Q
QUANTUM DE AFECTO
= Al.: Affektbetrag. — Fr.: quantum d'affect. — Ing.: quota of affect. — It.: importo o somma d'affetto. — Par.: quota o soma de afeto.
Factor cuantitativo postulado como substrato del afecto vivido subjetivamente, para designar lo que permanece invariable en las diversas modificaciones de éste: desplazamiento, separable de la representación, transformaciones cualitativas.
El término «quantum de afecto» es uno de los que expresan la hipótesis económica* de Freud. El mismo substrato cuantitativo se designa igualmente por términos t&les como los de «energía de catexis», «fuerza pulsional», «empuje de la pulsión», o «libido», cuando la pulsión sexual es la única que interviene. El término «quantum de afecto», Freud lo utiliza casi siempre, cuando trata del destino del afecto y de su independencia con respecto a la representación: «En las funciones psíquicas es posible diferenciar algo (quantum de afecto, suma de excitación) que posee todas las propiedades de una cantidad (aun cuando no estemos en condiciones de medirla), algo que puede aumentar, disminuir, desplazarse, descargarse, y que se extiende sobre las huellas mnémicas de las representaciones como una carga eléctrica por la superficie de los cuerpos» (1).
Como indica Jones, «la concepción de un afecto independiente y capaz de separarse difiere mucho de la antigua creencia en un «tinte "afectivo"» (2) (a). El concepto de quantum de afecto no es descriptivo, sino metapsicológico: «El quantum de afecto corresponde a la pulsión en la medida en que ésta se ha separado de la representación y encuentra una expresión adecuada a su magnitud en los procesos que percibimos como afectos» (3). No obstante, se encuentran en Freud ejemplos de utilización más laxa de los dos términos (afecto y quantum de afecto), en la que desaparece su oposición, que es esquemáticamente la que existe entre cualidad y cantidad.
(o) Observemos, sin embargo, que en su artículo, escrito en francés: Quelques considerations pour une étude comparative des paralysies motrices organiques et hysteriques (1893), Freud traduce Affektbetrag por «valor afectivo».
R
RACIONALIZACIÓN
= Al.: Rationalisierung. — Fr.: rationalisation. — Ing.: rationalization. — //.; razionalizzazione. — Por.: racionalizacáo.
Procedimiento mediante el cual el sujeto intenta dar una explicación coherente, desde el punto de vista lógico, o aceptable desde el punto de vista moral, a una actitud, un acto, una idea, un sentímietno, etc., cuyos motivos verdaderos no percibe; especialmente se tiabla de la racionalización de un síntoma, de una compulsión defensiva, de una formación reactiva. La racionalización interviene también en el delirio, abocando a una sistematización más o menos marcada.
Este término fue introducido en el lenguaje psicoanalítico corriente por E. Jones, en su artículo La racionalización en la vida cotidiana (Rationalization in everyday life, 1908).
La racionalización constituye un procedimiento muy corriente, que abarca un amplio territorio que se extiende desde el delirio hasta ei pensamiento normal. Dado que toda conducta puede admitir una explicación racional, a menudo resulta difícil decidir si ésta es insuficiente. Especialmente en la cura psicoanalítica, se encuentran todos los grados intermedios entre dos extremos: en algunos casos, resulta fácil mostrarle al paciente el carácter artificial de las motivaciones invocadas, incitándole así a no contentarse con ellas; en otros casos, los motivos racionales son particularmente sólidos (los analistas conocen las resistencias que pueden ocultarse, por ejemplo, bajo «el recurso a la realidad»), pero incluso entonces puede resultar útil ponerlos «entre paréntesis» para descubrir las satisfacciones o las defensas inconscientes que se sobreañaden.
Como ejemplo del primer caso, se encuentran racionalizaciones de síntomas, neuróticos o perversos (por ejemplo, conducta homosexual masculina que se intenta explicar por una superioridad intelectual y estética dei hombre), de compulsiones defensivas (ceremonial alimentario que se explica, por ejemplo, por preocupaciones higiénicas).
En el caso de rasgos de carácter o de comportamientos muy integrados al yo, resulta más difícil hacer que el sujeto se dé cuenta del papel desempeñado por la racionalización.
Habitualmente la racionalización no se clasifica entre los mecanismos de defensa, a pesar de su función defensiva patente. Ello es debido a que no se dirige directamente contra la satisfacción pulsional, sino que viene más bien a disimular secundariamente los diversos elementos del conflicto defensivo. Así, pueden racionalizarse defensas, resistencias en el análisis, formaciones reactivas. La racionalización encuentra firmes apoyos en ideologías constituidas, moral común, religiones, convicciones políticas, etc., viniendo el superyó a reforzar aquí las defensas del yo.
La racionalización es equiparable a la elaboración secundaria*, que somete las imágenes del sueño a un guión coherente.
En este sentido limitado intervendría, según Freud, la racionalización en la explicación del delirio. Freud, en efecto, le niega la función de crear temas delirantes (1), oponiéndose así a una concepción clásica que considera, por ejemplo, la megalomanía como una racionalización del delirio de persecución («debo ser un gran personaje para merecer ser perseguido por seres tan poderosos»).
Intelectualización* es un término afín al de racionalización. Sin embargo, deben diferenciarse entre sí.
REACCIÓN TERAPÉUTICA NEGATIVA
= AL: negative therapeutische Reaktion. — Fr.: reaction thérapeutique negative. — lug.: negative therapeutic reaction. — It.: reazione terapéutica negativa. —Por.: rea?áo terapéutica negativa.
Fenómeno observado en algunas curas psicoanalíticas y que constituye un tipo de resistencia a la curación singularmente difícil de vencer: cada vez que cabría esperar, del progreso del análisis, una mejoría, tiene lugar una agravación, como si ciertos individuos prefirieran el sufrimiento a la curación. Freud atribuye este fenómeno a un sentimiento de culpabilidad inconsciente inherente a ciertas estructuras masoquistas.
En El yo y el ello {Das Ich iind das Es, 1923) Freud dio la descripción y el análisis más completos de la reacción terapéutica negativa. En algunos pacientes «[...] toda resolución parcial que debería tener como consecuencia (y la tiene realmente en otros) una mejoría o una desaparición pasajera de los síntomas, provoca en ellos un aumento momentáneo de su sufrimiento; su estado se agrava durante el tratamiento, en lugar de mejorar» (1 a).
Ya anteriormente, por ejemplo, en Recuerdo, repetición y trabajo (Erinneni, Wiederholen und Durcharbeiten, 1914), Freud había llamado la atención acerca del problema de «la agravación durante el tratamiento» (2). La proliferación de los síntomas puede explicarse por el retorno de lo reprimido, lo cual viene favorecido por una actitud más tolerante respecto'a la neurosis, o también por el deseo del paciente de demostrar al analista los peligros del tratamiento.
En Historia de una neurosis infantil {Aus der Geschichte einer infantilen Neurose, 1918) Freud habla también de «reacciones negativas»:
«Cada vez que se había resuelto radicalmente un síntoma, él [el hombre de los lobos] intentaba negar por un momento el efecto mediante una agravación del síntoma» (3); pero sólo en El yo y el ello se propone una teoría más específica. Conviene distinguir entre la reacción terapéutica negativa y otras formas de resistencia que podrían ser invocadas para explicar aquélla: viscosidad* de la libido, es decir, una particular dificultad para el sujeto de renunciar a sus fijaciones, transferencia negativa, deseo de demostrar su propia superioridad frente al analista, «inaccesibilidad narcisista», de algunos casos graves, e incluso beneficio* de la enfermedad. Según Freud se trata de una reacción invertida, prefiriendo el paciente, en cada etapa del análisis, la persistencia del sufrimiento a la curación. Freud ve en ella la expresión de un sentimiento de culpabilidad inconsciente muy difícil de sacar a luz: «[..,] este sentimiento de culpabilidad es mudo para el enfermo, no le dice que es culpable, el sujeto no se siente culpable, sino enfermo» (1 b).
Freud vuelve a ocuparse de esta cuestión en El problema económico del masoquismo (Das okonomische Problem des Masochismus, 1924): si, a propósito de la reacción terapéutica negativa, es posible hablar de un beneficio de la enfermedad, ello se debe a que el masoquista encuentra su satisfacción en el sufrimiento e intenta mantener a cualquier precio «cierto grado de sufrimiento» (4).
¿Es posible considerar la reacción terapéutica negativa como el efecto de una resistencia del superyó? Tal parece ser la opinión de Freud, por lo menos en los casos en que se aprecia, en el sentimiento de culpabilidad, algo «[...] tomado, es decir, el resultado de la identificación con otra persona que previamente había sido objeto de una catexis erótica» (1 c). En Inhibición, síntoma y angustia (Hemmung, Symptom und Angst, 1926), Freud alude a la reacción terapéutica negativa cuando invoca Ja resistencia del superyó (5).
Sin embargo, desde el comienzo Freud reservó un lugar para algo que no siempre es reductible al papel del superyó y del masoquismo secundario, idea que encuentra su más clara expresión en Análisis terminable e interminable (Die endliche und die unendliche Analyse, 1937), donde la reacción terapéutica negativa se pone directamente en relación con la pulsión de muerte (véase este término). Los efectos de ésta no se podrían localizar totalmente en el conflicto del yo con el super>'ó (sentimiento de culpabilidad, necesidad de castigo); esto sería sólo «[...] la parte que, por así decirlo, está ligada psíquicamente por el superyó y de este modo se vuelve reconocible; otras cantidades de la misma fuerza pueden actuar, no se sabe dónde, en forma libre o ligada» (6). El hecho de que la reacción terapéutica negativa no pueda en ocasiones ser superada ni incluso interpretada adecuadamente se explicaría porque su motivo último se hallaría en el carácter radical de la pulsión de muerte.
Como se ve, la expresión «reacción terapéutica negativa» designa, por lo menos en la intención de Freud, un fenómeno clínico específico en el cual la resistencia a la curación no puede explicarse por ¡os conceptos habitualmente invocados. Su carácter paradójico, irreductible al funcionamiento (tan complejo como se lo suponga) del principio de placer, fue uno de los motivos que condujo a Freud a la hipótesis del masoquismo primario {véase: Masoquismo).
Con todo, los psicoanalistas utilizan a menudo la expresión «reacción terapéutica negativa» de forma más descriptiva y en un sentido menos limitado, para designar toda forma particularmente intensa de resistencia al cambio en la cura.
REALIDAD PSÍQUICA
= Al.: psychische Realitát. — Fr.: réalité psychique. — Ing.: psychical reality. — It.: realtá psichica. — Por.: realidade psíquica.
Término utilizado frecuentemente por Freud para designar lo que, en el psiquismo del sujeto, presenta una coherencia y una resistencia comparables a las de la realidad material; se trata fundamentalmente del deseo inconsciente y de las fantasías con él relacionadas.
Cuando Freud habla de realidad psíquica, no lo hace simplemente para designar el campo de la psicología, concebido como poseyendo su propio tipo de realidad y susceptible de una investigación científica, sino lo que, para el sujeto, adquiere, en su psiquismo, valor de realidad.
En la historia del psicoanálisis, la idea de realidad psíquica surge paralelamente al abandono, o por lo menos a la limitación, de la teoría de la seducción* y del papel patógeno de los traumas infantiles reales. Las fantasías, aunque no se basen en acontecimientos reales, tienen para el sujeto el mismo valor patógeno que Freud atribuyó al principio a las «reminiscencias»; «Las fantasías poseen una realidad psíquica opuesta a la realidad material [...]; en el mundo de las neurosis, el principal papel corresponde a la realidad psíquica» (1 a).
Se plantea el problema teórico de la relación entre la fantasía y los acontecimientos reales que han podido proporcionar una base a aquél {véase: Fantasía), pero, según indica Freud, «[...] todavía no hemos podido constatar una diferencia, en cuanto a los efectos, según que los acontecimientos de la vida infantil sean un producto de la fantasía o de la realidad» (1 b). Así, la cura psicoanalítica parte del supuesto de que los síntomas neuróticos se basan, por lo menos, en una realidad psíquica y que, en este sentido, el neurótico «[...] debe tener, en cierto modo, razón» (2). En varias ocasiones Freud insistió en la idea de que los afectos aparentemente menos motivados, como, por ejemplo, el sentimiento de culpabilidad en la neurosis obsesiva, se hallan plenamente justificados, por cuanto se basan en realidades psíquicas.
De un modo general, la neurosis, y a fortiori la psicosis, se caracterizan por el predominio de la realidad psíquica en la vida del sujeto.
La idea de realidad psíquica va ligada a la hipótesis freudiana referente a los procesos inconscientes; éstos, no sólo no tienen en cueta la realidad exterior, sino que la substituyen por una realidad psíquica (3). En su acepción más estricta, la expresión «realidad psíquica» designaría el deseo inconsciente y la fantasía que está ligada al mismo. ¿Es preciso, se pregunta Freud a propósito del análisis de los sueños, reconocer una realidad a los deseos inconscientes? «Por supuesto, no es posible admitirla en lo referente a todos los pensamientos de transición y de ligazón. Pero cuando nos hallamos en presencia de los deseos inconscientes llevados a su expresión última y más verdadera, nos vemos obligados a decir que la realidad psíquica constituye una forma particular de existencia que no se debe confundir con la realidad material» (4 a).
(o) Acerca de la historia y la problemática del concepto de «realidad psíquica», nos permitimos remitir al lector a Laplanche (J.) y Pontalis (J.-B.), Fantasme originaire, fantasmes des origines, origine du fantasme, en Les temps modernes, abril 1964, n.° 215.
REALIZACIÓN SIMBÓLICA
= Al.: symbolische Wunscherfiillimg. — Fr.: realisation symbolique. — Ing.: symbolic realization. — It.: realizzazione simbólica. — Por.: realiza?áo simbólica.
