeto elegido no es semejante a la propia unidad del sujeto, sino que le permite a éste recobrar, restablecer su unidad perdida.
En Introducción al narcisismo Freud opone la elección de objeto que efectúa el hombre, la cual tendría lugar casi siempre por apoyo, a la elección de objeto de la mujer, que sería más frecuentemente narcisista. Pero indica que esta oposición es meramente esquemática y que «para todo ser humano están abiertos los dos caminos conducentes a la elección de objeto» (le).
Así, pues, los dos tipos de elección serían puramente ideales y susceptibles de alternar entre sí o de asociarse en cada caso individual.
Sin embargo, es dudoso que se puedan oponer, incluso como tipos ideales, una elección narcisista y una elección por apoyo. Precisamente en «el pleno amor objetal del tipo anaclítico» Freud encuentra «la sorprendente sobreestimación sexual que tiene su origen en el narcisismo originario del niño, y responde por consiguiente a una transferencia de este narcisismo sobre el objeto sexual» (1 d). Y a la inversa, Freud describe el caso de esas «mujeres narcisistas» que «[...] en rigor, sólo se
aman a sí mismas, y casi tan intensamente como las ama el hombre. Su necesidad no las impulsa a amar, sino a ser amadas, y las complace el hombre que cumple esta condición» (le). Cabe preguntarse si en este caso, descrito como narcisista, el sujeto no tiende a reproducir la relación del niño con la madre nodriza, lo que para Freud caracteriza la elección por apoyo.
ELLO
= AL: Es. —Fr.: ga (subst.). — Ing..- Id. — It.: es. — Por.: id.
Una de las tres instancias distinguidas por Freud en su segunda teoría del aparato psíquico. El ello constituye el polo pulsional de la personalidad; sus contenidos, expresión psíquica de las pulsiones, son inconscientes, en parte hereditarios e innatos, en parte reprimidos y adquiridos.
Desde el punto de vista económico, el ello es para Freud el reservorio primario de la energía psíquica; desde el punto de vista dinámico, entra en conflicto con el yo y el superyó que, desde el punto de vista genético, constituyen diferenciaciones de aquél.
El término das Es fue introducido en El yo y el ello (a) (Das Ich und das Es, 1923). Freud lo tomó de Georg Groddeck (¡3) y cita el precedente de Nietzsche, que designaba con este término «[...] lo que existe de impersonal y, por así decirlo, de necesario por naturaleza en nuestro ser» (1 a).
Freud conserva la expresión das Es por cuanto ilustra la idea, desarrollada por Groddeck, de que «[...] lo que llamamos nuestro yo se comporta en la vida de un modo completamente pasivo y que [...] somos "vividos" por fuerzas desconocidas e ingobernables» (1 b) (y); esta expresión concuerda también con el lenguaje espontáneo de los pacientes en frases como «ello ha sido superior a mí, ello me ha venido de golpe, etcétera» (2).
El término «ello» es introducido con la reestructuración a que somete Freud su tópica* durante los años 1920-1923. El lugar que ocupa el ello en la segunda tópica puede considerarse aproximadamente equivalente al del sistema inconsciente* (Jes) en la primera tópica; esto, sin embargo, con algunas diferencias que pueden precisarse del siguiente modo:
1.=" Dejando aparte ciertos contenidos o esquemas adquiridos filo-genéticamente, el inconsciente de la primera tópica coincide con lo reprimido.
En El yo y el ello (capítulo I), por el contrario, Freud pone de relieve el hecho de que la instancia represora (el yo) y sus operaciones defensivas son igualmente en su mayor parte inconscientes. De ahí resulta que, en lo sucesivo, el ello incluirá los mismos contenidos que anteriormente el les, pero ya no el conjunto del psiquismo inconsciente.
2.^ La reestructuración de la teoría de las pulsiones y la evolución del concepto de yo implican otra diferencia. El conflicto neurótico se había definido, en un principio, por la oposición entre pulsiones sexuales y pulsiones del yo, correspondiendo a éstas un papel primordial en la moti
vación de la defensa {véase: Conflicto). A partir de los años 1920-1923, el grupo de pulsiones del yo pierde su autonomía y queda absorbido en la gran oposición pulsional de vida-pulsiones de muerte. El yo ya no se caracteriza por un tipo de energía pulsional específica, sino que en lo sucesivo la nueva instancia del ello incluirá, desde un principio, ambos tipos de pulsiones.
En resumen, la instancia contra la cual se ejerce la defensa ya no se define como el polo inconsciente, sino como el polo pulsional de la personalidad.
En este sentido el ello se concibe como «el gran reservorio» de la libido (S) y, de un modo más general, de la energía pulsional (1 c, 1 d). La energía que utiliza el yo la toma de aquel fondo común, especialmente en forma de energía «desexualizada y sublimada».
3.'' Los límites de la nueva instancia, en relación con las otras instancias y con el ámbito de lo biológico, se definen de distinto modo y, en general, de forma menos clara que en la primera tópica:
a) En relación con el yo, ei límite es menos tajante de lo que anteriormente lo era la frontera de la censura entre les y Pcs-Cs: «El yo no está netamente separado del ello; en su parte inferior, se mezcla con él. Pero lo reprimido se mezcla también con el ello, del cual es sólo una parte. Lo reprimido sólo se separa de un modo tajante del yo por las resistencias de la represión, y puede comunicar con él a través del ello» (1 e).
Esta confluencia del ello con la instancia represora afecta ante todo a la definición genética que se da de ésta, siendo el yo «[...] la parte del ello que ha sido modificada bajo la influencia directa de! mundo exterior, por mediación del sistema percepción-conciencia» (1/).
b) Tampoco el superyó es una instancia claramente autónoma; en gran parte inconsciente, «se sumerge en el ello» (3 a).
c) Finalmente, la distinción entre el ello y un substrato biológico de la pulsión es menos neta que la existente entre el inconsciente y la fuente de la pulsión: el ello está «abierto en su extremo del lado somático» (3 b). La idea de una «inscripción» de la pulsión, que venía confirmada por el concepto «representante», si bien no es francamente rechazada, por lo menos no es reafirmada.
4.* ¿Tiene el ello un modo de organización, una estructura interna específica? El propio Freud afirmó que el ello era «un caos»: «Está lleno de una energía proveniente de las pulsiones, pero carece de organización, no ofrece ninguna voluntad general...» (3c). Los caracteres del ello sólo se definirían en forma negativa, por oposición al modo de organización del yo.
Conviene subrayar que Freud, al referirse al ello, repite la mayoría de las propiedades que, en la primera tópica, caracterizaban el sistema les y que representan un modo positivo y original de organización: funcionamiento según el proceso primario, organización compleja, estratificación genética de las pulsiones, etc. Asimismo, el dualismo, nuevamente introducido, de las pulsiones de vida* y pulsiones de muerte*, implica que éstos se hallan organizados en forma de una oposición díaléctica. Así, pues, la falta de organización del ello es meramente relativa, y encuentra su sentido en la ausencia de las relaciones propias de la organización del yo. Se caracteriza ante todo por el hecho de que las «mociones (pulsionales) contradictorias coexisten, sin suprimirse ni excluirse mutuamente»(3d). Lo que mejor caracteriza la organización del ello, como ha subrayado D. Lagache, es la ausencia de un sujeto coherente, lo que connota el pronombre neutro «ello» elegido por Freud para designarlo (4).
5.=" Finalmente, como mejor se comprende el paso del inconsciente de la primera tópica al ello de la segunda tópica es en virtud de la diferencia de perspectivas genéticas en las cuales se inscriben.
El inconsciente tenía su origen en la represión que, bajo su doble aspecto histórico y mítico, introducía en el psiquismo la escisión radical entre los sistemas les yPcs-Cs.
Con la segunda tópica, este factor de la separación entre las instancias pierde su carácter fundamental. La génesis de las diferentes instancias se concibe más bien como una diferenciación progresiva, una emergencia de los distintos sistemas. De ahí que Freud insista tanto en la continuidad, dentro de la génesis que conduce de la necesidad biológica al ello y de éste al yo, así como al superyó. En este sentido la nueva concepción freudiana del aparato psíquico se presta, más fácilmente que la primera, a una interpretación «biologizante» o «naturalizante».
(n)
En las primeras traducciones francesas, das Es se tradujo por le soi. Esta traducción se vuelve a encontrar, aunque cada vez más raramente, en algunos autores franceses; en general se reserva más bien para transcribir la palabra inglesa self o la alemana das Selbst.