Expresión mediante la cual M.-A. Sechehaye designa su método de psicoterapia analítica de la esquizofrenia: se trata de reparar las frustraciones sufridas por el paciente en sus primeros años procurando satisfacer simbólicamente sus necesidades y abrirle el acceso a la realidad.
El método de la realización simbólica va unido al nombre de madame Sechehaye, que lo descubrió durante una psicoterapia analítica de una joven esquizofrénica (a). El lector encontrará la narración del episodio del Caso Renée, que se halla en el origen de las concepciones de la autora, en Introducción a una psicoterapia de los esquizofrénicos (1954) (1 a), y, explicado por la propia paciente, en el Diario de una esquizofrénica (1950) (2 a).
En la expresión «realización simbólica», la palabra «realización» connota la idea de que las necesidades fundamentales del esquizofrénico deben ser efectivamente satisfechas durante la cura; «simbólica» indica que deben serlo en la misma forma en que se expresan, es decir, de un modo «mágico-simbólico» en el que existe una unidad entre el objeto que satisface (por ejemplo, el pecho materno) y su símbolo (las manzanas, en el Caso Renée).
La técnica puede definirse como una forma de maternalización*, desempeñando el psicoterapeuta el papel de una «madre buena» capaz de comprender y satisfacer las necesidades orales frustradas. «Lejos de exigir del esquizofrénico un esfuerzo de adaptación a la situación conflictual, que para él es insuperable, este método intenta arreglar, modificar la "dura" realidad, reemplazándola por una nueva realidad, más "suave" y más soportable» (1 b).
Las realizaciones simbólicas de las necesidades básicas deben, según la autora, alcanzar al sujeto en el nivel más profundo de su regresión; se efectúan según un orden que tiende a reproducir la sucesión genética de las fases* y permitirían la reconstrucción del yo esquizofrénico y una conquista correlativa de la realidad (2b).
(a) M.-A. Sechehaye efectuó una primera exposición de su método en La realización simbólica (Nuevo método de psicoterapia aplicada a un caso de esquizofrenia); suplemento a la Revue suisse de psychologic et psychologic appliquée,
n." 12, Ed. Medicales, Hans Huber, Berna, 1947.
RECUERDO ENCUBRIDOR
= Al.: Deckerinnerung. — Fr.: souvenir-écran. — Ing.: screen-memory. — It.: ricordo di copertura. — Por.: recorda^áo encobridora.
Recuerdo infantil que se caracteriza a ia vez por su singular nitidez y la aparente insignificancia de su contenido. Su análisis conduce al descubrimiento de experiencias infantiles importantes y de fantasías inconscientes. Al igual que el síntoma, eí recuerdo encubridor constituye una formación de comproniiso entre los elementos reprimidos y la defensa.
A partir de los primeros tratamientos psicoanalíticos y también en el curso de su autoanálisis, llamó la atención de Freud un hecho paradójico de la memoria relativo a los acontecimientos de ia infancia: se olvidan hechos importantes {véase: Amnesia infantil), mientras que se conservan recuerdos aparentemente insignificantes. Fenomenológicamente, algunos de estos recuerdos se presentan con una nitidez e insistencia excepcionales, que contrasta con la falta de interés y la trivialidad de su contenido: el sujeto se sorprende de la supervivencia de tales recuerdos.
Estos recuerdos Freud los llama recuerdos encubridores (a), debido a que ocultan experiencias sexuales reprimidas o fantasías; en 1899 les dedica un artículo, cuyas ideas fundamentales recogerá en el capítulo IV de la Psicopatología de la vida cotidiana (Zur Psychopathologie des Alltagslebens, 1904).
El recuerdo encubridor constituye una formación de compromiso*, al igual que el acto fallido* o el lapsus o, de un modo más general, el síntoma. El motivo de su supervivencia no se comprende hasta que se busca en el contenido reprimido (\a). El mecanismo que predomina es aquí el desplazamiento*. Freud, volviendo a examinar la distinción entre los recuerdos encubridores y los restantes recuerdos infantiles, llega a plantear la siguiente pregunta, más general: ¿existen recuerdos de los que se pueda decir que emergen verdaderamente de nuestra infancia, o solamente recuerdos referentes a nuestra infancia.^ (I b).
Freud distingue varias clases de recuerdos encubridores: positivos y negativos, según que su contenido se halle o no en una relación de oposición con el contenido reprimido; de significación regresiva o prospectiva, según que la escena manifiesta que representan se deba relacionar con elementos que son anteriores o posteriores al mismo; así, en este último caso, el recuerdo encubridor puede no tener otra función que servir de soporte a las fantasías proyectadas retroactivamente: «El valor de tal recuerdo se debe a que representa, en la memoria, impresiones y pensamientos ulteriores, cuyo contenido se halla en estrecha relación, simbólica o analógica, con el de aquél» (1 c).
En la medida en que el recuerdo encubridor condensa gran número de elementos infantiles reales o fantaseados, el psicoanálisis le concede gran importancia: «Los recuerdos encubridores contienen, no sólo algunos elementos esenciales de la vida infantil, sino verdaderamente todo lo esencial. Sólo es necesario saber dilucidarlos mediante el análisis. Representan los años olvidados de la infancia, del mismo modo que el contenido manifiesto de los sueños representa los pensamientos» (2).
(o) Los traductores franceses utilizan en ocasiones el término «souvenir de couverture».
REGLA FUNDAMENTAL
= Al.: Grundregel. — Fr.: regle fondamentale. — Ing.: fundamental rule. — It.: regola fondamentale. — Por.: regra fundamental.
Regla que estructura la situación analítica: se invita al analizado a decir lo que piensa y siente, sin seleccionar nada y sin omitir nada de lo que le venga a la mente, aunque le resulte desagradable comunicarlo o le parezca ridículo, carente de interés o Inoportuno.
La regla fundamental establece como principio del tratamiento psicoanalítico el método de la asociación libre*. Freud describió en varias ocasiones el camino que le condujo desde la hipnosis, pasando por la sugestión, al establecimiento de esta regla. Intentó «[...] presionar a los pacientes, incluso sin hipnotizarlos, para que comunicasen las asociaciones, a fin de encontrar, por medio de este material, el camino hacia lo que el enfermo había olvidado o aquello de lo cual se defendía. Más tarde observó que tal presión era innecesaria y que en el paciente emergían casi siempre gran número de ideas [Einfalle] que aquél mantenía fuera de la comunicación e incluso fuera de la conciencia en función de ciertas objeciones que se hacía a sí mismo. Era de prever, por consiguiente, [...] que todas las ideas que se le ocurrían al paciente [alies, was dem Patienten einfiele] partiendo de un punto determinado, deberían hallarse en relación interna con éste; de ahí la técnica de educar al paciente a renunciar a todas sus actitudes críticas y a utilizar el material de ideas lEinfalle] revelado de este modo para descubrir las relaciones buscadas» (1).
A propósito de este texto, se observará que Freud utiliza la palabra Einfall (literalmente: lo que cae en la mente, lo que viene a la mente, que traducimos por «idea», a falta de una palabra mejor), que conviene diferenciar del de Assoziation. En efecto, la palabra asociación se refiere a elementos de una cadena, cadena del discurso lógico o cadena de las asociaciones llamadas libres, aunque no se hallan menos determinadas que aquél. Einfall designa todas las ideas que se le ocurren al sujeto durante las sesiones, aun cuando la ligazón asociativa que se halla en su base no sea aparente, e incluso aunque se presenten subjetivamente como desligadas del contexto.
La regla fundamental no tiene por efecto dar libre curso al proceso primario como tal y proporcionar así un acceso inmediato a las cadenas asociativas inconscientes; únicamente favorece la emergencia de un tipo de comunicación en el que el determinismo inconsciente resulta más accesible al ponerse en evidencia nuevas conexiones o lagunas significativas en el discurso.
Sólo paulatinamente la regla de la asociación libre se le apareció a Freud como fundamental. Así, en El psicoanálisis (Über Psychoanalyse, 1909), Freud reconoce tres vías de acceso al inconsciente, y las sitúa aparentemente en el mismo plano: la elaboración de las ideas del sujeto que se somete a la regla principal(Hauptregel), la interpretación de los sueños, y la de los actos fallidos (2). La regla parece concebirse aquí como destinada a favorecer la eclosión de producciones inconscientes, proporcionando un material significativo entre otros.
La regla fundamental implica cierto número de consecuencias:
1.=» el sujeto invitado a aplicarla, en la medida en que se somete a ella, entra en el camino de decirlo todo y solamente decir; sus emociones, sus impresiones corporales, sus ideas, sus recuerdos se canalizan en el lenguaje. La regla tiene, pues, como corolario implícito, el hacer aparecer como acting-out* cierto campo de Ja actividad del sujeto;
2.^ la observación de la regla pone en evidencia la forma en que derivan las asociaciones y los «puntos nodales» en los que aquéllas se entrecruzan;
S."" como a menudo se ha señalado, la regla resulta reveladora también por las dificultades que el sujeto encuentra en seguirla: reticencias conscientes, resistencias inconscientes a la regla y por la regla, es decir, en el uso mismo que se hace de ésta (por ejemplo, algunos analizados recurren sistemáticamente a palabras inconexas o se sirven de la regla ante todo para mostrar que su aplicación rigurosa es imposible o absurda) (a).
Siguiendo estas observaciones, cabe acentuar la idea de que la regla es algo más que una técnica de investigación, ya que estructura el conjunto de la relación analítica; en este sentido puede calificarse de fundamental, aunque no sea la única en constituir una situación en la que también desempeñan un papel determinante otras condiciones, especialmente la neutralidad* del analista. Limitémonos a subrayar, siguiendo a
J. Lacan, que la regla fundamental contribuye a instaurar la relación intersubjetiva entre el analista y el analizado como una relación de lenguaje (3). La regla de decirlo todo no debe interpretarse como un simple método, entre otros, de llegar al inconsciente, método del cual podría eventualmente prescindirse (hipnosis, narcoanálisis, etc.). Está destinada a hacer aparecer en el discurso del analizado la dimensión de demanda dirigida a otro. Unida a la no-actuación del analista, conduce al analizado a formular sus demandas de diversos modos que han adquirido para él, en ciertas fases, un valor de lenguaje (véase: Regresión).
(n) Está claro que la regla psicoanalitica invita, no a decir cosas sistemáticamente incoherentes, sino a no hacer de ¡a coherencia un criterio de selección.
REGRESIÓN
= Al.: Regression. — Fr.: regression. — Ing.: regression. — It.: regressione. — Por.: regressáo.
Dentro de un proceso psíquico que comporta una trayectoria o un desarrollo, se designa por regresión un retomo en sentido Inverso, a partir de im punto ya alcanzado, liasta otro situado anteriormente.
Considerada en sentido tópico, la regresión se efectúa, según Freud, a lo largo de una sucesión de sistemas psíquicos que la excitación recorre normalmente según una dirección determinada.
En sentido temporal, la regresión supone una sucesión genética y designa el retomo del sujeto a etapas superadas de su desarrollo (fases Ubldlnales, relaciones de objeto, identificaciones, etc.).
En sentido formal, la regresión designa el paso a modos de expresión y de comportamiento de un nivel inferior, desde el punto de vista de la complejidad, de la estructuración y de la diferenciación.
El término «regresión» se utiliza con mucha frecuencia en psicoanálisis y en la psicología contemporánea; la mayoría de las veces se concibe como un retorno a formas anteriores del desarrollo del pensamiento, de las relaciones de objeto y de la estructuración del comportamiento.
Pero inicialmente, Freud no describió la regresión desde un punto de vista puramente genético. Por otra parte, desde el punto de vista terminológico, se observará que regresar significa caminar, volver atrás, lo cual puede concebirse tanto en un sentido lógico o espacial como temporal.
En La interpretación de los sueños {Die Traumdeutung, 1900), Freud introduce el concepto de regresión para explicar un carácter esencial del sueño: los pensamientos del sueño se presentan, principalmente, en forma de imágenes sensoriales que se imponen al sujeto en forma casi alucinatoria. La explicación de esta característica exige una concepción tópica* del aparato psíquico como formado por una sucesión orientada de sistemas. En estado de vigilia, éstos son recorridos por las excitaciones en un sentido progresivo (de la percepción a la motilidad); en el estado de sueño, los pensamientos, que ven negado su acceso a la motilidad, regresan hasta el sistema: percepción (1 a). Así pues, Freud introduce la regresión sobre todo en un sentido tópico (a).
Su significación temporal, que se halla implícita desde un principio, adquirirá cada vez mayor importancia con las aportaciones sucesivas de Freud acerca del desarrollo psicosexual del individuo.
En los Tres ensayos sobre la teoría sexual {Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905), si bien no aparece la palabra «regresión», se encuentran ya indicaciones referentes a la posibilidad de un retomo de la libido a vías laterales de satisfacción (2a) y a objetos anteriores (Ib). Señalemos a este respecto que los pasajes en los que se trata explícitamente de la regresión fueron añadidos en 1915. El propio Freud reconoció que sólo tardíamente había descubierto la idea de la regresión de la libido a un modo anterior de organización (3a). En efecto, era preciso que se descubrieran progresivamente (durante los años 1910-1912) las fases* del desarrollo psicosexual infantil, que se suceden en un determinado orden, para poder establecer plenamente el concepto de una regresión temporal. Así, por ejemplo, en La predisposición a la neurosis obsesiva (Die Disposition zur Zwangsneurose, 1913), Freud distingue los casos en los que «[...] la organización sexual en la que reside la predisposición a la neurosis obsesiva no ha sido jamás completamente superada una vez establecida... [y los casos en los que]... dicha fase fue primeramente reemplazada por la fase siguiente de organización, y más tarde reactivada por regresión a partir de esta última» (4).