(0)
Groddeck era un psiquiatra alemán, próximo a los medios psicoanalíticos; escribió varias obras inspiradas en las ideas de Freud, especialmente El libro del ello (Das Buch vom Es: psychoanalytische Briefe an eine Freundin, 1923), traducido al francés con el título de Au fond de Vhomme, cela, Gallimard, 1963.
(y)
Groddeck describe del siguiente modo lo que él entiende por das Es: «Sostengo que el hombre está animado por lo Desconocido, una fuerza maravillosa que dirige a la vez lo que él hace y lo que le acontece. La frase "yo vivo" sólo es correcta condicionalmente; no expresa más que una parte pequeña y superficial del principio fundamental: "El hombre es vivido por el ello"» (5).
("5) Recomendamos al lector que consulte el comentario que acerca de este punto efectúan los editores de la Standard Edition (S. E., XIX, 63-66).
EMPUJE (DE LA PULSIÓN)
= Al.: Drang. — Fr.: poussée. — Ing.: pressure. — It.: spinta. — Por.: pressáo.
Factor cuantitativo variable que afecta a cada pulsión y que, en último análisis, explica la acción desencadenada para obtener la satisfacción; incluso cuando la satisfacción es pasiva (ser visto, ser pegado), la pulsión, en la medida que ejerce un «empuje», es activa.
En el análisis de la noción de pulsión que se encuentra al principio del trabajo Las pulsiones y sus destinos (Triebe und Triebschicksale,
1915), Freud define, además de la fuente, el objeto y el fin, el empuje de la pulsión en los siguientes términos: «Por empuje de una pulsión entendemos su aspecto motor, la suma de fuerza o la cantidad de exigencia de trabajo que representa. Cada pulsión es un fragmento de actividad; cuando se habla en forma imprecisa de pulsiones pasivas, no quiere decirse más que pulsiones con fin pasivo» (1).
En este texto se subrayan dos características de la pulsión:
1.", el factor cuantitativo, en el cual Freud siempre insistió y en el que ve un elemento determinante del conflicto patológico (véase: Económico);
2°, el carácter activo de toda pulsión. Sobre este punto, Freud alude a Adler, que considera la actividad como el patrimonio de una pulsión especial, la pulsión agresiva: «Creo que Adler ha erróneamente hipostasiado en una sola pulsión particular un carácter general e indispensable de todas las pulsiones, precisamente lo que hay en ellas de «pulsional», de empuje (das Drangende), lo que podríamos describir como la capacidad de poner en marcha la motilidad» (2).
La idea de que las pulsiones se definen esencialmente por el empuje que ejercen se encuentra ya en los comienzos del pensamiento teórico de Freud, influido por los conceptos de Helmholtz. El Proyecto de psicología científica (Entwurf einer Psychologic, 1895) comienza por una distinción fundamental entre las excitaciones exteriores, a las cuales el organismo puede escapar mediante la huida, y las excitaciones endógenas provenientes de los elementos somáticos: «El organismo no puede huir de ellas [...]. Debe aprender a soportar una cantidad almacenada» (3). Es la necesidad de la vida (die Not des Lebens) la que empuja al organismo a la acción específica*, que es la única capaz de resolver la tensión.
ENERGÍA DE CATEXIS
= Al.: Besetzungsenergie. — Fr.: énergie d'investissement. — Ing.: cathectic energy. — It.: energía di carica o d'investimento. — Por.: energía de carga o de investímento.
Substrato energético postulado como factor cuantitativo de las operaciones del aparato psíquico. Para la discusión de este concepto, véase: Económico, Catexis, Energía libre — energía ligada. Libido.
ENERGÍA LIBRE — ENERGÍA LIGADA
Al.: freíe Energie - gebundene Energie, — Fr.: énergie libre - énergie líée. — Ing.: free energy-bound energy. — It.: energía libera - energía legata. — Por.:energía
Términos que señalan, desde el punto de vista económico, la distinción freudiana de proceso primario y proceso secundario. En el proceso primario, la energía se denomina libre o móvil, en la medida en que fluye hacia su descarga del modo más rápido y más directo posible; en el proceso secundario, se encuentra ligada, en la
medida en que su movimiento hacia la descarga se halla retardado y controlado. Desde el punto de vista genético, el estado libre de la energía precede, según Freud, al estado de energía ligada, siendo este último característico de un grado más elevado de estructuración del aparato psíquico.
Freud rinde explícitamente homenaje a Breuer por su distinción entre energía libre y energía ligada (1, 2). Con todo, se observará que los términos utilizados no son los de Breuer y, por otra parte, la distinción introducida por Breuer no posee la misma significación que la de Freud.
La distinción de Breuer tiene su fundamento en la diferencia establecida por los físicos entre dos tipos de energías mecánicas, cuya suma permanece constante en un sistema aislado. Así, Helmholtz, cuya influencia sobre el pensamiento de Breuer y Freud ya es conocida, opone a las fuerzas vivas ilebendige Krafte, término tomado de Leibnitz) las fuerzas de tensión (Spankrafte) o «fuerzas que tienden a poner en movimiento un punto M durante todo el tiempo que no se produzca todavía movimiento» (3). Esta oposición concuerda con la introducida por otros autores, en el transcurso del siglo xix, entre energía actual y energía potencial (Rankine) o también entre energía cinética y energía estática (Thomson): Breuer se refiere explícitamente a esta distinción y a los términos de estos físicos.
Breuer se dedica sobre todo a definir una forma de energía potencial presente en el sistema nervioso que denomina «excitación tónica intracerebral» o «tensión nerviosa» o también energía «quiescente». Así como un depósito contiene cierta cantidad de energía potencial, en la medida en que retiene el agua, «[...] el conjunto de la inmensa red (de fibras nerviosas) forma un único depósito de tensión nerviosa» (4a).
Esta excitación tónica proviene de diversas fuentes: las propias células nerviosas, excitaciones externas, excitaciones procedentes del interior del cuerpo (necesidades fisiológicas) y «afectos psíquicos». Es utilizada o descargada en las diversas clases de actividades, motoras, intelectuales, etc.
Según Breuer, existe un nivel óptimo de esta energía quiescente que permite una buena recepción de las excitaciones externas, la asociación entre las ideas y una libre circulación de la energía en el conjunto de las vías del sistema nervioso. Tal nivel es el que el organismo intenta mantener constante o restablecer (véase:Principio de constancia). En efecto, el organismo se aleja de este nivel óptimo, ya porque se agote la energía nerviosa (lo que supone el estado de sueño, que permitirá una recarga energética), ya porque el nivel sea demasiado elevado; esta elevación puede ser generalizada y uniforme (estado de intensa expectación) o hallarse desigualmente distribuida (como cuando se producen afectos y su energía no puede descargarse ni repartirse en el conjunto del sistema por elaboración* asociativa; entonces habla Breuer de «afectos arriconados»).
Como puede verse:
1) las dos formas de energía distinguidas por Breuer —«quiescente» y «cinética»— son transformables entre sí;
2) no se concede prioridad alguna a la energía cinética, ni desde un punto de vista genético ni lógico; la distinción freudiana entre proceso primario y proceso secundario parece ser ajena al pensamiento de Breuer;
3) para Breuer, lo fundamental es el estado quiescente de la energía nerviosa, puesto que solamente cuando se ha establecido cierto nivel la energía puede circular libremente. Aquí aparece de modo claro la diferencia con Freud: Breuer piensa, por ejemplo, que en el estado de sueño, en que existe un nivel muy bajo de energía quiescente, se halla entorpecida la libre circulación de las excitaciones (4b);
4) el principio de constancia posee en Breuer una significación distinta que en Freud (véase: Principio de constancia; Principio de inercia neuronal).
Parece, pues, que fue Freud quien introdujo, en lo referente a la energía psíquica, los dos términos opuestos de «energía libre» y «energía ligada». Se observará que en Física estos dos términos habían sido introducidos por Helmholtz, pero esta vez dentro del marco del segundo principio de la termodinámica (degradación de la energía); Helmholtz denominaba energía libre la energía que «[...] es capaz de transformarse libremente en otras clases de trabajo», y energía ligada «[•••] la que sólo puede manifestarse en forma de calor» (5).