Freud se ve inducido entonces a diferenciar el concepto de regresión, como atestigua el siguiente pasaje, añadido en 1914 a La interpretación de los sueños:«Distinguimos tres clases de regresiones:
a) tópica, en el sentido del esquema (del aparato psíquico); b) temporal, en la que se reactivan formaciones psíquicas más antiguas; c) formal, cuando se reemplazan los modos de expresión y de representación habituales por otros primitivos.
«Estas tres formas de regresión son, en su fundamento, una sola y, en la mayoría de los casos, se unen, ya que lo más antiguo en el tiempo es también primitivo en su forma y, en la tópica psíquica, se sitúa más cerca de la extremidad percepción» (Ib).
La regresión tópica se manifiesta singularmente en el sueño, donde continúa hasta su término. Se encuentra también en otros procesos patológicos, en los que es menos global (alucinación), e incluso en procesos normales, en los que no va tan lejos (memoria).
El concepto de regresión formal ha sido menos utilizado por Freud, aun cuando numerosos fenómenos en los que existe un retomo del proceso secundario al proceso primario, podrían clasificarse bajo esta denominación (paso del funcionamiento según la identidad de pensamiento* al funcionamiento según la identidad de percepción*). Lo que Freud designa como regresión formal puede relacionarse con lo que la «psicología de la forma» y la neurofisiología de inspiración jacksoniana denominan desestructuración (de un comportamiento, de la conciencia, etc.). El orden que aquí se presupone no es el de una sucesión de etapas efectivamente recorridas por el individuo, sino el de una jerarquía de las funciones o de las estructuras.
Dentro de la regresión temporal, Freud distingue, según las diferentes líneas genéticas, una regresión en cuanto al objeto, una regresión en cuanto a la fase libidinal y una regresión en la evolución del yo (3b).
Todas estas distinciones no responden solamente a un afán de clasificación. En efecto, en ciertas estructuras normales o patológicas existe una separación entre los diferentes tipos de regresiones; así, por ejemplo, Freud observa que «[...] en la histeria hay ciertamente una regresión de la libido a los objetos sexuales incestuosos primarios, lo cual se comprueba con regularidad, mientras que no existe regresión a una fase anterior de la organización sexual» (3 c).
Freud insistió a menudo en el hecho de que el pasado infantil (del individuo o incluso de la humanidad) persiste siempre en nosotros: «Los estados primitivos pueden siempre volver a instaurarse. El psiquismo
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El término «relación de objeto» se encuentra ocasionalmente en los escritos de Freud (1); así pues, resulta inexacto decir, como se ha hecho, que Freud la ignora; con todo, puede sin duda afirmarse que no forma parte de su aparato conceptual.
Sin embargo, a partir de los años 30, el concepto de relación objetal ha adquirido una importancia creciente en la literatura psicoanalítica, hasta el punto de constituir actualmente, para muchos autores, la referencia teórica fundamental. Como ha subrayado a menudo D. Lagache, esta evolución inclusive en un movimiento de ideas que no es exclusivo del psicoanálisis y que conduce a no considerar ya al organismo aislado, sino en interacción con su ambiente (2). M. Balint ha sostenido la idea de que en psicoanálisis existía una separación entre una técnica basada en la comunicación, en las relaciones de persona a persona, y una teoría que, según expresión de Rickman, seguía siendo one-body psychology. Para Balint, que desde 1935 insistió en que debía prestarse mayor atención al desarrollo de las relaciones objétales, todos los términos y conceptos psicoanalíticos (a excepción de «objeto» y de «relación de objeto») se referirían al individuo solo (3). También R. Spitz hace observar que, dejando aparte un pasaje de los Tres ensayos sobre la teoría sexual {Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905), que se refiere a las relaciones mutuas entre la madre y el niño, Freud trata del objeto libidinal sólo desde el punto de vista del sujeto (catexis, elección objetal) (4).
La promoción del concepto de relación objetal ha conducido a un cambio de perspectiva tanto en el campo clínico como en el técnico y el genético. No podemos aquí, ni siquiera sumariamente, efectuar el balance de esta evolución. Nos limitaremos, por una parte, a exponer algunas observaciones terminológicas y, por otra, a dar indicaciones destinadas a definir a grandes rasgos el empleo actual del concepto de relación de objeto, relacionándolo con la concepción de Freud.
I. La expresión «relación de objeto» puede desorientar al lector que no se halla familiarizado con los textos psicoanalíticos. Objeto debe entenderse aquí en el sentido específico que posee en psicoanálisis en expresiones tales como «elección de objeto» y «amor de objeto». Ya es sabido que también una persona es calificada de objeto, en la medida en que hacia ella apuntan las pulsiones; no hay en ello nada de peyorativo, nada especial que implique que a la persona en cuestión se le niegue la cualidad de sujeto.
La palabra relación debe tomarse en su sentido pleno: se trata, de hecho, de una interrelación, es decir, no sólo de la forma como el sujeto constituye sus objetos, sino también de la forma en que éstos modelan su actividad. Dentro de una concepción como la de Melanie Klein, esta idea todavía ve reforzada su significación: los objetos (proyectados, introyectados) ejercen literalmente una acción (persecutoria, aseguradora, etcétera) sobre el sujeto {véase: Objeto «bueno», objeto «malo»).
La preposición de (usada en lugar de con el) señala esta interrelación. En efecto, hablar de relación con el objeto o con los objetos implicaría que éstos preexisten a la relación del sujeto con ellos y, simétricamente, que el sujeto ya está constituido.
II. ¿Cómo situar la teoría freudiana respecto al concepto actual de la relación objetal?
Se sabe que Freud, en su afán de analizar la noción de pulsión, distinguió la fuente*, el objeto* y el fin* pulsionales. La fuente es la zona
o el aparato somático que es asiento de la excitación sexual; la importancia que Freud le concedió la demuestra el hecho de que las distintas fases de la evolución libidinal se designan con el nombre de 'a zona erógena prevalente. En cuanto al fin y al objeto, Freud mantuvo su distinción a todo lo largo de su obra. Así, en diferentes capítulos de los Tres ensayos, estudia las desviaciones en cuanto al fin (por ejemplo, el sadismo) y las desviaciones en cuanto al objeto (por ejemplo, homosexualidad). Asimismo, en Las pulsiones y sus destinos {Trieb und Triebschicksale, 1915), se encuentra una diferencia entre las transformaciones de la pulsión ligadas a modificaciones del fin y aquellas en que el proceso afecta esencialmente al objeto.
Tal distinción se basa especialmente en la idea de que el fin pulsional viene determinado por el» tipo de pulsión parcial de que se trate y, en último análisis, por la fuente somática. Así, por ejemplo, la incorporación es el modo de actividad propio de la pulsión oral; es susceptible de desplazarse a otros aparatos distintos de la boca, de transformarse en su contrario (devorar-ser devorado), de ser sublimado, etc., pero su plasticidad sigue siendo relativa. En cuanto al objeto, Freud subraya con frecuencia su contingencia; esta palabra connota dos ideas rigurosamente complementarias entre sí:
a) la única condición que se impone al objeto es la de ser un medio de procurar la satisfacción. En este sentido, es relativamente intercambiable. Así, por ejemplo, en la fase oral, se considerará cualquier objeto según su aptitud para ser incorporado;
b) el objeto puede hallarse especificado en la historia del sujeto de tal forma que sólo un objeto preciso o su substitutivo del mismo, que reúna las características electivas del original, serán capaces de proporcionar la satisfacción; en este sentido, los rasgos del objeto son eminentemente singulares.
Se concibe, pues, que Freud afirmase a la vez que el objeto es «lo que hay de más variable en la pulsión» (5 a) y que «[...] encontrar el objeto es, en el fondo, volverlo a encontrar» (6).
La distinción entre fuente, objeto y fin, que sirve a Freud de marco de referencia, pierde su aparente rigidez cuando él considera la vida pulsional.
Decir que, en una determinada fase, el funcionamiento de cierto aparato somático (boca) condiciona un modo de relación con el objeto (incorporación), equivale, de hecho, a atribuir a este funcionamiento un papel de prototipo: todas las demás actividades del sujeto (somático o no) podrán entonces impregnarse de significaciones orales. Asimismo existen numerosas relaciones entre el objeto y el fin. Las modificaciones del fin pulsional aparecen como determinadas por una dialéctica en la que el objeto desempeña también su papel; especialmente en los casos del sadomasoquismo y del voyeurismo-exhibicionismo: «[...] la vuelta hacia la propia persona [cambio de objeto] y la transformación de la actividad en pasividad [cambio de fin] se asocian o se confunden» (5 b). La sublimación* proporcionaría otro ejemplo de esta correlación entre el objeto y el fin.Finalmente, Freud consideró en conjunto algunos tipos de carácter y de relación objetal (7) y describió en sus trabajos clínicos cómo podía encontrarse una misma problemática en actividades aparentemente muy distintas de un mismo individuo.
III. Cabe preguntarse entonces qué aporta de nuevo la concepción postfreudiana de la relación de objeto. Resulta difícil responder a esta pregunta, ya que las concepciones de los autores que se refieren a esta noción son muy diversas y sería artificial intentar encontrar denominadores comunes. Nos limitaremos a las siguientes observaciones:
1) El empleo actual de la relación de objeto, sin que implique propiamente una revisión de la teoría freudiana de la pulsión, ha modificado su equilibrio.
La fuente, en tanto substrato orgánico, pasa claramente a segundo plano; se acentúa su valor de simple prototipo, ya reconocido por Freud. En consecuencia, el fin aparece menos como la satisfacción sexual de una zona erógena determinada: su noción misma palidece con respecto a la de relación. Lo que se convierte en el centro del interés, por ejemplo, en la «relación objetal oral», son los avatares de la incorporación y la forma en que ésta se vuelve a encontrar como significación y como fantasma predominante dentro de todas las relaciones del sujeto con el mundo. En cuanto a la posición del objeto, parece que muchos analistas contemporáneos no admitirían ni su carácter extremadamente variable con vistas a la satisfacción buscada, ni su unicidad en tanto que se halla inscrito en la historia propia del sujeto: más bien se orientan.'.n hacia una concepción de un objeto típico de cada modo de relación C e habla de objeto oral, anal, etc.).
2) Esta búsqueda de lo típico va todavía más lejos. En efecto, dentro de una determinada modalidad de relación objetal, no sólo se toma er consideración la vida pulsional, sino también los mecanismos de defensa correspondientes, el grado de desarrollo y la estructura del yo, etc., por cuanto éstos son igualmente específicos de tal relación (a). Así, la noción de relación objetal aparece a la vez como un concepto global («holístico») y tipificador de la evolución de la personalidad.
Señalemos a este respecto que el término «fase» tiende a desaparecer a expensas del de relación objetal. Este cambio de acento permite concebir que, en un sujeto dado, se combinen o alternen varios tipos de relaciones de objeto. Por el contrario, sería contradictorio en los términos invocar la coexistencia de varias fases.
3) En la m^ida en que el concepto de relación objetal, por definición, hace recaer el acento en la vida relacional del sujeto, ofrece el peligro de conducir a algunos autores a considerar como principalmente determinantes las relaciones reales con el ambiente. Esta desviación sería rechazada por todo psicoanalista, ya que para éste la relación de objeto debe estudiarse esencialmente a nivel de la fantasía, por cuanto se admite que ésta puede modificar la aprehensión de lo real y, en consecuencia, los actos que de ésta derivan.
(o) Ciertamente, Freud admitía otras líneas evolutivas aparte de las fases libidinales; pero no trató del problema de su correspondencia mutua, o más bien dejó abierta la posibilidad de tm desfasamiento entre ellas (véase Fase).
RENEGACION
= Al: Verleugnung. — Fr.: déni (—de la réalité). — Ing.: disavowal. — It.: diniego. — Por.: recusa.
Término utilizado por Freud en un sentido especíSco: modo de defensa consistente en que el sujeto rehusa reconocer la realidad de una percepción traumatizante, principalmente la ausencia de pene en la mujer. Este mecanismo fue especialmente invocado por Freud para explicar ei fetictiismo y las psicosis.
Freud comienza a utilizar, a partir de 1924, el término Verleugnung en un sentido relativamente específico. Entre 1924 y 1938 hace numerosas referencias al proceso así denominado; la exposición más completa del mismo la efectúa en el Esquema del psicoanálisis (Abriss der Psychoanalyse, 1938). Aunque no puede decirse que haya expuesto la teoría de este concepto ni que lo haya diferenciado rigurosamente de otros procesos afines, puede distinguirse, sin embargo, en esta evolución una línea directriz.
Freud comienza a describir la Verleugnung en relación con la castración. Ante la ausencia de pene en la niña, los niños «[...] reniegan íleugnen] esta carencia, y creen a pesar de todo ver un miembro [...]» (1). Progresivamente considerarán la ausencia de pene como el resultado de una castración.
En Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos (Einige psychische Folgen des anatomischen Geschlechtsunterschieds, 1925), esta renegación se atribuye tanto a la niña como al niño; conviene hacer observar que Freud relaciona este proceso con el mecanismo psicótico: «[.,.] sobreviene un proceso que quisiera designar con la palabra «renegación» (Verleugnung), proceso que no parece raro ni muy peligroso en la vida psíquica del niño, pero que, en el adulto, constituirá el punto de partida de una psicosis» (2). En la medida en que la renegación se reftere a la realidad exterior, Freud ve en ella, en contraste con la represión, el primer tiempo de la psicosis: mientras el neurótico comienza reprimiendo las exigencias del ello, el psicótico comienza por renegar la realidad (3).
A partir de 1927, Freud elabora el concepto de renegación basándose fundamentalmente en el ejemplo privilegiado que constituye el fetichismo. En el estudio que dedica a esta pei-versión {El -fetichismo {,Fetischismtis, 1927]), muestra cómo el fetichista perpetúa una actitud infantil haciendo coexistir dos posiciones inconciliables: la renegación y el reconocimiento de la castración femenina. La interpretación que de ello
da Freud es todavía ambigua; intenta explicar esta coexistencia recurriendo a los procesos de la represión y de una formación transaccional
entre las dos fuerzas que se hallan en conflicto; pero muestra también
cómo esta coexistencia constituye una verdadera escisión* en dos (Spal
tung, Zwiespaltigkeit) del sujeto.
En textos ulteriores (La escisión del yo en el proceso de defensa [Die
Ichspaltung im Abwehrvorgang], 1938; Esquema del psicoanálisis [Abriss
der Psychoanalyse'^, 1938), este concepto de escisión del yo viene a acla
rar, de un modo más definido, el de renegación. Las dos actitudes del
fetichista (renegar la percepción de la falta de pene en la mujer, reco
nocer esta carencia y extraer las consecuencias [angustia]) «[...] persis
ten durante toda la vida uno junto a la otra sin influirse recíprocamente.
Esto puede llamarse una escisión del yo» (4).
Esta escisión debe diferenciarse de la división que instituye en la
persona toda represión neurótica:
1) se trata de la coexistencia de dos tipos distintos de defensa del yo, y no de un conflicto entre el yo y el ello; 2) una de las defensas del yo afecta a la realidad exterior: renegación de una percepción.
Este descubrimiento progresivo realizado por Freud del proceso de la renegación puede considerarse como un indicio, entre otros, de su constante preocupación por describir un mecanismo originario de defensa frente a la realidad exterior. Esta preocupación se pone de manifiesto, sobre todo, en su primera concepción de la proyección (véase esta palabra), en su concepto de retiro de la catexis o de pérdida de la realidad en la psicosis, etc. El concepto de renegación se sitúa dentro de esta línea de investigación. Si insinúa de un modo más preciso en algunos pasajes de Historia de una neurosis infantil: «Finalmente subsistían en él simultáneamente dos corrientes opuestas, una de las cuales aborrecía la castración, mientras que la otra estaba dipuesta a admitirla y a consolarse con la feminidad como substitutivo. La tercera corriente, la más antigua y la más profunda, que simplemente había rechazado (verworfen halte) la castración, y en la cual ni siquiera se planteaba el problema de juzgar sobre la realidad de ésta, era todavía la misma ciertamente susceptible de reactivación» (5). En estas líneas se establecen ya la idea de una escisión de la personalidad en varias «corrientes» independientes, la de una defensa primaria consistente en un rechazo radical, y finalmente la idea de que tal mecanismo se refiere electivamente a la realidad de la castración.Sin duda es este último punto el que permite comprender mejor el concepta freudiano de renegación, y también extender y renovar su problemática. Si la renegación de la castración constituye el prototipo, y quizás incluso el origen, de las demás renegaciones de la realidad, conviene preguntarse qué entiende Freud por «realidad» de la castración o percepción de ésta. Si lo que se reniega es la «carencia de pene» en la mujer, resulta difícil hablar aquí de percepción o de realidad, puesto que una ausencia no se percibe como tal; sólo se convierte en realidad
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devoramíento (Fressen), etc. La reparación va ligada esencialmente a la
posición depresiva (véase este término), que aparece simultáneamente
con la relación al objeto total. En respuesta a la angustia y a la culpa
bilidad inherentes a esta posición, el niño intenta mantener o restable
cer la integridad del cuerpo materno. Distintas fantasías actualizan esta
tendencia a reparar «el desastre pro"ducido por su sadismo» (la): pre
servar el cuerpo materno de los ataques de los objetos «malos», reunir
los fragmentos esparcidos, devolver la vida a los que se había matado,
etcétera. Devolviendo así al objeto de amor su integridad y suprimiendo
todo el mal que se le ha causado, el niño se aseguraría la posesión de un
objeto plenamente «bueno» y estable, cuya introyección refuerza su yo.
Así, pues, las fantasías de reparación poseen una función estructurante
en el desarrollo del yo.
Los mecanismos de reparación, en la medida en que no se hallen bien asegurados, pueden aproximarse, ora a las defensas maníacas (sentimiento de omnipotencia), ora a los mecanismos obsesivos (repetición compulsiva de los actos reparadores). El éxito de la reparación supone, según M. Klein, la victoria de las pulsiones de vida sobre las pulsiones de muerte (véanse estos términos).
Melanie Klein ha subrayado el papel desempeñado por la reparación en el trabajo del duelo y en la sublimación; «[...] el esfuerzo por suprimir el estado de desintegración al cual [el objeto] ha sido reducido presupone la necesidad de convertirlo en bueno y perfecto» (1 b, le).
REPETICIÓN
= Al.: Wiederholung. — Fr.: repetition. — Ing.: repetition. — It.: ripetizione. — Por.: repeticáo.
Véase: Compulsión a la repetición.
REPRESENTABILIDAD (CONSIDERACIÓN A LA)
= Al.: Rücksicht auf Darstellbarkeit. — Fr.: prise en consideration de la figurabilité. — Ing.: considerations of representability. — It.: riguardo per la raffigurabilitá. — Por.: consideragáo á representabilidade o figurabilidade.
Exigencia a la que se someten los pensamientos del sueño: experimentan una selección y una transformación que los sitúan en condiciones de ser representados por imágenes, especialmente visuales.
El sistema de expresión que es el sueño posee sus propias leyes. Exige que todas las significaciones, hasta las ideas más abstractas, se expresen por medio de imágenes. El lenguaje, las palabras, no constituyen, según Freud, una excepción a este respecto; figuran en el sueño como elementos significantes y no por el sentido que poseen en el lenguaje verbal.
Esta condición comporta dos consecuencias: 1.^ Conduce a seleccionar «[...] entre las diversas ramificaciones de
los pensamientos esenciales del sueño aquella que permite una repre
sentación visual» (la); especialmente las articulaciones lógicas entre los
pensamientos del sueño se eliminan o reemplazan con mayor o menor
éxito por modos de expresión que Freud describió en La interpretación
de los sueños {Die Traumdeutung, 1900) (parte tercera del capítulo VI:
«Los procedimientos de representación del sueño»).
2.^ Orienta los desplazamientos hacia los substitutivos en forma de
imágenes. Así, el desplazamiento de expresión (Ausdrucksverschiebung)
proporcionará un eslabón (una palabra concreta) entre el concepto abs
tracto y una imagen sensorial (ejemplo: deslizamiento del término «aris
tócrata» en el de «situado en lo alto», que puede ser representado por
una «elevada torre»).
Esta condición reguladora del trabajo del sueño tiene, en definitiva, su origen en la «regresión*»: regresión a la vez tópica, formal y temporal. Bajo este último aspecto, Freud insiste en la función polarizante que, en la elaboración de las imágenes del sueño, poseen las escenas infantiles de naturaleza esencialmente visual: «[...] la transformación de los pensamientos en imágenes visuales puede ser una consecuencia de la atracción que el recuerdo visual, que intenta revivir de nuevo, ejerce sobre los pensamientos separados de la conciencia luchando por expresarse. Según esta concepción, el sueño sería el substituto de la escena infantil modificada por transferencia sobre lo reciente. La escena infantil no puede lograr realizarse de nuevo; debe contentarse con reaparecer en forma de sueño» (1b).
REPRESENTACIÓN
= Al: Vorstellung. — Fr.: representation. — Ing.: idea o presentation. — It.: rappresentazione. — Por.: representagáo.
Término utilizado clásicamente en fílosofía y psicología para designar «lo que uno se representa, lo que forma el contenido concreto de un acto de pensamiento» y «especialmente la reproducción de una percepción anterior» (1). Freud contrapone la representación al afecto*, siguiendo cada uno de estos elementos, en los procesos psíquicos, un diferente destino.
El término Vorstellung forma parte del vocabulario clásico de la filosofía alemana. Su acepción no es modificada por Freud en un principio, pero el uso que de él hace es original (a). Indicaremos aquí brevemente en qué consiste esta originalidad.
1.° Los primeros modelos teóricos destinados a explicar las psiconeurosis se centran en la distinción entre quantum de afecto* y representación. En la neurosis obsesiva, el quantum de afecto se ha desplazado desde la representación patógena ligada al acontecimiento traumatizante a otra representación que el sujeto considera insignificante. En la histeria, el quantum de afecto se convierte en energía somática, y la representación reprimida es simbolizada por una zona o una actividad corporales. Esta tesis, según la cual la separación entre el afecto y la representación se halla en el principio de la represión, conduce a describir un destino diferente para cada uno de estos elementos y a considerar la acción de procesos distintos: la representación es «reprimida», el afecto «suprimido», etc.
2.° Ya es sabido que Freud habla de «representaciones inconscientes» indicando, por la reserva sit venia verbo, que no se le escapó la paradoja inherente a la unión de ambos términos. Si, no obstante, conserva esta expresión, ello indica que, en la utilización que efectúa de la palabra Vorstellung, pasa a segundo plano un aspecto prevalente en la filosofía clásica, el de representarse, subjetivamente, un objeto. La representación sería más bien aquello que, del objeto, viene a inscribirse en los «sistemas mnémicos».
3.° Ahora bien, como es sabido, Freud no concibe la memoria como un simple receptáculo de imágenes, según una concepción estrictamente empírica, sino que habla de sistemas mnémicos, reduce el recuerdo a diferentes series asociativas y finalmente designa con el nombre de «huella mnémica»*, más que una «débil impresión» que guarda una relación de similitud con el objeto, un signo siempre coordinado con otros y que no va ligado a una determinada cualidad sensorial. Desde esta perspectiva, la Vorstellung de Freud ha podido equipararse al concepto lingüístico de significante.
4.° Sin embargo, cabe distinguir aquí, con Freud, dos niveles de estas «representaciones»: las «representaciones de palabra»* y las «representaciones de cosa»*. Esta distinción subraya una diferencia, a la cual, por lo demás, Freud atribuye un valor tópico fundamental; las representaciones de cosa, que caracterizan el sistema inconsciente, se hallan en una relación más inmediata con la cosa: en la «alucinación primitiva», la representación de cosa sería considerada por el niño como equivalente del objeto percibido y catectizada en la ausencia de éste {véase: Expeciencia de satisfacción).
De igual forma, cuando Freud, especialmente en las primeras descripciones que dio de la cura en los años 1894-1896 (2), busca, al extremo de las vías asociativas, la «representación inconsciente patógena», lo que perseguiría sería el punto último en el que el objeto es inseparable de sus huellas, el significado inseparable del significante.
5.° En el empleo freudiano, la distinción entre la huella mnémica y la representación como catexis de la huella mnémica, si bien implícitamente presente (3), no es expresada siempre con claridad (4). Sin duda, ello es debido a que resulta difícil concebir en el pensamiento freudiano una huella mnémica pura, es decir, una representación totalmente desprovista de catexis, tanto por parte del sistema inconsciente como por parte del sistema consciente.
(a) A menudo se ha señalado !a influencia que pudo ejercer sobre Freud la concepción, desarrollada por Herbart, de una verdadera «mecánica de las representaciones» (Vorstellungsmechanik). Como indica O. Andersson, «[..,] el herbartismo era la psicología dominante en el mundo científico en el que vivía Freud durante los años de su formación científica» (5).
REPRESENTACIÓN DE COSA, REPRESENTACIÓN DE PALABRA
= AL: Sachvorstellung (o Dingvorstellung), Wortvorstellung. — Fr.: representation de chose, representation de mot. — Ing.: thing presentation, word presentation. — It.: rappresentazione di cosa, rappresentazione di parola. — Por.: representa^áo de coisa, representagao de palavra.
Términos utilizados por Freud en sus textos metapsicológicos para distinguir dos tipos de «representaciones», uno (esencialmente visual) que deriva de la cosa y otro (esencialmente acústico) que deriva de la palabra. Esta distinción tiene para él un alcance metapsicológico, caracterizándose el sistema preconsciente-consciente por la ligazón de la representación de cosa a la representación de palabra correspondiente, a diferencia del sistema inconsciente, que sólo comprende representaciones de cosa.
En cuanto a la palabra «representación» y el modo de distinguirla del término, utilizado a veces como sinónimo, de huella mnémica, remitimos al lector a los dos artículos: Representación y Huella mnémica.
La distinción entre representación de cosa y representación de palabra tiene su origen en las investigaciones del joven Freud acerca de la afasia.
La idea de representación de cosa aparece muy pronto en la doctrina freudiana con el término, muy afín, de «huellas mnémicas»: éstas se depositan en los diferentes sistemas mnémicos. En el trabajo Acerca de la concepción de las afasias. Estudio crítico (Zur Auffassung der Aphasien. Eine kritische Studie, 1891) encontramos la expresión Objektvorstellung; en La interpretación de los sueños {Die Traumdeutung, 1900), la de Dingvorstellung (1). Una de las definiciones más precisas que da Freud de este concepto es la siguiente:
«La representación de cosa consiste en una catexis, si no de imágenes mnémicas directas de la cosa, por lo menos de huellas mnémicas más alejadas, derivadas de aquéllas» (2 a). Esta definición requiere dos observaciones:
1.^ la representación se distingue aquí claramente de la huella mnémica: aquélla recatectiza, reaviva ésta, que no es en sí misma más que la inscripción del acontecimiento;
2." la representación de cosa no debe entenderse como un análogo mental del conjunto de la cosa. Ésta se halla presente en diferentes sistemas o complejos asociativos en atención a uno u otro de sus aspectos.
Las representaciones de palabra se introducen en una concepción que enlaza la verbalización y la toma de conciencia. Así, a partir del Proyecto de psicología científica {Entwurf einer Psychologic, 1895), encontramos la idea de que la imagen mnémica puede adquirir el «índice de cualidad» específico de la conciencia, asociándose a una imagen verbal. Tal idea será constante en Freud. Es de importancia capital para comprender el paso del proceso primario al proceso secundario, de la identidad de percepción* a la identidad de pensamiento*. La volvemos a encontrar en El inconsciente (Das Unbewusste, 1915) en la siguiente
forma, que acentiia su valor tópico: «La representación consciente en
globa la representación de cosa más la representación de palabra corres
pondiente, mientras que la representación inconsciente es la represen
tación de cosa sola» {2 b).