Esta oposición no se sitúa al mismo nivel que la efectuada entre energía estática (o tónica) y energía cinética; en efecto, esta última oposición sólo se refiere a la energía mecánica, mientras que la oposición entre energía libre y energía ligada implica considerar diferentes tipos de energía (calórica, química, etc.) y las condiciones que posibilitan o impiden el paso de una a otra. Con todo, puede decirse que la energía estática es, en el sentido de Helmholtz, una energía libre, ya que es transformable en otras formas de energía, mientras que la energía cinética, por lo menos la de los movimientos moleculares desordenados, es una energía ligada: se ve, pues, que Freud, al designar como energía ligada la energía quiescente o tónica de Breuer, y como energía libre su energía cinética, invirtió prácticamente el sentido que estos términos poseen en física: libre debe entenderse en Freud como libremente móvil (freí beweglich) y no como libremente transformable.
Resumiendo, se observa:
1) que el par antitético utilizado por Breuer (energía tónica, energía cinética) fue tomado dé una teoría que no tenía en cuenta el segundo principio de la termodinámica. En cambio, Freud utiliza términos (energía libre, energía ligada) incluidos en la esfera de este segundo principio;
2) que Freud, que conoció de cerca las concepciones de la Escuela fisicalista (Helmholtz, Brücke), invierte el sentido de los términos que toma de la física, para aplicarlos aproximadamente a la oposición establecida por Breuer;
3) que, a pesar de esta aparente concordancia, la concepción de Freud es distinta de la de Breuer: la energía libre, que caracteriza los procesos inconscientes, esprimera en relación con la energía ligada. Esta diferencia fundamental de criterios se manifiesta especialmente en las ambigüedades de formulación del principio de constancia.
La oposición entre dos tipos de circulación de la energía fue presentada en el Proyecto de psicología científica (Entwurf einer Psychologic, 1895): en el funcionamiento primario del aparato neuronal, la energía tiende a una descarga inmediata y completa (principio de inercia neuronal); en el proceso secundario, la energía se encuentra ligada, es decir, contenida en ciertas neuronas o sistemas neuronales, donde se acumula. Esta ligazón se explicaría, por una parte, por la existencia de «barreras de contacto» entre las neuronas, que impiden o limitan el paso de la energía de una a otra y, por otra parte, por la acción que ejerce un grupo de neuronas catectizadas a un nivel constante (et yo) sobre los restantes procesos que tienen lugar en el aparato: esto, que Freud denomina «efecto de catexis lateral» (Nebenbesetzung), constituye el fundamento de la acción inhibidora del yo (6a).
El caso más patente de un funcionamiento «ligado» de la energía lo proporciona, según Freud, el proceso de pensamiento, que asocia la elevada catexis que supone la atención y el desplazamiento de pequeñas cantidades de energía, sin las cuales sería imposible el ejercicio del pensamiento (6 b). Esta corriente, por débil que sea desde el punto de vista cuantitativo, circula con más facilidad: «Pequeñas cantidades de energía pueden desplazarse más fácilmente cuando el nivel es elevado que cuando es bajo» (6c).
La oposición entre energía libre y energía ligada es recogida en La interpretación de los sueños {Die Traumdeutung, 1900), aparte de toda referencia a los estados, supuestamente distintos, de las neuronas, y será siempre mantenida por Freud como la expresión económica de la distinción fundamental entre proceso primario* y proceso secundario* {véase: Ligazón).
ENVIDIA DEL PENE
= AL: Penisneid. — Fr.: envié du penis. — Ing.: penis envy. — It.: invidia del pene.— Por.: inveja do penis.
Elemento fundamental de la sexualidad femenina y móvil de su dialéctica.
La envidia del pene surge del descubrimiento de la diferencia anatómica de los sexos: la niña se siente lesionada en comparación con el niño y desea poseer, como éste, un pene (complejo de castración); más tarde, en el transcurso del Edipo, esta envidia del pene adopta dos formas derivadas: deseo de poseer un pene dentro de sí (principalmente en forma de deseo de tener un hijo); deseo de gozar del pene en el coito.
La envidia del pene puede abocar a numerosas formas patológicas o sublimadas.
El concepto de envidia del pene adquirió cada vez mayor importancia en la teoría de Freud, a medida que éste se vio inducido a definir la sexualidad femenina, que en un principio se consideró simétrica de la del niño.
Los Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad (Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905), centrados sobre la evolución de la sexualidad del niño, no contienen, en su primera edición, referencia alguna a la envidia del pene. La primera alusión aparece en 1908, en el artículo sobre Las teorías sexuales infantiles (Über infantile Sexualtheorien); Freud indica en él el interés que la niña muestra por el pene del niño, interés que «[...] se halla regido por la envidia (Neid) [...]. Cuando expresa este deseo: «preferiría ser un niño», sabemos cuál es la carencia que intenta reparar este deseo» (1).
El término «envidia del pene» parece admitido ya en el uso analítico cuando Freud lo menciona en 1914 (2) para designar la manifestación del complejo de castración en la niña.
En Sobre las transmutaciones de las pulsiones y especialmente del erotismo anal (Über Triebumsetzungen, insbesondere der Analerotik,
1917), Freud ya no designa como envidia del pene únicamente el deseo femenino de tener un pene como el niño, sino que indica sus principales avatares: deseo de un hijo, según la equivalencia simbólica pene-niño; deseo del hombre como «apéndice del pene» (3).
La concepción freudiana de la sexualidad femenina (4) concede un puesto fundamental a la envidia del pene en la evolución psicosexual hacia la feminidad, que supone un cambio de zona erógena (desde el clitoris a la vagina) y un cambio de objeto (la inclinación preedípica hacia la madre cede su lugar al amor edípico por el padre). En este cambio, desempeñan una función «axial», a distintos niveles, el complejo de castración* y la envidia del pene:
a) resentimiento hacia la madre, que no ha dotado a la niña de un pene;
b) menosprecio de la madre, que aparece así como castrada;
c) renuncia a la actividad fálica (masturbación clitorídea), adquiriendo preponderancia la pasividad; d) equivalencia simbólica del pene y el niño.
«El deseo [Wunschl con el que la niña se vuelve hacia el padre es, sin duda, en su origen el deseo del pene que la madre le ha rehusado y que ella espera ahora obtener de su padre. Con todo, la situación femenina no se establece hasta que el deseo del pene se substituye por el deseo del hijo y éste, según la antigua equivalencia simbólica, pasa a ocupar el lugar del pene» (5 a).
En repetidas ocasiones Freud ha indicado lo que podía quedar de la envidia del pene en el carácter (por ejemplo, «complejo de masculinidad»), o en los síntomas neuróticos de la mujer. Por lo demás, generalmente, cuando se habla de envidia del pene, se hace alusión a los residuos adultos, que el psicoanálisis encuentra en las formas más disfrazadas.
Finalmente, Freud, que siempre subrayó la persistencia en el inconsciente de la envidia del pene, bajo las aparentes renuncias, indicó, en uno de sus últimos trabajos, lo que podía ofrecer de irreductible el análisis (6).
Como puede verse, la expresión «envidia del pene» presenta una ambigüedad, que Jones ha subrayado e intentado suprimir distinguiendo en ella tres sentidos:
«a) el deseo de adquirir un pene, habitualmente engulléndolo, y rete
nerlo dentro del cuerpo, a menudo transformándolo en un niño;
»b) el deseo de poseer un pene en la región clitorídea [...];
»c) el deseo adulto de gozar de un pene en el coito» (7).
Esta distinción, por útil que sea, no debe inducir, sin embargo, a considerar como ajenas entre sí estas tres modalidades de la envidia del pene. En efecto, la concepción psicoanalítica de la sexualidad femenina tiende precisamente a describir las vías y equivalencias que las unen (a).
Varios autores (K. Horney, H. Deutsch, E. Jones, M. Klein) han discutido la tesis freudiana que hace de la envidia del pene un dato primario y no una formación construida o utilizada secundariamente para apartar deseos más primitivos. Sin intentar resumir esta importante discusión, señalaremos que el mantenimiento por Freud de su tesis obedece a la función, central para ambos sexos, que él asigna al falo (véase: Fase fálica; Falo).
(a) En algunos pasajes de Freud se encuentran dos expresiones: envidia (Neid) y deseo (Wunsch) del pene, pero sin que sea po.sible establecer entre ellas una diferencia de empleo (por ejemplo, en la Continuación a las lecciones de introducción al psicoanálisis (Nene Folge der Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse, 1932) (5 b).