El privilegio de la representación de palabra no puede reducirse a
una supremacía de lo auditivo sobre lo vinual. Lo que aquí interviene no
es sólo la diferencia entre los aparatos sensoriales. Freud mostró que en
la esquizofrenia las representaciones de palabra son tratadas como re
presentaciones de cosa, es decir, según las leyes del proceso primario;
tal sucede también en el sueño, en el que ciertas frases pronunciadas en
estado de vigilia se someten a la condensación y al desplazamiento en
igual forma que las representaciones de cosa: «[...] cuando las repre
sentaciones de palabra, pertenecientes a los restos diurnos, constituyen
residuos recientes y actuales de percepciones, y no expresión de pensa
mientos, son tratadas como las representaciones de cosa» (3). Vemos,
pues, que representación de cosa y representación de palabra no desig
nan simplemente dos tipos de «huellas mnémicas»; tal distinción tiene,
para Freud, un alcance tópico fundamental.
¿Cómo se articulan las representaciones de palabra a estos significantes preverbales que son las representaciones de cosa? ¿Cuál es la relación de unas y otras con la percepción? ¿En qué condiciones pueden adquirir una presencia alucinatoria? En un último análisis, ¿cuáles son las condiciones que aseguran a los símbolos lingüísticos verbales su posición privilegiada? Freud intentó responder a tales preguntas en varios de sus trabajos (4).
REPRESENTACIÓN-FIN
= Al.: Zielvorsteliung. — Fr.: représentation-but. — Ing.: purposive idea. — It,: rappresentazione finalizzata. — Por.: representa?áo-meta.
Término creado por Freud para designar lo que orienta el curso de los pensamientos, tanto conscientes como preconscientes e inconscientes: en cada uno de estos niveles existe una finalidad que garantiza, entre los pensamientos, una concatenación que no es sólo mecánica, sino que viene determinada por ciertas representaciones privilegiadas que ejercen una atracción sobre las otras representaciones (por ejemplo, tarea a realizar en el caso de los pensamientos conscientes, fantasma inconsciente en el caso de someterse el sujeto a la regla de la asociación libre).
El término «representación-ñn» Freud lo utilza sobre todo en sus primeros trabajos metapsicológicos: Proyecto de psicología científica (Eníxvurf einer Psychologic, 1895) y capítulo VII de La interpretación de los sueños {Die Trawndeutung, 1900), donde figura repetidas veces. Pone de manifiesto lo que existe de original en la concepción freudiana del determinismo psíquico; el curso de los pensamientos no es nunca indeterminado, es decir, libre de toda ley, pero además las leyes que lo rigen no son leyes puramente mecánicas como las descubiertas por la doctrina asociacionista, según la cual la sucesión de las asociaciones puede siempre referirse a la semejanza y a la contigüidad, sin que deba verse en ella un sentido más profundo. «Cada vez que un elemento psíquico
está ligado a otro por una asociación desconcertante y superficial, existe también una ligazón correcta y profunda entre ellos, ligazón que se halla disimulada por la resistencia de la censura» (1).
La noción de representación-fin señala que, para Freud, las asociaciones obedecen a una cierta finalidad. Finalidad manifiesta en el caso de un pensamiento atento, discriminativo, en el cual la selección viene asegurada por la representación del fin perseguido. Finalidad latente y descubierta por el psicoanálisis en aquellos casos en que las asociaciones parecen entregadas a su libre curso (véase: Asociación libre).
¿Por qué habla Freud de representación-fin y no sólo de meta o finalidad?; esta pregunta se plantea sobre todo para la finalidad inconsciente. Podría responder diciendo que las representaciones en cuestión no son más que los fantasmas inconscientes. Esta interpretación viene justificada por los primeros modelos que Freud da del funcionamiento del pasamiento: éste, incluida la exploración que caracteriza el proceso secundario, sólo es posible por el hecho de que el fin, o la representación-fin, permanece catectizada, ejerce una atracción que hace más permeables, mejor «facilitadas», todas las vías que conducen a ella. Este fin es la «representación de deseo» (WunschvorsleUung) que proviene de la experiencia de satisfacción* (2).
Al traducir Zielvorstellung por «representación-fin» y no por «representación de fin», creemos permanecer fieles al espíritu de Freud: no se trata de que estas representaciones remitan de forma intencional a fines, sino que ellas mismas son elementos inductores, capaces de organizar y de orientar el curso de las asociaciones.
El equivalente inglés propuesto de purposive idea concuerda con nuestra interpretación.
REPRESENTANTE DE LA PULSION (a)
= Al.: Triebreprásentanz (o Triebreprasentant). — Fr.: représentant de la pulsion. — Ing.: instinctual representative. — It.: rappresentanza o rappresentante della pulsione. — Por.: representante do impulso o pulsional (da pulsáo).
Término utilizado por Freud para designar los elementos o procesos en los que la pulsión encuentra su expresión psíquica. Unas veces el término es sinónimo de representante-representativo*, otras tiene un sentido más amplio, incluyendo también el afecto.
Freud generalmente asimila el representante de la pulsión al representante-representativo; en la descripción de las fases de la represión se examina sólo el destino del representante-representativo, hasta que se toma en consideración «otro elemento del representante psíquico»: el quantum de afecto* (Affektbetrag), que «[•••] corresponde a la pulsión en la medida en que se ha desprendido de la representación y encuentra una expresión adecuada a su cualidad en procesos que percibimos como afectos» (la).
Así, pues, junto a un elemento representativo del representante de la
pulsión, puede hablarse de un factor cuantitativo o afectivo del mismo. Observemos, no obstante, que Freud no utiliza el término «representante afectivo», que podría crearse por simetría con el de representante representativo.
El destino de este elemento afectivo no es menos importante para la represión: en efecto, ésta «[...] no tiene otro motivo ni otro fin que la evitación del displacer: de ello resulta que el destino del quantum de afecto del representante es mucho más importante que el de la representación» (Ib).
Recordemos que este «destino» puede ser variado: el afecto persiste y puede entonces desplazarse a otra representación; se transforma en otro afecto, especialmente angustia; también puede ser suprimido (1 c, 2 a). Pero se observará que esta supresión* no es una represión en el inconsciente, como la que actúa sobre la representación; en efecto, no puede hablarse en rigor de afecto inconsciente. Lo que así se designa sólo corresponde, de hecho, en el sistema les, «[...] a un rudimento que no ha llegado a desarrollarse» {2 b).
Así, pues, hablando estrictamente, sólo a nivel del sistema Pcs-Cs (o del yo) se puede sostener que la pulsión está representada por el afecto.
(a) Por afán de claridad, dedicamos tres artículos distintos (representante de la pulsión, representante psíquico, representante-representativo) a términos cuyas significaciones se superponen en gran parte, hasta el punto de ser intercambiables entre sí en la mayor parte de los textos freudianos. Estos tres artículos examinan un mismo concepto, pero hemos preferido reservar a cada uno de nuestros tres comentarios la discusión de un punto más particular.
En el presente artículo hemos recordado la función que Freud atribuye, respectivamente, a la representación y al afecto como representantes de la pulsión. El segundo artículo define sobre todo lo que entiende Freud por representante (de lo somático en lo psíquico). El artículo Representante-representativo muestra que la función de representar a la pulsión corresponde principalmente a la representación (Vorstellung).
Señalemos finalmente que los artículos Representación, Representación de cosa representación de palabra forman parte también del mismo conjunto conceptual.
REPRESENTANTE-REPRESENTATIVO (a)
= Al.: Vorstellungsreprásentanz (o Vorstellungsreprásentant). — Fr.: représentantreprésentation. — Ing.: ideational representative. — It.: rappresentanza data da una rappresentazione. — Por.: representante ideativo.
Representación o grupo de representaciones a las que se fija la pulsión en el curso de la historia del sujeto y por medio de las cuales se inscribe en el psiquismo.
La expresión francesa représentant-représentation introduce un equívoco, debido a que traduce por dos palabras muy parecidas una palabra alemana compuesta por dos substantivos muy distintos; por desgracia, no vemos cómo podría evitarse este equívoco dando al mismo tiempo una traducción exacta del término freudiano.
Representant traduce Reprasentanz (3), palabra alemana de origen latino que debe entenderse como delegación (y). Vorstellung es un tér
mino filosófico cuyo equivalente francés tradicional es representation. Vorstellungsreprasentanz significa lo que representa (aquí: lo que representa a la pulsión) en el terreno de la representación (8), sentido que intentamos traducir por: représentant-représentation.
El concepto de representante-representativo se encuentra en los textos en que Freud define la relación entre lo somático y lo psíquico como la existente entre la pulsión y sus representantes. Esta noción se define y utiliza sobre todo en los trabajos metapsicológicos de 1915 (La represión [Die Verdrangung] y El inconsciente [Das Vnbewusste]) y aparece con la máxima claridad en la teoría más completa que Freud dio respecto a la represión.
Recordemos brevemente que la pulsión, en tanto que somática, escapa a la acción directa de una operación psíquica de represión en el inconsciente. La represión solamente puede afectar a los representantes psíquicos de la pulsión; estrictamente hablando, a los representantes-representativos.
En efecto, Freud distingue claramente dos elementos en el representante psíquico de la pulsión, la representación y el afecto, e indica que cada uno de ellos sigue un destino diferente: sólo el primer elemento (el representante-representativo) pasa tal cual al sistema inconsciente (acerca de esta distinción, véase:Representante psíquico; Afecto; Represión).
¿Qué se debe entender por representante-representativo? Freud dio pocas explicaciones sobre este concepto. En cuanto al término «representante» y la relación de delegación que supone con respecto a la pulsión, remitimos al lector al artículo: Representante psíquico. Con respecto al término «representación», que indica el elemento ideativo, en oposición al elemento afectivo, remitimos a los artículos Representación (VorStellung), Representación de cosa (Sachvorstellung o Dingvorstellu7ig) y Representación de palabra fWortvorsfeíZwngJ.
En la teoría que Freud da del sistema inconsciente en su artículo de 1915, considera los representantes representativos, no sólo como los «contenidos» del les, sino como constitutivos de éste. En efecto, en un solo y mismo acto (la represión originaria*) la pulsión se fija a un representante y se constituye el inconsciente: «Tenemos [...] razones para admitir una represión originaria, una primera fase de la represión consistente en que el representante psíquico (representativo) de la pulsión ve rehusado el acceso a la conciencia. Con ello se produce una fijación; el representante correspondiente perdura, a partir de este momento, de forma inalterable, y la pulsión queda ligada a él» (la).
En este pasaje, el término «fijación»* evoca dos ideas al mismo tiempo: la que se halla en el centro de la concepción genética, de una fijación de la pulsión a una fase o a un objeto, y la idea de inscripción de la pulsión en el inconsciente. Esta última idea (o esta última imagen) es indiscutiblemente muy antigua en Freud. La encontramos anticipada en las cartas a Fliess, en uno de los primeros esquemas del aparato psíquico (que comportaría varias capas de inscripciones de signos [Nie
derschriften] [2]) y expuesta de nuevo en La interpretación de los sueños {Die Traumdeutung, 1900), especialmente en un pasaje en el que se discute la hipótesis del cambio de inscripción que experimentaría una representación al pasar de un sistema a otro (3).
Esta comparación de la relación entre la pulsión y su representante, con la inscripción de un signo (de un «significante» para utilizar un término lingüístico), constituye un medio de esclarecer la naturaleza del represetante-representativo.
(a) Véase la nota («) del artículo Representante de la pulsión.
(/?) El término usual en alemán es der Reprásentant; Freud raramente lo utiliza, adoptando en cambio la forma die Reprdsentanz, más parecida al latín y sin duda más abstracta.
(7) «X es mi representante».
(|5) La traducción de Vorstellungsreprasentaní por «representante de la representación» iría en contra del pensamiento de Freud: la representación es lo que representa a la pulsión y no lo que sería a su vez representado por otra cosa. Los textos de Freud son explícitos acerca de este punto (1 b, 4).
REPRESENTANTE PSÍQUICO (a)
= Al.: Psychische Reprásentanz o psychischer Reprásentant. — Fr.: représentant psychique. — Ing.: psychical representative. — It.: rappresentanza psichica orappresentante psichico. — Por.: representante psíquico.
Término utilizado por Freud para designar, dentro de su teoría de la pulsión, la expresión psíquica de las excitaciones endosomáticas.
Este término sólo puede comprenderse en relación con la pulsión, que Freud considera como un concepto límite entre lo somático y lo psíquico. En efecto, en el lado somático, la pulsión tiene su fuente en fenómenos orgánicos generadores de tensiones internas a tais que el sujeto no puede escapar; pero, por el fin al que apunta y los objetos a los que se adhiere, la pulsión tiene un «destino» (Triebschicksal) esencialmente psíquico.
Esta situación fronteriza explica, sin duda, que Freud recurriera a la noción de representante (entendiendo por tal una especie de delegación) de lo somático en lo psíquico. Pero esta idea de delegación fue formulada de dos formas distintas.
Unas veces es la propia pulsión la que aparece como «[...] el representante psíquico de las excitaciones provenientes del interior del cuerpo y que afectan al alma» (1, 2); otras, la pulsión es asimilada al proceso de excitación somática, y es ella entonces la que es representada en el psiquismo por «representantes de la pulsión», los cuales comprenden dos elementos: el representante-representativo* y el quantum de afecto* (3).
Ahora bien, no creemos posible, como invita a hacer la Standard Edition, hallar una evolución en el pensamiento de Freud acerca de este problema (las dos formulaciones fueron propuestas en el mismo año 1915), y menos aún considerar la segunda concepción como la que adoptaría Freud en sus tiltimos trabajos (en efecto, es la primera la que se encuentra en el Esquema del psicoanálisis [Abriss der Psychoanalyse, 1938]).
¿Es preciso entonces, como indica la Standard Edition, referir la citada contradicción a la ambigüedad del concepto de pulsión, límite entre lo somático y lo psíquico (4)? Admitámoslo; sin embargo, nos parece que es posible esclarecer el pensamiento de Freud acerca de este punto.
1) Si bien las formulaciones se contradicen a primera vista, no obstante sigue siempre presente una idea; la relación entre lo somático y lo psíquico no se concibe en forma de paralelismo ni de causalidad; debe comprenderse comparándola con la relación existente entre un delegado y su mandante (P).
Permaneciendo constante esta relación en las formulaciones de Freud, puede establecerse la hipótesis de que la diferencia que se aprecia entre ellas es puramente verbal: la modificación somática se designaría en un caso con la palabra pulsión (Trieb), y en el otro con la palabra excitación (Reíz), y el representante psíquico se denominaría en el primer caso representante-representativo, y en el segundo pulsión.
2) Hechas estas observaciones, no por ello deja de existir, a nuestro modo de ver, una diferencia entre las dos formulaciones. La solución según la cual la pulsión, considerada como somática, delega sus representantes psíquicos, nos parece más rigurosa, en cuanto no se limita a invocar una relación global de expresión entre lo somático y lo psíquico, y más coherente con la idea de inscripción de representaciones, que es inseparable de la concepción freudiana del inconsciente*.
(<í) Véase la nota (a) del articulo: Representante de la pulsión.
(/3) Ya es sabido que, en tal caso, el delegado, aunque por principio no sea más que el «apoderado» de su mandante, entra en un nuevo sistema de relaciones que ofrece el peligro de modificar su perspectiva y desviar las directivas que le fueron dadas.
REPRESIÓN
= Al.: Verdrángung. — Fr.: refoulement. — Ing.: repression. — It.: rimozione. — Por.: recalque o recalcamento.
A) En sentido propio: operación por medio de la cual el sujeto Intenta rechazar o mantener en el inconsciente representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una pulsión. La represión se produce en aquellos casos en que la satisfacción de una pulsión (susceptible de procurar por sí misma placer) ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras exigencias.
La represión es particularmente manifiesta en la histeria, si bien desempeña también un papel importante en las restantes afecciones mentales, así como en la psicología normal. Puede considerarse como un proceso psíquico universal, en cuanto se hallaría en el origen de la constitución del inconsciente como dominio separado del resto del psiquismo.
B) En sentido más vago: el término «represión» es utilizado en ocasiones por Freud en una acepción que lo aproxima al de «defensa»*, debido, por una parte, a que la operación de la represión en el sentido A, se encuentra, al menos como im tiempo, en numerosos procesos defensivos complejos (en cuyo caso la parte es tomada por el todo) y, por otra parte, a que el modelo teórico de la represión es utilizado por Freud como el prototipo de otras operaciones defensivas.
La distinción entre las acepciones A y B se impone, aparentemente, si se tiene en cuenta la apreciación que Freud hizo en 1926 sobre su propia utilización de los términos represión y defensa: «Pienso ahora que hay cierta ventaja en volver al viejo concepto de defensa, aunque estableciendo que debe designar de un modo general todas las técnicas de las que se sirve el yo en sus conflictos, y que pueden eventualmente conducir a la neurosis, mientras que reservamos el término «represión» para designar uno de estos métodos de defensa en particular, que, debido a la orientación de nuestras investigaciones, pudimos al principio conocer mejor que los otros» (1).
En realidad, la evolución de los conceptos de Freud acerca del problema de la relación entre la represión y la defensa no corresponde exactamente a lo que él adelanta en el texto citado. A propósito de esta evolución pueden hacerse las siguientes observaciones:
1.^ En los textos anteriores a La interpretación de los sueños {Die Traumdeutung, 1900) se utilizan con la misma frecuencia, aproximadamente, los términos «represión» y «defensa». Pero esto sólo ocurre en las ocasiones, muy raras, en que los emplea como si fueran simplemente equivalentes, y sería erróneo considerar, basándose en el testimonio ulterior de Freud, que el único modo de defensa entonces conocido era la represión, modo de defensa específico de la histeria, coincidiendo el género con la especie. En efecto, por una parte, ya en aquella época, Freud especificó las diversas psiconeurosis por la utilización de modos de defensa claramente distintos, modos de defensa entre los que no incluía la represión; también en los textos sobre Las psiconeurosis de defensa (1894, 1896), la conversión* del afecto es el mecanismo de defensa de la histeria, la transposición o el desplazamiento del afecto el de la neurosis obsesiva, mientras que, en la psicosis, Freud considera mecanismos tales como el rechazo (verwerfen) concomitante de la representación y del afecto o la proyección. Por otra parte, el término «represión» se utiliza para designar el destino de las representaciones separadas de la conciencia, que constituyen el núcleo de un grupo psíquico separado, proceso que se encuentra tanto en la neurosis obsesiva como en la histeria (2).
Incluso aunque los dos conceptos de defensa y de represión desborden el marco de una afección psicopatológica particular, se aprecia que esto no sucede en el mismo sentido: defensa es, desde un principio, un concepto genérico, que designa una tendencia general «[..] ligada a las condiciones más fundamentales del mecanismo psíquico (ley de la constancia)» (3 a), que puede adoptar formas tanto normales como patológicas y que, en estas últimas, se especifica en «mecanismos» complejos en los cuales el afecto y la representación siguen destinos diferentes. Si la represión se halla también universalmente presente en las diversas afecciones y no es específica, como mecanismo de defensa particular, de la histeria, es porque las diferentes psiconeurosis implican todas ellas la existencia de un inconsciente (véase esta palabra) separado que se instituye precisamente por efecto de la represión.
2." A partir de 1900 Freud tiende a utilizar con menos frecuencia la
palabra defensa, pero ésta dista de desaparecer como Freud pretendió
(«Represión como yo he empezado a decir en lugar de defensa») (4) y
conserva la misma significación genérica. Freud habla de «mecanismos
de defensa», de «lucha de defensa», etc.
En cuanto al término «represión», jamás pierde su especificidad para confundirse simplemente con un concepto global que abarcase el conjunto de las técnicas defensivas utilizadas para manejar el conflicto psíquico. Se observará, por ejemplo, que Freud, cuando trata de las «defensas secundarias» (defensas contra el síntoma mismo), no las califica jamás de «represiones» secundarias (5). Fundamentalmente, en el texto que le consagra en 1915, la noción de represión conserva la acepción anteriormente expresada: «Su esencia consiste únicamente en el hecho de separar y mantener a distancia de lo conciente» (6 a). En este sentido, la represión es considerada a veces por Freud como un «mecanismo de defensa» particular o más bien como un «destino de la pulsión» susceptible de ser utilizado como defensa. Desempeña un papel primordial en la histeria, mientras que en la neurosis obsesiva se inserta en un proceso defensivo más complejo (6 í»). Por consiguiente, del hecho de que la represión se describe en varias neurosis, no debe inferirse, como lo hacen los editores de la Standard Edition (7), que «represión» equivale en lo sucesivo a «defensa»: se encuentra en cada afección como uno de los tiempos de la operación defensiva, y en su acepción bien precisa de represión en el inconsciente.
Así, pues, el mecanismo de la represión, estudiado por Freud. en sus diversos tiempos, representa para él una especie de prototipo de otras operaciones defensivas; así, en el Caso Schreber, es decir, incluso cuando intenta descubrir un mecanismo de defensa específico de la psicosis, se refiere a los tres tiempos de la represión, cuya teoría explica con tal ocasión. Sin duda es en este texto donde se ve con más claridad la confusión entre represión y defensa, confusión que no es simplemente terminológica, sino que conduce a dificultades de fondo (véase: Proyección).
3.^ Finalmente, no es posible olvidar que, después de haber incluido la represión entre los mecanismos de defensa, Freud, comentando el libro de Anna Freud, escribe: «Jamás he dudado de que la represión no es el único procedimiento de que dispone el yo para sus intenciones. Sin embargo, la represión es algo muy particular, que se distingue más claramente de los restantes mecanismos que éstos entre sí» (8),
«La teoría de la represión es la piedra angular sobre la que reposa todo el edificio del psicoanálisis» (9). La palabra represión se encuentra ya en Herbart (10), y algunos autores han pretendido que Freud, por intermedio de Meynert, conoció la psicología de Herbart (11). Pero la represión se impuso como hecho clínico desde los primeros tratamientos de histéricos, en los que Freud constata que los pacientes no tienen a su disposición recuerdos que, no obstante, conservan toda su vivacidad cuando son evocados de nuevo: «Se trataba de cosas que el enfermo quería olvidar y que intencionadamente mantenía, rechazaba, reprimía, fuera de su pensamiento consciente» (12).
Vemos que la noción de represión, captada aquí en su origen, aparece desde un principio como correlativa de la de inconsciente (la palabra reprimido será durante mucho tiempo para Freud, hasta concebir la idea de defensas inconscientes del yo, sinónimo de inconsciente). En cuanto al término «intencionadamente», Freud, a partir de esta época (1895), no lo utiliza sin reserva; la escisión de la conciencia solamente se inicia en virtud de un acto intencional. En efecto, los contenidos reprimidos escapan a los poderes del sujeto y, como un «grupo psíquico separado», se rigen por sus propias leyes (proceso primario*). Una representación reprimida constituye por sí misma un primer «núcleo de cristalización» capaz de atraer otras representaciones intolerables, sin que deba intervenir una intención consciente (13). En tal medida, la operación de la represión viene marcada por el proceso primario. Es esto lo que la define como defensa patológica en comparación con una defensa normal del tipo, por ejemplo, de la evitación (3 d). Finalmente, la represión se describe desde un principio como una operación dinámica que implica el mantenimiento de una contracatexis y siempre susceptible de fracasar por la fuerza del deseo inconsciente que busca retomar a la conciencia y a la motilidad (véase: Retorno de lo reprimido; Transacción).
Durante los años 1911-1915, Freud se dedicó a exponer una teoría articulada del proceso de la represión, distinguiendo en él diferentes tiempos. A este respecto, debe hacerse observar que no se trata de su primera elaboración teórica. En efecto, creemos que su teoría de la seducción* debe considerarse como una primera tentativa sistemática de explicar la represión, tentativa tanto más interesante cuanto que no aisla la descripción del mecanismo del objeto electivo al que afecta, es decir, la sexualidad.
En su artículo La represión (Die Verdrdngung, 1915), Freud distingue una represión en sentido amplio (comprendiendo tres tiempos) y una represión en sentido estricto, que no es más que el segundo tiempo de la anterior. El primer tiempo sería una «represión originaria»*; no recae sobre la pulsión como tal, sino sobre sus signos, sus «representantes», que no llegan a la conciencia y a los cuales queda fijada la pulsión. Se crea así un primer núcleo inconsciente que funciona como polo de atracción respecto de los elementos a reprimir.
La represión propiamente dicha (eigentliche Verdrdngung) o «represión con posterioridad» (Nachdrdngen) constituye, por consiguiente, un proceso doble, que une a esta atracción una repulsión (Abstossung) por parte de una instancia superior. Finalmente, el tercer tiempo es el «retorno de lo reprimido» en forma de síntomas, sueños, actos fallidos, etc.
¿Sobre qué recae la represión? Es preciso subrayar que no recae sobre la pulsión (14 a), ya que ésta, por ser orgánica, escapa a la alternativa consciente-inconsciente, ni sobre el afecto. Éste puede experimentar diversas transformaciones correlativamente a la represión, pero no puede volverse inconsciente sensu stricto (14 b) (véase: Supresión). Solamente son reprimidos los «representantes representativos» (idea, imagen, etc.) de la pulsión. Estos elementos representativos van ligados a lo reprimido originario, ya porque provengan de éste, ya porque entren en conexión fortuita con él. La represión reserva a cada uno de ellos un destino diferente, «completamente individual», según su grado de deformación, su distancia respecto al núcleo inconsciente o su valor afectivo.
La operación de la represión puede considerarse dentro del triple registro de la metapsicología:
a) desde el punto de vista tópico: si bien la represión se describe, en la primera teoría del aparato psíquico, como mantenimiento fuera de la conciencia, Freud no asimila la instancia represora a la conciencia. El modelo lo proporciona la censura*. En la segunda tópica, la represión se considera como una operación defensiva del yo (parcialmente inconsciente);
b) desde el punto de vista económico, la represión supone un juego complejo de retiro de la catexis*, recatectización y contracatexis* que afecta a los representantes de lia pulsión;
c) desde el punto de vista dinámico, la cuestión principal es la de los motivos de la represión: cómo una pulsión cuya satisfacción, por definición, engendra placer, llega a suscitar un displacer tal que desencadena la operación de la represión. (Acerca de este punto, véase: Defensa).
REPRESIÓN ORIGINARIA
= Al.: Urverdrángung. — Fr.: refoulement originaire. — Ing.: primal repression. — It.: rimozione originaria o primaria. — Por.: recalque (o recalcamento) primitivo u originario.
Proceso hipotético descrito por Freud como primer tiempo de la operación de la represión. Tiene por efecto la formación de cierto número de representaciones inconscientes o «reprimido originario». Los núcleos inconscientes así constituidos contribuyen seguidamente a la represión propiamente dicha, por la atracción que ejercen sobre los contenidos a reprimir, junto con la repulsión proveniente de las instancias superiores.
Los términos «represión primaria», «represión primitiva», «represión primordial», se utilizan a menudo en las traducciones de las obras de Freud. Nosotros preferimos traducir el prefijo Ur por originario; a este respecto hemos de observar que se encuentra también en otros términos freudianos, como Urphantasie(fantasía originaria*) y Urszene (escena originaria*).