EROGENEIDAD
= AL: Erogeneitát. — Fr.: érogénéité. — Ing.: erogenicity. — It.: erogeneita. — Por.: erogeneidade.
Capacidad que posee toda región corporal de constituir la fuente de una excitación sexual, es decir, de comportarse como zona erógena.
Este término (poco utilizado) fue creado por Freud en ¡a Introducción al narcisismo (Zur Einführung des Narzissmus, 1914) (1). En este texto, la erogeneidad se define como «la actividad sexual de la que es susceptible una parte del cuerpo» (2).
Al designar con un término específico esta «excitabilidad» (Erregbarkeit) sexual, Freud quiere indicar que ésta no es exclusiva de una determinada zona erógena en la que se manifiesta de un modo más evidente, sino una propiedad general de toda !a superficie cutáneo-wnucosa, e incluso de los órganos internos.
Freud concibe la erogeneidad como un factor cuantitativo, susceptible de aumentar o disminuir, e incluso de modificar su distribución en el organismo en virtud de desplazamientos. Según él, estas modificaciones explicarían, por ejemplo, los síntomas hipocondríacos.
ERÓGENO
= Al: erogen. — Fr.: érogéne. — Ing.: erotogenic. — //.; erogeno. — Por.: erógeno.
Que guarda relación con la producción de una excitación sexual.
La mayoría de las veces este adjetivo se emplea en la expresión «zona erógena»*, si bien se encuentra también en expresiones tales como «masoquismo»*, «erógeno», «actividad erógena», etc.
EROS
La misma palabra griega ha sido adoptada por los diferentes idiomas.
Término mediante el cual los griegos designaban el amor y el dios Amor. Freud lo utiliza en su última teoría de las pulsiones para designar el conjunto de las pulsiones de vida, oponiéndolos a las pulsiones de muerte.
Remitimos al lector al artículo: Pulsiones de vida, y nos limitaremos aquí a efectuar algunas observaciones acerca del empleo de la palabra «Eros» para designar dichas pulsiones.
Ya es conocida la preocupación de Freud por relacionar sus concepciones sobre las pulsiones* con las ideas filosóficas generales: oposición «popular» entre amor y hambre para la primera teoría, oposición empedocleana entre 'ytXía y ^SL'/.OC (amor y discordia) para la última teoría.
En varias ocasiones Freud se refiere al Eros platónico, en el que ve un concepto muy similar a lo que él entiende por sexualidad; en efecto, desde un principio señaló que ésta no se confundía con la función genital (1). Ciertas críticas que afirman que Freud lo reduce todo a la sexualidad (en el sentido vulgar de este término) se desvanecen cuando se disipa tal confusión: conviene utilizar la palabra «sexual» «[...] en el sentido en que la emplea ahora corrientemente el psicoanálisis —en el sentido de Eros» (2).
Y a la inversa, Freud no dejó de subrayar el inconveniente que presenta la utilización de la palabra «Eros», si ésta debe servir para disfrazar la sexualidad. Véase, por ejemplo, el siguiente pasaje: «Quienes consideran la sexualidad como algo que deshonra y rebaja la naturaleza humana son libres de utilizar palabras más finas, como Eros y erótica. Yo mismo me hubiera podido ahorrar mucha controversia actuando así desde un principio, pero no he querido hacerlo, porque me desagrada hacer concesiones a la pusilanimidad. No se sabe hasta dónde se va a llegar por este camino: se empieza cediendo en las palabras y finalmente se cede en los hechos» (3). El hecho es que el empleo de la palabra «Eros» ofrece el peligro de reducir siempre el alcance de la sexualidad en favor de sus manifestaciones sublimadas.
Si Freud, a partir de Más allá del principio del placer (Jenseits des Liistprinzips, 1920), utiliza corrientemente la palabra «Eros» como sinónimo de pulsión de vida, lo hace con el fin de inscribir su nueva teoría de las pulsiones dentro de una tradición filosófica y mítica de alcance
universal (por ejemplo, el mito de Aristófanes, en El Banquete de Platón). Así, Eros se concibe como lo que tiene por fin «[...] complicar la vida, reuniendo la substancia viva, disgregada en partículas, para formar unidades cada vez más extensas y, naturalmente, mantenerla en este estado» (4).
En general el término «Eros» se utiliza para designar las pulsiones sexuales con una intención deliberadamente especulativa; citemos, por ejemplo, estas líneas: «La especulación transforma esta oposición [entre pulsiones libidinales y pulsiones de destrucción] en !a de pulsiones de vida (Eros) y pulsiones de muerte» (5 a).
¿Qué relación debe establecerse entre los términos Eros y Libido? Cuando Freud introduce Eros en Más allá del principio del placer, parece asimilar ambos términos: «[...] la libido de nuestras pulsiones sexuales coincidiría con el Eros de los poetas y de los filósofos, que mantiene la cohesión de todo lo que vive» (5 b).Observemos que se trata de dos palabras tomadas de lenguas antiguas y que indican una preocupación teorizante que rebasa el campo de la experiencia analítica (a). Por lo demás, la palabra «libido» fue siempre utilizada (también después de la introducción de Eros) en una perspectiva económica; designa la energía de las pulsiones sexuales (así lo indican, por ejemplo, las siguientes palabras del Esquema del psicoanálisis [Abriss der Psychoanalyse, 1938]: «Toda la energía del Eros, que en lo sucesivo llamaremos libido») (6).
(o) Mencionemos a este respecto un pasaje de los Estudios sobre la histeria {Studien über Hysteric, 1895), en el que Breuer utiliza la palabra «Eros» para designar un poder de apariencia demoníaca: «La muchacha presiente, en Eros, la fuerza terrible que va a regular su destino, a decidirlo, y es esto lo que la aterra» (7).
EROTISMO URETRAL (o URINARIO)
= Al.: Urethralerotik o Harnerotik. — Fr.: érotisme uretral o urinaire. — ¡ng.: urethral erotism. — //.; erotismo uretrale. — Por.: erotismo uretral o urinario.
Modo de satisfacción llbidinal ligado a la micción.
El placer y la significación erótica de la función urinaria fueron destacados por Freud a partir de 1905, en los Tres ensayos sobre la íeoria sexual (Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie) y, de un modo más cercano a la experiencia, en el Caso Dora. Por una parte, la enuresis infantil se interpreta como un equivalente de la masturbación (1), Por otra, se indican ya las conexiones simbólicas que pueden existir entre la micción y el fuego, que se desarrollarán en La conquista del juego {Zur Gewinnung des Feuers, 1932).
Una tercera aportación de Freud consiste en sugerir la existencia de una relación entre ciertos rasgos de carácter y el erotismo uretral. Al final de su artículo sobreCarácter y erotismo anal {Charakter und Analerotik, 1908), escribe: «De un modo general deberíamos preguntarnos si otros complejos caracteriales no pueden depender de la excitación de zonas erógenas determinadas. Hasta ahora sólo conozco la ambición desmesurada y «abrasadora» de los que antaño fueron enuréticos» (2).
En esta misma dirección, K. Abraham pone en evidencia las fantasías infantiles de omnipotencia que pueden acompañar al acto de la micción: «[...] sentimiento de poseer un poder inmenso, casi ilimitado, de crear o destruir cualquier objeto» (3).
Melanie Klein ha subrayado la importancia de tales fantasías, particularmente los de agresión y destrucción por medio de la orina. Esta autora destaca el papel, según ella «[..] demasiado poco apreciado hasta ahora, del sadismo uretral en el desarrollo del niño», y añade: «Tanto los análisis de adultos como Jos de niños me han situado siempre en presencia de fantasmas en los que la orina era imaginada como un agente de corrosión, de descomposición y de corrupción, y como un veneno secreto e insidioso. Estos fantasmas de naturaleza sado-uretral contribuyen en gran parte a la atribución inconsciente de un papel cruel al pene, y a la aparición de trastornos de la potencia sexual en el hombre» (4).
Señalemos también que diversos autores (por ejemplo, Fenichel) han distinguido diversos tipos de placer ligados a la función urinaria («dejar fluir pasivamente», «retenerse», etc.).
Observemos que Freud habla de erotismo urinario, otros autores (empezando por Sadger: Über Urethralerotik, 1910) de erotismo uretral, y que incluso en aquellos que, como Melanie Klein, atribuyen un papel importante al sadismo uretral, no se encuentra mencionada una fase uretral.
A este respecto se debe señalar que Freud sitúa especialmente el erotismo uretral durante «la segunda fase de la masturbación infantil» (alrededor del 4.° año). «La sintomatología de estas manifestaciones sexuales es pobre, el aparato sexual se halla todavía poco desarrollado y casi siempre es el aparato urinario el que habla en su nombre. La mayoría de las supuestas afecciones vesicales de esta edad son trastornos sexuales; la enuresis nocturna corresponde [...] a una polución» (5). Parece que este período corresponde a lo que más tarde describirá Freud como fase fálica. Así, pues, las relaciones entre el erotismo uretral y el erotismo fálico son demasiado estrechas para que sea posible dií^erenciar una fase específicamente uretral.
Freud señaló la distinta relación existente entre ambas funciones en el niño y en el adulto; según una creencia infantil, «[..] los niños vienen de lo que el hombre orina dentro del cuerpo de la mujer. Pero el adulto sabe que los dos actos son en realidad inconciliables —tan inconciliables como el fuego y el agua» (6).
ESCENA ORIGINARIA
= Al: Urszene. — Fr.: scene originaire. — Ing.: primal scene. — It.: scena originaria
o primaria. — Por.: cena primitiva u originaria o protocena.
Escena de relación sexual entre los padres, observada o supuesta basándose en ciertos indicios y fantaseada por el niño. Éste la interpreta generalmente como un acto de violencia por parte del padre.
La palabra Urszenen (escenas originarias) aparece en un manuscrito de Freud del año 1897 (1), para indicar ciertas experiencias infantiles traumatizantes organizadas en guiones, en escenas (véase: Fantasía), sin que entonces se trate especialmente del coito parental.
En La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), aunque no se encuentre la noción de escena originaria, Freud subraya la importancia de la observación del coito parental como generador de angustia: «Ya he explicado esta angustia indicando que se trata de una excitación sexual que [el niño] no es capaz de controlar mediante la comprensión y que sm duda es apartada porque los padres están implicados en ella» (2).
La experiencia analítica conducirá a Freud a conceder una importancia creciente a la escena en que el niño se ve asistir a las relaciones sexuales de sus padres: es «[...] un elemento que raras veces falta en el conjunto de los fantasmas inconscientes que se pueden descubrir en todas las neurosis y probablemente en todos los niños» (3). Forma parte de lo que Freud denomina las fantasías originarias* (Urphantasien). En la Historia de una neurosis infantil (Aus der Geschichte einer infantilen Neurose, 1918) se describe la observación del coito parental con el nombre de «escena originaria». Basándose en este caso, Freud pone de relieve diferentes elementos: el coito es interpretado por el niño como una agresión del padre dentro de una relación sadomasoquista; provoca una excitación sexual en el niño al mismo tiempo que proporciona una base a la angustia de castración; es interpretado como coito anal en el marco de una teoría sexual infantil.
Añadamos que, según Ruth Mack Brunswick, «[...] la comprensión que el niño tiene del coito parental y el interés que le despierta se apoyan en sus propias experiencias corporales preedípicas con su madre y en los deseos que de ellas resultan» (4).
¿Debemos ver en la escesa originaria el recuerdo de un acontecimiento efectivamente vivido por el sujeto o un puro fantasma? Este problema, que fue objeto de una discusión de Freud con Jung y consigo mismo, es repetidamente tratado en la Historia de una neurosis infantil. Las respuestas que da Freud, por distintas que puedan parecer, se sitúan entre dos límites: en la primera redacción de la Historia de una neuroSÍ5 infantil (1914), en la que Freud intenta demostrar la realidad de la escena originaria, subraya ya que sólo posteriormente* (nachtraglich) es comprendida e interpretada por el niño; y a la inversa, cuando acentúa lo que hay en ella de fantasías retroactivas (Zurückphantasieren), sostiene que lo real ha proporcionado por lo menos los indicios (ruido, coito animal, etc.) (5).
Más allá de la discusión acerca de la parte que corresponde a lo real y a lo fantasmático en la escena originaria, lo que Freud parece considerar y desear mantener, especialmente contra las tesis de Jung, es la idea de que esta escena pertenece al pasado (ontogenético o filogenético) del individuo y constituye un acontecimiento que puede ser del orden del mito, pero que está ya allí, antes de toda significación aportada posteriormente.
ESCENA PRIMITIVA
Expresión adoptada por muchos psicoanalistas de lengua francesa como equivalente de lo que Freud llamó Urszene. Nosotros preferimos traducir por escena originaria. Véase: Escena originaria.
ESCISIÓN DEL OBJETO
= Al: Objektspaltung. — Fr.: clivage de l'objet. — Ing.: splitting of the object. — It.: scissione dell'oggetto. — Por.: clivagem do objeto.
Mecanismo descrito por Melanle Klein y considerado por esta autora como la defensa más primitiva contra la angustia: el objeto al que tienden las pulsiones eróticas y destructivas es escindido en un objeto «bueno» y im objeto «malo», que entonces seguirán destinos relativamente independientes dentro del juego de introyecciones y proyecciones. La escisión del objeto interviene especialmente en la posición esquizo-paranoide, en la que afecta a objetos parciales. Vuelve a encontrarse en la posición depresiva, afectando entonces al objeto total.
La escisión de los objetos se acompaña de una escisión correspondiente del yo en un yo «bueno» y un yo «malo», por cuanto, para la escuela kleiniana, el yo está constituido esencialmente por la introyección de los objetos.
Acerca de la palabra «escisión», véase el comentario del artículo: Escisión del yo. Las concepciones de Melanie Klein parten de ciertas indicaciones de Freud concernientes a los orígenes de la relación sujeto-objeto (véase: Objeto; Yo placer-yo realidad). En cuanto a la aportación kleiniana respecto a este tema, remitimos al lector a los artículos: Objeto «bueno», objeto «malo»; Posición paranoide; Posición depresiva.
ESCISIÓN DEL YO
= Al.: Ichspaltung. — Fr.: clivage du mol. — Ing.: splitting of the ego. — It.: scissione dell'io, — Por.: clivagem do ego.
Término utilizado por Freud para designar un fenómeno muy particular cuya intervención observó especialmente en el fetichismo y en las psicosis: la coexistencia, dentro del yo, de dos actitudes psíquicas respecto a la realidad exterior en cuanto ésta contraría una exigencia pulsional: una de ellas tiene en cuenta la realidad, la otra reniega la realidad en juego y la substituye por una producción del deseo. Estas dos actitudes coexisten sin influirse recíprocamente.
I. La palabra Spaltiing, para la cual adoptamos el equivalente de «escisión», ha hallado usos muy antiguos y variados en psicoanálisis y en psiquiatría; numerosos autores, entre ellos Freud, la han utilizado para designar el hecho de que e! hombre, en uno u otro aspecto, se divide con respecto a sí mismo. A finales del siglo xix, los trabajos psicopatológicos, especialmente sobre la histeria y la hipnosis, se hallan impregnados de conceptos tales como «desdoblamiento de la personalidad», «doble conciencia», «disociación de los fenómenos psicológicos», etc.
En Breuer y Freud, las expresiones «escisión de la conciencia» (Bewusstseinsspaltung), «escisión del contenido de conciencia», «escisión
psíquica», etc., designan las mismas realidades: partiendo de los estados de desdoblamiento alternante de la personalidad o de la conciencia, tal como los muestra la clínica de algunos casos de histeria o tal como los provoca la hipnosis, Janet, Breuer y Freud llegaron a la idea de una coexistencia, dentro del psiquismo, de dos grupos de fenómenos, o incluso de dos personalidades, que pueden ignorarse mutuamente. «Desde los interesantes trabajos de P. Janet, J. Breuer y otros, se ha llegado a reconocer de un modo general que el complejo sintomatológico de la histeria justifica la hipótesis de una escisión de la conciencia, con formación de grupos psíquicos separados. Las opiniones son menos claras respecto al origen de esta escisión de conciencia y al papel que desempeña en el conjunto de la neurosis histérica» (1). Precisamente sobre la base de esta divergencia de apreciación, surge el concepto freudiano del inconsciente como separado del campo de la conciencia por la acción de la represión, concepción que se opone a los puntos de vista de Janet sobre la «debilidad de síntesis psicológica» y se diferencia rápidamente de los conceptos breuerianos de «estado hipnoide»* y de «histeria hipnoide»*.
La escisión es, para Freud, el resultado del conflicto; así, pues, si bien el concepto tiene para él un valor descriptivo, no posee en sí mismo ningún valor explicativo. Por el contrario, plantea el problema de por qué y cómo el sujeto consciente se ha separado así de una parte de sus representaciones.