Por oscura que sea la noción de represión originaria, no deja de constituir una pieza esencial de la teoría freudiana de la represión, y se encuentra a lo largo de toda la obra de Freud a partir del estudio del Caso Schreber. La existencia de la represión originaria se postula, sobre todo, a partir de sus efectos: según Freud, una representación no puede ser reprimida si no experimenta, simultáneamente con la acción ejercida por la instancia superior, una atracción proveniente de los contenidos que ya son inconscientes. Ahora bien, por un razonamiento recurrente, es preciso explicar la existencia de formaciones inconscientes que no hayan sido a su vez atraídas por otras formacioes: tal es el papel de la «represión originaria», que se distingue así de la llamada represión propiamente dicha o represión con posterioridad (Nachdrangen). En cuanto a la naturaleza de la represión originaria, declara Freud, todavía en 1926, que nuestros conocimientos son muy limitados (la). Sin embargo, algunos puntos parecen desprenderse de las hipótesis freudianas (a).
1.° Existen estrechas relaciones entre la represión originaria y la fijación*. En el estudio del Caso Schreber, ya se describe como fijación el primer tiempo de la represión (2). Aunque en este texto la fijación se concibe como una «inhibición del desarrollo», en otros lugares el término posee un sentido menos estrictamente genético y designa, no sólo la fijación a una fase libidinal, sino también la fijación de la pulsión a una representación y la «inscripción» (Niederschrift) de esta representación en el inconsciente: «Por consiguiente, tenemos razones para admitir una represión originaria, una primera fase de la represión, consistente en que el representante psíquico (representante representativo) de la pulsión ve negada su entrada en la conciencia. Con ello se produce una fijación; el representante correspondiente subsiste a partir de aquel momento en forma inalterable, la pulsión permanece ligada a aquél» (3).
2." Aunque la represión originaria se encuentra en el origen de las primeras formaciones inconscientes, su mecanismo no puede explicarse por una catexis* por parte del inconsciente; no procede tampoco de un retiro de la catexis del sistema preconsciente-consciente, sino únicamente de una contracatexis*. «Ésta [la contracatexis] representa el gasto permanente en una represión originaria, pero al mismo tiempo garantiza su permanencia. La contracatexis es el único mecanismo de la represión originaria; en la represión propiamente dicha (represión con posterioridad) se añade el retiro de la catexis preconsciente» (4).
3.° En cuanto a la naturaleza de esta contracatexis, persiste la oscuridad. Para Freud, es poco probable que proceda del superyó, el cual se forma con posterioridad a la represión originaria. Su origen debería buscarse, probablemente, en experiencias arcaicas muy intensas. «Es del todo admisible que factores cuantitativos, como una gran fuerza de la excitación y la efracción del "protector contra las excitaciones" [Reizschutz] constituyan las primeras ocasiones en que se producen las represiones originarias» (1 b).
(o) Un intento de interpretación de la noción de represión originaria se encontrará en J. Laplanche y S. Leclaire, L'inconscient, Les Temps Modernas, 1%1, XVII,
n.o 183.
REPUDIO
= AL: Verwerfung. — Fr.: forclusion. — Ing.: repudiation o foreclosure. — It.: reiezione. — Por.: rejeigáo o repudio.
Término introducido por Jacques Lacan: mecanismo específico que se hallarla en el origen del hecho psicótico; consistiría en un rechazo primordial de un «significante» fundamental (por ejemplo: el falo en tanto que significante del complejo de castración) fuera del universo simbólico* del sujeto. El repudio se diferenciaría de la represión en dos sentidos:
1) los significantes repudiados no se encuentran integrados en el Inconsciente del sujeto; 2) no retornan «desde el interior», sino desde el seno de lo real, especialmente en el fenómeno alucinatorio.
J. Lacan se opone al empleo que hace Freud en ocasiones de la palabra Verwerfung (rechazo) en relación con la psicosis, y propone, como equivalente francés, el término forclusion (repudio).
La filiación freudiana invocada en este punto por J. Lacan apela a dos series de observaciones concernientes a la terminología y a la concepción freudiana de la defensa psicólica.
I. Una encuesta terminológica en el conjunto de los textos freudianos lleva a las siguientes conclusiones:
1) El término Verwerfung (o el verbo verwerfen) es utilizado por Freud con acepciones bastante distintas, que esquemáticamente podrían reducirse a tres:
a) en sentido amplio, de una repulsa que puede ejercerse, por ejemplo, a la manera de la represión (1);
b) en el sentido de un rechazo que adopta la forma de un juicio consciente de condenación. Bajo esta acepción se encuentra más a menudo la palabra compuestaVrteilsverwerfung, de la que el propio Freud indica que es sinónimo de Verurteilting (juicio de condenación*);
c) el sentido propuesto por Lacan se encuentra mejor confirmado en otros textos. Así, en Las psiconeurosis de defensa (Die Abwehr-Neuropsychosen, 1894) Freud escribe a propósito de la psicosis: «Existe un tipo de defensa mucho más enérgica y mucho más eficaz, que consiste en que el yo rechaza [verwirft] la representación intolerable, simultáneamente con su afecto, y se comporta como si la representación no hubiera llegado jamás al yo» (2 a).
El texto en el que Lacan se ha basado principalmente para promover la noción de repudio es el de Historia de una neurosis infantil, en el que las palabrasverwerfen y Verwerfung son repetidamente utilizadas. El pasaje más demostrativo es sin duda aquel en el que Freud evoca la coexistencia, en el sujeto, de diversas actitudes con respecto a la castración: «[...] la tercera corriente, la más antigua y la más profunda, que había pura y simplemente rechazado [verworfenl la castración, y en la cual no se trataba todavía de juzgar sobre la realidad de ésta, esta corriente aún era ciertamente reactivable. En otro lugar he comunicado una alucinación que dicho paciente tuvo a la edad de cinco años [...]» (3a).
2) Se encuentran en Freud otros términos, distintos a Verwerfung, utilizados en un sentido que parece autorizar, de acuerdo con el contexto, una aproximación al concepto de repudio:
Ablehnen (apartar, declinar) (5 b);
Aufheben (eliminar, abolir) (4 a);
Verleugnen (renegar).
En conclusión, se constata, limitándose a un punto de vista terminológico, que el empleo del término Verwerfung no siempre corresponde al significado de «repudio», y, a la inversa, otros términos freudianos designan lo que Lacan intenta poner de manifiesto.
II. Aparte de esta simple investigación terminológica, es posible mostrar que la introducción por Lacan del término «repudio» no hace más que proseguir unaexigencia constante en Freud: la de definir un mecanismo de defensa específico de la psicosis. Aquí las opciones terminológicas de Freud pueden, en ocasiones, prestarse a error, especialmente cuando habla de «represión» refiriéndose a la psicosis. El propio Freud subrayó esta ambigüedad: «[...] cabe dudar de que el proceso denominado represión en las psicosis tenga todavía algo de común con la represión en las neurosis de transferencia» (5).
1) A lo largo de toda la obra de Freud puede encontrarse la misma línea de pensamiento con respecto a la psicosis. En los primeros textos freudianos, se manifiesta especialmente por la discusión del mecanismo de la proyección, la cual se concibe, en el psicótico, como un verdadero rechazo de entrada hacia el exterior y no como un retorno secundario de lo inconsciente reprimido. Más tarde, cuando Freud tiende a interpretar la proyección como un simple tiempo secundario a la represión neurótica, se verá obligado a admitir que la proyección (tomada en este sentido) ya no es el resorte esencial de la psicosis: «No era exacto decir que la sensación suprimida [unterdrückt] en el interior se proyectaba al exterior; más bien reconocemos que lo que había sido abolido [das Aufgehobene] en el interior retorna desde el exterior» (4 b) (véase: Proyección).
Las expresiones «retiro de la catexis de la realidad» (4 c), «pérdida de la realidad» (6) deben interpretarse asimismo como designando este mecanismo primario de separación y de rechazo al exterior de la «percepción» intolerable.
Finalmente, en sus últimos escritos, Freud centra sus reflexiones en torno a la noción de Verleugnimg o «renegación de la realidad» (véase este término). Si bien lo estudia sobre todo en el caso del fetichismo, señala explícitamente que tal mecanismo establece un parentesco entre dicha perversión y la psicosis (7 y 8 a). La renegación que opone el niño, como el fetichista y el psicótico, a esta «realidad» que sería la ausencia de pene en la mujer, se concibe como una repulsa a admitir la «percepción» misma y a fortiori a extraer la consecuencia, que es la «teoría sexual infantil» de la castración. En 1938, Freud opone entre sí dos modos de defensa: «repeler una exigencia pulsional del mundo interno» y «renegar de un fragmento del mundo externo real» (8 b). En 1894 describía ya la defensa psicótica en términos casi idénticos: «El yo se aparta de la representación intolerable, pero ésta se encuentra indisolublemente unida a un fi-agmento de la realidad, por lo que, al realizar este acto, el yo se desprende también total o parcialmente de la realidad» (2 b).
2) ¿Cómo concebir, en un último análisis, esta especie de «represión» hacia el mundo exterior, simétrica de la represión neurótica? Freud la describe, la mayoría de veces, en términos económicos: retiro de la catexis de lo percibido, retirada narcisista de la libido, acompañada quizá de un retiro del «interés»* no libidinal. Otras veces, Freud va a parar más bien a lo que podríamos llamar un retiro de significación, rehusar atribuir un sentido a lo percibido. Por lo demás, ambas concepciones no se excluyen entre sí, en el pensamiento de Freud: el retiro de la catexis (Besetzimg) es también un retiro de la significación (Bedeutung) (9).
III. La noción de repudio viene a prolongar esta línea de pensamiento freudiano, dentro del marco de la teoría de lo «simbólico»* de J. Lacan. Este autor se basa especialmente en ¡os textos de Historia de una neurosis infantil, donde Freud muestra cómo los elementos percibidos en ocasión de la escena originaria sólo con «posterioridad»* recibirán su sentido y su interpretación. En el momento de la primera experiencia traumática (a la edad de año y medio), eJ individuo era incapaz de elaborar, en forma de una teoría de la castración, aquel dato en bruto que sería la ausencia de pene en la madre: «Él rechazó [verwarf~\ [la castración] y quedó detenido en el punto de vista del coito anal [...]. Probablemente el sujeto no emitió juicio alguno acerca de la existencia de la castración, pero fue como si ésta no hubiera existido» (3 c).
En los diferentes textos de Freud existe una indiscutible ambigüedad en cuanto a lo que es rechazado (verworfenj o renegado (verleugnet) cuando el niño repele la castración. ¿Es la castración misma (3 d)? En tal caso, lo que se rechaza sería una verdadera teoría interpretativa de los hechos y no una simple percepción. ¿Se trata de la «carencia de pene» en la mujer? Entonces resulta difícil hablar de una «percepción» que sería renegada, puesto que una ausencia no es un hecho perceptivo más que en la medida en que se pone en relación con una posible presencia.
La interpretación de Lacan permitiría resolver las dificultades que acabamos de señalar. Basándose en el texto de Freud sobre La negación {Die Verneinung,1925), define el repudio en su relación con un «proceso primario» (10) que comporta dos operaciones complementarias: «la Einbeziehung ins Ich, la introducción en el sujeto, }' la Ausslossung aus dem Ich, la expulsión fuera del sujeto». La primera de estas operaciones es lo que Lacan denomina también «simbolización» oBejahung (proposición, afirmación) «primaria». La segunda «[...] constituye lo real, en cuanto éste es el dominio que persiste fuera de la simbolización». El repudio consiste entonces en no simbolizar lo que debió serlo (la castración): se trata de una «abolición simbólica». De ahí la fórmula que da Lacan (traduciendo a su lenguaje el pasaje de Freud anteriormente citado: «[...] no era exacto decir [...] de la alucinación: [...] lo que ha sido repudiado de lo simbólico reaparece en lo real».
J. Lacan ha desarrollado ulteriormente la noción de repudio dentro del marco de concepciones lingüísticas, en su artículo D'une question préliminaire á tout traitement possible de ¡a psychose (11).
RESISTENCIA
= Al.: Widerstand. ^-Fr.: resistance. — Ing.: resistance. — It.: resistenza. — Por.: resistencia.
Durante la cura psicoanalítica, se denomina resistencia todo aquello que, en los actos y palabras del analizado, se opone al acceso de éste a su inconsciente. Por extensión, Freud habló de resistencia al psicoanálisis para designar una actitud de oposición a sus descubrimientos, por cuanto éstos revelaban los deseos inconscientes e infligían al hombre una «vejación psicológica» (»).
El concepto de resistencia fue precozmente introducido por Freud; puede decirse que ejerció un papel decisivo en la aparición del psicoanálisis. En efecto, Freud renunció a la hipnosis y a la sugestión sobre todo porque la resistencia masiva que oponían a estas técnicas algunos pacientes le parecía por una parte, legítima (3) y, por otra, imposible de vencer y de interpretar (y), cosa que el método psicoanalítico hace posible en la medida en que permite evidenciar progresivamente las resistencias, que se traducirán especialmente por las diferentes formas en que el paciente infringe la regla fundamental; en los Estudios sobre la histeria {Studien über Hysterie, 1895) se encuentra una primera enumeración de diversos fenómenos clínicos, evidentes o discretos, de resistencia (1 a).
La resistencia se descubrió como un obstáculo al esclarecimiento de los síntomas y a la progresión de la cura. «La resistencia constituye, en fin de cuentas, lo que impide el trabajo [terapéutico]» (2 a) (S). Al principio Freud intentará vencer este obstáculo mediante la insistencia (fuerza de sentido opuesto a la resistencia) y la persuasión, antes de reconocer en él un medio de acceso a lo reprimido y al secreto de la neurosis; en efecto, en la resistencia y la represión se ven actuar las mismas fuerzas. En este sentido, como insiste Freud en sus escritos técnicos, todo el avance de la técnica analítica ha consistido en una apreciación más justa de la resistencia, es decir, del hecho clínico de que no basta comunicar a los pacientes el sentido de sus síntomas para que desaparezca la represión. Es sabido que Freud consideró siempre como características específicas de su técnica la interpretación de la resistencia y la de la transferencia. Es más, la transferencia* debe considerarse en parte cdmo una resistencia, en la medida en que reemplaza el recuerdo verbalizado por la repetición actuada; a esto debe añadirse que la resistencia utiliza la transferencia, pero no la constituye.