Cuando Freud describe la historia de los años en que tuvo lugar el descubrimiento del inconsciente, no deja de utilizar la palabra Spaltung y otros términos similares que designan el mismo dato fundamental: la división intrapsíquica. Pero en la elaboración propiamente dicha de su obra, sólo utiliza la palabra Spaltungde modo esporádico y sin hacer de ella un instrumento conceptual; la emplea en especial para describir el hecho de que el aparato psíquico está dividido en sistemas (Inconsciente y Preconsciente-Consciente), en instancias (ello, yo y superyó) y también el desdoblamiento del yo en una parte que observa y una parte que es observada.
Por otra parte, ya es sabido que Bleuler utilizó la palabra Spaltung para designar el síntoma fundamental, según él, del grupo de enfermedades que denomina esquizofrenia" (a). Para este autor, Spaltung no sólo describe un dato de observación, sino que, además, implica una determinada hipótesis sobre el funcionamiento mental (véase: Esquizofrenia).
A este respecto resulta sorprendente la analogía existente entre el tipo de explicación propuesto por Bleuler para dar cuenta de la Spaltung esquizofrénica y el que da Janet: la escisión del psiquismo en grupos asociativos distintos se concibe como una reagrupación secundaria dentro de un mundo psíquico disgregado a consecuencia de una debilidad asociativa primaria.
Freud no hace suya la hipótesis de Bleuler, critica la palabra «esquizofrenia» que alude a dicha hipótesis y cuando, al final de su vida, recoge de nuevo el concepto de escisión, lo hace desde una perspectiva completamente distinta.
II. El concepto de escisión del yo fue establecido por Freud sobre todo en sus artículos Fetichismo (Fetischismus, 1927), La escisión del yo en el proceso de defensa {Die Ichspaltung im Abwehrvorgang, 1938) y Esquema del psicoanálisis (Abriss der Psychoanalyse, 1938), en el marco de una reflexión sobre las psicosis y el fetichismo. Según Freud, estas enfermedades plantean principalmente el problema de las relaciones entre el yo y la «realidad». A partir de ellas Freud establece de forma cada vez más afirmativa la existencia de un mecanismo específico, la renegación* (Verleugnung), el prototipo de la cual es la renegación de la castración.
Ahora bien, la renegación por sí sola no permite explicar lo que se observa en clínica en las psicosis y el fetichismo. En efecto, señala Freud, «el problema de la psicosis sería sencillo y claro si el yo pudiera desprenderse totalmente de la realidad, pero esto rara vez ocurre, o quizá nunca» (2 a). En toda psicosis, por profunda que sea, se comprueba la existencia de dos actitudes psíquicas: «[..] una que tiene en cuenta la realidad, la actitud normal; otra, que, por influencia de las pulsiones, separa al yo de la realidad» (2 b). Esta segunda actitud es la que se traduce en la producción de una nueva realidad delirante. En el fetichismo Freud encuentra la coexistencia de dos actitudes contradictorias dentro del yo, frente a la «realidad» de la castración; «Por una parte [los fetichistas] reniegan el hecho de su percepción, que les ha mostrado la falta del pene en el órgano genital femenino»; esta renegación se traduce en la creación del fetiche, substitutivo del pene de la mujer; pero «[...] por otra parte, reconocen la falta de pene en la mujer, de la que extraen las consecuencias correctas. Estas dos actitudes persisten conjuntamente durante toda la vida sin influirse entre sí. Esto puede denominarse escisión del yo» (2 c).
Como puede verse, esta escisión no es propiamente una defensa del yo, sino una forma de lograr la coexistencia de dos procedimientos de defensa, uno dirigido hacia la realidad (renegación), el otro hacia la pulsión, pudiendo además este último conducir a la formación de síntomas neuróticos (por ejemplo, síntomas fóbicos).
Freud, al introducir la noción de escisión del yo, se pregunta si lo que éste aporta era ya «[...] conocido desde hacía mucho tiempo y obvio
o si, por lo contrario, se trataba de algo nuevo y sorprendente» (3). En efecto la existencia, dentro de un mismo sujeto, de «[...] dos actitudes psíquicas diferentes, opuestas e independientes una de otra» (2 d) se halla en la misma base de la teoría psicoanalítica de la persona. Pero, al describir una escisión del yo(intrasistémica) y no una escisión entre instancias (entre el yo y el ello), Freud intenta poner en evidencia un proceso nuevo respecto al modelo de la represión y del retorno de lo reprimido. En efecto, una de las particularidades de este proceso estriba en que no conduce a la formación de un compromiso entre las dos actitudes presentes, sino que las mantiene simultáneamente, sin que se establezca entre ellas una relación dialéctica.
Es interesante señalar que, en el ámbito de la psicosis (el mismo en que Bleuler, bajo una concepción teórica distinta, habla también de Spaltung), sintió Freud la necesidad de crear una cierta concepción de
la escisión del yo. Hemos creído útil exponerla aquí, aun cuando haya sido recogida por pocos psicoanalistas; su mérito estriba en subrayar un fenómeno típico, aun cuando no aporte una solución teórica plenamente satisfactoria del mismo.
(») Para designar la Spaltung esquizofrénica, los psiquiatras franceses utilizan casi siempre la palabra «disociación».
ESQUIZOFRENIA
= Al.: Schizophrenie. — Fr.: schizophrenic. — Ing.: schizophrenia. — //..• schizofrenia. — Por.: esquizofrenia.
Término creado por E. Bleuler (1911) para designar un grupo de psicosis, cuya unidad ya había señalado Kraepelin clasificándolas bajo el epígrafe de «demencia precoz» y distinguiendo en ellas las tres formas, que se han vuelto clásicas, hebefrénica, catatónica y paranoide.
Al introducir el término «esquizofrenia» (del griego CT/ICW, «hendir, escindir», y cppóv . «espíritu»), Bleuler intenta poner de manifiesto lo que, para él, constituye el síntoona fundamental de estas psicosis: la Spaltung («disociación»). El término se impuso tanto en psiquiatría como en psicoanálisis, a pesar de las divergencias existentes entre los diferentes autores acerca de lo que confiere a la esquizofrenia su especificidad y, por consiguiente, acerca de la extensión de este cuadro nosográfico.
Clínicamente, la esquizofrenia aparece diversificada en formas aparentemente muy distintas entre sí, en las que habitualmente se destacan los siguientes caracteres: incoherencia del pensamiento, de la acción y de la afectividad (que se designa con las palabras clásicas «discordancia, disociación, disgregación»), la separación de la realidad con replegamiento sobre sí mismo y predominio de una vida interior entregada a las producciones de la fantasía (autismo), actividad delirante más o menos acentuada, siempre mal sistematizada; por último, el carácter crónico de la enfermedad, que evoluciona con ritmos muy diversos hacia un «deterioro» intelectual y afectivo, conduciendo a menudo a estados de aspecto demencia!, constituye, para la mayoría de los psiquiatras, un rasgo fundamental, sin el cual no puede efectuarse el diagnóstico de esquizofrenia.
La extensión por Kraepelin del término «demencia precoz» a un amplio grupo de enfermedades cuyo parentesco entre sí puso de manifiesto dicho autor, condujo a una inadecuación entre el término utilizado y los cuadros clínicos que designaba, ya que no era posible aplicar a todos ellos la palabra «demencia» ni el calificativo «precoz». Tal fue el motivo de que Bleuler propusiera una nueva denominación; escogió la de «esquizofrenia» con el fin de que el nombre mismo aludiera a lo que para él constituía, más allá de los «síntomas accesorios» que pueden encontrarse (como por ejemplo las alucinaciones), un síntoma fundamental de la enfermedad, la Spaltung: «Llamo esquizofrenia a la dementia praecox porque [...] la Spaltung de las más diversas funciones psíquicas constituye una de sus características más importantes» (1 a).
Bleuler, que subrayó la influencia ejercida sobre su pensamiento por los descubrimientos de Freud, y que, siendo profesor de psiquiatría en Zurich, participó en las investigaciones llevadas a cabo por Jung {véase: Asociación), utiliza el término Spaltung en una acepción muy distinta a la que le atribuye Freud (véase: Escisión del yo).
¿Qué entiende por tal? La Spaltung, aunque sus efectos se manifiesten en diversos dominios de la vida psíquica (pensamiento, afectividad, actividad), constituye ante todo un trastorno de las asociaciones que rigen el curso del pensamiento. En la esquizofrenia convendría distinguir los síntomas «primarios», que son la expresión directa del proceso patológico (que Bleuler considera como orgánico), de los síntomas «secundarios», que no son más que «[...] la reacción del alma enferma» al proceso patógeno (Ib).
El trastorno primario del pensamiento podría definirse como una relajación de las asociaciones: «[...] las asociaciones pierden su cohesión. Entre los millares de hilos que guían nuestros pensamientos, la enfermedad rompe, aquí y allá de forma irregular, unas veces alguno, otras veces cierto número de ellos, otras una gran parte de los mismos. De ello resulta que el pensamiento es insólito y a menudo falso desde el punto de vista lógico» (le).
Otros trastornos del pensamiento son secundarios y traducen la forma en que se reagrupan las ideas, en ausencia de «representaciones-fin» (término mediante el cual Bleuler designa únicamente las representaciones-fin conscientes o preconscientes) {véase: Representación-fin), bajo la denominación de los complejos afectivos: «Dado que todo lo que se opone al afecto es suprimido más de lo normal, y lo que va en el sentido del afecto resulta favorecido en forma igualmente anormal, ello da lugar a que finalmente el sujeto ya no pueda en absoluto pensar lo que va en contra de una idea impregnada de afecto: el esquizofrénico, en su anhelo, sólo sueña en sus deseos; para él no existe lo que pudiera impedir su realización. Así, se encuentran, no sólo formados sino también reforzados, complejos de ideas cuyo nexo lo constituye más bien un afecto común que una relación lógica. Al no ser utilizadas, las vías asociativas que conducen de tal complejo de ideas a otras ideas pierden su viabilidad en lo referente a las asociaciones adecuadas; el complejo ideatívo cargado de afecto se separa cada vez más y alcanza una independencia cada vez mayor (Spaltung de las funciones psíquichs)» (1 d).
En este sentido, Bleuler relacionó la Spaltung esquizofrénica con lo que Freud describió como lo propio del inconsciente, es decir, la coexistencia de grupos de representaciones independientes entre sí (1 e), pero, para Bleuler, la Spaltung, en la medida en que implica el refuerzo-de grupos asociativos, es secundaria a un déficit primario que constituye una auténtica disgregación del proceso mental. Bleuler distingue dos etapas de la Spaltung: una Zerspaltung primaria (una disgregación, un verdadero estallido) y una Spaltung propiamente dicha (escisión del pensamiento en diferentes agrupaciones): «La Spaltung constituye la condición previa de la mayoría de las más complicadas manifestaciones de la enfermedad; imprime su sello especial a toda la sintomatología. Pero, detrás de estaSpaltung sistemática en complejos ideativos determinados, hemos encontrado, anteriormente, una reíajacídn primaria de la textura asociativa que puede conducir a una Zerspaltung incoherente de formaciones tan sólidas como los conceptos concretos. Mediante la palabra «esquizofrenia» aludo a estos dos tipos de Spaltung,cuyos efectos a menudo se entremezclan» (1 /).
Las resonancias semánticas del término francés dissociation, con el que se traduce la Spaltung esquizofrénica, evocan más bien lo que Bleu1er describe comoZerspaltung.
Freud puso algunas reservas al empleo del término «esquizofrenia»; «[...] prejuzga la naturaleza de la afección, al utilizar, para designarla, un carácter de ésta postulado teóricamente, que además no es exclusivo de esta enfermedad y que, a la luz de otras consideraciones, no puede calificarse de su característica esencial» (2 a). Si bien Freud habló de esquizofrenia (a pesar de continuar utilizando el término «demencia precoz»), propuso el término «parafrenia», que, según él, era más fácil de relacionar con el de «paranoia»*, indicando así, simultáneamente, la unidad del campo de las psicosis* y su división en dos vertientes fundamentales.
En efecto, Freud admite que estas dos grandes psicosis pueden combinarse en múltiples formas (como ilustra el Caso Schreber) y que eventualmente el enfermo pasa de una de estas formas a la otra; pero, por otra parte, sigue manteniendo la especificidad de la esquizofrenia con relación a la paranoia, especificidad que intenta definir a nivel de los procesos y a nivel de las fijaciones: predominio del proceso de «represión» o del retiro de la catexia de la realidad, sobre la tendencia a la restitución y, dentro de ios mecanismos de restitución, predominio de aquellos que son afines a la histeria (alucinación) sobre los propios de la paranoia, que se parecen más a los de la neurosis obsesiva (proyección); a nivel de las fijaciones: «La fijación predisponente debe encontrarse en una época más precoz que la de la paranoia, debe situarse al comienzo del desarrollo que conduce del autoerotismo al amor objetal» (2 b).
Aunque Freud dio otras muchas indicaciones, especialmente acerca del funcionamiento del pensamiento y del lenguaje esquizofrénico (3), puede decirse que la tarea de definir la estructura de esta enfermedad ha correspondido a sus sucesores.
ESTADO HIPNOIDE
= Al.: hypnoider Zustand. — Fr.: état hypnoide. — Ing.: hypnoid state. — It.: stato ipnoide. — Por.: estado hipnóide.
Término introducido por J. Breuer; estado de conciencia análogo al que produce la hipnosis; durante él los contenidos de conciencia que aparecen apenas entran, o no entran en absoluto, en ligazón asociativa con el resto de la vida mental; la consecuencia seria la formación de grupos de asociaciones separadas.
Breuer ve en el estado hipnóide, que introduce una escisión (Spaltung) dentro de la vida psíquica, el fenómeno constitutivo de la histeria.
El término «estado hipnóide» se sigue relacionando con el nombre de J. Breuer, pero éste citó como su precursor a P. J. Moebius.
La relación entre hipnosis e histeria, y más especialmente la similitud entre los fenómenos producidos por la hipnosis y ciertos síntomas histéricos, fue lo que condujo a Breuer a propugnar la noción de estado hipnoide: los acontecimientos ocurridos durante el estado de hipnosis (por ejemplo, una orden del hipnotizador) conservan una autonomía; son capaces de resurgir en forma aislada, ya sea durante una segunda hipnosis, ya sea en estado de vigilia, en forma de actos aparentemente aberrantes, excluidos del comportamiento actual del individuo. La hipnosis y sus efectos ofrecen una especie de modelo experimental de lo que, en el comportamiento del histérico, aparece como básicamente ajeno a las motivaciones del sujeto.
Los estados hipnoides serían, en el origen de la histeria, los equivalentes naturales de los estados producidos artificialmente por la hipnosis. «[El estado hipnoide] debe corresponder a un cierto vacío de la conciencia, en el cual una representación que emerge no encuentra resistencia alguna por parte de otras representaciones —estado en el cual, por así decirlo, el campo está libre para la primera llegada» (a).
Los estados hipnoides poseen, segiin Breuer, dos condiciones: un estado de ensueño (sueño diurno, estado crepuscular) y la aparición de un afecto, desencadenándose la autohipnosis espontánea cuando «[...] la emoción penetra en el ensueño habitual» (1 a). Ciertas situaciones (enamoramiento, cuidados prestados a un enfermo querido) favorecerían la unión de tales factores: «En virtud de la tranquilidad exterior a que obliga, el papel de enfermera exige una concentración de espíritu sobre un solo objeto, dirigir la atención a la respiración del enfermo, es decir, se realizan las condiciones de muchos procedimientos de hipnotismo. El estado crepuscular así creado se halla invadido por sentimientos de angustia» (1 b). Según Breuer, en último término, sólo uno de ambos factores es capaz de producir estados hipnoides: transformación de un ensueño en autohipnosis sin intervención del afecto, o emoción viva (susto*) que paraliza el curso de las asociaciones.
La Comunicación preliminar (Vorlaufige Mitteilung, 1893), obra de Breuer y Freud, plantea el problema en términos algo diferentes: se trata menos de determinar el papel respectivo del estado de ensueño y del afecto en la producción de estados hipnoides, que la parte que corresponde al estado hipnoide y al afecto traumatizante en el origen de la histeria: si el trauma puede provocar el estado hipnoide o producirse durante éste, es capaz también, por sí solo, de resultar patógeno.