Más difícil resulta destacar los puntos de vista de Freud acerca de la explicación del fenómeno de la resistencia. En los Estudios sobre la histeria, formula la siguiente hipótesis: los recuerdos pueden considerarse agrupados, según su grado de resistencia, en forma de capas concéntricas alrededor de un núcleo central patógeno; durante el tratamiento, cada vez que se pasa de un círculo a otro más cercano al núcleo, aumentará proporcionalmente la resistencia (1 í>). A partir de esta época, Freud considera la resistencia como una manifestación, inherente al tratamiento y a la rememoración que él exige, de la misma fuerza ejercida por el yo contra las representaciones penosas. Sin embargo, parece ver el origen último de la resistencia en una repulsión proveniente de lo reprimido como tal, en su dificultad en volverse consciente y, sobre todo, en ser plenamente aceptado por el sujeto. Hallamos, pues, aquí dos elementos de explicación; la resistencia viene regulada por su distancia respecto a lo reprimido; por otra parte, corresponde a una función defensiva. Esta ambigüedad persiste en los escritos técnicos.
Pero, con la segunda tópica, se hace recaer el acento en el aspecto defensivo: defensa, como subrayan varios textos, ejercida por el yo. «El inconsciente, es decir, lo "reprimido", no opone ningún tipo de resistencia a los esfuerzos de la cura; de hecho, sólo tiende a vencer la presión que actúa sobre él y abrirse camino hacia la conciencia o hacia la descarga mediante la acción real. La resistencia durante la cura proviene de los mismos estratos y sistemas superiores de la vida psíquica que en su tiempo produjeron la represión» (3). Este papel primordial de la defensa del yo Freud lo mantendrá hasta en uno de sus últimos escritos: «Los mecanismos de defensa contra los antiguos peligros retornan en la cura en forma de resistencias a la curación, lo cual es debido a que la misma curación es considerada por el yo como un nuevo peligro» (4 a). Desde este punto de vista, el análisis de las resistencias no se diferencia del análisis de las defensas permanentes del yo, tal como se ponen de manifiesto en la situación analítica (Anna Freud),
Ahora bien, Freud afirma explícitamente que la resistencia evidente del yo no basta para explicar las dificultades halladas en la progresión y terminación del trabajo analítico; el analista, en su experiencia, encuentra resistencias que no puede atribuir a alteraciones* del yo (4 b).
Al final de Inhibición, sintonía y angustia {Hemmung, Symptom und Angst, 1926), Freud distingue cinco formas de resistencia; tres de ellas se atribuyen al yo: la represión, la resistencia de transferencia y el beneficio secundario de la enfermedad, «que se basa en la integración del síntoma en el yo». Además, hay que considerar la resistencia del inconsciente o del ello y la del superyó. La primera hace técnicamente necesario el trabajo elaborativo* (Durcharbeiten): es «[...] la fuerza de la compulsión a la repetición, atracción de los prototipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido». Finalmente, la resistencia del superyó deriva de la culpabilidad inconsciente y de la necesidad de castigo (5 a) {véase: Reacción terapéutica negativa).
Se trata de un intento de clasificación metapsicológica que no satisfacía a Freud, pero que tiene, por lo menos, el mérito de subrayar que siempre rehusó asimilar el fenómeno inter- e intrapersonal de la resistencia a los mecanismos de defensa inherentes a la estructura del yo. La pregunta: ¿Qué resiste?, sigue siendo para él problemática y queda sin responder (e). Más allá del yo «[..,] que se aferra a sus contracatexis» (5 b), es preciso reconocer, como obstáculo último al trabajo analítico, una resistencia radical, acerca de cuya naturaleza las hipótesis freudianas variaron, pero que de todos modos es irreductible a las operaciones defensivas{véase: Compulsión a la repetición).
(o) Idea que se expresa a partir de 1896: «La hostilidad que me manifiestan y mi aislamiento bien podrían indicar que he descubierto las mayores verdades» (2 b).Acerca de la «vejación», véase Una dificultad del psicoanálisis {Eine Schwierigkeit der Psychoanalyse, 1917) (6).
(yS) «Cuando se gritaba a un enfermo que se mostraba rebelde: "¿qué hace usted?, se está usted contra-sugestionando", yo pensaba que aquello era entregarse manifiestamente a una injusticia y a una violencia. El hombre tenía ciertamente derecho a contra-sugestionarse, cuando se intentaba dominarlo por medio de sugestiones» (7).
(y) La técnica de sugestión «[...] no nos permite, por ejemplo, reconocer la resistencia que hace que el enfermo se aferré a su dolencia y, por consiguiente, luche contra su curación» (8).
(5) Véase la definición de la resistencia en La interpretación de los sueños {Die Traumdeutung, 1900): «Todo aquello que perturba la continuación del trabajo es una resistencia» (9).
- (E)
- Puede consultarse la obra de E. Glover, Técnica del psicoanálisis {The Technique of Psycho-Analysis, 1955). El autor, tras efectuar un relevamiento metódico de las resistencias como manifestaciones, despertadas por el análisis, de las defensas permanentes del aparato mental, reconoce la existencia de un residuo: «Después de agotar la lista posible de las resistencias que podrían provenir del yo
- o del superyó, nos queda el hecho desnudo de que ante nosotros el individuo se entrega a una repetición ininterrumpida del mismo conjunto de representaciones [...], Esperábamos que, al apartar las resistencias del yo y del superyó, provocaríamos algo así como una liberación automática de presión y que otra manifestación de defensa se apresuraría a ligar esta energía liberada, como sucede en los síntomas transitorios. Pero, en lugar de ello, parece como si hubiéramos fustigado la compulsión a la repetición y el ello hubiera aprovechado la debilitación de las defensas del yo para ejercer una atracción creciente sobre las representaciones preconscientes» (10).
RESTOS DIURNOS
= Al.: Tagesreste. — Fr.: restes diumes. — Ing.: day's residues. — It.: resti diume.— Por,: restos diurnos.
Dentro de la teoría psicoanalítica del sueño, elementos del estado de vigilia del día anterior que se encuentran en la narración del sueño y en las asociaciones libres del individuo que ha soñado; se hallan en una relación más o menos lejana con el deseo Inconsciente que se realiza en el sueño. Pueden encontrarse todos los grados intermedios entre dos extremos: cuando la presencia de un determinado resto diurno parece motivada, por lo menos en un primer análisis, por una preocupación o un deseo de la vigilia, y cuando se eligen elementos diurnos, de apariencia insignificante, por su conexión asociativa con el deseo del sueño.
Según una concepción clásica, discutida en el primer capítulo de La
interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900), los elementos
que se encuentran en la mayoría de los sueños derivarían de la vida de
ios días anteriores. Sin embargo, diversos autores habían ya observado
que tales elementos no correspondían siempre a acontecimientos o in
tereses importantes, sino a detalles de apariencia anodina.
Freud recoge estos hechos y les da una nueva significación, integrán
dolos en su teoría, que considera el sueño como el cumplimiento de un
deseo inconsciente. La naturaleza y función de los restos diurnos pue
de establecerse en relación con la tesis fundamental según la cual la
energía del sueño se encuentra en el deseo inconsciente.
Puede tratarse de deseos o de preocupaciones diversas que ha experimentado el sujeto durante la vigilia y que vuelven a surgir en el sueño; la mayoría de las veces estos problemas de la vigilia están presentes en el sueño en una forma desplazada y simbólica. Los restos diurnos son sometidos a los mecanismos del trabajo del sueño al igual que todos los pensamientos* del sueño. Según una célebre metáfora de Freud, los restos diurnos son entonces el «empresario» del sueño, funcionan como incitación (un papel análogo pueden desempeñar las impresiones corporales durante el sueño). Pero, incluso en este caso, el sueño sólo puede ser plenamente explicado por la intervención del deseo inconsciente que aporta la fuerza de las pulsiones (Triebkraft), el «capital». «En mi opinión, el deseo consciente sólo puede suscitar un sueño cuando despierta otro deseo, inconsciente, en consonancia con él y en virtud del cual resulta reforzado» (1 a).
En última instancia, la relación entre los restos diurnos y el deseo inconsciente puede prescindir de la función intermedia de una preocupación actual: ios restos diurnos no son más que elementos, signos que utiliza el deseo inconsciente. En tal caso será aún más manifiesta la apariencia arbitraria de su selección. ¿Cuál es entonces su función? Puede resumirse así:
a) al seleccionarlos, el sueño burla la censura. Bajo la envoltura de su apariencia insignificante, pueden expresarse contenidos reprimidos;
b) se prestan, más que los recuerdos cargados de interés y ya integrados en ricos complejos asociativos, a entrar en conexión con el deseo infantil;
c) su carácter actual aumenta su importancia a los ojos de Freud, quien, para explicar la presencia de lo reciente en todo sueño, recurre al concepto de «transferencia»*. «Los restos diurnos [...] no sólo toman algo del les (a saber, la fuerza pulsional que está a disposición del deseo reprimido) cuando inter\'ienen en la formación de un sueño, sino que además ofrecen al inconsciente algo indispensable, a saber, el punto de conexión necesario para una transferencia» (1 b).Esta importancia de lo presente se halla verificada por el hecho de que, a menudo, lo que se encuentra son restos del mismo día anterior al sueño.
RETIRO O AUSENCIA DE CATEXIS
= AL: Entziehung (o Abziehung) der Besetzung, Unbesetzheit. — Fr.: désinvestissement. — ¡ng.: withdrawal of cathexis. — It.: sottrazione di carica odisinvestimento. — Por.: retraimento de carga psíquica o desinvestimento.
Retiro de la catexis anteriormente unida a una representación, a un grupo de representaciones, a un objeto, a una instancia, etc. Estado en que se encuentra tal representación como resultado de ese retiro o en ausencia de toda catexis.
El retiro de la catexis* se postula en psicoanálisis como substrato económico de diversos procesos psíquicos, especialmente de la represión*. Freud reconoció desde un principio como factor determinante de
ésta la separación del quantum de afecto de la representación. Cuando
efectúa una descripción sistemática de la represión, muestra cómo la
represión «con posterioridad» supone que las representaciones que ante
riormente habían sido admitidas en el sistema preconsciente-consciente,
y por consiguiente catectizadas por éste, pierden su carga energética. La
energía que con tal motivo ha quedado disponible puede utilizarse en
la catexis de una formación defensiva (formación reactiva*) que es ob
jeto de una contracatexis (1).
Asimismo, en los estados narcisistas, la catexis del yo aumenta pro
porcionalmente al retiro de la catexis de los objetos (2).
RETORNO DE LO REPRIMIDO
= Al.: Wiederkehr (o Rückkehr) des Verdrángten. — Fr.: retour du refoulé. — Ing.: return (o breakthrough) of the repressed. — It.: ritomo del rimosso. — Por.:retomo do recalcado.
Proceso en virtud del cual los elementos reprimidos, al no ser nunca aniquilados por la represión, tienden a reaparecer y lo hacen de un modo deformado, en forma de transacción.
Freud insistió siempre en el carácter «indestructible» de los contenidos inconscientes (1). Los elementos reprimidos, no sólo no son aniquilados, sino que tienden incesantemente a reaparecer en la conciencia, por caminos más o menos desviados y por intermedio de formaciones derivadas más o menos difíciles de reconocer: los derivados* del inconsciente (a).
La idea de que los síntomas se explican por un retomo de lo reprimido se afirma desde los primeros textos psicoanalíticos de Freud. También se encuentra en ellos la idea fundamental de que este retomo de lo reprimido se produce por medio de la «formación de transacción entre las representaciones reprimidas y las represoras» (2). Pero las relaciones entre el mecanismo de la represión* y el del retomo de lo reprimido fueron interpretadas por Freud de forma sensiblemente distinta:
- En El delirio y los sueños en la «Gradiva» de W. Jensen {Der Wahn und die Traume in W. Jensens Gradiva, 1907), por ejemplo, Freud insiste en el hecho de que lo reprimido utiliza, para su retomo, las mismas vías asociativas que siguió en la represión (3 d). Ambas operaciones se hallarían, pues, íntimamente ligadas y serían como simétricas una de otra; Freud utiliza aquí la fábula del asceta que, intentando vencer la tentación mediante la imagen del crucifijo, ve aparecer en lugar del crucificado la imagen de una mujer desnuda: «[...] dentro y detrás de lo represor obtiene finalmente la victoria lo reprimido» (3 fo).
- Pero esta idea no fue mantenida por Freud, sino revisada, por ejemplo, en una carta a Ferenczi del 6-XII-1910, en la que indica que el retomo de lo reprimido constituye un mecanismo específico (4). Esta indicación la recoge de nuevo, especialmente en La represión {Die Ver
drdngung, 1915), donde el retorno de lo reprimido se concibe como un tercer tiempo, independiente, en la operación de la represión tomada en sentido amplio (5). Freud describe este proceso en las diferentes neurosis y llega a la conclusión de que el retomo de lo reprimido se produce por desplazamiento, condensación, conversión, etc.
Asimismo Freud indicó las condiciones generales del retorno de lo reprimido: debilitación de la contracatexis*, refuerzo del empuje pulsional (por ejemplo, por la influencia biológica de la pubertad), sobrevienen acontecimientos actuales que evocan el material reprimido (6).
(n) Acerca de la problemática de esta idea, puede citarse una nota de Inhibición, síntoma y angustia (Hemmung, Symptom und Angst, 1926), en la que Freud se pregunta si el deseo reprimido transfiere toda su energía a sus derivados o se mantiene él mismo en el inconsciente (7).