El valor patógeno del estado hipnoide estribaría en que las repre
sentaciones que aparecen durante el mismo quedan excluidas de la «cir
culación asociativa» y, por consiguiente, de toda «elaboración* asocia
tiva». Forman así un «grupo psíquico separado», cargado de afecto,
que, si bien no entra en conexión con el conjunto de los contenidos de
conciencia, es capaz de unirse a otros grupos formados en estados aná
logos. Así se constituye una escisión dentro de la vida mental, singular
mente manifiesta en los casos de desdoblamiento de la personalidad,
que ilustran la disociación del psiquismo en consciente e inconsciente.
Breuer consideró el estado hipnoide como la condición fundamental
de la histeria. Freud indicó desde un principio lo que, a su juicio, ofre
cía de positivo esta teoría (especialmente en comparación con la de
Janet) para explicar la existencia, en el paciente histérico, de una
«[...] escisión de la conciencia con formación de grupos psíquicos se
parados» (2a). Allí donde, según él, invoca Janet «[...] una debilidad innata de la capacidad de síntesis psíquica y un estrechamiento del "campo de conciencia"» (2 b) (P), Breuer tiene el mérito de mostrar que la escisión de la conciencia (carácter fundamental de la histeria) encuentra una explicación genética a partir de estos momentos privilegiados que son los estados hipnoides.
Pero Freud no tarda en limitar el alcance de las concepciones de Breuer, creando el concepto de histeria de defensa*.
Finalmente, condenará retrospectivamente y de un modo radical la concepción de Breuer: «La hipótesis de estados hipnoides proviene enteramente de la iniciativa de Breuer. Yo considero el uso de este término como superfluo y equívoco, ya que interrumpe la continuidad del problema referente a la naturaleza del proceso psicológico que interviene en la formación de los síntomas histéricos» (3).
(a) Definición de Moebius (P. J.) en Vber Astasie-Abasie, 1894, citada por Breuer en sus Consideraciones teóricas (Theoretisches, 1895) (1 c),
(/3) En realidad, las tesis de Janet parecen ofrecer otros matices. Por una parte, reconoce la importancia del trauma; por otra, no considera necesariamente innata esta «debilidad menta!» (4),
ESTANCAMIENTO DE LA LIBIDO
= Al.: Libidostauung. — Fr.: state libidinale. — Ing.: damming up of libido. — It.: stati della libido. —Por.: estase da libido.
Proceso económico que Freud supuso podía hallarse en el origen de la entrada en la neurosis o la psicosis: la libido que no encuentra camino hacia la descarga se acumula en las formaciones intrapsíquicas; la energía acumulada se utilizará en la constitución de los síntomas.
El concepto económico de estancamiento de la libido tiene su origen en la teoría de las neurosis actuales*, tal como la expuso Freud en sus primeros trabajos: como factor etiológico de estas neurosis considera una acumulación (Anhaufung) de excitaciones sexuales que, en ausencia de una acción específica* adecuada, no encuentran el camino hacia la descarga.
En Sobre los tipos de adquisición de las neurosis (Über neurotische Erkrankungstypen, 1912), el concepto de estancamiento de la libido se convierte en una noción muy general, ya que se encuentra en los diversos tipos de adquisición de la neurosis distinguidos por Freud: «Son éstos diferentes caminos que conducen a una cierta constelación patógena en la economía psíquica, a saber, el estancamiento de la libido, del cual el yo, con los medios de que dispone, no puede defenderse sin sufrir daño» (1). Con todo, la función etiológica del estancamiento implica algunos matices importantes:
1.° Freud no considera el estancamiento como un factor primario en todos los tipos de adquisición de la enfermedad; al parecer, desempeña el papel determinante en los casos más afines a la neurosis actual (reale
Versagung [frustración real]). En otros casos, constituye sólo un efecto del conflicto psíquico.
2.° El estancamiento no es en sí patógeno. Puede conducir a comportamientos normales: sublimación, transformación de la tensión actual en actividad que conduce a la obtención de un objeto satisfactorio.
A partir de Introducción al narcisismo (Zur Einführung des Narzissmus, 1914), el concepto de estancamiento de la libido se extiende al mecanismo de las psicosis: estancamiento de la libido catectizada sobre el yo. «Parece que más allá de cierto grado ya no puede soportarse la acumulación de la libido narcisista» (2). Así, la hipocondría, que tan a menudo se encuentra como fase más o menos transitoria en la evolución esquizofrénica, traduce esta insoportable acumulación de libido narcisista; desde un punto de vista económico, el delirio representa un intento de volver a situar la energía libidinal en un mundo exterior formado de nuevo.
EXPERIENCIA DE SATISFACCIÓN
= Al.: Befriedigungserlebnis. — Fr.: experience de satisfaction. — Ing.: experience of satisfaction. — It.: esperienza di soddisfacimento. — Por.: vivencia de satisfa?áo.
Tipo de experiencia originaria postulado por Freud, consistente en el apaciguamiento, en el lactante, gracias a una intervención exterior, de una tensión interna creada por la necesidad. La imagen del objeto que satisface adquiere entonces un valor electivo en la constitución del deseo del sujeto. Podrá ser recatectizada en ausencia del objeto real (satisfacción alucinatoria del deseo). Guiará constantemente la búsqueda ulterior del objeto que satisface.
La experiencia de satisfacción no constituye un concepto usual en psicoanálisis, pero hemos creído que, definiéndolo, podríamos aclarar algunos puntos de vista freudianos que son clásicos y fundamentales. Fue descrito y analizado por Freud en el Proyecto de psicología científica (Entwurf einer Psychologic, 1895); también cita ese concepto, en varias ocasiones, en el capítulo VII de La interpretación de los sueños {Die.Traumdeutung, 1900).
La experiencia de satisfacción va ligada al «desamparo-(Hilflosigkeit) original del ser humano» (1 a). El organismo no puede provocar la acción específica* capaz de suprimir la tensión resultante del aflujo de las excitaciones endógenas; esta acción requiere la ayuda de una persona exterior (por ejemplo, suministro de alimento); el organismo puede entonces suprimir la tensión.
Más allá de este resultado actual, la experiencia implica varias consecuencias:
1) En lo sucesivo la satisfacción queda unida a la imagen del objeto que ha procurado la satisfacción, así como a la imagen motriz del movimiento reflejo que permitió la descarga. Cuando aparece de nuevo el estado de tensión, la imagen del objeto es recatectizada: «[...] esta reactivación [el deseo] produce ante todo algo similar a la percepción, es decir, una alucinación. Si entonces se desencadena el acto reflejo, inevitablemente se producirá la decepción» (1 b).
Ahora bien, en una fase precoz del desarrollo, el sujeto no es capaz de cerciorarse de que el objeto no se encuentra realmente allí. Una catexia demasiado intensa de la imagen produce el mismo «indicio de realidad» que una percepción.
2) El conjunto de esta experiencia (satisfacción real y satisfacción alucinatoria) constituye el fundamento del deseo. En efecto, el deseo tiene su origen en una búsqueda de la satisfacción real, pero se forma según el modelo de la alucinación primitiva.
3) La formación del yo viene a paliar el primer fracaso del sujeto en distinguir entre una alucinación y una percepción. Por su función inhibidora, impide que la recatectización de la imagen del objeto que satisface sea demasiado intensa.
En La interpretación de los sueños, Freud describe en forma análoga la vivencia de satisfacción y sus consecuencias, aportando a este respecto dos nuevos conceptos, identidad de percepción* e identidad de pensamiento*: el sujeto busca siempre, por caminos directos (alucinación) o indirectos (acción orientada por el pensamiento) una identidad con «la percepción que quedó unida a la satisfacción de la necesidad» (2).
En los trabajos ulteriores, ya no se menciona explícitamente la experiencia de satisfacción. Pero las concepciones de Freud serán siempre las inherentes a esta noción. Remitimos en especial al lector al comienzo del artículo Formulaciones sobre los dos principios del funcionamiento psíquico {Formulierungen über die zwei Prinzzipen des psychischen Geschehens, 1911), y a La negación {Die Verneinung, 1925). En este último texto, Freud subraya una vez más el carácter irreductible de la satisfacción originaria y su función decisiva en la búsqueda ulterior de los objetos: «[.•] lo que determina la institución de la prueba de realidad es el hecho de haber perdido los objetos que anteriormente habían proporcionado una satisfacción real» (3).
La experiencia de satisfacción (real y alucinatoria) constituye el concepto fundamental de la problemática freudiana de la satisfacción: en ella se articulan el apaciguamiento de la necesidad y el cumplimiento del deseo* {véase: Deseo; Fantasía).